Deseantes: Entrevista a Ana Prada
Entrevista: Marian Dosso, Gabriela Stoppelman
Edición: Mariana Dosso, Gabriela Stoppelman
El asfalto alardea cuando atardece. Sabe que las sombras mezclan la noche entre las baldosas y las cunetas, sabe que ellas esperan el momento preciso y se largan a cruzar la calle. Del otro lado, justo en la vereda opuesta, se extiende- infinito- el perfil de una chacra. No. No te des vuelta, no busques la delgada línea ni el ombligo de la metamorfosis. Así, sin fronteras, a golpes de música y verso, los paisajes se han dispuesto a continuarse. Podés despuntar la mañana con una fila de animales que van detrás de un tarareo, detrás de un alimento suficiente para que la música alcance, por lo menos, al tope de la luz. Y, cuando llegues a lo alto del mediodía, podés apurar la pereza de un semáforo, justo en la esquina donde el último de los animales que te seguía se echa a sestear. Quien pastorea entre la ciudad y el campo se balancea entre la cadencia de la palabra y el vientre del sonido. Allí se nace mujer de sonrisa amplia y a la vez niña que juega a repetir los sonidos de los animales, psicoanalista de lo incierto en los ecos del aire o compositora que tropieza con las flores de inviernos desprejuiciados. Entre manos dispuestas a la tierra y aquellas enredadas en los sonidos de la guitarra, crece el propio deseo, la revolución del paisaje.
El movimiento seduce a la palabra, se envalentona y desafía al viento. En ese vaivén de formas, surge la canción hecha paisaje, o el paisaje vuelto canción. Familias de libros, de mate, genealogías que leen los temblores de los árboles y otras que despuntan la erudición del sol. Ambas rondan lo poético sin reducirlo a una estrechez de bien hablados. Por el contrario, envuelven el movimiento de opuestos: de la Paysandú de su infancia a la Montevideo de joven, del ritmo urbano a la planicie litoraleña, de su presente chacra hasta los conciertos en Buenos Aires.
Transformar la tierra en frutos y cuidar a los animales con un nombre, guitarrear en manos singulares y crear en compañía. Así, en la deriva de la creación, del sin gobierno fijo del movimiento, Ana Prada recorre la revolución del umbral.
CAMALOTEAR EL PAISAJE
“Camalotes sueltos van a derivar /en un chamamé liviano /como un panadero/que volando torpe /te quiere encontrar.”
“Camalotes sueltos”
En tus letras el paisaje se vuelve canción, como sucede con los camalotes que derivan en chamamé, ¿te pasa también al revés?
Absolutamente. Componer es para mí ver primero la foto de un lugar y, luego, verme sentada, o a caballo o parada allí. Tengo que visualizar primero ese paisaje, que también tiene que ver con esa emoción que me lleva a hacer una canción. Uno hace canciones con cosas que te mueven la emoción. El paisaje también me mueve, pero no en el sentido de describirlo, el paisaje me lleva, me ayuda a la emoción. Entonces, cuando no encuentro el paisaje no puedo componer. Incluso un paisaje humano. En el último disco está esa canción que dice “No te podría quitar lo que ya no puedo darte”, que compuse en el departamentito sola, triste, extrañando todo lo que perdí por ganar este trabajo y esta vida. Bueno, esa nostalgia es bien urbana, de departamentito de Montserrat en esta ciudad que tiene esa cosa que te aturde…
DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA
“Corre la canción /por mis pagos de allá /agua dulce y salada.”
“Amargo de caña”
Eso nos recuerda cómo en tus letras siempre hay una transición entre opuestos: la ciudad, por un lado, el campo, por el otro. La pasión y el sacrificio en una especie de poética del umbral.
Es que mi vida ha sido siempre tomar riesgos con mucho miedo. No sé si soy valiente. En las grandes cosas, quizás, pero hay un montón de pequeñas valentías cotidianas que no atiendo. Me cuesta mucho la discusión y me gustaría decir las cosas a las personas antes que se me acumulen y me hagan dar un salto al vacío. Yo estudié una carrera y a la vez estaba con la música. Cosas que no son opuestas pero que, a la hora de tomar un camino, sí pueden llegar a serlo: ir a rendir un examen de psicología y, ante los nervios, decirme “¿Por qué me pongo nerviosa si yo soy música?” O estar por salir al escenario y pensar: “¿Qué me voy a poner nerviosa si yo soy psicóloga?” Era como una cinchada, una cosa tira de la otra y a la vez la protegía.
Y también un mestizaje, ¿no?
Sí. Esa mezcla del campo y la ciudad la he sentido siempre. Por otra parte, vengo de una familia de intelectuales de élite, amigos de Cortázar, que diseñaron el Plan de Escuelas Rurales que hasta hoy rige en Uruguay, que han trabajado en toda América Latina. Maestros rurales, pero de aquellos de los años ’50, que iban a España a alfabetizar cuando Uruguay tenía un 0 % de analfabetismo. Para mi abuelo, Benedetti escribía una poesía de poca monta, no sé si llegó a conocer mucho de Galeano, pero era de los tipos que discutían con Cortázar y con filósofos de la época. Es decir, esa parte de la familia estaba relacionada con lo rural, pero desde un lugar urbano, intelectual.
Por otro lado, estaba la familia de mi madre. Mi abuelo era un gaucho con su bombacha de campo y su boina de vasco. Tenía un galponcito en el que yo me crié. La casa de mis padres conectaba con la de mis abuelos por el fondo compartido. Allí había una huerta donde convivían los rosales de mi abuela, los morrones que plantaba mi abuelo y un gallinero. Había también un microgalponcito de campo que mi abuelo levantó, con herramientas de todo tipo. Él te hacía el agujero del cinturón, te pegaba los zapatos, te confeccionaba el ponchito para bailar el carnavalito en la escuela, arreglaba todo. Ese abuelo contaba cuentos, con él aprendí a tomar mate. Me iba tempranito a su casa, él prendía el fogón, calentaba el agua y tomábamos unos mates mientras me contaba historias de campo, de campo cimarrón. Esa era la diferencia con el campo de mi padre, que era más bien de Montevideo y nunca se vistió de gaucho porque lo consideraba un disfraz. Era un ingeniero agrónomo sin campo, que trabajó para otro. Estos dos mundos familiares siempre convivieron. Y hay más mestizaje: Paysandú, pueblo, sobre todo desde el punto de vista cultural y musical, bastante mediocre. Luego, mis veraneos en La Paloma con el resto de la familia, con los Drexler, los Prada, con otro universo sonoro y musical. Ellos traían otros discos, compartíamos otras músicas y otras experiencias, así que yo volvía a Paysandú con otra cabeza. Siempre me sentí distinta de ellos y a la vez muy de tierra adentro cuando estaba en la ciudad.
A CABALLO ENTRE DOS MUNDOS
“Nada más puedo ser el vaivén/entre pasión y sacrificio/suelo andar ya me ves/jugando al tentempié en el precipicio.”
“Tentempie”
Dijiste que sólo una vez sentiste el desarraigo. Pienso si todo mestizaje no es siempre, en parte, un desarraigo.
El desarraigo es el lugar donde uno rápidamente se acomoda en el caballo y sigue. Caigo en la ciudad: “¡Hola! ¿Qué tal, ciudad?” Llego, al campo, me pongo la ropa de trabajo y salgo a embarrarme hasta la cintura y no me importa nada. Aprendí la velocidad de cambiar el chip, la velocidad de un desarraigo sin dolor. Existe y existió un desprecio muy grande de parte de la gente de la ciudad hacia la que viene de afuera. Las personas se sorprendían de que yo participara, fuera más inteligente y supiera más que ellas en las clases. Raro: era de afuera, pero no parecía de afuera. Por otro lado, yo viví mi adolescencia con todo lo que tenía que ver con mi definición sexual, la cuestión de mi ser más profunda. Entonces viví la discriminación con un cierto temor por muchos lados.
Hay un doble mito: la gente de la ciudad cree que puede jugar a lo salvaje, encontrar la conexión con la naturaleza sólo por cambiar de lugar…
He tenido grandes discusiones respecto del tema de la reforma agraria, incluso lo conversé con el Pepe Mujica y Lucía más de una vez. Se debe formar agrarios para que deseen, quieran y sepan de la reforma. Hay que trabajar muchísimo para poder mantener una familia con un pequeño predio. Tenés que tener planes de negocios adaptados para una microempresa rural. Es otra mentalidad. Mirá, en “Puerca Tierra”, John Berger hace un ensayo sobre la mentalidad del campesino europeo autosustentable -aquello a lo que todos queremos volver ahora: matar nuestros chanchos y colgar los jamones arriba de la cama-. Esa mentalidad absolutamente diferente a la de la gente de la ciudad se basa en sobrevivir. Después, se mezclan la plusvalía, el valor agregado, la comercialización del producto campesino, el arrendamiento, el tributo al patrón, los impuestos y el asunto se empieza a complicar. Con el tema de la ciudad y la creación, me pasa que lo vivo en carne propia: en Buenos Aires, compongo mucho más que en casa. Y es que en la chacra me entretengo demasiado en cierto estado de felicidad y aprendizaje, y la cabeza va entonces por otro lado.
John Berger reivindicaba mucho a la gente de los pueblos y del campo por la relación que ellos tenían con los objetos, decía que hay allí una poética del tacto, que lo poético se genera al tocar y trabajar la tierra.
Tengo que descubrir cómo es componer desde ahí. Tengo muy asociada la música al amor, al desamor, al desasosiego, a la ciudad. Si bien después me sitúo en paisajes que me dan calma, escribo a las pasiones, que tienen más relación con el aturdimiento de la ciudad. Hay canciones preciosas que me apasionan por cómo toman cosas de la naturaleza para describir metafóricamente comportamientos humanos. Yo hice una canción bastante mediocre que se llama “Cómo hace el tero”, pero es demasiado, estoy con mucha data en la cabeza y no sé cómo organizar eso. Quiere decir que estoy bastante feliz en estos días y eso es muy contraproducente para componer…
LA PUERTA VAIVÉN
“Cambie de zapatos pero estoy en casa/si toco tu tierra habré cruzado mi mar/pase el meridiano/hasta el paralelo/mordiendo tus labios, engañando mi mal.”
“No me ves”
¿Hay un prejuicio con eso de que la felicidad no es buen lugar de partida para crear?
Es difícil hacer una canción sobre la felicidad. El amor es lo más power de todo, implica ese interlocutor por el cual movés montañas. Uno se toma un tren, un barco, viaja kilómetros para verse dos horas, no duerme… Cuando estás en ese estado psicótico que es el enamoramiento, hacés cualquier cosa. En cambio, en el estado psicótico del despecho, te pones las pilas porque, en el fondo, creés que el otro te va a escuchar. Si no fuera así, no sé si uno compondría.
En muchas entrevistas mencionás lo que te decía tu mamá sobre el imperativo de ser feliz. Imaginamos que se trata de la felicidad no como plenitud, porque tiene que tener un agujero por donde escribirla.
Totalmente. Yo estoy feliz pero, al mismo tiempo, me meto en las puertas del dolor que también son enormes. Desde que murió mi madre me cuesta mucho escribir sola. Aun estando re feliz como lo estoy ahora, tengo un montón de dolores que todavía no me sueltan del todo.
Como entre el campo y la ciudad.
Tal cual. Tengo que encontrar ese camino medio y creo que voy bien encaminada, lo intento escribiendo, girando como hicimos todo el año pasado en Argentina y Uruguay, componiendo bastante. Hay canciones que la gente ya las canta y todavía no las grabamos, pero me da un poco de pereza buscar un universo privado, me gusta componer con otra persona.
Componés sola y con otros.
Sí, pocas veces compongo sola. Estoy en siempre en coautoría, aunque sea con alguien que toma nota de las pavadas que yo voy tirando y luego me ayudan a armar el rompecabezas. Para mí eso tiene el mismo valor que tiene un compositor, porque sin esa persona la canción no hubiera existido. Yo necesito, además, alguien que me ordene, que me lleve y me azuce.
Pensaba en que creás siempre en o a partir del movimiento….
Me gusta mucho el movimiento. Cuando más compongo es cuando estoy haciendo otra cosa: cocino, barro, limpio y voy tirando data o notas. Y es que me cuesta concentrarme en una sola cosa, para tocar la guitarra prendo la tele, por ejemplo, y atiendo más a una u otra dependiendo de la dificultad. Me autorizo el vaivén, digamos.
Es interesante, porque el verbo “derivar” es el que más se repite en tus canciones
Es el verbo del dejarse llevar, del no tener gobierno del movimiento. Yo soy medio así al componer y te diría que en la vida también. Si tengo un músico enfrente que me tira acordes, encantada le devuelvo las melodías que quiera, dialogo.
SILENCIOS CANTADOS
“Será que me enseña a contar/ el dolor que llevo dentro/ será que me obliga a escuchar/ sabe que no voy a hablar.”
“Brillantina de agua”
“Se asoma su maleta pensativa/ no sabe si habrá sitio para todo,/ ahí tiene que entrar toda su vida / pero ella aún no encuentra de qué modo”.
“La maleta”
¿Cómo te llevás con el silencio?
Horrible. La ansiedad y el silencio no son buenos compañeros. Estoy mucho sola en el campo y allí hay mucho silencio, pero es un silencio de humanos habitado por infinitos sonidos.
En muchos temas tuyos nombrás objetos impregnados de adherencias de otros, lo mismo que sucede con los paisajes. Esas adherencias tienen voz.
Los objetos tienen huellas. He convivido durante años con personas adoradas. Cuando se rompían esas relaciones, al irme, en mi mochilita me llevaba algunos objetos y siempre me voy con menos de lo que traía al llegar. Así que dejo muchas cosas, tal vez incluso dejo huellas que la otra persona no desea tener allí. Nunca tuve casa propia, ahora siento como mi lugar la chacra donde vivo, así como sentí el rancho de Paysandú y el departamentito de Buenos Aires. En cuanto a la posibilidad del silencio absoluto, la cabeza te habla siempre. Tengo dolores y vergüenzas que me cuesta tolerar y las hablo conmigo. Y cuanto más vieja más hablo sola. Terrible.
RONDAR “ESO”
“Y si la noche me presta su poncho /y si la luna me lava la piel/sigo bailando en la madrugada /hasta quedarme donde este usted”.
“Soy Sola”
Los títulos de tus tres discos como solista tienen el verbo ser, en primera persona, pero participan de un proceso que es el de dejar de ser, si lo consideramos completo.
Totalmente. Quizás porque las canciones son más propias de un ejercicio de desprendimiento que de una cuestión autorreferencial. Igual me resulta muy difícil componer en tercera, tengo incorporada a mi repertorio sólo una canción, “La payadita”, que no es mía. Debería imponerme el ejercicio de escribir en tercera, sobre todo a partir del campo, la gente del pueblo y sus historias que me emocionan tanto… Hay muy buenos narradores de historias de otros, como Teresa Parodi o Liliana Herrero que transforma primeras en terceras.
Vimos que te gusta leer poesía ¿Qué es lo poético?
Qué pregunta difícil. Quizás lo indecible, aquello que requiere de palabras tangentes, con la ilusión de arrimarse a un hecho poético. El verbo español es muy rico, pero lo poético no tiene palabras que lo digan salvo, rodeándolo de manera tal que quien se arrima a esas palabras entienda algo único en cada persona.
Pareciera que el nombre de tu espectáculo, “Va de ronda” tuviera que ver con eso.
Es muy interesante lo que decís, aunque la elección del nombre fue menos ambiciosa: “Va de ronda” viene más por la canción “Noche de ronda”, la idea era romper la distancia con la gente, bajarse del escenario y cantar a capela algunas canciones de Chavela, que la gente pudiera animarse y tomar la guitarra y cantar también. Que seamos todos artistas, amigos en el living de casa, cantando juntos. Con esto me han pasado cosas maravillosas con toda clase de gente y de canciones, incluso algunas inéditas.
¿Cómo te llevás con lo indecible?
Tan bien que no me animo a decirlo. Convivo permanentemente con eso intangible, innombrable y mágico. Es lo que me da cosquillitas en la panza, felicidad todo el tiempo, esa conmoción que no podés nombrar sino aproximándote.
¿Te aproximás mejor con la música o con las palabras?
Creo que por la vía de la música. No considero que sea buena escritora. La música me conmueve mucho y siempre, la clásica, la de las películas. Mirá, en mi adolescencia, las radios FM pasaban esas canciones de músicas lentas, todas con letra en inglés que yo no entendía ni quería hacerlo porque, claro, era comunista y no iba a aprender el idioma del imperio, lo odiaba. Sin embargo, lloraba, me emocionaba, me calentaba y me pasaba de todo con esas melodías y las armonías.
EMBRIONCITO DE STANDAPERA
“Todo lo que está naciendo es redondo/ o casi, como las hojas de un tilo. / No busco tranquilidades si el cuerpo me pide trinos.”
“Hojas de tilo”
¿Escribiste poesía que no fuera en función de ser la letra de una canción?
No me he animado. Ahora creo que me van a proponer que escriba un libro de cuentos para niños, pero estoy esquivando a la entrevista con esa gente porque tengo un miedo bárbaro.
Pero te interesa la escritura, ella tiene también su música.
Sí, sí. Fantaseo con escribir un libro. Me han dicho que soy buena narradora oral. Tal vez tenga que ver con mis abuelos y abuela, excelentes con los cuentos del campo. Sobre todo, en aquella sociedad patriarcal, donde los hombres tenían la palabra mientras las mujeres, que eran las más sabias, estaban haciendo los ravioles. El maestro Prada, con su frondosidad y riqueza de lenguaje, propia de aquellos viejos intelectuales, me hace pensar en la pobreza en nuestros discursos de hoy. Entonces, me crié en una familia muy oral en que los cuentos, las anécdotas y los chistes de salón eran una tradición. Esto lo desarrollo en los shows, hablo mucho con la gente. Cuando me quede sin voz para cantar…,¡en una de esa me dedico al stand up!
La palabra escrita toma otro ritmo.
Es que soy muy ansiosa, un mar de ideas desordenadas que alguna gente ordena, como Pata- mi mujer- que escribe de maravilla, una compositora que te puede llegar a partir la cabeza con sus letras.
Bueno, pero tus letras tienen momentos muy poéticos: “…el viento mueve el perfume/ de las florcitas que tiro, todo lo que va creciendo te cubre/ o casi como la piel que se estira”.
Ah, la panza de la madre… Quise hacer una canción a un sobrino que no fuera “Oh, rayito de sol has venido a iluminar mi vida…” y me salió: “Dios, dame calma”. A mí, siendo atea. Mi hermana Margarita me decía “el pánico que tengo es que cuando nazca lo quiera tanto que deje de ser yo misma, como si me fuera a llevar el alma”. Eso me quedó, porque hay miedos dentro de esta cosa idealizada de la maternidad, la idea de dejar de ser una misma. Así armé la canción, con esa idea. Un día Fernando Cabrera me dijo que le gustaba mucho y yo había estado a punto de desecharla, justamente porque nombro a dios. Y él me dijo que ese dios estaba dicho en un contexto de clamor, que en algún momento todos decimos “Ay, dios mío” y eso no tiene nada que ver con que seas o no creyente. Eso me habilitó la canción y recién entonces la grabé.
ENTRE LOS FRÁGILES CONTORNOS DE ESTA PIEL
“Soy… pecadora… / los santitos huyen de mi agenda/ soy mala/ dueña de todos los pecados/ perra, perra mala…
Y ya quisiera tu Dios/ ser parte de mi altarcito/ que aunque parezca chiquito/ de placeres sabe más.”
“Soy pecadora”
Vos insistís con tu ateísmo pero hablás mucho de la espiritualidad.
Es que venimos de una civilización judeo- cristiana. Por más que me hubiera encantado no tener una cabeza científica, tener fe religiosa, no puedo. Sí creo en algo más allá de nosotros, llamémosle, biología o poesía. Somos seres absolutamente espirituales y necesitados de fe, somos muy desamparados, una existencia chiquita en un planetita en un universo gigante. Ese sentimiento te da un desasosiego y una angustia tales que, si alguien viene y te explica todo en una narración, en un delirio creíble e importante, te alivia. Yo respeto las creencias y la fe de las personas, pero de esa narración se apoderaron quienes están al servicio de otros intereses.
Y si te olvidás de la religión como institución de poder, puede quedar la belleza de haberse querido acercar al origen con una narración… hablo de quienes escribieron ese texto, no del que se hizo después con él ni de las lecturas posteriores.
Hay un libro muy interesante del escritor uruguayo Tomás de Mattos, “La puerta de la misericordia”: es una novela histórica contemporánea a la vida de Jesús. Ahí tenés todas las visiones de los maestros de la ley judíos, de los ateos, de él, de sus pasiones, sus amores. Hay tribulaciones, pasajes del Antiguo Testamento, un libro impresionante, como un tratado de filosofía para mí. De Mattos es católico y es tan buena la novela que, en un momento, tenés la esperanza de que no lo maten a Jesús. Aparte es toda una discusión histórica respecto de si él es o no el Mesías. Yo estoy absoluta y totalmente de acuerdo con todo lo que el loco predicaba. Los profetas eran, en ese momento, los medios de comunicación de la época. Ellos tenían ídolos que congregaban a las masas, caminaban de pueblo en pueblo, tenían carisma. Después se instauró una cosa muy poderosa, los maestros de la ley, una determinada élite del pueblo judío.
Hay una paradoja. El hecho de acercarse a la verdad y al origen con un relato demuestra que la verdad y el origen no existirían como absoluto, porque ningún relato lo es.
Estoy muy en contra de la devastación de la cultura y la sabiduría que habitaba el planeta antes del advenimiento de la religión católica.
Pensá que el judaísmo negó el cuerpo, no tuvo muchos artistas plásticos hasta el siglo XIX. Lo que sí hay, y hubo son muchos músicos.
Es cierto, hay mucha música y baile en los festejos ya desde las tribus nómades. Tal vez no tenían obras ni cuadros porque había que transportarlos.
O porque estaba prohibidas las imágenes.
Sí, pero muchas de las cosas prohibidas tienen que ver con la cuestión práctica. La circuncisión, por ejemplo, tiene relación con el desierto, la falta de agua, infecciones en el prepucio. No comer cerdo, con la triquinosis. Quizás la prohibición de un arte más de objeto esté relacionada con que no era transportable. Ellos transportaban cosas más pequeñas.
Como el lenguaje. Y lo llevaban en un arca, pesada.
El lenguaje, la música, las piedras preciosas, los números… Es muy interesante, me apasiona todo eso aunque no sé nada porque no nací con la fe en la familia primaria, pero me re interesa y me emociona. Cuando pasa algo, me persigno o por lo menos hago así con la manito, un gesto que signifique para mí que algo me proteja.
¿Y qué es la espiritualidad?
No sé… ¿Será lo que Freud llamó la sublimación? Capaz que la espiritualidad es esa necesidad de desprenderse de lo material. Creo que todo radica en lo que Goethe llamó un “destello de celestial lumbre”, que es la conciencia. Creo que es la culpable de que nosotros necesitemos desprendernos y flotar por encima de nosotros, trascendernos, es la conciencia de la finitud, eso terriblemente angustiante. Yo termino en esta piel, por suerte escucho, veo y camino…
Hablabas también de la inmanencia, del estar aquí y ahora.
Es la conciencia de estar, de ser ese ser que está bailando este baile que es finito y que podría no estar. Qué raro es estar y cómo sería no estar. A veces me imagino cómo sería morirme. Quiero estar muerta como ejercicio filosófico, ver cómo sería la no existencia. Pero llegás a un punto y no podés desdoblarte totalmente. Creo que en la espiritualidad hay una comunión con otra cuestión que no se toca y que entonces se mezcla más fácil con la otra sustancia de otro. Es eso que tenemos los seres humanos y que se nos va cuando nos morimos.
En tu caso esas sustancias quedan pegadas a los paisajes y a las cosas.
Creo que sí. Quizás la espiritualidad para mí es eso que flota alrededor de lo no material.
Pero que religa.
Religa, sí. Por eso los rituales son pertenencia, identificación, de crecimiento, de pasaje de etapa.
A MAMÁ MONA CON LAS DICOTOMÍAS INEXISTENTES
“Gota de rocío que se agranda en otra gota,/ es el charco frío que despeino de un soplido,/ quiero ver armarse lentamente, lo que ha sido,/ por si al aquietarse, te refleja, te refleja al lado mío.”
“Lo que viene”
¿Qué pasó con la comunista? Porque, en una entrevista decías que hoy en día habría que reconsiderar a las revoluciones como micro revoluciones.
Bueno, me desdigo absolutamente de eso de las micro revoluciones y de los individuos y de toda esa porquería. Sí creo que hay una búsqueda personal vinculada con la educación, las posibilidades y un montón de cosas más: se trata de generar el Hombre Nuevo y la Mujer Nueva, el Ser Humano Nuevo. Pero no desde la individualidad. Me parece que, cuando dije eso, se me malinterpretó. No se trata de uno con uno y su chacrita.
El cambio tiene que ser un proyecto ideológico que ha caído en un manoseo y un desuso terrible. Lamentablemente, en el mundo votamos a personas y no a proyectos e ideologías de base. En Uruguay se discutió mucho: ¿gestión o ideología? Te venden la gestión, pero la gestión contiene ideología. Y para que suceda la ideología tiene que haber una muy buena gestión. Entonces te engañan de una manera atroz con esa dicotomía inexistente. Creo que esa cuestión individual de que “somos todos hojas”, que “yo soy tan zen conmigo mismo” y demás, que se hacen los buenos y después son los peores, ese fascismo hippie, el hippietalista, no estoy ni ahí con eso. ¿Querés la naturaleza? Vení al campo conmigo, te pongo a plantar boniato en Canelones, a arar con bueyes. Me parece un error garrafal. Creo que tenemos tecnología y ciencia para avanzar, preservar el planeta, cuidar nuestra casa y producir en grandes cantidades. Hay un montón de manoseos bastante ignorantes. Creo sobre todo en darle la oportunidad a los más débiles.
¿Qué está pasando que los más débiles votan en contra de sí mismos?
Ese es un tema de la democracia, que tiene que ir acompañada de futuro y de medios de comunicación justos, de capacidad crítica y de comprensión lectora. Los niños en la escuela no saben leer, repiten como loros algo que no comprenden. Ni qué hablar de un poema o de una canción que no diga “¡Eh, mueve tu culo junto al mío!”. He andado mucho por Latinoamérica últimamente y lo que he visto es lamentable. No hay capacidad crítica.
¿Cómo se vuelve a eso?
Educación, educación y educación. Pero educación de nivel. Primero hay que educar a los maestros. Durante muchos años, el magisterio lo elegían las personas que querían hacer una carrera livianita y corta y ponerse a trabajar ya, aunque no tuvieran vocación ni conocimiento. Ahora hay un proyecto de ley en el Parlamento para crear la Universidad de la Educación, donde tendrían que estudiar todos los que quieran ser maestros. Este proyecto necesita mayoría especial para aprobarse, pero los de la oposición se la pasan criticando el sistema educativo y, cuando hay que votar este tipo de leyes, miran para otro lado. No me molesta tanto el que es de derecha y tiene un discurso político con el que podés discutir, como el indiferente pelotudo. Después, cuando digo educación y más educación, no me refiero a la cantidad, sino a la calidad de la educación.
Ta vez tiene que ver con el uso del lenguaje, que sea meramente instrumental y sin vuelo, …
Exactamente. Es fundamental enseñar a través de una manifestación artística. Hasta podés enseñar matemáticas con la música. La poesía te enseña a leer entrelíneas, te enseña la capacidad crítica, el análisis de las metáforas, de lo que te están queriendo decir sin decírtelo.
Aparte, los chicos son poéticos.
Claro, lo que pasa es que la educación trabaja en sacarles eso.
A CONTRA SERPIENTE
“Toda la vida pensando que dirían los demás,/ toda la vida pensando canciones pa’ los demás,/ usted me llama señora, porque no me vio montar.”
“El Tero”
El tema de este número de El Anartista es “los deseantes”. Por eso te elegimos también.
Conquistar el deseo propio debe ser una de las cosas más difíciles del ser humano, psíquicamente hablando. Uno va años a terapia para poder encontrar su deseo propio, ponerlo en palabras y defenderlo. Ni qué hablar las mujeres, siempre es lo más complejo. Siempre deseamos lo que creemos que el otro desea que nosotros deseemos. Hay una vuelta enorme, al cabo de la cual terminamos reprochando que el otro no hace lo que nosotros, en el fondo, deseamos. Necesitamos alguien que nos diga qué es lo que carajo deseamos. Entonces, buscar, encontrar y sostener nuestro propio deseo puede ser eterno.
Aparte, ese deseo muta.
Muta en forma permanente y en un sistema absolutamente consumista. No deberíamos desear ni la mitad de las cosas que creemos fundamentales para nuestra felicidad. Estas son felicidades muy inmediatas y efímeras. Lo peor de todo es que esa vorágine termina generándonos una angustia y un desasosiego inalienables.
Eso inalienable es lo contrario de lo indecible.
Sí. Y si entrás en esa lógica, es infinito. Pero uno es un montón de cosas que no tienen nada que ver con lo que uno tiene. Bueno, nos hemos estructurado de esa manera en los últimos cincuenta años y lo peor es que, cuando menos herramientas intelectuales tenemos, más víctimas somos de eso. Por lo tanto, las clases sociales menos privilegiadas son las más vulnerables a esto, al punto de dejarse matar por robarte un celular, porque creen que con eso van a formar parte de un ordenamiento que los escupe sistemáticamente. Es un círculo vicioso, como la serpiente urológica que se come su propia cola. Este capitalismo feroz va a su propia destrucción, ni siquiera es capaz de generar mano de obra especializada para trabajar en sus propias empresas. Es ridículo. La pregunta es qué hacemos para frenar esto.
Quizás tenga que estallar.
Por supuesto. Siempre ha pasado lo mismo. Construís algo que cuesta muchísimo, construís conciencia, sensación de igualdad, derechos y un montón de cosas que benefician a los más desfavorecidos y, cuando la cosa empieza a andar bien, se termina todo. Vuelve a ganar la derecha otra vez. Yo creo que deberíamos ir a un socialismo evolucionado, educado. Eso va a llevar mucho trabajo. ¡Qué rápido vuelven los fachismos exacerbados! Estaban como encapsulados y, de repente, salen a pegarle a los gays, a maltratar a la gente. Tenían como un bozal puesto y ahora surgen grupos neonazis por todo el mundo, ultraderechas que ganan en Europa, todo para atrás.