Rituales: Entrevista a Daniel Catalano, Secretario de ATE Capital
Entrevista: Eugenia Casetta Buenanueva, Nora Lomberg, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman
Fotografía: Diego Grispo
“(…)y hasta bajarse en los altos y explorar sin alejarse mucho (porque nunca se sabe en qué momento los autos de más adelante reanudarán la marcha y habrá que correr para que los de atrás no inicien la guerra de las bocinas y los insultos), y así llegar a la altura de un Taunus delante del Dauphine de la muchacha que mira a cada momento la hora, y cambiar unas frases descorazonadas o burlonas con los hombres que viajan con el niño rubio cuya inmensa diversión en esas precisas circunstancias consiste en hacer correr libremente su autito de juguete sobre los asientos y el reborde posterior del Taunus, o atreverse y avanzar todavía un poco más, puesto que no parece que los autos de adelante vayan a reanudar la marcha, y contemplar con alguna lástima al matrimonio de ancianos en el ID Citroën que parece una gigantesca bañadera violeta donde sobrenadan los dos viejitos, él descansando los antebrazos en el volante con un aire de paciente fatiga, ella mordisqueando una manzana con más aplicación que ganas.”
“La autopista del sur”, Julio Cortázar
Yo no nací ningún día ni en ningún lugar. Comencé a ser en un espacio incierto entre las manos del don y las de bienvenida. Llegué despacito a mis contornos, al ritmo de la caricia que me circundó la forma. Acunado así, en esa pura niñez, me creció la edad al chocar de frente contra un camioncito traidor, que de juguete no tenía nada. Con la trompa abollada y sin luces, aprendí a abrir bien los ojos en las trampas de las curvas, a aliarme con las líneas compañeras del camino, a cuidarme las llantas de las chinches y a poner chinches, si la ocasión venía brava.
Con el tiempo, creció en urgencia la mano que me acunaba y, entonces, tuve que probar arrancar de mi propio impulso. Los autos “de verdad” se reían de mis pretensiones, ¿dónde se había visto a un auto de juguete, sin motor y sin dueño, intentar moverse por las suyas? La risa era ácida, pero no calaba hasta el chasis. Algo en la sustancia amable de mi carrocería y en los pigmentos nobles de mis colores me escudaba contra tanta sinrazón. Eso sí, fue necesario tener más cuidado en las carreras, más prudencia en las alturas de los balcones. Aunque, para ese entonces, ya me había impregnado de buenas adherencias. Y eso, ¡ay!, ¡no sabés cuánto ayudaba! Del cuarto de un vecinito, me quedó el eco de una ausencia. El frío sin ventanas, de un barrio cercano. El bache profundo, de un andar viejito, en marcha hacia el horizonte. Pero, por sobre todas las cosas, me fortaleció el abrazo: el roce puerta con puerta, el deslizarse rueda con rueda del resto de los autitos, dispuestos a jugar en la misma dirección. No sé cómo explicarlo, te lo vuelvo a decir: si te fijas en los papeles, salí de una fábrica en alguna parte, un día cualquiera. Pero nacer, lo que se dice haber nacido, sólo sucedió en la lucha: el lado grande del infinito juego sin nombre.
Ahora avanzo entre las horas. A cada tramo, la biografía en curso de los otros se inscribe en mi cuerpo. Soy el verso de lo que somos, el trayecto que aún podremos. La ilusión sin concesiones ni héroes. Un autito de juguete, de barrio, de vereda. Pero lleno de multitud.
CORRER EL LENGUAJE
“Dígame, Doña: ¿cuál es la palabra para decir futuro?”
“Me quiere mar”, Mia Couto
Estuvimos chusmeando otras entrevistas y algunas declaraciones tuyas. Nos llamó la atención el cuidado que ponés con el lenguaje. ¿Considerás importante en la formación de un sindicalista, de un obrero, de un luchador, ocuparse del lenguaje?
Sí. Pienso que, además de formarse, uno tiene que advertir que se van cumpliendo ciclos en los que, con los recursos de siempre, uno ya no puede comunicar todo a todo el mundo. Y eso es un indicador como para empezar a correr. Hay una situación de mucha velocidad social y, a veces, uno se siente muy desfasado de ciertas instancias de construcción colectiva. Terminás por hacer un esfuerzo para tratar de adecuar tu lenguaje, querés que quien lo reciba pueda vivirlo- no como algo tóxico o agresivo- sino sintiéndose incluido. También vemos que hay una generación más nueva que, de una manera natural y amigable, comunica mejor que nosotros. Todo se aprende. El mundo está avanzando muy rápido y –quizás- la política y el sindicalismo, no. Tal vez llegue un tiempo en que una nueva generación piense la política de otra manera, con otra impronta. Hoy uno tiene que estar como aferrado a lo que está instituido, ¿no? El lenguaje viene a patear todo para arriba y, con el lenguaje, llega un montón de otras cosas. La palabra deconstrucción no me es cómoda. Me parece mucho más cómodo el aprendizaje. Pero bueno, estoy ahí, haciendo un esfuerzo para ser parte de esta etapa el tiempo que me quede.
¿Esto se da en las dirigencias y también en las bases?, ¿leen?
Yo leo. Todo el tiempo trato de incorporar elementos. Tengo en la mochila un libro de feminismo, ya lo estoy por terminar. Necesito instancias en donde poder empezar a asimilar esta nueva etapa. Bueno, esta etapa es con las mujeres, ¿cómo la hacés? ¿Decís “todos, todas, todes?” El “todes” no incorpora a la mujer, incorpora a otro sujeto nuevo que la sociedad interpreta que existe. Bueno, ¿cómo trabajás eso? Primero, tenés que internalizarlo, apropiártelo. No alcanza con un marco legislativo. Yo tengo cuarenta y cinco años y vengo de una familia europea, tana, patriarcal. Todas en contra. Por suerte, la vida me dio un gurí y una gurisa que me dicen: “Papá, sos arcaico, sos prehistórico, no se dice así, fijate…” Bueno, desde ahí, uno también descubre qué y cómo.
Arcaico y todo, en tu asunción elegiste un espacio cultural como el teatro. Y entonces cambio la pregunta un poco. Aparte del lenguaje, ¿te parece importante la formación artística en un luchador? Más allá de la comunicación estricta de contenidos: para la picardía, para el vuelo, para la gracia, el plus de sentido…
Sí. Hay cosas con las que se nace, creo. No cualquier persona puede, desde un escenario, hacer que otro ría o se emocione. Para ese momento, nos pareció acertado el teatro. Primero, porque es una casa histórica de trabajadores y trabajadoras, un espacio abandonado por todas las políticas públicas- sobre todo, las más recientes-. Es un territorio que había tenido un despertar durante el gobierno anterior, en donde se habían puesto en valor muchas situaciones culturales. Bueno, nosotros pensamos que la cultura es una de las herramientas de transformación, lo miramos con mucha atención y trabajamos mucho sobre nuestra comunidad. Buscamos que nuestras afiliadas y afiliados tengan otra impronta en materia de cómo acceder a una vinculación distinta con el mundo. El sindicalismo no es lucha nada más. Tiene que ser también cultura, recreación, formación… ahí hicimos un esfuerzo grande de intervención.
Si es como vos decís, que hay cosas de nacimiento: aunque alguien no haya nacido para ser un gran actor, el teatro le podría dar recursos para hacer otra cosa, ¿no?
Sí, sí. Y creo que yo voy a hacer ahora un curso de stand up. (Risas) No, en serio, hay dirigentes que son muy graciosos a la hora de transmitir. Creo que todos deberíamos poder pasar por la instancia del escenario y aprender a movernos. Cuando asumí como adjunto en la CTA, había una compañera del sindicato de actores, Lola, a quien le pedí que me enseñase cómo pararme en el escenario, cómo moverme… Lola se reía, me decía “Bueno, pero esto lleva tiempo” “Sí, sí, pero tirame tres cosas ahora”. Lo cierto es que quien se forma en eso tiene un plus que el resto no. Yo siempre les cuento a mis compañeros que se inician en esto: la primera vez que me tocó hablar en público, me quedé callado. Era una charla sobre la sexualidad de los chicos en situación de calle, frente a treinta trabajadoras sociales. Lo había investigado, lo había preparado. Dije “Bueno, la situación de la sexualidad de los chicos y chicas en situación de calle…” y me quedé mudo. Hoy se dice que eso es ataque de pánico.
Yo lo tuve a mis diecisiete o dieciocho años. Después, fue todo un aprendizaje, porque me escudaba en el sindicato. Había seiscientas pibas en una asamblea, y me decían “hablales – acá- a los laburantes, deciles lo que tenés que decir…” Bueno, empecé. Pero si uno pudiera trabajarlo, ir incorporando recursos, estaría bárbaro…
PARTIR EL JUEGO
“Te mando un gran abrazo, dos estornudos cuatro toses/seis palmadas en la espalda/un piano volador, cinco bostezos/¿Anotaste?”
“Te mando”, Luis Pescetti
Hablabas de tus comienzos. Pensaba que, en el área de “Niñez y adolescencia”, trabajaste en el armado de juegotecas, ¿cómo se traslada a tu trabajo actual la noción de juego? Me refiero a establecer reglas, modificarlas creativamente, hacerlas flexibles, incluir el placer…
Todo es trasladable. Lo aprendido es lo aplicado permanentemente. Y se traslada a romper las reglas también. Lo más intenso que tiene nuestra organización, la Verde y Blanca, es eso: haber roto todas esas estructuras que nadie había tocado. Creo que esa fue la parte más dinámica de lo aprendido: hay que jugar, hay que romper. El asunto es cómo jugamos.
También aprendí que hay un plus que genera el sujeto que recibe el juguete, donde la imaginación es todo. Un autito puede servir para transitar por una carretera o para recuperar una historia familiar. Hoy, hay una contaminación tremenda de los pibes con las redes sociales. Eso, a veces, no les permite tener el tiempo para crear y recrear. Bueno, el tema del juego implica de qué manera vos te podés pensar en distintas situaciones: adentro de un autito o adentro de un aro, o a través de un túnel. El sindicalismo que hacemos nosotros también tiene que ver con eso. Todos esperan lo estructural y nosotros venimos a patear todas las estructuras. No creemos que lo instituido sea necesariamente lo que corresponde. Vos generás qué necesitás que sea lo instituido. Y en eso, mi formación -o mi deformación- es recontra válida.
Hay una cosa que parece propia del sindicalismo tradicional, la de intentar permanecer para siempre en un lugar conquistado.
Claro, llegar para quedarse. Yo llegué para irme. Porque, si no, el sindicalismo termina por ser el reflejo del dirigente, no el de las personas a quienes vos representás. En mi caso, en un momento dejás de ser empleado público, para pasar a ser dirigente.
HORIZONTEAR EL FUTURO
“Desde chiquitos nos han enseñado/ Que esperanza viene de esperar/Pero no sirve esperancear sentados/ A que todo(s) lo(s) malo(s) tenga(n) buena voluntad”
“Nosotros los feos”, Federico Cáceres, en el álbum
“Vivir riendo”, de “Mano a mano”
En muchas declaraciones marcás la diferencia entre el movimiento obrero y el sindicalismo, ¿qué fuerza tiene el movimiento obrero que todavía no tengan los sindicatos?
El movimiento obrero tiene la particularidad de ser autónomo de los sindicatos. Cuando el sindicalismo traiciona, en algún momento, el movimiento obrero sale y resuelve. Es totalmente lógico que eso suceda, porque en el sindicalismo histórico la representación sindical define por fuera de las bases. Toman decisiones que atraviesan la vida de cualquier trabajadora o trabajador, sin tomarlos en cuenta. Por eso, es sumamente importante remarcar que a la fuerza de los trabajadores y de las trabajadoras no la reemplaza lo institucional. También hay sindicatos con un acercamiento a su base, como Camioneros. Entonces decís: “Guau, existe ahí cierta síntesis”. Y después tenés sindicatos como el nuestro, que no logran hacerlo. Vos tomás algunas decisiones políticas y sindicales que no tienen el suficiente acompañamiento del movimiento obrero. Escuchás cosas como: “La negociación paritaria va mal, pero no salgo a la calle”. Por otra parte, dentro de una misma población,
conviven un ATE combativo con un UPCN. Y vos no sos la síntesis de todo eso. En algún momento el movimiento obrero saldrá todo junto e impactará de tal manera que frenará el avance del gobierno. Porque perdimos diez ministerios, no es que no pasó nada. Perdimos treinta mil puestos de trabajo. Bueno, el movimiento obrero no estaba todavía en condiciones de dar esa pelea y el sindicalismo no estuvo a la altura de lo que necesitaba ese movimiento obrero. En eso, nosotros entendemos que no somos la síntesis de nuestros compañeros y compañeras de trabajo. No alcanza.
YANKEES, GO HOME
“(…)ella sale al encuentro de la esquina del sueño/a cumplir la cita con los viejos fantasmas/ella tiene coraje cuando espía al traidor/
al que se pone el guante/ella bebe despacio su pasado/en el bar de ventanas/por las que a veces entra la locura/ella se pone suave/y me ayuda con su pecho mullido/a vivir el amor muy tiernamente/ella escribe conmigo/y se desnuda en silencio/ella/la vida/se ha puesto/la capelina roja/y anda suelta en el clima.
“Biografía”, Roberto Santoro.
¿Quién es un traidor para vos?
Todo aquél que pasa por la embajada de Estados Unidos, como síntesis de lo más cruel que le puede pasar a nuestro pueblo. No digo el que va a tomar el té, digo el que va a negociar, el que acuerda de qué manera oprimir al pueblo, desaparecer gente, asesinarla, encarcelarla. Esos son los traidores que nosotros tenemos.
Y cuando hablás de una unidad con otros sindicatos, con la CGT, ¿qué sería lo no negociable ahí, lo que sentirías como una traición?
Lo que no se puede perder es la capacidad de relación con la base. Nosotros planteamos que hay que volver a la CGT, pero para eso tiene que haber un marco de participación democrática. Volver para ser parte de lo que hay ahora, no tiene sentido. Yo no tengo pertenencia a la CGT. Yo soy peronista, tengo pertenencia al peronismo y al kirchnerismo en un mismo sujeto político, no soy cegetista. Sí me siento un trabajador organizado y me encantaría que haya una sola central obrera. No me importa ni siquiera el nombre. Me gustaría ser de la CGT de los Argentinos, no de la CGT. Cuando vos tenés que empezar a hilar tan finito es porque algo pasó en el medio. Yo creo que lo no negociable es que no haya un ámbito de participación democrática.
¿Te afiliaste hace poco al partido justicialista?
No. Me afilié cuando era muy jovencito, en la Matanza, a los dieciséis años. Después, acá en la Capital Federal, hicieron un partido político en el que me afiliaron de prepo y eso desafilió mi pertenencia al Partido Justicialista. Lo hicieron acá. Usaron el padrón de nuestro sindicato para hacer un partido político. Cuando nos enteramos,empezamos a mandar cartas documento. Creo que me habré reafiliado como doce veces al PJ de Capital: todo el tiempo te afiliás y te desafilian. La última vez me cansé y dije: “Hagámoslo público a esto, es una vergüenza”
¿O sea que la del 2018 no es la primera, sino la última?
Es la última, donde por fin aparezco en el padrón del PJ. Pero vengo de toda una secuencia de ser parte, sí.
INÓRGANICO, EN ZAPATILLAS SIN MARCA
“que ellos eran hombres y enterraban hombres/y no pajaritos como el tío juan/especialmente porque el tío estuvo cantando pío-pío todo el viaje hasta el crematorio municipal/y a ellos les pareció un irrespeto y estaban muy ofendidos/y cuando le daban un palmetazo para que se callara la boca/el pío-pío volaba por la cabina del camión y ellos sentían que les hacía pío-pío en la cabeza/el tío juan era así/le gustaba cantar/y no veía por qué la muerte era motivo para no cantar/entró al horno cantando pío-pío/salieron sus cenizas y piaron un rato/y los compañeros municipales se miraron los zapatos grises de vergüenza”
“Sobre la poesía”, Juan Gelman
¿Qué pasaría si el partido toma una decisión con la que vos no estás de acuerdo de ninguna manera?
Yo soy totalmente inorgánico al partido. Creo que en eso hay que ser más claro. Menem también se dice peronista. Macri se autodefine peronista, puso un busto de Perón, compartió con una parte del movimiento obrero un acto del 1° de Mayo… No hay un peronómetro o algo que establezca quién puede ser de un partido o de un movimiento político. Yo me siento parte de una referencia histórica, eso no me obliga a tener que acordar cualquier cosa. Si el partido dice “Lavagna”, si dice “Urtubey”, si dice “Pichetto”, a mí no me va a contener. El partido me va a importar poco ahí. Después veré si me desafilio o no. No me importa tanto el tema de la afiliación en sí misma. No necesariamente esas decisiones troncales tienen algo que ver con lo que nos pasa a los militantes, que somos parte de algo más grande.
Vuelvo al tema del lenguaje y de la unidad. Muchos peronistas, cuando se encuentran con alguien de la izquierda a quien juzgan insuficientemente efectivo, empiezan con esto de “trosko” y progre. Como si la superación de un trosko fuera un peronista o un peronista fuera un nivel superior de la combatividad. Más allá de la gente que está en contra de todo de modo compulsivo, ¿no te parecería bueno que muchas de esas personas estuvieran de este lado y repensar esa disputa de lenguaje?
Lo que pasa es que hay que ver cuánto se pueden permitir ellos estar en un lugar que no sea ese. El problema no es dónde uno los ubica, sino dónde se ubica cada persona. Hay en el mundo gente más trotskista que quienes participan estructuralmente en el partido. Hay personas con una impronta mucho más revolucionaria que lo que el partido puede establecer. Y también hay gente mucho más progresista que cualquier expresión partidaria progresista, aunque no creo que haya hoy un partido así. El rótulo es una excusa para dejar gente afuera o para que otra gente se quede acomodada en un lugar de confort ganado hace tiempo. Lo que yo cuestiono siempre a las personas que se ubican en esos lugares es que no tienen vocación de poder, porque sus planteos son siempre en contra de las grandes mayorías. Si vos pensás que tu propuesta o tu alternativa abraza a la totalidad del pueblo, tenés que tener vocación de poder y tenés que poder generar las condiciones para que eso suceda.
Bueno, quizás su vocación de poder no sea la de “ese” poder. El capitalismo es siempre salvaje. Atenuarlo es mejor que agravarlo, pero no implica subvertirlo. Otro asunto es si estamos generando condiciones, siquiera, para atenuarlo.
Sí, pero ellos no viven por fuera de las reglas, viven de la plata de los partidos políticos, viven de los cargos legislativos, trabajan en todas las estructuras del sistema capitalista como todo el mundo… Para nosotros, sería un acto hasta de salud que el nuevo peronismo pudiera empezar a repensarse sin el capitalismo como un eje de vida. Como vos decís, el capitalismo es siempre salvaje. Hay muy pocas expresiones en el mundo donde el capitalismo puede contener a la totalidad de la población y no genera pobreza. Estamos muy lejos de eso. El tema es quién está hoy en condiciones de dar ese debate y qué persona se puede sentir abrazada frente a eso.
¿Creés que hay que dar ese debate?
Claro. Es un debate que yo doy permanentemente. Fijate lo que pasa en Venezuela: te ponen arriba de la mesa dos modelos distintos de país. Más allá de lo que uno pueda pensar, no tenés grandes expresiones de prácticas de socialismo o de prácticas democráticas que generen participación popular y organización territorial. Yo no viajé nunca a Venezuela, todo lo que cuento es en referencia a lo que me cuentan quienes sí lo hicieron. Pero Venezuela tiene una práctica democrática que nosotros no conocemos: se organizan por manzana, tiene referentes que se juntan con otros referentes y van trabajando de abajo hacia arriba en la construcción de una idea, de cómo llevar adelante una nación. Quienes no están de acuerdo, hoy son parte de la oposición en Venezuela. Pero hay toda una población que entiende un modelo de país que vale la pena ser vivido. Y es con el socialismo, ¿no? Bueno, nosotros estamos con dificultades porque se demoniza el modelo venezolano. Ahora, cuando vos le preguntás a nuestros compañeros y compañeras, “¿Ustedes están dispuestos a vivir en cooperativas?”, te dicen que no. “¿Están dispuestos a que no haya pibes muriéndose pero que no puedas elegir las zapatillas?”, te dicen: “Yo quiero que los pibes no se mueran, pero quiero elegir mis zapatillas” Bueno… Igual damos la discusión, damos los debates, pero tenemos que trabajar muchísimo sobre ese escenario.
REESTRENO DEL ENSAYO
“Son mis voces cantando/para que no canten ellos,/los amordazados grismente en el alba,/los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.”
“Anillos de ceniza”, Alejandra Pizarnik
En estos tiempos nos preocupan ciertas cuestiones relativas al sentido común construido desde los medios, cuestiones que dificultan la lucha, ¿cómo salir de eso?
Depende quién esté en esa situación del sentido común construido. Frente al temor a la pérdida, quizás elegís el sentido común, porque entendés que eso puede resguardar, por ejemplo, una situación familiar.
Para poder pensar otras posibilidades de supervivencia, que no impliquen someterte al sentido común, ¿no son necesarios más recursos de lenguaje?
Sí, pero tiene que haber del otro lado un marco receptivo a eso. Cuando nosotros empezamos con los talleres de masculinidad, fuimos muy criticados por una parte del sindicalismo. Como si hubiéramos asumido un lugar muy torpe en materia de cómo se daba la discusión de la igualdad de género. Pero ahora creemos que fue un acierto, porque vos tenés que dar respuestas dinámicas y rápidas a lo que va sucediendo en la sociedad. Pensamos que no nos equivocamos, a pesar de que del otro lado no estaba la capacidad de escucha. El taller fue en diciembre. El 14 de diciembre vinieron alrededor de ochenta compañeros interesados en poder empezar a trazar una lógica de vida totalmente distinta. Entonces, es evidente que “hay ganas de”. Es un ensayo. Hay que ensayar todo lo que se pueda. Acá discutimos bastante sobre cómo hacer para que llegue el mensaje. Hay unos youtubers que hacen sketchs y, a través del humor grotesco, bajan un mensaje muy claro… En cinco minutos hacen un relato de todo lo que sucedió en seis meses en el país. Bueno, quizás el humor sea una de las formas que uno puede utilizar para generar transformaciones, para poder comunicar.
LA ARMONÍA DE LAS FORMAS ABIERTAS
“(…)si servirá de algo abrir la puerta/me pregunto/y andar por el patio/por el mundo entre la gente/abrir de par en par la puerta/
para que todo pueda cumplirse/como la hoja de un cuchillo al extremo de un puente/como la red y el roble que salvan la alegría al final del espectáculo/como el canto de las aguas y el susurro de la siesta/
como la playa en sombras y el lecho infinito de los amantes reencontrados”
“Abrir la puerta”, Edgar Bailey
¿Y lo poético?
Ahí no sé cuánto, pero habría que ensayarlo también.
¿Qué es lo poético para vos?
Quizás es algo más armónico, es transitar un mensaje de una manera totalmente armoniosa. No lo ensayamos nunca y quizás habría que hacerlo, por ahí tal vez también se podría también llegar.
En varios momentos decís que la estrategia comunicacional del kirchnerismo fue muy mala y que, en parte, por eso se perdió. Nosotros buscamos algunas de las críticas que te hacen a vos y vemos que ellos tienen un lenguaje muy claro: cuando te enfrentaste con la policía, no dijeron que eras combativo, sino que eras “de manual”, porque estabas en campaña y buscabas notoriedad. ¿Qué oponemos nosotros a esa construcción que tiene los sustantivos y los adjetivos, vacíos y tan bien elegidos?
A ver… Lo que se vio en la televisión fue un recorte. Antes de eso, habían detenido a un compañero y golpeado a dos. A mí me parecería raro, por decirte algo grotesco, recitarle un poema o cantarle algo al comisario después que me volteó dos compañeros en el marco de una represión.
Hablamos de lo poético, no del poema. “Sacame la policía de acá” fue muy poético.
Ah, bien. Por otra parte, creo que del otro lado nos analizan mucho todo el tiempo y buscan la manera de ponernos en determinados lugares. El lugar donde me ponen, a mí no me incomoda, porque tiene que ver con mi pertenencia. Yo tengo este color de pelo claro porque mis abuelos eran italianos, pero soy de La Matanza, me crié con matanceros, en una familia de pobreza estructural. Entonces, si me ponen en el lugar de los cabecitas o en el lugar de manual, es el lugar que me representa, del que me siento parte. Me preocupa mucho más que lo que ellos digan, poder generar una transmisión del lenguaje a esa parte de la sociedad que a mí me contiene, me interpela, me gusta, con la que crecí y con la quiero envejecer y morir. Me preocupa no tener lenguaje para poder transmitirles a ellos qué me pasa. Hay un sector al que yo sé que también le tengo que hablar y que no sé todavía si ellos quieren que les hable.
O quizás, a ambos sectores- ese con el que creciste y el que aún no sabes si te quiere escuchar- ofrecerles otros recursos de lenguaje, para que ellos nos cuenten algunas cosas con otras herramientas.
Quizás. Y habría que evaluar cómo. Es cierto que a veces uno se queda en un lugar cómodo, donde se siente firme, en vez de explorar instancias que ve como más hostiles Hoy hay una situación de no escucha. Todos me dicen que siempre fue así. Yo pensaba que es más un problema de nuestra generación, que es bien contemporáneo esto de hablar por encima del otro. Pero los compañeros de más edad te dicen, “No, Tano. Nunca fue distinto. Las posiciones políticas son posiciones políticas”. Entonces, hay que ver de qué manera quienes tenemos posiciones políticas cerradas construimos la forma para que el lenguaje penetre y las abra. Porque uno directamente descarta todo lo que viene del otro lado. No importa cómo lo comuniquen, lo descarta. Es como cuando aparece el micrófono de C5N: “Ah, ustedes son…” Y creo que lo mejor que puede pasar es que, por un canal abierto, alguien que piense distinto pueda transmitir una idea a millones de personas. Muchos descartan eso porque prefieren no ser expresados por ese medio de comunicación.
ABRAZAR EL CAMINO
“y si este fuera mi último poema, insumiso y triste, raído pero entero, tan solo una palabra escribiría: compañero”.
Mauricio Rosencof, poema para despedir a su compañero Eleuterio Fernández Huidobro, con quien estuvo preso en 12 años durante la dictadura uruguaya
En este número de El Anartista, el tema son los rituales. ¿Qué tipo de ritual especial se da en los cuerpos, en la lucha, con los otros compañeros?
Materializa una hermandad que se da solamente en ese momento. Es como una afirmación del lugar en que vos estás. La primera vez que me pegó la policía, tenía trece años, fue durante una movilización por el boleto estudiantil. Esas experiencias, junto a las de miles de compañeras y compañeros, son únicas y no se pueden transmitir, salvo que las estés viviendo, que entiendas que el poner el cuerpo para lograr un objetivo tiene un plus. No necesariamente tenés que poner el cuerpo para pelearte con la policía. Yo vengo de hacer ochenta kilómetros en La Rioja. Caminé días bajo el sol, en la ruta, para pedir el básico de $8.000 para los municipales. Ellos entendían que el ritual era caminar esos ochenta kilómetros en la ruta. Y ahí ves al Gauchito Gil y nada más. Éramos ciento veinte compañeros y compañeras en la ruta bajo el sol. Eso es un acto de hermandad, un ritual. Eso solamente lo pueden vivir aquellos que se animan a experimentarlo y que, después, además, se lo apropian. Yo ahora quiero ir todos los años a la marcha de La Rioja. No fue nada fácil, no es para pasarla bien, pero el reconocimiento de mis compañeras y compañeros riojanos es inolvidable. Lo mismo pasa cuando voy a Luján. Este ritual lo ponés en funcionamiento, más allá de lo religioso. Yo no voy porque crea en la virgen de Luján, voy porque creo en mis compañeros. Mis compañeros van porque tiene un deseo y un objetivo y yo los acompaño y transito con ellos esa experiencia. Pongo el cuerpo. ¿Es doloroso?, sí, pero esa hermandad entre compañeros y compañeras cuando llegamos a Luján no la puede vulnerar absolutamente nada. Eso es algo nuestro.
Es potenciante.
Sí. Y en la calle te pasa lo mismo. Cuando vos hacés un cordón y enfrente te viene la infantería y te vienen los escudos, vos decís “No se muevan, no se muevan” y no se mueve nadie. No es que no se mueven porque no tengan miedo. Todos estamos con miedo, pero vos entendés que la única forma de poder sacar adelante el reclamo es resistir. Fijate que, cuando a nosotros nos reprimen por el presupuesto, votamos volver a la Plaza, entendimos que, a pesar de lo que suceda, siempre hay que volver a ocupar la calle, volver a generar este ritual, esta hermandad. Bueno, es esto. Los compañeros de ATE, como de muchos sindicatos que pasan por esta situación, tienen otro cuerpo y otro dinamismo a la hora de resolver cosas, lo hacés con otro convencimiento.
LOCOMOTORA QUE APUESTA NUNCA ENVEJECE
“El tren camina y camina, /y la máquina resuella, /y tose con tos ferina.
¡Vamos en una centella!”
“El tren”, Antonio Machado
En relación a esto de poner el cuerpo y a tu decisión de postularte para la conducción nacional de ATE, hay un enunciado del sentido común- me parece- que sentencia que, si uno pone el cuerpo prematuramente y le va mal, pierde todo, se queda sin nada, ¿qué pensás de esto?, ¿es parte de esas lógicas que se instalan para acobardar?
La verdad es que no me importa. Yo no vivo del sindicato. Uno no puede vivir de especulación. Nosotros vamos a hacer todo lo que tenemos que hacer. Yo vengo planteando que ahora atravieso mis últimos años de carrera sindical para que pueda haber otra impronta en ATE. Así que no me interesa la consagración por la consagración misma. Hay compañeros que me piden que vaya con doble candidatura, como candidato nacional y como candidato en Capital. Yo no quiero. Lo hablaremos más adelante, ahora quiero pelear salario. Cuando haya que armar la lista, nos sentamos y lo pensamos. Yo podría volver el 8 de agosto a trabajar en juegotecas y reconstruir desde ahí. No sería ese mi problema.
Pero tal vez sí se puede pensar que podría ser un problema para ATE.
Por eso mis compañeros me pedían que evaluara todo lo que hay que evaluar: “¿Qué pasa si te vas?” ¿Y qué pasa si me voy? Vendrá otra persona. El sindicato es el sindicato, no somos los sujetos. Nosotros somos parte de eso, también hay que poder con esta cuestión. Hay que ver si el colectivo hoy banca esa instancia. Me pasa que tengo un grado de inconciencia muy alto respecto de todo esto y, como no estoy enamorado de mí, no me importa. Las cosas van a seguir pasando. Son cuestiones coyunturales, habrá que discutir en la Agrupación, pensar si vale la pena. Y después vemos. Lo que sí o sí va es mi candidatura a nivel nacional. Yo creo que es un momento en que ATE tiene que tener otra impronta.
Como dirigente gremial siempre pensaste que el sindicato tiene que involucrarse en la aplicación de políticas públicas, ¿por qué?
Todos los sindicatos tienen que intervenir en la rama en la que actúan, si no, se transformaría en algo corporativo, en solamente defender el puesto de trabajo. A los mejores especialistas los tenés en la base, ¿qué mejor que una trabajadora social que viene laburando hace diez años en Familia para poder determinar y ejecutar un programa en Familia? No podés traer a cualquier persona a ocupar un cargo político, no podés traer a alguien que no entiende el laburo territorial y que, quizás, ni siquiera tiene las herramientas profesionales para hacerlo. Si es cuestión de manejar el Astillero Río Santiago, ¿quién mejor que un ingeniero que hace quince años labura ahí?
Eso es muy marxista, felizmente.
Sí, uno se piensa como sujeto de trabajo, pero yo pienso que uno es sujeto de transformación. Nosotros podemos conducir el Estado y eso sería la garantía de que el Estado tenga otra impronta. Queremos discutir el Estado y queremos ocupar lugares centrales en el Estado, con un gobierno popular. Y, con gobiernos que son ofensivos, como este, ocupar un lugar de resistencia, que toda la conducción del Estado se pueda paralizar y decir “No. No se cierra tal espacio. Y que se arme quilombo pero ese espacio no lo cerrás”. Bueno, eso lo vas generando, si creas la necesidad de hacer carrera dentro de los ámbitos de trabajo estatales. Lograr que quien entra al Estado no sienta que, para poder crecer personalmente, tiene que optar por el sector privado o por ser cuentapropista… Ahora, mirá: más de dos mil científicos excluidos del Conicet. Se viene la 5ᵃ generación de exiliados profesionales emigrados de la Argentina porque acá les cierran las puertas, ¿es necesario esto? Y no. Nosotros estamos convencidos de que tenemos que meternos en el Estado a conducirlo y a ponerlo patas para arriba. Como hay que meterse en las fábricas, en las empresas, hay que ser parte de todo eso.
Como locomotoras, no como vagones.
Sí. No hay otra. No está bueno pararte en un momento y quedarte a envejecer en el lugar en que entraste. Hay que generar otras condiciones de vida.