Los exilios: sobre una historia toda al medio.
Por María Calvete y Ramiro Gallardo.
Fotografías: Tomás García Puente.
“Y es la pregunta del extranjero -de la extranjera. Esas lágrimas ¿quién las ha visto alguna vez?”
“La hospitalidad”, Jacques Derrida.
Dos días antes de la entrevista, Juana nos envió un audio por watsapp: Hola, buen día. Estuve pensando de lo que vamos a escribir. Creo que mi historia no… yo… para mí no está tan cerrada, recién empiezo el estudio bíblico, estoy en segundo año, y mi casa no está terminada taaan bien. O sea, creo que está todo al medio. Algunas cosas no… Tal vez más para allá me gustaría hacerla, pero parece que estoy toda al medio. Me di cuenta de eso… A mí me gustaría esperar, qué sé yo, tres cinco años, para hacerla, porque siempre una historia termina con un final más o menos tranquilo,… Pensalo vos, eh… Bueno, si quieres sacar fotos a mi casa la puedes sacar, no hay problema. Bueno, eso te quería decir. Después me escribís. Chau, un beso.
Juana Guanto nació en La Paz, en el Alto, en 1968. Vino a Buenos Aires con 16 años. Vive en su casa de Villa Lugano. Trabaja como empleada doméstica. Tiene un hijo que se llama Jonathan.
UNA HISTORIA AL MEDIO
¿Por qué viniste a la Argentina?
Yo había quedado sin mi padre, mis padres no estaban juntos. Mi madre se embarazó muy joven y no la aceptaban los padres de mi padre. Me crié sola con la abuela, y con mi madre. Después, mi madre se hizo de pareja, se casó con uno nuevo que era muy maltratador. Yo quería huir de ese plano. Entonces, conocí a una señora que venía acá y necesitaba a una chica para cuidar a un niño. Me agarré a eso para salir de la situación, pero finalmente mi mamá se viene, se vienen los dos. Fue una liberación. Me quedé con mi hermanita muy chica, de nueve años. A mi padre no lo veía. Vivía. Después sí lo vi, cuando se vino mi mamá. Charlamos, todo eso, pero…
¿Estaba tu abuela también?
No, ya había fallecido hacía tres años. En la casa de mi abuela no había nadie, estábamos nosotras dos. Yo y mi hermanita, Irene.
La historia de Juana es parecida a la de muchos inmigrantes y también a ninguna. Una epopeya garabateada.
“¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió siempre a construir? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los constructores?
¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada la Muralla China?[1]
¿Cómo hacías para cuidar a Irene?, ¿trabajabas?
Trabajaba.
¿Irene se quedaba sola?
Le dejaba sola, o iba a la escuela.
¿Tu papá se conectó con vos?
Sí, pero tenía hecha otra familia. Igual, tuvimos diálogo… En un momento decidí mandarla a Irene acá. Porque me di cuenta, a los días que pasaban, que el asunto de asumir una nena no era tan sencillo. Cuidarla, tratarla, llevarla al médico, todo eso. Así que la mandé, y acá Carmen la recibió.
¿Cuánto tiempo pasó hasta que la mandaste a la Argentina?
Un año.
Hiciste de madre durante un año.
Sí. No había otra salida, porque no teníamos nadie.
Una vez que se fue Irene, ¿cuánto tiempo más te quedaste?
Me quedé un año más. Después, volvió Irene y contó que era lindo, y yo vine a ver. Yo vine a ver, no a quedarme. Y me gustó. Me quedé para tres meses, me quedé para seis meses, me quedé para un año… y hasta hoy.
¿Por qué regresó Irene a La Paz?
Había vuelto para quedarse, y yo dije que no. No. Ya entonces me había dado cuenta de que la madre tenía que ser responsable de la niña, yo no. Entonces traté de acompañarla hasta acá, y fue así que me quedé.
DESTIERRO
¿Qué te gustó de la Argentina?
Me gustó el trabajo en realidad.
¿Y la ciudad?
Sí. La gente era muy cálida y vi que acá se podía preparar un poco más. Como para estudiar. Había posibilidades de salida de laburo también, había… cómo se llama… textil. Yo trabajé con los coreanos unos años, y así fueron pasando los años y dejé cuando tuve a mi niño. Y volví a trabajar en casas de familia. El primer trabajo que tuve cuando vine a la Argentina fue en casa de familia, con la mamá de Ramiro.
Destierro. Estar en suspenso. Ser es estar, si no estás no sos. Construir una casa desde cero.
En Bolivia, ¿cómo estaba la situación en ese momento?
Era dura. Hoy hay tantas atenciones como acá… pero antes no había. Había niños que trabajaban desde los siete años. Yo no pude estudiar porque tenía que cuidar a mi hermanita. Dejé a los 10 años y nunca más, y empecé a trabajar hasta ahora.
Acá encontraste posibilidades, formaste una vida nueva. ¿Qué dejaste allá?
Extraño. Como toda persona, su país. La gente que dejé. Cuando volví, yo ya no estaba en los planes de ellos. También inmigraron algunos parientes. Fue así: tengo mi familia acá, y sigo para adelante.
¿Dejaste amigos?
Ah, sí. Dejé el novio (risas). Estuve en contacto, si no me equivoco, 9 años. Volví, lo charlamos y la situación no daba más. Yo tenía a mi familia acá, él tenía el trabajo allá, tenía un trabajo seguro. No quería que lo perdiera. Así que dejé. Yo ya tenía a mi chico…
¿Alguna vez él te dijo que fueras para allá?
Sí. Pero yo también tenía a la gente instalada acá, la nueva amistad, todo eso. Mi hermana que estaba acá, mi madre… Y bueno, quedé acá.
Construir un lugar propio en otro lugar.
¿Imaginaste volver alguna vez?
No. Hoy ya no tengo planes. Porque yo asisto a la Iglesia Evangélica y vivo día a día. Planes ya no hago, uno hace planes y no salen tal como quieres.
MISIONERA
¿Cómo llegaste a la Iglesia?
Hace cinco años. Llegué una vez que había una prédica en la calle. Yo estaba pasando un mal momento, ¡tan mal! Pero Dios te busca de alguna manera. Encontré un refugio ahí y me siento feliz. Me contienen. La verdad, me siento más que en mi casa.
¿También te estás formando?
Sí, como misionera.
Misionera… ¿qué significa?
Llevar la palabra de Dios, ir a donde los más necesitados, escuchar a la otra persona, acompañarlo en sus circunstancias… eso. Eso me motiva más. Los sábados voy a cocinar para los jóvenes, a la iglesia. Para los chicos que hacen reuniones, planificaciones.
Para vos la iglesia fue encontrar un nuevo universo, no es solamente creer en Dios…
No, es prepararse… hay chicas que se están preparando para maestra jardinera, los que no han terminado la primaria terminaron acá. Y los que no han terminado la secundaria también terminaron, y se recibieron de enfermería, optaron por la medicina y hoy trabajan.
EXILIO
¿Pensás que sos exiliada?
No.
¿Qué idea tenes sobre el exilio?
No… No entiendo eso. Perdón.
Pensamos una entrevista sobre el exilio. Juana no sabe qué es el exilio.
Exiliado es alguien que se va de su país obligado por determinadas circunstancias.
Vine acá impulsada por la situación económica, pero de la familia también. Las dos cosas. Era un momento económico crítico también.
Todo exilio es político.
¿Te costó venir?
Sí, sí. Era una ciudad grande, Bolivia no es tan grande. Donde yo vivía era más chico, acá la gente vivía más acelerada. Me costó un poco.
¿Te generaba angustia?
Sí, un poco de angustia, porque extrañaba a mi gente. Realmente, sí.
¿Cuánto tiempo pasó hasta que volviste a Bolivia?
Dos años.
¿Hay algo en especial que te gustara de allá?
La casa de mi abuela. La de mi abuela querida, fue mi hogar, mi patria. Hubiera hecho de ella un lugar para vivir…
Hay ritos, celebraciones, diferentes… ¿Celebrás la Pacha Mama?
Celebraba. Allá sí, porque era una costumbre, yo veía de que era normal, pero hoy ya no.
¿Por qué dejaste esas creencias de lado?
Es una creencia pagana. Yo lo veo así.
JONATHAN
¿Seguís hablando aymara?
Sí. Y a mi hijo le hablo. Alguna vez yo pienso que va a ir allá y la va a tener que usar.
¿Habla bien?
Entiende. No habla perfecto, pero sabe.
¿Con la gente de tu comunidad hablan en aymara?
Sí.
¿Querés contarnos algo de tu hijo?
Está estudiando. Tengo que apoyarlo. En un momento se perdía, quería ser arquitecto sí o sí. Cuando entró a la secundaria, hizo la técnica y después dijo que iba a darse un año sabático. Y bueno, se lo dio, porque nunca repitió. Entonces lo contrataron los arquitectos, en un trabajo grande, y en un momento dijo “no voy a estudiar porque yo tengo mi obra social, y voy a seguir ahí”. Y dejó dos años. Y bueno, la empresa quebró con el gobierno este, ¿vio? Así que quedó sin laburo, tuvo que retomar. Ahora está estudiando…Los dos primeros años no pudo entrar y el tercer año sí, entró. Al profesorado de educación física, del Estado. Entró entre los cincuenta primeros.
¿Está trabajando?
No, no está trabajando. Algunas veces, los domingos va a hacer una changarina, sí. Pero en estas fechas no, porque justo está rindiendo los exámenes, está en eso.
BOLIVIA
Dejar tu ciudad te habrá costado.
Me dolió dejar la casa de mi abuela. En un momento dije: ¿por qué en lo de mi abuela una casa, yo no me puse a hacer una casa esta? ¿Por qué, acá, la estoy haciendo?, me pregunté. Pero, bueno, se dieron las cosas así. Cuando tenía 16, decía que iba a hacer la casita ahí, pero en un momento mi madre también me había dicho que no era mía. Entonces dije, no es mío, es verdad, no es mío.
¿Y qué te gusta de Buenos Aires?
La gente amable. Eso me gusta.
Hace un rato dijiste que, al venir, veías oportunidades de trabajo, de estudio, que no había en Bolivia, aunque ahora sí. ¿Cómo ves la situación política actual, en Argentina y en Bolivia?
Y, está bueno. Yo estoy muy agradecida al Presidente de Bolivia, Evo Morales. Estando acá me eligieron para una mesa electoral para elecciones en Bolivia, ¡y me sentí tan bien! Eso no pasaba antes. Por primera vez pude votar, después tantos años que no había votado en mi país, porque vine muy joven, muy chica. Estoy muy agradecida a Evo Morales. Tantos políticos que hacen el mal y él veo que ha hecho varias cosas buenas. Allá no se podían preparar los jóvenes, no tenían esa posibilidad, ahora la tienen….Como líder indígena de Bolivia, sé a qué se parece la exclusión. Antes de 1952, a mi pueblo no se le permitía ni siquiera entrar en las principales plazas de las ciudades, y casi no había políticos en el Gobierno hasta finales de 1990.
¿Sigue viniendo gente? Los que están acá, ¿cómo los reciben?
Sigue viniendo gente, tanto no. Le damos una mano. Vino un chico, a un hijo boliviano, inmigró a España y, de España volvió a Bolivia y vino acá, donde no tenía a nadie. Yo lo encontré en la calle y me lo traje, porque había pasado muchas cosas malas. Los padres se separaron en España y él se fue a la droga. ¡Y estaba tan mal! Y con la palabra de Dios, cambió la manera de vivir. Trabajó en Once, en una fábrica textil, y ahora se fue a Brasil, tiene su familia. Estaba acá porque no tenía a nadie, a nadie. Y yo dije, bueno, yo siempre había dicho a Dios que si alguien va a venir, voy a dar la parte esta (señala el espacio de su casa). Entonces fue así, le di la parte esta y yo fui abajo.
Carmen vive adelante. Irene construyó al fondo, más allá de la huerta y el árbol de palta. La casa de Juana, en el medio del lote, es sólida y prolija. La construyó de cero. Le costó sudor, esfuerzo, años de trabajo. La hizo de dos plantas, para que su hijo viviese arriba cuando fuera mayor. Pero, al final, ella se quedó con la planta superior. Juana no necesita tanto espacio. Se arregla.
Toda una decisión la de traer a este chico a vivir a tu casa. ¿Cómo se lo tomó Jonathan?
Bien, porque yo siempre dije: la casa de arriba era de él, habíamos pensado eso originalmente. Pero después no, él estudia, trae… necesita la cocina… entonces yo dije: vivo en mi trabajo, yo no necesito tantas cosas.
¡Tuvo suerte este muchacho de encontrarse con vos en la calle!
No, fue muy amoroso el chico, fue amoroso. Fue a la iglesia… Él me contó las verdades, que no quería ver con vida al padre… le dejó en España, en esa época que pasó allá, tan mal… y durmió en la calle, en cartones, y tocó el fondo. Y se rehabilitó. Hoy por hoy, es un muchacho, de lo que dicen, no se puede creer. Y él siempre dice que uno tiene que poner voluntad para cambiar.
TERMINAR MI HISTORIA
Tengo una pregunta más vinculada a tu mensaje del otro día, que proponía esperar para tener esta charla…
Juana nos cuenta su historia al medio. Es un deseo contar-nos su historia completa. Aunque tarde días, tres, cinco años. Quizá. Se trata de un tiempo, otro, por fuera de la inmediatez. Nos habla de su vida, de su porvenir.
Sí, con María un día lo hablábamos. Le digo: María, a mí me gustaría hacer mi historia. Pero viste, desde chica, cómo fue mi mamá… mi mamá fue adoptada, no tuvo a su padre de crianza, entonces desde ahí… Y que mi hijo se reciba en el profesorado. Y yo también, terminar el seminario, trabajando con chicas jóvenes que tienen el hijo y, hoy por hoy, viven en la iglesia. Cuando consiguen el laburo, van saliendo. Otros, a través del matrimonio. Es muy lindo que el pastor las ayude para llevar la familia adelante. Algunos tienen un negocio por el centro, todo eso les dan… cómo lo puedo decir: los preparan. Terminar mi historia, a eso me refería con el mensaje, que mi hijo se reciba y yo haya terminado el seminario. Esa fue la historia.
Me encanta tener esta charla, Juani, te conozco hace años. María es más charleta, te conoce más, pero yo soy más duro, así que… mirá qué lindo.
Escuchar la vida de otra persona.
[1] Fragmento de Preguntas de un obrero que lee, Bertolt Brecht.