La lucha: entrevista a Ernestina Elorriaga acerca de su nuevo libro, “El miedo de una casa inexistente”.
Y VICEVERSA
¿Intuiría la palabra, cuando en la boca, a punto de nacer, hija? ¿Intuiría su devenir madre? ¿La eternidad, la infinitud de la rueda que la haría madre-hija, hija-madre? ¿Su vuelo huérfano y ese destino de nombrar cuerpxs y ausentes, de nombrarse a sí, de buscar y ser buscada, dejada de lado y llamada?, ¿de tejer con sus poderosos hilos el devenir de su progenie y, también, su mutación, la posibilidad de ser tejida, hilvanada a nuevas formas cuando rota? ¿Percibiría en su cuna su destino de acunar? ¿Y el de vencer la muerte y volver al vientre, una y otra vez?
¿Hija de qué dioses, la inmortal guerrera?
¿Intuiría, cuando el primer aullido, la potencia de su casa inexistente?
DE(S)VELAR
Enterrar, poner bajo tierra, ocultar con afán de hacer desaparecer, de dar sepultura.
¿Es esa la muerte del dolor?
En la profundidad, se mueve.
Tiembla lo construido sobre lo no dicho, sobre lo no nombrado.
Por eso el yo poético de Tina Elorriaga hunde las manos, hurga, va en busca de la palabra:
“Y era angustia la ausencia / y era el dolor / enterrado en la garganta / un río embravecido en el territorio del silencio”; “Devorado el niño que fuimos no hay regreso / el cielo es una rosa desnuda / la sangre se va yendo / la mirada se enturbia / se emponzoña”;
“La palabra no dicha (…) la enterramos en los médanos / con tu mano aferrada a la mía / y el dolor poseyéndonos.”; “cuento la historia de mis hijos / para recordarme / madre / cómo mis rodillas sangraron / la tarde que la bicicleta me dejó tirada en el baldío / donde enterrábamos lo secretos más oscuros de infancia”; “Romper el muro para que escapen las palabras / huir de la melancolía acantonada en el corazón / burlar el pudor / penetrar el silencio y desollar su mutismo”
Hay varias recurrencias al veneno, al dolor del ocultamiento, del enterrar la palabra. Y, en las últimas citas, aparece la necesidad de contar la historia, ¿qué posibilidades abre el decir, el liberar la palabra?
Difícil tarea la que propones. Precisamente, la poesía carece de ese norte que es la razón, se mueve en otro terreno, más cercano a lo que, por su pura cuenta y desde el inconsciente, aparece en nuestras emociones o en los sentires. De allí que el liberar la palabra es necesario. Pero, como dije, es ajeno al yo. La palabra no dicha, la que se traga, se vuelve montaña en la garganta. Y, si un sentido está afectado, lo están todos: la escucha, la mirada…
“La Palabra / como Dédalo en su laberinto / nos busca y eterniza”
¿Cómo y cuándo nos busca la palabra?
La palabra nos hace comunidad, nos busca siempre, es y le somos necesarios. Sin ella, solo hay incomunicación y, en estos tiempos que nos toca vivir, es evidencia cotidiana. Palabras sin sostén caen sobre nosotros, a veces, a pedrada limpia.
CUERPO EXTRAVIADO
“de mi mano intentabas la eternidad / el lugar donde el cielo es un aullido”; “el dibujo quemante del silencio y su aullido sin tiempo”;“Piedras de eternidad cortan el filo de los días / saltan bajo el aguijón punzante del taladro / en la calle enmarcan el rostro de un hombre / lo demoran”; “intenta un alarido y de su boca // huye un niño llevando en su corazón una piedra que quema”
¿Qué tipos de eternidades ofrecen la piedra, la palabra y el hacer cuerpo con otre?
¿Son el aullido y el alarido un vehículo para la palabra?
¿Qué es lo que quema del silencio y de la eternidad?
¿Un aullido sin tiempo es eterno?
La eternidad es ausencia de tiempo. No hay cronología.
Una piedra tiene más vida que una planta, no se muere nunca, es eterna. La palabra se dice, a veces, apenas como puede: una mirada, el corazón agitado de una niña en las sombras de la noche. Para decirse, el silencio de lo oculto se vale de lo que fuera. Hace cuerpo con otro para nacer y ser palabra.
Se puede hablar, pero no se dice.
A través de sus dibujos, los niños o las niñas hablan a veces de la belleza del desasosiego, o de sus miedos.
“cuando una madre / no puede sostener el cuerpo del hijo que se arroja al abismo a la rasgada grieta / sin saber del infinito ni del límite de la oscuridad”
¿Qué de singular tiene el infinito?
¿Qué de singular, la eternidad?
Sin límites no es posible la vida, el infinito se vuelve nebulosa y extravío sin tiempo: eternidad. La ley, el límite nos ordena.
Usás un epígrafe de Clarise Lispector que dice:“(…) se quiere absorber a la otra persona entera. / Esa gana de ser el otro para una unificación (…)”.Y escribís: “de puro atrevida entraría por la caverna de tus ojos a beber de tu mirada // estar adentro tuyo madre / sería tal vez / mi salvación”; “En el inicio / el otro es en nuestro cuerpo / sin él no somos”.
¿Qué posibilidades daría esa unidad con el otre?
La vida no es posible sin un otro o una otra. Somos en y con el otro. El mayor daño que ha recaído en nuestras sociedades, a partir del neoliberalismo, es el individualismo.
También escribís: “Fugamos en otros”; “apropiar el deseo del otro / es regresar a una emboscada perfecta / al primer lobo.”
¿Cuál es el mayor peligro de buscar esa unidad con el otre?
Apropiarse del deseo del otro- romper su sueño- no es ser con el otro, sino sobre el otro. Algo de esto se da bajo el neoliberalismo, que construye subjetividades sustitutas al verdadero deseo.
A veces, somos ajenos a nosotros mismos y el otro no deja nunca de ser uno mismo. Para eso es necesario saberse, conocerse. Entonces, se puede ser con el otro.
Con el otro, todo; sobre el otro, nada.
“en tu cuerpo me busco / en sus formas severas de existir / en el rigor que duele y lo inclina al precipicio”; “dónde estás hijo mío / dónde estoy hijo mío // si no estoy a tu lado y me salvo contigo”; “salgo a encontrarte pero es en vano / no he de habitar tu cuerpo / no hay ni habrá regreso del exilio”
¿Es necesario hacer cuerpo con otre para ser y estar?
¿Hacer cuerpo con otre es la única forma de encuentro?
Rotos los vínculos, solo somos náufragos.
“a veces / se devora lo amado”; “ella devoró a su madre / sus hijos la devoraran a ella // la vida es un círculo perfecto.”;
¿Al devorar al otre, se escapa de la búsqueda de la unidad?
¿O termina por ser otra forma de hacer cuerpo con otre?
La necesidad de individuación lo exige. Me refiero a la individuación que me hace sujeto, para ser junto a otros u otras. Se trata de construir comunidad, el encuentro es unidad.
RUEDO DE BOCA
“La ronda me lleva me acerca me aleja (…) ya me veo la ronda me eleva me vuelo ya la ronda se vuela ya este sueño es tu sueño”
¿Qué ofrece lo circular que no se obtenga en la linealidad?
Lo circular ofrece el regreso, volver para reconstruir lo que se ha perdido, para que no se extravíen los pasos que dimos en la oscuridad. Volver a pensar, a sentir con la distancia que nos da el tiempo.
“si en el diluvio de los ojos de mi hijo no he podido ver / su corazón desbocado”; “y en el duermevela / una sombra jalando la desdentada boca del recuerdo // un hermano es un nombre que se teje y desteje”; “qué pétalos nublan tu boca cuando me miras callada”
Siempre hay algo que se interpone entre la boca y el otre, como un diluvio, una sombra o pétalos… hablemos de eso.
Particularmente, en este libro, la palabra poética es un aullido, para que se nombre, para que sea verbo lo no dicho.
De repente, el encuentro sucede. Frente a frente hay dos, separades por un silencio. Adentro de cada une, la palabra se mueve, se une a otras, puja. Busca un intersticio en la boca para salir, para decirse. Mas, ¿hay, en verdad, una boca capaz de decir? Y si hay, ¿qué se interpone? ¿Por qué la palabra no llega, no toca al otre?
“el corazón no sabría por qué se desboca ante ese nombre garabateado a tientas”; “que el silencio espere con sus tentáculos a mi orilla / muda / que la asfixia de la lengua haga de lo callado un templo para la crueldad / ser el habla / que sepultó en su vientre la palabra”; “la soledad tajaba tu pensamiento / vos seguías en la boca del lobo / no importaba el sonido ni el silencio ni la promesa de los días por venir”
Estar desbocado, sin boca, sin poder decir, ¿en qué nos limita?
Estar en una boca que silencia o que habla, no salva. ¿Hay que tener una boca para salvarse?
Limitados del decir y del silencio, somos incompletos, nos constituimos en el decir y en sus silencios. Estar mudos, habitar el silencio y sus secretos, es el decirnos a nosotros mismos, para saber qué del deseo será o es posible alcanzar.
CRUCE
“Donde guardamos los silencios lo no dicho lo prohibido el deseo lo negado / lo borrado el misterio lo maravilloso la lluvia el invierno las caricias la piel / el deseo la infancia los pecados el olor las rosas la memoria las risas las voces / los susurros el deseo // donde guardamos los caballos de nácar / los caracoles de azúcar / los botones de escarcha // en ese lugar / vive un niño sin tiempo.”
¿Hay un lugar donde lo que ya no es continúa siendo?
Ese niño sin tiempo, ¿es un niño eterno?, ¿es algo más?
Somos niños siempre, siempre está el asombro y la posibilidad de la pregunta, de la repregunta. Fui por ese camino, pero ¿qué hubiera sido si iba por otro? A veces, las más de las veces, somos anestesiados por un sistema que nos necesita irreflexivos y, de este modo, maleables a deseos ajenos. El niño es la salvación, en él volvemos a nacer, somos ese niño Jesús que cada Navidad renace y regresa a la vida.
NOCHE UMBILICAL
“soy una mujer / y escondo a una mujer salvaje entre mis huesos”; ”La sonámbula que me habita canta y navega desvelada / intento parirla pero no se desprende de mi cuerpo”.
Hay varias referencias a la sonámbula o a la salvaje que vive adentro del yo poético.
Mi yo poético es un animal sin nombre.
Ser dos o más… ser plural, como la noche.
“una madre / constriñendo al hijo a sentir los latidos de un corazón con miedo / es capaz de engendrar una fiera”; “en mí se engendró la noche / encerrada en una trama de atajos / no miré / no escuché / no urdí la trampa que me ciñe”; “ser con el hijo que nos navega / buscarlo hasta amputar el miedo replegado en el cayado de su aorta / ver huir despavorida a esa jauría que durante las noches / lo desangra.”
¿La muerte es en la noche?
¿Un vientre puede engendrar la muerte?
La muerte es parte in-escindible de la vida, en tanto somos concebidos, emprendemos el viaje hacia la muerte. Pero no una sola, somos infinitas muertes y, también, como lo dijo Hemingway “no preguntes por quién doblan las campanas”, somos humanidad eterna que nace y muere para ese milagro que es la vida.
“Cuando las palabras nos dejaron solas pudimos huir / expulsadas del olimpo / hundiendo en la tierra nuestros cuerpos de mica y algodón / qué dioses controlaron / alguien celebró esa comunión”
Para una comunión, ¿es necesario prescindir de la palabra?
Lo no dicho nace bajo otras formas, el rito habla por nosotros.
“cuando esté todo pergeñado / abrir de un golpe certero las mandíbulas / para que salga a borbotones lo que por mí no se dice”
¿Qué queda después de vaciarse de palabras?
El silencio es lo que queda, las palabras amontonadas se vuelven sombra y ya no hay boca que las salve.
“la casa mira consternada sus postigos entreabiertos / siente miedo / pero aprendió a resistir”; “El otro es en nuestro cuerpo”, pero nunca de una forma completa.
¿La unidad es una casa inexistente?
De los postigos-ojos y más allá, se suceden las preguntas, toda vez que intentamos que, desde nuestro vientre-casa, salgamos a la intemperie sin miedo.
“rueda desnuda sobre las piedras / rueda nítida (…) vende sandías de rojo corazón / dulzuras que aromaran la risa de sus hijos / la rueda / rueda desnuda en la mañana / haremos con ese cuerpo una metáfora”; “Los hijos ignoran el hilo y la trama de la sangre que los perpetúa / un sonido sordo y rítmico es el corazón de la madre / que no cesa ni cesará nunca de latir en ellos / morir /sea tal vez / el grito más huérfano del mundo.”
¿La muerte es también un intento de asir la palabra o de decir?
La muerte es el último grito, el que convoca al páramo de lo que se deja de nombrar.
“no es fácil poner en blanco la cabeza cuando la muerte bufa / la palabra se pone mezquina y no podemos nombrar”; “Presiento que la muerte quiere morder tu palabra”; “la muerte soltaba estas palabras entrecortadas que nacían de tu lengua”
El libro comienza con un epígrafe que dice “la palabra nos busca y eterniza” y, luego, a lo largo del libro, se plantea un movimiento inverso, se plantea ir en busca de la palabra.
Hasta la muerte pareciera necesitar palabras. Las muerde y las suelta.
Hablemos de cómo se dan esos movimientos.
En el inicio, el primer llanto y un alarido dan cuenta de que vamos a nombrar. Nuestra existencia es la búsqueda incesante de lo que vamos a nombrar, en lo que nos vamos nombrando y, de este modo, casi niño, nos hacemos adultos. Las palabras nos rondan y las rondamos horas enteras hasta el final. En el final, apenas una exhalación. Lo que ha sido nombrado fue. Y, lo que no, se eterniza en la muerte.
“la higuera me recuerda a mi madre / su cuerpo en las sábanas de nieve del hospital / peleando con el tizón de la noche / empecinado en abrasarla.”; “madre con la respiración entrecortada te digo / “estar solo es el más duro de los oficios””; “y aunque no hayas elegido ser mi madre / ni yo ser tu hija / nos seguiremos perteneciendo”
“Madre (…) abrígame del dolor del mundo / si me acaricias / en tus manos / tal vez / encuentre el camino del regreso”; “Husmear la otredad hasta encontrarla (…) y avanzar sin repliegues para que su palabra puje sin amilanarse”
Otra recurrencia en tus poemas es la orfandad de madre, la orfandad de hijo y la orfandad de no poder ir hacia los otres. Y, sin embargo, esa ausencia también es una presencia. Hablemos de eso.
Por otro lado, ¿ir hacia otre es una forma de encontrarse?
Los seres humanos necesitamos de otro para intentar la vida. Ese encuentro madre-hijo, hijo-madre da cuenta de esa primera necesidad que hace posible la vida. Cuando el hijo se vuelve ausencia es porque intenta el lazo con otros, la orfandad da cuenta de esa búsqueda.
GRIETA DE LUZ
“por qué se pregunta ella / por qué / a su lado se desgaja en la sombra que ha sido”; “devorado el niño (…) la mañana es una ventana despedazada”; “entre escombros y ruinas respira el desamor”; “y siente que todo se corrompe / se astilla”; “me deshago / y en el polvo / asciendo”
Hay muchas recurrencias a lo que se rompe, se astilla, se desgaja. Lo que deja de ser. ¿Existe alguna esperanza en esas nuevas formas? ¿Es posible ser otre?
La rotura, lo que se astilla hace posible la existencia de una grieta que deja pasar la luz, aquella donde el hijo se aleja de la madre para intentar su paso por el mundo. Sin ese vínculo desgajado no es posible ser otro, con el otro.
El tema de este número de El Anartista es “la lucha”. ¿Qué significa luchar para vos? ¿Qué es una lucha? ¿En cuál te sentís identificada?
Luchar es desafiar lo instituido. A lo largo de la historia, las luchas tienen siempre que ver con el alcance y con el goce de Derechos. Las trabajadoras por una jornada de 8:00 hs.; las sufragistas, por el derecho al voto.
Luchar es ir contra aquello que se nos impone como mandato. Tal es, para las mujeres, el deber de ser madre. Para los hombres, el no llorar, no emocionarse.
Hay infinitas luchas que tienen como objetivo común el alcance de la dignidad humana.
En este momento histórico me identifico con el pueblo chileno que, a través de distintas luchas, conjuga derechos políticos, sociales y pone en el centro el “tirar abajo al patriarcado” que no es otra cosa que asimetría de poder. En este tiempo y en toda Latinoamérica, las mujeres somos protagonistas absolutas de las batallas contra el patriarcado.
Nota 1: Todas las citas en cursiva pertenecen al poemario «El miedo de una casa inexistente», de Ernestina Elorriaga.
Nota 2: Todas las imágenes que acompañan esta nota corresponden a pinturas de Jimena Cabello, una versátil artista plástica oriunda de Castex, provincia de La Pampa. Jimena pinta hace veinte años y también está vinculada al arte a través de la escultura, la escritura y el trabajo en madera. Actualmente reside en Santa Rosa.