La orfandad: Entrevista a Sergio Bizzio
Entrevista: Lourdes Landeira, Alicia Lapidus, Viviana García Arribas, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman
“A medida que fue descubriendo la casa por adentro, recordó sorprendido cuánto más chica de lo que era en realidad le había parecido mirándola desde afuera. Y no porque estuviera sobrecargada de muebles y de objetos, si no por la sencilla razón de que desde afuera podía abarcarla de un vistazo, algo que era imposible hacer desde adentro.” “Rabia”
Te digo, a veces pasa al revés. Entrás, no importa dónde, y las cosas son mucho más amplias, más complicadas o más esquivas de lo imaginado. Pero, a ver. Cuando digo entrás, digo entrás con la mejor intención. Entrás para ver de cerca. Por ahí no te invitaron. Por ahí a los de adentro no les importa qué ni cómo mirás. Pero ese es tu oficio. Tu práctica. Le dirán teoría, sobreinterpretación, se fastidiarán, podrán incluso preguntarse si era necesario dejarte la puerta abierta. No presupongas. No es lindo eso. Entrá nomás y leé. El espacio está lleno de nadas. Muy nutricias, muy de esas que te dan ganas de seguir con la lectura. No importa si los pies y el piso donde pisás no se corresponden demasiado entre sí. Mirá qué encontré: “Nada otra vez. La segunda nada confirmó a la primera con el mismo impulso con que lo arrastraba a la siguiente (…) en una ciudad tan grande, al borde de la última nada.” O esta otra: “Me quedé pensando en eso. Pero qué difícil es pensar en un lugar donde no se mueve nada.” Y no va que te acostumbrás a las nadas, cuando comienzan las irrupciones: “La noche me agarró de golpe al salir del monte. De hecho, miré hacia atrás y el monte conservaba todavía una buena dosis de luz, como si la hubiera embolsado.” Y a las irrupciones siguen las interrupciones. Como si fuera poco, aparecen los tiempos que avanzan sin sumarte y te dejan lejos, muy lejos: «Se quedó quieto, congelado en un presente que avanzaba sin llevarlo” “Por lo que el velo había caído sin borrar en su arrastre las semejanzas ni resaltar las diferencias. Podía decirse que el velo, más que caer, se había disuelto.” Vos seguí, no viniste acá a agradar, sino a leer, “Sin duda, pensaba Tom, Saupol no era fruto del azar sino de un lector, de un único lector (un ser con labios y órganos internos) capaz de provocar una avalancha en la pendiente de la nada”. Y, si te cruzan los fantasmas, dales charla: “el fantasma quería ser fantasma. En cualquier lugar donde se hubiese ocultado, cada vez que Rosa trabajaba en la mansarda, él (religiosamente) le daba la espalda, como en un fengshui”. Puede pasar, sí. Entraste, pero aun así te sentís lejos: “La isla entera ponía a cada instante en primer plano lo que sentía, o lo que no sentía; no había forma de escapar». En eso, te inquieta un aleteo. “Todavía hay pájaros que no aprendieron y caen fulminados”. No podés pedir permiso ni considerar una audacia entretejer imágenes que, de un cuarto a otro, se reclaman punto cruz, punto atrás o hasta sueltan el punto.
Después, claro, en un momento salís, te vas. Ya estás lejos y el espacio te sigue en pregnancias, ecos. ¡Pero, vamos!, te hiciste un lindo paseo, achicaste un poco ciertas distancias. Vení, arrimate más cerca y te cuento cómo anduvimos por algunos libros de Sergio Bizzio.
VOCALES
La entrevista a Sergio Bizzio se hizo por mail. Le enviamos preguntas y temas para conversar, en base a fragmentos de lecturas de sus libros. En el envío, los libros fueron identificados por colores.
Negro: Rabia
Rojo: Realidad
Verde: Diez días en Re
Azul: El escritor comido
Naranja: Un amor para toda la vida
Violeta: Mi vida en Huel
¿Esta marca de los títulos de mis novelas con colores tiene por casualidad algo que ver con el poema “Vocales, de Rimbaud?
Rabia, negro; moscas zumbadoras en torno de lo hediondo y cruel.
Realidad, rojo; salivazo sangriento, risa de bellos labios en cólera.
Diez días en Re, verde; paz de las praderas, paz de las arrugas del sabio.
El escritor comido, azul; silencio atravesado por mundos, por ángeles.
Mi vida en Huel, violeta; ¡oh la Omega, violeta destello de sus ojos!
NADA PARA LEER
“Se acostó en el agua y bebió y comió mirándose una herida recién descubierta por encima del ombligo. No le dolía; era un tajo (ya seco) de cinco centímetros de largo, en forma de boomerang, rodeado de pelos.”
“El escritor comido”
De “El escritor comido”: “Su nariz había desaparecido casi por completo, pero su olfato se había agudizado. La frente era un mapa de cicatrices en el que su perspicacia latía con la fuerza de una red de contactos internacionales de primer nivel. Sus labios, más rosados ahora que eran insensibles, se abrían sólo para dar en el clavo” ¿Se pueden leer las heridas y las cicatrices?
No, no hay ninguna posibilidad de leer cicatrices y heridas. Son cicatrices y heridas, no metáforas, y más que nada imágenes. Ustedes lo subrayan: “Un tajo ya seco de cinco centímetros de largo, en forma de boomerang, rodeado de pelos”. ¿No es hermoso? Yo creo que sí, y un poco repugnante también. Un paisaje mudo en miniatura.
En “El escritor comido” hay rostros implantados sobre rostros antes heridos. ¿Cuál es la relación del injerto con la cicatriz?
Si no recuerdo mal, la amante de Mauro Saupol, el protagonista de “El escritor comido”, tiene un accidente de auto, sale despedida por el parabrisas y se queda sin cara después de arrastrarla por el pavimento. Saupol le paga una operación de reconstrucción. Acá la relación del injerto con la cicatriz es puramente estética. Pero Saupol, que además de ser un caradura también ha perdido la cara, en su caso por las dentelladas que le dieron unos caníbales de los que fue prisionero, se somete a un trasplante completo. ¿Quién que haya
tenido la desgracia de perder la cara no querría recuperarla, o ponerse otra? Ahí hace su aparición el doble sentido, porque Saupol nunca quiso ser el que es. A Saupol lo único que le importa es cómo lo ven. No le importa su obra, sino la imagen de sí mismo que su obra proyecta en los demás. No hay un accidente que lo impulse en una sola dirección, como a su amante. Hay zigzagueos conscientes a un lado y a otro a fin de recoger en el camino cualquier cosa que lo haga parecer mejor de lo que es. Como escritor, está dispuesto a cualquier “injerto” con tal de gustar.
MIRÁ VOS
“Mirá vos lo que puede hacer un paraguas –comentó uno en voz baja. –No, qué paraguas; fue el chiste –le contestó el otro–. Hay que saber a quién cargás. Este María sin paraguas es peligroso igual. Tengo siempre presente algo que decía Epicteto… ¿Sabés quién es Epicteto?”
“Rabia”
En el habla de tus personajes recurre la palabra inoportuna, desubicada, que no toma en cuenta al interlocutor, ¿en la palabra escrita (el lector puede ser cualquiera) esto se salva?
Sí, a veces los personajes dicen cosas inoportunas y desubicadas. A mí eso no me molesta en lo más mínimo, al contrario.
¿Y el malentendido?: “No quise decir… –dijo. Rosa se dio vuelta y lo miró. Lo miró seria, callada. –Que no quise… –repitió José María. A veces le daba mucho trabajo hacerse entender”
Es un arte de lo habitual. ¿Dónde no hay malentendido?
HABLAR DE NADA
“Escuchaba con toda claridad el tic tac de mi mente en blanco”
“Mi vida en Huel”
Otra cosa que nos llamó mucho la atención, es la referencia frecuente a “voces” que no se escuchan o entienden, que son simplemente sonidos, susurros, gruñidos, risas, formas sin contenidos verbales. ¿Qué potencia encontrás en esos lenguajes no verbales?
Ninguna en particular. Como vos decís, son simplemente sonidos, risas y susurros.
En “Realidad” leemos “— ¿Viste? Un día de libertad. —Igual, nena, yo, me parece, la verdad, entre nosotras, te digo… Largo silencio. — ¿Qué? —No sé, nada, no me hagas caso —dijo Romi. Volvió a apoyar la espalda en la reposera, mordisqueándose una uña. — ¿Cómo nos irá después? Afuera, digo — dijo. — ¿En qué sentido? —La vida. ¿Te imaginás? —Uh —dijo Pau.” Y en “Un amor para toda la vida”: “Hablábamos de nada, éramos expertos en eso.” Estos blablableos exasperantes, ¿cuál es su relación con lo que no se puede decir y con lo que no hay para decir?
Nada, es una reproducción del habla cotidiana. Si escucháramos realmente lo que decimos cada día, también nos resultaría exasperante. ¿No pasaría lo mismo si fuéramos precisos, equilibrados, profundos, y dijéramos siempre lo estrictamente justo y necesario?
Nuestro número del Anartista tiene como tema “la orfandad”. ¿Qué tipo de orfandad padecen algunas palabras (los diálogos vacíos, las indecibles?
Cualquier cosa que diga sobre lo que yo mismo hice no pasa de ser una suposición. No soy de detenerme a rumiar sobre mi propia obra, yo me olvido enseguida de lo que di por concluido y voy a lo que sigue, y creo que hago bien, o que eso funciona bien para mí. En ese sentido podría decir que a mis libros, siguiendo la línea trillada de los libros como hijos, enseguida los dejo huérfanos. Ni siquiera me gusta pensar en ellos. No participo de mesas redondas, ni de festivales, ni de presentaciones, ni de ninguna de todas esas promociones propias del escritor profesional, que es siempre un escritor en venta. Yo no tengo nada que vender. Escribo literatura, no hago libros. El editor es el que hace el libro y por lo tanto el que lo tiene que vender, yo no. Tampoco me gustan los reportajes, aunque ahora estamos haciendo uno. Y no es una política, la política del maldito, que me resulta cómica. Es que no siento que tenga nada que decir aparte de lo que ya dije haciéndolo. Sinceramente, no recuerdo nada relacionado con la orfandad de lo indecible o de los diálogos vacíos en mis novelas. Ustedes mencionan algunos pasajes. Yo los leo y lo que escucho, es como un tintineo de diversión o de felicidad, nada más que eso.
¿Qué situaciones te dejan huérfano?
¡Cruzo los dedos!
¿Cómo funcionan tus orfandades en vos como lector, al elegir lectura?
No puedo evitar que los libros vengan volando hacia mí, diría un Pappo intelectual. Yo leo todo lo que puedo, todo lo que compro y todo lo que cae en mis manos, pero la verdad es que nunca se me ocurrió pensar en el funcionamiento de la orfandad en relación con mis lecturas. Supongo que, cuando abandono un libro, a veces en la primera página, a veces más adelante, lo que hago es dejarlo huérfano, pero ¿cómo saberlo? Habrá otros lectores.
SILENCIO CASI TOTAL
“El silencio era total. Lo único que se oía, se oía en la memoria”
“El escritor comido”
Aún en el desencuentro total, en el “ya no hay nada para decir” o decirse, la memoria aún habla con su silencio. ¿Podrías relacionar esto con lo poético?
No, creo que no.
De otro modo ¿qué es lo poético (más allá del poema y el verso) para vos?
Lo poético es un perfumito, generalmente cursi. La poesía es otra cosa.
Bueno, ¿y qué es la poesía?
Pessoa, Mallarmé, Gambarota, Michaux, Pizarnik, te nombro a los primeros que se me cruzan por la cabeza, la lista es larga.
PROBLEMITAS DE FONDO
“Se ve que la mención del continente le quedó picando, porque horas después de eso me contó a propósito de nada que iba al continente una vez por año “para ver cómo son los hombres que se han equivocado”. Dijo que vos eras uno. ¿Dijo lo mismo de mí cuando era yo la que estaba inconsciente?”
“Diez días en re”
Leemos en “Mi vida en Huel”: “Yo acababa de levantarme. Me acerqué y le dije si no sería mejor cambiar el sueño. -¿En qué sentido? –dijo él. -Trabajar de día y dormir de noche.- ¿Y cuál sería la diferencia? La diferencia era trabajar con luz, por supuesto, pero la pregunta era tan insólita que la respuesta se me escapó”
Hay en tus novelas una poesía muy particular, no hecha de metáforas, si no de momentos de lenguaje como los subrayados arriba, algo así como un extrañamiento del lenguaje, ¿cuándo necesitás lo poético, es decir, estos recursos?
El problema que hay en el fondo de esta pregunta es que supone al escritor como ingeniero. El ingeniero sabe cuándo, cómo y dónde colocar una viga, pero los planos de un escritor no siempre están dibujados de antemano, no siempre se han hecho estudios y cálculos previos. Lo que por otra parte no garantiza nada. A veces incluso hay que temer sus consecuencias. Personalmente, saber adónde voy y qué cosas puedo necesitar en el camino no es algo que me resulte estimulante. Prefiero salir sin rumbo fijo, dejándome llevar y viendo cómo el texto crea sus propias necesidades. Hay una frase de Valery: “Si querés seducirme o sorprenderme, cuidá de que no vea tu mano más claramente que lo que ella traza”. Buen consejo.
Mirá, nunca habíamos pensado en la ingeniería. Sí, en la artesanía, en la cocina, en oficios que van descubriendo qué necesitan a medida que se hacen. La pregunta apuntaba al durante, no al plan previo. Después de haber escrito tantas novelas, ¿qué tendría de malo tener una lectura de la propia mano?
De malo, nada. Pero la idea de que el autor pueda revelar no sé qué secretos sobre su propia obra nunca me convenció. Lo que encuentro en los casos de autores que hablan de su obra son “posiciones”. Como decía Barthes: “Parece que lo único que tienen son posiciones, no oficio”. El oficio es ese “durante” que apuntás. Pero volviendo a la ingeniería: si bien yo no tengo un plan previo, a medida que avanzo se va trazando algo así como un plan, lo que resulta siempre bastante tranquilizador, aunque el plan vaya cambiando casi de página en página. Un plan preexistente es lo que no tiene más destino que realizarse, y eso equivale a suponer que todo está dado. Pero no es así. Si fuera así, uno podría leer la novela que todavía no escribió.
La propia mano del escritor mientras escribe, ¿no puede ser un buen texto?
Primero habría que escribirlo. Es una idea. Pero claro, una idea no alcanza, además hay que escribir.
¿Te interesa que se hagan lecturas de tus libros?, ¿preferís que te digan lo bien o lo mal que lo han pasado al leer o que te devuelvan alguna otra mirada?
La verdad es que prefiero que me digan que la pasaron bien y cambiar de tema. Me incomoda, me da pudor. Me gusta un poquitito más hablar de los libros de otros.
DICHO ENTRE COMILLAS
“No, él escribía para que lo encuentren, y la gente se perdía en masa en sus ficciones”
“El escritor comido”
Escribir, ¿encontrarse, perderse o ambas?
A lo mejor las dos cosas, encontrarse y perderse. Se podría hacer un dibujo con esos encuentros y desencuentros. En un libro que me regaló Fogwill encontré una nota de él escrita con lápiz al pie de una página: “La preocupación por dibujar mi existencia me aleja de las Letras, en las cuales tiene, sin embargo, su origen”.
En “El escritor comido” hay tres que llevan el relato: el narrador – protagonista, el biógrafo y representante y el ayudante, el único que, desde niño, se manifestó como tal. ¿Los tres, ninguno o cada uno son el /los “directores de esta película”?
Como te decía antes, cuando termino algo lo abandono, pero en este caso se me ocurrió que podía reescribir toda la novela en primera persona, en tres capítulos, cada uno de ellos narrado por cada uno de los tres protagonistas principales. Lo deseché por dos razones: porque no me gustaba la idea de lo coral, y porque me dio pereza. ¿Por qué reescribir una novela terminada cuando puedo escribir otra? No tenía ningún sentido. Así que la dejé como estaba y escribí “Borgestein”.
“La chica desechó la oferta con un gesto y, subrayando su preferencia por dialogar en el interior del párrafo, entre comillas, dijo: “No digas que nos conocimos hoy; mi hermana odia que lleve extraños a casa. Decí que fuiste mi profesor de teatro y que hace años que no nos vemos”. . Las voces dentro del lenguaje. Recuerda a otra entrevistada, Moira Millán, quien nos dijo que todos los nombres en mapuche incluyen una partícula referida a la tierra, porque cada quien es un modo en que la tierra resuena.
Me gusta esa partícula referida a la tierra. Yo no agregaría nada.
SOLOS Y SOLAS CON SU MENTE
“El escritorio, donde quedó inmóvil durante unos cuantos minutos. María pensó que las personas que son vistas sin que lo sepan parecen locas”
“Rabia”
Quien mira sin que el otro sepa que mira, comúnmente se dice que está en una situación de poder, ¿está en una situación de poder?
A lo mejor sí, porque el otro no sabe que lo están mirando, y a lo mejor no, porque el que mira lo hace fascinado por el otro. Pero esa no fue nunca la cuestión que me planteaba, sino la idea de que las personas que son vistas sin que lo sepan parecen locas.
¿Por qué parecen locas?
¿Porque están solas con su mente?
Leemos en “El escritor comido”: “Así como había una diferencia entre ellos y los reyes, había una diferencia entre la extensión del río dibujado en el mapa y la extensión del río real; de hecho, no llegaban nunca” ¿Existen distancias infranqueables entre lo real escrito, lo real dibujado, lo real visto?
Claro, una misma cosa escrita y dibujada va a tener necesariamente las diferencias que hay entre la escritura y el dibujo. Pero no veo por qué esa distancia debería ser infranqueable. A veces hay mucho de escritura en el dibujo (los dibujos de Michaux son un buen ejemplo de eso) y mucho de dibujo en la literatura. El dibujo de mi existencia, como decía Fogwill.
“Le gustó verla. Sintió que se animaba; su cara se iluminó como si acabara de aspirar una burbuja de aire infantil. Pero había algo en Rosa que no estaba bien… Caminaba despacio, pensativa, con los brazos cruzados” “Carlos la vio inclinarse sobre el hombre, que levantó la cabeza. Irina señaló hacia atrás. El hombre la siguió. Era un hombre alto, de cuello ancho, de brazos anchos, de muslos anchos, con una abultada sunga negra que parecía el hocico de un perro.” “Había una luz preciosa. Los campos tenían todos la misma comba, como sábanas tendidas una junto a la otra, inflamadas por los gases del suelo; un campo era verde, el otro amarillo, el otro a rayas; otro, visto a la distancia, presentaba complicados dibujos infantiles; otro un bordado…” Mirar desde lejos, ver surgir y desaparecer las cosas y las personas. Mostrar, como con una cámara que abre la imagen progresivamente. Conversemos
Me gusta que las cosas se vean. Disfruto describiéndolas y deteniéndome en los detalles. El lector al que lo único que le importa es “lo que pasa” puede saltearlas sin ningún problema, ¿quién se lo va a prohibir? Para mí son fundamentales. Las descripciones funcionan como un descanso. Pero también tienen una función estética, son como el lujo de la narración. Los detalles son los que la hacen más auténtica. Y, mientras más inútiles sean los detalles, más auténtico resulta lo real de la narración. Por favor, basta de teoría.
“No hay nada que uno mire mientras corre que no se parezca a lo que hay al lado. Mientras más rápido vamos, más se parece todo, estarán de acuerdo conmigo en eso. La velocidad hace que la realidad se alise”. En esta cita de “Diez días en re”, hablás de las velocidades de la mirada, ¿cómo modifican las distintas velocidades la lectura y la escritura?
A veces me descubro pensando en otra cosa mientras leo. Quiero decir, completamente ausente de la lectura, que sin embargo sigue adelante. Diría que a velocidad crucero, porque cuando vuelvo a prestar atención han pasado dos páginas, cinco, diez. Ahí no hay modificación de la lectura, hay interrupción o suspensión, por más que haya seguido adelante. Es como acariciar a la mascota mientras se piensa en otra cosa, o como un vidente con un libro en braille entre las manos. En la escritura rápida hay menos reflexión, menos “intelección”, porque la mente va a la par de los dedos y no siempre encuentra una pausa para revisar lo escrito, que es lo que a cada rato encuentra la escritura lenta.
“Ante el asombro de Irina, el viejito dijo (jactanciosamente, pensó Carlos) que se había entrenado para representar de memoria todo cuanto le había sido dado observar a lo largo de su vida, que no era mucho.” Esto es de “Diez días en Re”. Más arriba citamos un momento donde dice que todo lo que se oía se oía en la memoria. Y también muchos momentos de diálogos que se oyen pero no dicen nada. ¿Podríamos hablar de dos modos de oír propuestos por tus textos?
Si, seguro que sí. Lo que no sé es si me gustaría estar presente.
UNA IRONÍA SERIA
“La escalera de mármol blanco de la entrada principal se derramaba sobre el jardín con tal plasticidad que daba la impresión de haber sido hecha con una manga de repostería. “Qué belleza”, pensó. Se rascó una axila y empezó a decir en voz muy baja “Rosa… Rosita…”, despegando apenas los labios. Era un llamado… Nunca había hecho una cosa así. Debía de estar enamorándose”. ¿A qué llamarías plasticidad en la escritura?
En un libro de arquitectura leí esa frase sobre “la plasticidad de la escalera” y me apropié del término para describir la escalera de la mansión de los Blinder en mi novela “Rabia”. La idea de plasticidad era un lugar común, pero me sirvió para encontrar una ironía seria: agregué que la escalera entonces “daba la impresión de haber sido hecha con una manga de repostería”. Te darás cuenta de que estoy a un paso de decir que “plasticidad en la escritura” es el nombre de un cumpleañeros cuando se lo escribe en una torta… Plasticidad, flexibilidad, también podría decirse fluidez, la fluidez de cosas concretas, todo eso es característico de la prosa de Nabokov, de Anthony Burgess. Ahí siempre cae todo bien parado. Yo hace bastante que no los leo, pero tengo clarísima la sensación de una escritura en la que la lectura calza como un guante.
“El bar y el restaurante estaban en la planta baja, en un gran salón circular con una decena de mesas circulares y una barra también circular rodeada de banquetas circulares; el constructor parecía haberse empeñado en soplar espirales de todos los tamaños. La luz, detalle que hasta el más improvisado de los ambientadores relacionaría con el espíritu del lugar, era lo único cuadrado, plano” “Entonces se levantó uno de esos vientos tubulares que tocan las cosas una por una: el viento alzó del suelo una hoja de diario para abandonarla unos metros más allá, sacudió la copa de un árbol, hizo vibrar un cartel y desapareció a lo lejos. La gente apuró el paso. José María levantó la vista al cielo; había grandes zonas de un azul oscuro cargado de estrellas, pero la tormenta estaba allí, encapsulada en una docena de nubes, todas listas para estallar” “Tomó café con leche y comió un pedazo de melón con forma de sombrilla, ojeando un diario del día anterior”: Tubular, circular, combado, forma de sombrilla, de manga de repostería…
“Tubular” viene de una novela de Dipi Di Paola, “Minga”, donde un personaje muere desnucado por la teja de un techo que arrancó un viento tubular.
DESVIRTUADAS
“Un hombre joven, o relativamente joven, vomitaba en la entrada principal de la mansión. Cerró la ventana y, como si la ventana fuera el obturador de una cámara fotográfica, repasó la imagen grabada en sus retinas: no había duda, era el hombre de la foto única en los portarretratos amontonados en la mesita. El timbre sonaba con insistencia”
“Rabia”
“Estaba inmóvil junto al aire y luz, con una mejilla casi apoyada sobre una de las paredes de vidrio. Abrió los ojos porque sintió que alguien (algo) lo miraba y la vio.” “Todo había cambiado. Ahora la luz, tanto la luz de la luna como la luz de la mañana, daba de pleno sobre ellos, como si acabaran de salir de un túnel.” ¿La mirada como cámara fotográfica, como cámara cinematográfica, como pincel?
Para mí hay una desvirtuación de la idea de mirada. Mi experiencia me dice que la mirada es lo que se encuentra, lo que está al final, y no tanto algo previo que acomodar en palabras o en imágenes cinematográficas. La mirada es lo que resulta, no lo que nos lleva.
A LA DERIVA
“(…) por un instante, se sintió como un náufrago, un Robinson Crusoe rescatando de entre los restos de su embarcación cualquier cosa que pudiera resultarle útil. (…)”
“Rabia”
“De pronto, sentí un vacío grande, tan grande que me pareció que toda yo era ese vacío –decía Rita Blinder–. No sé si tiene que ver con la religiosidad, pero es muy probable que sí. Estoy llena de señales de retirada. (…) luchaba apenas por mantener los ojos abiertos: sus pupilas se bamboleaban, flotaban en sus órbitas sin fijarse a nada”: ¿Es verosímil/posible un personaje/persona sin naufragio u orfandad?, ¿cuál es la relación de esa condición con la posibilidad de contar una historia?
Diría que sí, tanto en la vida como en la literatura. La posibilidad de contar una historia es otro tema. Hay muchísimos ejemplos de escritores que conciben a la literatura como un álgebra, como un modo de poner en evidencia las formas del lenguaje, y para los que la historia es una segunda intención. Ahora bien, la orfandad no tiene por qué ser condición para que una historia o un personaje resulte verosímil. Cuando trabajaba de guionista, el motivo que más escuchaba para rechazar algo era que ese algo “no se daba en la realidad”. Es el sentido más ingenuo del mundo para referirse al verosímil: que “se conforme a la realidad”. Esto vale tanto para la orfandad como para absolutamente todas las cosas que nos pasan en la vida.
RE- CORTADO
“Lo que sigue es intrascendente y literal, pero también arbitrario: podría narrarse cualquier otra cosa; lo real no tiene fin, excepto si es leído como novela, con lo cual su conclusión tiene que ver más que nada con el ritmo, con el gusto, con el espacio, con la forma o el capricho, como en un trip de realidad”
“Realidad”
De “Rabia”:“Se puso a mirar hacia afuera. Eso lo tranquilizaba. Cada vez que miraba hacia afuera se sorprendía con el hecho de que en ese recorte de la realidad, como llamaba al exterior, pudiera ver toda la realidad.(…) “bastaba para percibir el ánimo general, al menos el de la clase alta; para entrever el nivel de desempleo, de acuerdo al aumento o disminución de cartoneros y vendedores ambulantes; para conocer los últimos lanzamientos de la industria automotriz; para estar al tanto de las novedades en el mundo de la moda; para saber la hora y la temperatura y hasta para enterarse de algunas actividades en la planta baja: quién entraba, quién salía, si había llegado un nuevo encargo al Disco…” De lejos, desde adentro y recortada, la mirada de la clase alta que se prueba María en sus ojos, sin ser de esa clase. Conversemos.
(…)
¿Cómo sería la mirada de María desde su propia clase?
(…)
Tal vez nadie pueda mirar más que desde recortes, ¿pero cómo elegir los recortes más significativos, más abarcativos?
(…)
¿No hay ninguna sensación o reflexión o afección que te diga, cuando te cruzas o te imaginás un suceso, que pueden ser punta de ovillo para la escritura?
Bueno, todo. Todo aparece como la punta del ovillo de un cuento o de una novela, y es lo mejor que puede pasar. Lo peor es cuando tirás del hilo y no sale nada.
¿Querés contarnos alguna vinculada con las novelas que leímos?
Sí. Releyendo “El desierto de los tártaros” se me ocurrió “Realidad”. De una frase de Napoleón (“yo hago mis planes con los sueños de mis soldados dormidos”) salió un relato largo que voy a publicar este año. Lo curioso es que el relato no tiene absolutamente nada que ver con la frase que lo originó.
¿Tomás notas?
No.
¿Hacés trabajo de cartoneo, recolección de imágenes y frases, etc.?
Tampoco.
DESCOMPRIMIDOS Y POTENCIADOS
“-Está muy rico –dije-. ¿Es pasto? -El mejor de la zona. Y las mejores flores también. Las papas son para acompañar. A veces le pongo un poco de sal, pero me quedé sin provisiones. Me alegra mucho que te guste. Comé un poco más.”
“Mi vida en Huel”
El humor, ¿qué equilibra o potencia en tus textos que no son predominantemente humorísticos?
Bueno, no soy yo el que tiene que decirlo, no tengo la balanza ni el temperamento. Lo único que sé es que el humor es algo que se me impone y que no siempre pasa el filtro de la primera corrección. Muchas de las cosas que me hicieron reír a carcajadas mientras escribía no están en el libro publicado. Otras sí, claro. Espero que las mejores. Pero es cierto lo que decís: el humor descomprime o potencia algo, en mi caso lo que es dramático y oscuro.
Para cerrar, ¿considerás un exceso de intelectualización que un escritor se lea a sí mismo?
No. Pero ¿por qué perder el tiempo leyéndose a sí mismo cuando hay tantas cosas maravillosas por ahí?
¿Te da placer -no, en mesas redondas, etc., ya lo dijiste- compartir lecturas e ideas con tus lectores?
Si el lector además es escritor, prefiero hablar de lo que escribe él.
¿Considerás que la pregunta como tal, como interrogación, es lo único que te interesa para una entrevista?
Bueno, yo no creo que la pregunta sea necesariamente más importante que la respuesta. Puede y no puede serlo, no importa. Pero tiene que haber una pregunta, ¿no? Acá hubo muchas.