El Desaliento: sobre el amor en tiempo de redes

Por Carolina Diéguez

CÓMO ME HUBIERA GUSTADO

“Sophie: Llevo un rato queriendo escribir y contestar a su último e-mail. Al mismo tiempo me parecía mejor hablar con usted y decirle lo que tengo que decir de viva voz. Por lo menos, esto quedará ya escrito…”[1] Así comienza el adiós del señor X a Sophie Calle. Imposible negar la inminencia de la despedida que arroja el “me hubiera gustado que las cosas hubieran sido de otro modo (…) Cuídese mucho”[2]. Sophie, en su afán por comprender, reenvía la carta a mujeres de distintas profesiones. Pide que -de alguna manera- le devuelvan una lectura. Así, las mismas palabras -la misma carta- da lugar a ciento siete respuestas artísticas, versiones compasivas, trágicas, sentidas, irónicas, nostálgicas. Una misma voz de fondo resuena con distintos matices y colores, en un intento por abrir el sentido.

«Cuídese mucho». Carta del Sr. X a Sophie Calle. Exposición Centro Cultural Kirchner, 2015

 

Entre tantas devoluciones, Victoria Abril suelta un “Espero se te haya roto el amor de tanto usarlo”. Es verdad que el arte no cura “el dolor de amor”, como leí en una nota por allí, pero sí ayuda a transformar la pena. Literalmente, hace que los huecos cambien sus márgenes, se deformen. Y, de ese modo, le dan al tiempo del dolor un lugar de potencia que combate la instalación en la queja. La obra de Sophie es un buen pasillo para repensar nuestra gramática, nuestras modalidades verbales, nuestra conversación y nuestra escritura, a la hora de los romances, los acercamientos, los encuentros y los desencuentros.

«Cuídese mucho». Registro de lecturas. Centro Cultural Kirchner, 2015

 

EL ORIGEN DE LA SOLEDAD

La soledad también puede ser una forma de encuentro hacia los otros, desde nosotros. Todos buscan compañía. Algunos, sin prisa. Y otros, en forma desenfrenada, como si huyeran de un pozo a punto de hundirlos en ellos mismos. Así las cosas, las redes y las apps de citas se han convertido en una forma más de conocer gente.

Cuantas más conexiones y “likes” tenemos, pareciera que establecemos más relaciones y que esa otra soledad -la de fondo, la inasible- ya no tiene consuelo. Volvemos del trabajo y encendemos la PC o el celu para chatear. Una y otra vez. ¿Qué buscamos, de verdad? Primero, la escritura, la voz del otro. Algo que figure en la lista de las compañías. Porque hay una soledad que se conforma -en principio, con poco- y es la que pide “conversame, ¿sí?». La otra soledad es más exigente. Busca un encuentro, una forma del amor, que exceda al romance. Cuántas veces el encuentro amoroso se viste de pura “fascinación”. Allí cada uno juega en función de su magia para con el otro. Es esa una fascinación que puede ser puente o impedimento. Si ahí se instala el vínculo, ella sólo crea esa atmósfera de ensueño, donde cada quien construye su máscara mejor lograda: una imagen eficaz, a la medida de nuestro deseo. De ese modo, el encuentro en las redes no empieza con los cuerpos, sino con las imágenes. Las imágenes operan como hechizos. Si a la medianoche termina el de Cenicienta, aquí se abre un abismo, que descorre la ilusión. La soledad puede ser ese ámbito cavernoso vestido de noche, donde hundirse definitivamente o renacer.

Leandro García Pimentel. «Transmutación». Grafito sobre papel, 2012

 

FINISHELA CON LA CENICIENTA

Y un día se corta la luz y esa otra soledad se te viene encima con furia. ¿Y entonces, qué? Ahí el arte, si es nuestro territorio -si lo hemos habitado antes- puede darnos un espacio para un hacer. Lo que falta se pierde en el merodeo de las cavilaciones, en los vanos intentos de los análisis. Cuando en esas estás, el hacer es el puño cerrado contra la orfandad que sobreviene.

Es verdad que el dibujo, la escritura, la fotografía, la música, la danza no son los únicos modos de combate. El hacer se da en todo suelo que toque los modos del oficio, la artesanía, el cuerpo a gusto, el vínculo con los otros, el tiempo gozoso.

Leandro García Pimentel. «Involución»

 

LOS AMORES DIFÍCILES

Perfiles falsos, identidades construidas al paso, collage de personajes desarmados ante la posibilidad del encuentro, sujetos que proclaman -a viva voz y sin deseo- el sexo. “Gente que busca gente”, gente que busca y no encuentra, gente que desea, gente que desespera, gente que construye, gente que se emociona, se decepciona y sitios que multiplican la oferta de citas, entre el yin, el yan y placebos para solos. Hombres y mujeres reales se construyen en la ficción online. Algunos pasan el rato, otros juegan a vivir y se detienen justo antes de cruzar el umbral. Hay quienes buscan enamorarse y quedan sujetos a enredos. Hay quienes abusan del espectáculo, sin medir qué viene o qué no viene después. Hay quien utiliza el chat como pantalla contra la decepción. Como si el desengaño no fuera posible, cruzado el umbral de la pantalla. ¿Existe acaso un lugar indicado o correcto para el encuentro?

Leandro García Pimentel. «El Conjuro.» Grafito sobre papel, 2010

En una sociedad cada vez más “conectada”, donde cada vez es más infrecuente el “cara a cara”, donde el trabajo, el estudio, la sociabilidad son mediados por la tecnología, ¿por qué las relaciones amorosas iban a escapar a la red? No pensemos esos lenguajes como menores, mejor admitirlos como lenguajes “otros”.

 GHOSTING

¿Para qué despedirnos si podemos desaparecer? Llamás a tu pareja pero no responde, dejás mensaje en el contestador, enviás whatsapp, lo buscás en Facebook y no hay rastros. Mucho menos, respuestas. Alguien (¿o algo?) ha desaparecido como un fantasma. A esta modalidad se la denomina “ghosting” (ghost = fantasma) y consiste en romper todo contacto posible sin explicación alguna. ¿Qué diferencia hay entre el ghosting y la despedida por carta, como le ocurrió a Sophie Calle? La palabra es cuerpo, pero nunca cicatriza las heridas. Por definición: una despedida, al cerrar, abre. A la pena y a lo que sigue. Como sea, la palabra, la voz telefónica, el cuerpo presente le dan sustancia a los finales. Aunque sea, la palabra toma cuerpo entre dos. Lo que trae de nuevo el mundo de las apps es que la desaparición enfantasma todo el vínculo. No importa hasta dónde habías llegado. Es como ir de paseo por una ruta, al lado de alguien. De pronto, mirás hacia el asfalto para reconcentrar tus próximas palabras y, al levantar la vista, nada: el vacío.

Leandro García Pimentel . «Los antepasados» Técnica mixta sobre papel.

 

CONTRA NATURA

¿Es más artificial conocerse en las redes que en la calle?, ¿cómo distinguir lo natural de lo artificioso?, ¿es menos legítimo buscar un encuentro que dejarlo librado al azar?, ¿qué cosa oscuramente moral condena el aceptar un deseo e ir por él?, ¿qué cosa oscuramente melancólica, pasiva, malamente esperadora, frunce el ceño cuando alguien confiesa que busca compañía en las redes? Y otra: ¿Por qué se cuestiona más a las mujeres que recurren al chat, que a los hombres? Si el tipo busca, es un “piola”. Si ella busca, es una “desesperada”. Como si la soledad y la desesperación fueran una cuestión de género.

 

SEAMOS LIBRES, LO DEMÁS NO IMPORTA NADA.

Breton, fascinado con los ojos de Nadja dice: “¿Qué es lo que tienen de extraordinario estos ojos? ¿Acaso hay en ellos reflejos simultáneos de oscura miseria y de luminoso orgullo?”. El supuesto amor libre del más famoso de los surrealistas terminó por no ser para tanto. Nadja era una pordiosera con quien Breton ¿se fascinó?, ¿se encariñó?, ¿experimentó?, ¿tuvo una experiencia? Se encontraban sin cita previa, como quien juega a que la errancia cierre paso a todos los planes. De aquí, Julio Cortázar tomará el modelo para La Maga.

Libertad era una palabra que Breton escribía y pronunciaba sin medida. Como quien se arroja a una red de posibles vínculos sin saber hasta dónde llegará: “Consideré a Nadja desde el primero al último día, como un genio libre, algo así como uno de esos espíritus del aire que determinadas prácticas de la magia permiten momentáneamente vislumbrar, pero nunca someter a sus designios”. Qué agregar. Toda la receta del “fascinado” está puesta a la olla. Pero, fijate vos: la cosa era libre y fluía sin obstáculo, mientras ella no pidiera ni reclamara nada más que lo que “la errancia” permitía. Porque tiene un deseo de encontrar -no porque el azar advenga en un encuentro- ella busca, ella pide. Entonces, la libertad, el hechizo y la ilusión se difuminan. Nadja llama a la casa de Breton, atiende su mujer Imaginate el final o leé la novela.

El_espejo
Leandro García Pimentel. «El espejo». Tecnica mixta sobre papel, 2011

 

Al fin encendés la PC y te conectás.

  • 8 personas han visitado tu perfil hoy.
  • Es113 visitó tu perfil.
  • Fede76 te dejó un guiño.
  • Juan te ha dejado un mensaje

Revisas alguno de tus “contactos”. Si está línea, releés la conversación antes de escribir nuevamente:

L: ¿Qué hacías?
J: Ahora, aquí. Hasta hace un momento terminaba un escrito para la facu. ¿Y vos?
L: Salí del trabajo y hacía planes para la noche: nos juntamos a ver el partido y tomar unas cervezas.
J: Ah, qué bien (ni idea quién juega)
J: ¿Y qué otra cosa te gusta? ¿Te gusta el cine, el teatro, los recitales, las muestras de arte?
L: Me gusta el cine y voy bastante. La última que vi “Jason Bourne”. Recomendable, si te gustan las de acción o espionaje.
El teatro me aburre, música escucho pero no suelo ir a recitales. Y muestras, a veces, con un amigo que estudia fotografía, ¿vos?
J: A mí me gustan el teatro y el cine. Tengo temporadas en que veo mucho y otras en que no; a recitales no voy ya y a muestras claro que visito. ¿Has visto la última de Sophie Calle?
L: ¿Call qué?

Ya sin terminar de leer, decidís no escribirle más. Entonces, pensás lo mejor sería que se cortara la luz.

 

[1] Carta del Sr. X a Sophie Calle.

[2] ibid

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