El apego: Entrevista a Dolores Solá
Entrevista: Lourdes Landeira, Gabriela Stoppelman
Edición: Lourdes Landeira, Gabriela Stoppelman
Fotografía: Ana Blayer
“Nos derrota lo nimio, un ejército incansable de mosquitos, los elfos montados en luciérnagas haciendo brotar escaramujos de las sombras. Ella sigue y yo sigo. Hay flores carniceras y plantas que son cuerdas. La luna que muestra su presencia cuando oculta su humillada oscuridad. Una cohorte de lobos y nuestra caravana seguimos su reflejo (…)”
“La luna en harapos”, Susana Villalba
En una calle sin nombre descansa su día un perro vecino, de espaldas a la luna. Sin mirarla, la sabe viéndolo a él cumplir el papel de guardián de sus buenos amigos, los humanos. Desde una ventana, lo observan dos ojos niños acunados al compás de una leyenda japonesa. Las palabras llegan a sus oídos más o menos así: “un anciano que vivía en la luna salió una jornada a buscar alimento. Lo pidió a varios animales y cada uno le compartió lo que tenía. El conejo, a falta de otra cosa para dar, se ofreció nada menos que a sí mismo. El hombre viejo, embelesado, se lo llevó a habitar con él, allá bien alto. Sí, en la luna, desde donde guarda el sueño de los niños que lo espían con asombro”. En otras calles, el cuento se cuenta parecido, el anciano es Quetzalcóatl, el dios maya: el hambre y la ofrenda son los mismos. El perro y el eco de sus aullidos ancestrales, también.
Algunas noches, la escena se desdibuja, el conejo se convierte en hombre y amenaza imponer a su antojo, lo que se le antoje.
Los ojos niños se desvelan, inquietos y el perro alza sus orejas en busca de él mismo de cuando era lobo. La voz se hace niña y vuelve a contar: en un bosque al que no llegaba luz, una lobita vio un claro en la oscuridad y comenzó a buscar el origen de su descubrimiento. Hasta que una noche levantó su mirada al cielo y la encontró, llena, con su conejo a cuestas. Fascinada, le cantó su amistad a la luna y, poco a poco, empezó a invitar a sus amigas lobas a aullar juntas su canción. En eso están, cuando el perro muestra su otra cara y sale a caminar el barrio. Algunas tardes, se fabula mariposa y vuelve a aullar sus otros compases. En una de esas jornadas fuimos a escuchar los giros de Dolores Solá. En otra, conversamos con ella a la luz de la luna que más tarde, lo sabíamos, iba a salir.
EN LLAMAS
“Otra rara que soy a fogonazos /con los ojos vendados y entre risas /a verde niña verde, caracola. /La loba libre, la del sol y de la luna /La maga que se adueña de los ojos /De los sueños y el deseo de los otros”.
“Las dos que soy” (*)
Fuimos a ver tu espectáculo, “Lola gira sola”, y en tu primer tema cantaste que el amor se acaba. Eso nos hizo pensar en el valor que ciertas tradiciones otorgan a lo que dura en contraposición a lo que no. ¿Cómo te llevas con la dupla duración–intensidad?
Estuve casada 30 años, evidentemente, me llevo bien con la duración. En apariencia, apostar a la duración implicaría rechazar la intensidad. Sin embargo, mi relación fue intensa en muchos sentidos, no tuvimos hijos, pero hubo muchos viajes y trabajo creativo. En otros aspectos, claro, la intensidad no estuvo. Entonces, me llevo bien con ambos términos de la dupla. Lo perdurable nos da acceso a determinadas cosas que, de otro modo, serían imposibles. Pero también hay muchas vivencias intensas y breves, que a veces justifican una vida. En relación al amor, todos sabemos que involucra una sensación intensísima que es pasajera, pero que hace escribir canciones, literatura, películas. Mucha gente hace arte a los 56 con experiencias que tuvo a los 22. Y eso no es para nada menor.
También hay mucho mito sobro lo intenso. ¿Creés que es posible algún tipo de intensidad no quemante?
Es todo un tema. Mi amiga y compañera de radio, Sandra Russo, escribió un libro muy interesante, “La reinvención del amor”, donde desarrolla y deconstruye el amor. Como ocurre siempre en estos casos, aparece la duda: pensamos lo que pensamos porque es parte de la cultura y nos lo dieron desde chiquitas con el Nestum, o pensamos más allá de cualquier formación cultural.
Es la dificultad de distinguir entre lo propio y lo ajeno…
Además, está el daño que puede provocar la pasión, que es como una droga, te sume en un estado alterado, te toma el cerebro y crees estar viviendo en la dimensión que se debe vivir, donde todo es hermoso y huele bien. Pero, al despertar, es como haber tomado un ácido.
Aparece acá otra dicotomía, la intensidad y el hastío….
Te diría que es casi la pregunta del millón, la que viene justo detrás de ‘para qué estamos en este mundo, de dónde venimos y adónde vamos’. ¿Qué puede hacer uno para acarrear un poquito de un extremo de ese dupla hacia el otro?
ARRIBA LAS MANOS
“Fuiste en mi infancia de sueños una llamada de alerta/Que me decía que el mundo no era el que estaba viviendo”.
“María Rosa” (*)
En el escenario se te ve muy intensa, con el cuerpo muy pensante. En una entrevista, Liliana Herrero nos dijo que el cuerpo piensa….
No sé a qué se refería ella exactamente. Yo siento que el cuerpo tiene memoria, responde, anda por un lugar que una no domina, no conoce. He pasado experiencias en que mi cuerpo respondió mientras yo –suponiendo que ‘yo’ es la cabeza- estaba en babia. Me pasó una vez algo muy gracioso: fui a ver un espectáculo y entró un asaltante. Yo pensé que era parte de la puesta, un momento teatral. Incluso me violenté con el músico que me había invitado, porque esto ocurrió durante una época de asaltos a restaurantes y me pareció que era de muy mal gusto comenzar su unipersonal con esa escena. Yo empecé a putear al chorro y él me decía: ‘sí, flaca somos parte de la obra’. Y yo la seguía: ‘Ah, porque me parecen unos guarangos y los estaba por mandar a la mierda’. Más tarde, mi cuerpo se avivó: me estaban amenazando de verdad.
Es un milagro que te estemos entrevistando…
¡Claro! Otra vez me caí de un caballo a la noche y me fui cuerpo a tierra. Yo no me di cuenta de que venía una luz azul atrás, pero mi cuerpo se retiró del camino como una lagartija y el auto no me pisó. Mi mente venía muy atrás.
Pensaba en tu canción acerca de una chica que estuvo secuestrada en la ESMA. Al final del tema, ella fuga imaginariamente hacia la Plaza, donde por fin se da la revolución. Su mente se desdobla de su cuerpo.
En varias canciones mías aparece un salvataje vinculado con la naturaleza, con el poder interior. Sin proponérmelo, aparece en “La Luna como una pelota”, en “Crisálida”, la de la chica trans. Además, cuando vas a la ex ESMA te encontrás con unos jardines hermosos, donde los pájaros y los árboles te gritan que la vida está ahí y vale la pena. Y estás, a la vez, donde ocurrió el infierno. Una vez lo canté, ante una de las Abuelas, Vera Jarach. Cuando terminé, ella me dijo que, cada vez que iba a la ex ESMA, pensaba en la belleza de esos jardines y se preguntaba qué de eso habría podido escuchar y vislumbrar su hija durante su larga detención.
ATAQUE DE RAÍZ
“Un perro sueña mi luna en cacerías nocturnas, /Ya no hay dudas ni pesares, ni corazón, ni cabeza /Solo un hocico y la noche, solo olores y certezas”.
“La luna como una pelota” (*)
La luna es otro elemento que aparece mucho en tus temas. Vos la tratás como a un don, como tu paisaje tranquilizador, cuando es el objeto celeste que más bien se vincula a la inquietud, a las mareas.
Se ha instalado esa idea, pero la luna solo es inquietante para los hombres, para las mujeres, no.
A mí me inquieta, ¡debo ser hombre! Desde pequeña, me llama la atención una roca en la luna, que tiene la forma de un hombrecito con los brazos en alto. Se parece mucho a la imagen de un hombre a punto de ser fusilado que aparece en una pintura de Goya.
¡No lo vi! Sí vi el conejo. Quizás lo que te resulta inquietante es el hombrecito. En mi caso, desde chiquita, tuve algo casi obsesivo con la luna. Me sucede con pocas cosas, Gardel, la luna y el amor, cada vez me vuelven a sorprender, como si nunca antes hubiera vivido esa experiencia.
DEJAR LA BOSTA ATRÁS
“Aunque siempre los pájaros insistan /Y me nombre el jazmín cada septiembre, /y los perros estén, siempre los perros, siempre”
“Las dos que soy” (*)
Este número anartista es alrededor del tema “el apego”…
Yo he sufrido mucho por apego excesivo. Pasé por depresiones y ataques de pánico, viví situaciones tortuosas. Durante la adolescencia, tuve un excesivo apego a mi familia y al campo. Pasaba los tres meses de veraneo en el campo y, al regresar, en marzo, me tenían que dar medicación para que pudiera volver al colegio. Era algo más fuerte que no querer ir al colegio lo que me pasaba, era no querer estar en Buenos Aires, ver a mis amigas, escuchar la música que ellas escuchaban, todo ese clima. Las clases empezaban el 15 de marzo en ese entonces -mirá qué felices éramos- y el 14 a las 8 de la noche yo llegaba a la ciudad con olor a bosta en las zapatillas. Lo vivía como un desgarro. Hice mucha terapia para lograr el despego. En una época no podía viajar, trabajaba como modelo y tenía que tomar un tranquilizante para poder ir a Mar del Plata a filmar una publicidad.
Tal vez un poco de apego no sea tan malo, si el desapego ayuda a no quedarse pegado…
Yo buscaría otra palabra para hablar de lo bueno del apego. Raíces, por ejemplo. Porque el apego puede ser muy dañino y, si tengo que elegir entre raíces y alas, elijo alas. Lo ideal, en verdad, es tener ambas cosas.
MUERTES DELINEADAS
“Porque estoy exhausta, estoy harta y extenuada, /hasta la coronilla, hasta el upite. /Porque tengo las esperanzas por el suelo /Por esto de compartir mi vida con un corazón con capacidades diferentes”.
“Corazón de capacidades diferentes” (*)
Recordaba la película “Ciudad en celo”, en la que trabajaste. Allí se ve a una banda de amigos que, tras mucho tiempo sin verse, buscan reeditar el apego al encuentro. Pero uno se pasó de rosca, no pudo desapegarse de cierto deseo, y se mata.
Estamos hechos de un permanente apego–desapego. En el mejor de los casos, lo transitamos bien, pero en ese camino más de uno queda girando en el padecimiento. Somos como niños que descubren la soledad.
“Lola gira sola” es el título de tu espectáculo. Sin embargo, se te veía muy bien acompañada por tus músicos, por temas propios y de otros compositores. Tal vez el título tenga más que ver con que Lola no necesita que la giren y con una etapa post “la Chicana”…
Me acabo de separar de Acho Estol y de “La Chicana”. Puedo decir que estoy muy contenta con lo que me está pasando. Podría haber quedado pegada a esa historia, a esas canciones que me encantan y fueron mi vida entera. Pero no. Aparte, a pesar de que en este momento mi madre se está muriendo a los 99 años, junto a otras cosas dolorosas que me ocurren, estoy con fuerza y ganas de hacer cosas. Eso me salva del apego y de la muerte. Lo de mi madre es algo que está en el menú y es la mejor posibilidad, que alguien se muera a esa edad rodeada de sus hijos. La muerte y el apego tienen mucho que ver.
Serías como un anti Hikikomori . En alguna entrevista ustedes explicaban que el Hikikomori, nombre de un trabajo de “La Chicana”, es una palabra que define un síndrome de la sociedad japonesa, se trata jóvenes que no salen de sus casas y que hacen todo a través de la computadora. Es un martirio social…
Más o menos, el programa de quedarme en mi casa también está bueno para mí. En otras épocas necesitaba salir, ver gente, y ahora no. Eso me parece un crecimiento. Tengo mucho para hacer conmigo. También me gusta eso de tener que salir para trabajar, es una buena forma de justificar la noche.
Está bueno cuando disfrutar la casa es una opción, pero en el Hikikomori había algo más social, no elegido.
Estamos en el momento de desperezarnos. Nos habíamos acostumbrado a estar adentro, donde operaba algo como ‘mientras el músculo duerme, la ambición descansa’. Durante la pandemia no me exigí, y ahora todo recomienza y hay que ponerse delineador y salir a la calle.
Más allá de lo personal, pienso también en la movilización social…
Yo me enojé porque no hubo una convocatoria concreta a la Plaza para el 17 de octubre. Después, me enteré que ninguno de los últimos presidentes peronistas había convocado para esa fecha. Pero también es verdad que este año es especial. Creo que nos tenemos que sacudir la modorra y el adormeciendo, en todo sentido. Dejar la fiaca, la desilusión, la falta de imaginación, porque en la otra la vereda hay cosas muy feas para enfrentar.
De todos modos, el pueblo se auto convocó sin esperar al líder. Eso es bueno, ¿no te parece?
Sí, pero no hay que confundir al pueblo con la militancia, porque eso lleva a tremendos chascos. El pueblo, el pueblo, Omar Homero Palacios decía ‘el pueeeblo…, el puebbblloo’…
LA BASE SIEMPRE ESTÁ
“Me cargan en brazos los cumpas de entonces /Y cantan los troskos la misma canción /Vamos a la plaza, ella en la bandera /Hoy al fin tenemos la revolución”.
“El jardín de atrás” (*)
En otra nota, vos decías que el trabajo con la música te había salvado de la tristeza del macrismo. ¿Qué te da tristeza ahora?
Ahora no estoy triste. Pero me da tristeza no sentir que estemos fuertes y unidos para pelear con lo que viene. Me parece que de este lado somos mejores, que queremos y nos seducen cosas mejores, que tenemos más empatía, más experiencia, que nos importa más el otro. Y, además, tenemos una mística que siempre nos ha ayudado y no sé por qué no estamos a la altura de las circunstancias.
Jorge Alemán dice que hay un cambio de ciclo mundial, que los recursos viejos para enfrentar a la derecha ya no sirven y los nuevos no aparecen. Estamos como desconcertados. Desde lo cultural, ¿cómo participar en un momento de tanto desconcierto? ¿De qué manera es urgente participar?
La militancia siempre es el norte, el laburo de base, con la gente. Aclaro que yo no lo hago, pero creo que, cuando alguien se pregunta cómo, esa es la respuesta. Ahí no te equivocas, pensás la realidad con otros. Por más que necesitemos nuevas herramientas, el territorio y la militancia siempre van a estar. Después, existe la polémica: ¿las redes sociales son o no son un territorio? Pasa que estamos inmersos en un mundo digital y cibernético que es de derecha, que pertenece al poder. Los algoritmos no conocen de sutilezas. Cecilia Rossetto mostró una foto de cuando era joven, donde se le veía una teta. Lo hizo para hablar del cáncer de mama. Y Facebook le cerró la cuenta. Está claro que lo obsceno no es la teta. Me gustaría hablar con Jorge, saber si tiene algo esperanzador para decirme.
Ya que hablamos de Jorge, lo vimos a la salida de tu espectáculo, y él nos señalaba lo poético de tus letras. En “Corazón con capacidades diferentes”, por ejemplo, escuchamos una ruptura de la expectativa. Parecía que venía algo poético y aparecía la prosa. Nos pareció muy bello como herramienta de lenguaje: verso y prosa interfiriéndose. Y eso nos lleva al asunto del lenguaje, a cómo venimos perdiendo feo la batalla del lenguaje. Y a cómo lo poético está subestimado para el combate…
No hay tiempo para lo poético. Nos han quitado el tiempo, nos sumergieron en una forma de vida donde no tenemos tiempo para nada. Lo que exige y requiere la lectura de un poema, nos llena de impaciencia.
Me refería a lo poético más allá de la poesía. Lo poético como cualquier conmoción de sentido, accesible a todo el mundo. Y no lo usamos, cuando justamente, lo que necesitamos es conmover.
Es verdad que caímos en lugares comunes tratando de conmover desde lugares que no lo hacen. El domingo canté en el CCK, en ‘Cancionero peronista’, un espectáculo que se hizo para el 17 octubre. Había una orquesta increíble, otro cantor, el órgano de la ballena, un coro de mujeres y hombres y la proyección de imágenes del 17 de octubre y del bombardeo a la Plaza. Y nosotros cantamos temas de la resistencia peronista. Si vamos a hablar de poesía… ¡cómo explicarte el grado de emoción que se produjo! ¡Eso es mística, esas alegrías sin dientes, esas caras de felicidad! La mística, en la política, es poesía. Leonardo Fabio lo sabía, estaba siempre al borde de lo kitsch, con el corazón abierto. En carne viva, hablaba del amor y la poesía. Eso se perdió y por eso esta es una época de mierda.
También, podemos pensar lo poético fuera de los ámbitos artísticos. Tuvimos el slogan “La patria es el otro”, que funcionó fantástico en un momento. Pero la repetición agota, lo hace solemne y lo vacía de sentido.
Tenemos una maquinara para triturar palabras y deshacerlas, para quitarles su potencial político. Por eso digo que la época es muy difícil. En general, todo tiempo nuevo parece más nuevo que cualquier otro. Pero, a partir de lo cibernético y de internet, es muy difícil revolucionar y reinventar las cosas en este mundo.
¿Qué otra cosa tenemos para hacer, si no reinventar las cosas de este mundo?
No digo que no lo debemos hacer, digo que no sabemos por dónde empezar. Por supuesto que la poesía siempre está y está en todos lados. El tema es que no sea un acto individual.
REINADAS
“Niño oruga peleándole al espejo /Crisálida en la lucha por la rosa /Nadie hubiera apostado a aquel reflejo /Solo vos te sabías mariposa.»
“Crisálida” (*)
Además de las manifestaciones en la Plaza, podemos pensar en otros colectivos que no busquen necesariamente una unidad esencial y dura. Un poco como el feminismo…
En el feminismo, tan decidido y alegre, veo una potencia que otros movimientos han perdido. Como decía Jauretche, ninguna revolución se puede hacer sin alegría. Le tengo mucha fe. Y me animo a más. Para mí, la única forma de salvar el planeta y a la civilización es el matriarcado. Estoy convencida del poder en manos de las mujeres.
En el libro de Sandra Russo, “La reinvención del amor” ella cita a la sociedad matriarcal de los bonobos…
¡Sí! Y hay otro libro que me partió la cabeza, “El reino de las mujeres”, del periodista argentino Ricardo Coler. Ahí cuenta su recorrido por distintas comunidades humanas matriarcales. Yo tengo esperanza en eso. Y también creo que sería beneficioso para los hombres, porque con el modelo patriarcal nos va mal a todos.
¿Cómo te sentís en el ámbito de la escritura? Nos gustaría saber desde cuándo escribís y si incursionaste en otros géneros, además de las letras de canción.
Escribo letras y otros ejercicios cortos, como columnas para radio. Participo en un programa de música y mujeres, “La, La, Las”, y “Calandrias”, el programa que comparto con Sandra Russo. Alguna vez, también escribí algún cuento.
¿Encontrás en la escritura una potencia diferente a la del canto?
El canto me resulta más fácil y liberador, menos cerebral. Pero la escritura, cuando me sale bien, me encanta. Tanto como me frustra cuando me sale mal.
Son actividades con distintos tiempos. En la escritura podés borrar, rehacer…
Son exigencias absolutamente diferentes.
(*) Todos los epígrafes marcados con asteriscos corresponden a letras de canciones de Dolores Solá.