Deseantes: sobre la posverdad
Por Nora Lomberg
MENTIRIZADAMENTE
Nos construyen una memoria vaciada de contenido. Nos inoculan certezas en episodios.Compartimos creencias y estereotipos, se nos da por repetir cien veces una falacia hasta que se transforma en verdad. “Si mentís, te va a crecer la nariz”, nos decían. Las palabras se han vuelto globos, vaciedades capaces de significar a gusto del consumidor. La advertencia sobre la nariz ya no vale. Pobre, Pinocho se queda sin castigo y sin historia. La ballena nos devora, ¿hacia dónde nos conduce, ocultos en su vientre? ¿Qué ocultan estas falsedades? Algo hay en la mira, no es por el simple gusto de mentir. No son Angelitos en disputa por el poder.
Versiones falsas del mundo, del cotidiano andar: nos inventan escenas, conflictos, hechos. “Mapuches terroristas”, una mentira institucionalizada.
Así, la posverdad es una forma de dominación, una ofensiva contra los mutantes mentirizados. Las palabras se derrumban, se divorcian de su contexto. Ahora mismo nos transforman en acusados.Y quedamos indefensos, a la intemperie. Nadie está a salvo.
LA LUNA EN TU CARA
El neoliberalismo transforma ciudadanos en meros consumidores, objetos de deseo del “Otro Mediático devorador”. Somos pensados por los objetos que construyen día a día un sujeto neoliberal. Hoy, desear es costoso, disruptor, tiene que ver con lo velado, en contraposición a la feria constante de lo que se nos ofrece deseable.
¿Qué tan libre es nuestro deseo si, de movida, se impone qué es lindo, qué es feo? Cómo deben ser un cuerpo, una pareja, una casa. Un twiter de Tinelli vale más que un libro de filosofía. La ley del mercado es la ley del éxito. Nos desnudamos en un panóptico digital, con nuestro propio consentimiento. Plagamos de fotos el universo, las enviamos al infinito mediático. Todo queda ahí.
Se me hace que deberíamos andar un poco más insatisfechos, más flacos de objetos. Se me ocurre que deberíamos portar deseos inalcanzables, como ver la luna en tu cara, por ejemplo.
Estar más incompletos de capitalismo, de ellos.
Desanudar sus telarañas.
¿Qué podrá ayudarnos con tanto desespero?, ¿con esta oscuridad del lenguaje y palabras cansadas? EL TIEMPO, NO. Que nos dé envión la literatura y nos arrime al humor, a la poesía. Dejarse escribir y buscar intervalos en el territorio de palabras.
Reinventarnos en una épica subjetiva y poética. Tomar las riendas de las palabras, hacerles piquete, reconquistarlas. Narrar con horizonte la sumatoria de ausencias. Hablar, por ejemplo, de los días por venir, sin los objetos como protagonistas.
– Amores, amigos, amores: ¡un paso adelante! Hacer, como Pinocho, una buena fogata en el vientre de la ballena. Y que nos expulse hacia un mundo mejor. “Sacar la cabeza para respirar, frenético de ahogo”, decía Julio Cortázar.