El miedo: entrevista a Ignacio Bogino.

Entrevista: Gabriela Stoppelman, Esteban Massa, Nico Sada
Fotografía: Ana Blayer
Edición: Nico Sada, Esteban Massa

 

     “ser una gota de rocío sobre una hoja en este desierto habla de la testarudez de los intentos”
Vildo Pioppi

 

Una bolsa de nylon flota, fantasmal, en la inmensidad de un texto. Como superficie reflectante, repite lo explícito de un espejo retrovisor, lo sutil de unos anteojos de sol sucios y lo ominoso de una puerta de vidrio en un bar. Trasparentes todos, cuentan en silencio la soledad del río, la soledad de hospital. La soledad del adiós. Y, así, acompañan. Más allá de las horas, están los pliegues del presente. Hacen umbral entre las dimensiones de la memoria y del olvido, entre las dimensiones de lo imaginario y de lo real.
De ese modo, nada más que un principio difuso, ingrávido, nada más que un espejo, deformante pero también transformante, impulsa las imágenes en la escritura.
Finalmente o para recomenzar, hay un texto que deambula, se afirma. Y también hay una madre que espera. Las madres siempre esperan y congregan, cuando los ecos de un río lento, denso y barroso confluyen con una cancha de fútbol, con un respirador jadeante de hospital, con un papel en el bolsillo que no se atreve a decirse y con un billete antiguo, antiguo como todo tiempo que se escurre de las rutinas. Entonces, la quietud torna en ruta.
Y en la ruta están los otros: la intensidad de pensar, el placer de la palabra, el riesgo de perderse, el gusto por haber dejado atrás astutas puertas y por haberse limpiado de esos deseos con que pretende impregnarte el mundo.
Justo entonces, el paisaje se hace pintura, continuidad de figura y marco, de hombre y mundo, de gestos naranjas y azules, de pasteles que sugieren la ligereza del tiempo. Avanza la ruta, bien lejos de la perversión de esa zanahoria, que tira y tira para adelante y confunde delirio con futuro. Justo, donde el camino dobla, en un preciso pase entre líneas, nos encontramos con el fútbolista, escritor y pintor, Ignacio Bogino. Allí, por encima de nosotros,  sobrevuela una insistencia: una obstinada bolsa de nylon.

 

DE CABEZA AL RÍO MARRÓN

  “Un partido de fútbol es más angustioso y dramático que otro juego cualquiera, porque, en él, el tiempo corre en paralelo al de la existencia humana…”
Juan Nuño

Hablemos de los paralelismos que surgen en tus textos y en tus pinturas. En los textos, tenemos  penales de un lado y partes médicos, del otro. Una soledad a orillas de un río, de un lado; un hospital desierto, del otro. Las  vías paralelas no se cruzan nunca. En la pintura esas vías sí se cruzan. Por ejemplo, en la pintura de ´The Cure´, el mundo de atrás impregna al personaje, hay un celeste que es continuo entre figura y mundo. ¿Cómo te llevas con estos paralelismos?

Smith – The Cure

Al principio me llevaba mal porque forzaba ese paralelismo. El tema de la escritura es lo más nuevo en mi vida. Yo tenía una relación muy estrecha con la lectura, pero admiro tanto a los escritores y a las escritoras, que escribir era algo muy lejano, un lugar muy difícil donde arribar. Le tenía miedo a explorar ese mundo. En cambio, en el dibujo habito desde más chico, quizás porque me salía «bien». Por eso lo fui llevando con mayor libertad. Por otra parte, yo no quería que estas actividades se mezclasen con el fútbol. En el  fútbol, no está tan bien visto que uno lea. No es cómodo tener un libro en la concentración. Esto fue así hasta un momento. Después, inmediatamente a una crisis familiar, no me quedó otra que escribir. En ese entonces, yo ya había publicado un cuento en «Pelota de papel»,. Con mucho temor, pero lo disfruté un montón. De alguna manera, no me había metido de cabeza al río. Empecé un taller con Gabriela Cabezón Cámara, pero no escribía sobre fútbol. Yo quería ser escritor, no un jugador de fútbol que escribe. La verdad, prefiero ser un escritor que jugó al fútbol. Ese era mi eje. Además, estaba peleado con la profesión, mi relación con el fútbol fue de amor odio. Pero te contaba del taller. Ahí escribí entre diez y doce cuentos con mucha voracidad. En un momento, a mi hermana la internaron y me nació escribir sobre esa situación. Entonces, se me mezcló el fútbol y otros planos de mi vida. Recuerdo que fui al taller, lo leí y Gabi me dijo “ahora sos escritor”. Finalmente me amigué la profesión. Fue como una sanación. Fue muy simbólico.

Llegaste a la orilla.

¡Sí, exacto! está todo muy entretejido. 

Me quedó una cosita muy curiosa que dijiste: que el paralelismo entre el fútbol y el hospital era muy forzado. Desde el punto de vista estructural, hay un elemento, una bolsa de nylon que vuela sobre el río, que hace puente entre las dos dimensiones.

Sí, justamente la conciliación fue esa, haber unido todo, quizás, a través de la basura. Un día, al regresar de terapia, sentía todo mezclado: las pinturas, un sueño. Me parece que en la cancha tengo esa forma de jugar. Hay un tono común en todo lo que hago que no se puede separar.

Dijiste «todo mezclado». Y la mezcla es otro elemento que aparece mucho en tu texto. En realidad, aparece todo mezclado y enfastamado. La bolsa misma es como un fantasmita por sobre el río. Pero también, en tu obra pictórica, vemos acuarelados, difuminados.

Me da un poco de vergüenza hablar de obra en relación a mi pintura. Ahora me siento  mucho más inmerso en la escritura y en su aprendizaje. De hecho, estoy escribiendo una novela que empecé con la pandemia. Con esto quiero decir que estoy encontrando ´ese decir´. Quizás estaba oculto y no me daba cuenta. Hoy vivo con mayor claridad e intensidad la relación con el arte.

 

 GOL EN CONTRA DEL HILO INVISIBLE 

“Se escribe con el cuerpo. No se trata de una actividad mental. Se escribe con la espalda, los ojos, las manos, la nuca, las piernas.”
Eugenia Almeida

Ignacio Bogino

Actualmente, ¿sentís al fútbol como pérdida o como transición?

Como transición. Renegué mucho tiempo con el ambiente y conmigo mismo metido ahí dentro. Pero ahora también sé que el fútbol  me dio la posibilidad de tener tiempo de escribir, me permitió tener mi casa, mi espacio, hacer una vida después del fútbol. Volví a jugar, acá, en Rosario, en la C, en Central Córdoba, el cuerpo me lo seguía pidiendo. Concilié, luego de escribir de ‘Jugador de fútbol’.

Nos interesa esa cuestión de que el jugador de fútbol no lee. Es bastante curioso, porque se supone que somos cuerpo y mente. Y, en ese sentido leer favorecería a un jugador.

Mirá, mientras hacías la pregunta, pensaba que el jugador no lee porque la sociedad no lee, en términos generales.  

Creo que, de todos modos, podrían verse como actividades complementarias. En lo que sí se diferencian es en que la escritura es un oficio solitario y el fútbol es un oficio en equipo.

Para escribir necesito estar solo. Pero también, para que esa escritura exista, necesito que me lean. Comentar los libros, intercambiar textos. Existen los talleres, antes existían las mesas de los bares. En el mundo del fútbol, pensamiento y cuerpo están separados por una cuestión de estereotipos. El jugador que termina de jugar se convierte en director técnico, en dirigente, esa es la vía “natural”. Por otra parte, el fútbol es un espacio de mucho poder, donde circula mucho dinero, donde no se soporta perder, donde está la hombría siempre en juego. Y, justamente, la escritura tiene que ver con la sensibilidad, con la conexión, con muchas cosas que no están bien vistas. Y si retomo la pregunta anterior, digo que se lee poca literatura en general, porque estamos leyendo todo el tiempo porquerías, cosas horribles. No es un mal del fútbol, como universo aislado. Ese mensaje está en todos lados, ni en la escuela se fomenta demasiado la lectura. Ni los políticos leen.

Ahí nombraste toda una jerarquía compuesta por jugador, dirigente, técnico. Y las jerarquías tienen que ver con una palabra que mencionaste en otra entrevista, que es el ‘capitalismo’ y su  idea de rendir, de ser útil, de hacer algo práctico en la vida. Porque la gente no solo deja de leer libros, deja de leer caras, dolores, gestos, paredes…

Pablo Ramos – Ignacio Bogino

Así es ese hilo invisible que nos ata: va ganando el mensaje de pensar solo en lo productivo, es muy difícil entender que el ocio es importante. Estamos todo el tiempo persiguiendo esa zanahoria relacionada con el dinero, con el hecho de producir, es un chip que tenemos todos incorporado. Acá, en Rosario, estoy dando una materia que se llama ´arte y política´. Lo hago en una escuela de gestión social, en un barrio carenciado. Y la pregunta «¿qué te gusta hacer?» no tiene sentido para muchos de los asistentes. «¿Para qué te anotás en la escuela?» , «¡para trabajar!», es la respuesta constante. Por supuesto, se entiende esa posición porque hay que sobrevivir. Pero el mensaje siempre es que nunca alcanza.

La verdadera magia del capitalismo, la producción al infinito.

Trabajás toda la vida para dejarles algo a tus hijos. Dejarles algo es una casa. Y no la experiencia de vivir.

Eso, entre otras cosas, presupone que tus hijos no podrán conseguirse una casa solos…

 ¡Claro! Es una cadena que nunca se rompe. Para mí, jugar al fútbol era comprarles la casa a mis viejos. Cuando estás metido en esa carrera, el hilo invisible te lleva. 

Y el fútbol no deja de ser un laburo como tal.

¡Exacto! ¡Y la pasaba muy mal! (Risas) Porque la presión de ganar vinculado a cuanto vas a ganar te lleva. Así y así, hasta que en un momento me la di contra la pared. 

 

Ignacio Bogino con El Anartista. Fotografía, Ana Blayer.

 

TIEMPO EXTRA

“Ay de un club que no cultiva santas nostalgias”
Nelson Rodrigues

Quiero volver sobre la lectura. Es cierto que hay espacios que no la fomentan. Pero también existen colectivos, por fuera del fútbol, que sí lo hacen. Vos mismo lo hacés, por ejemplo, con los programas de radio, con las charlas. Tal vez, es posible encarar esa tarea, una vez liberado de la presión del medio, pero sin salir del todo de él

Si, es muy importante lo que decís. En Temperley, nosotros empezamos a construir desde adentro. Era un programa de radio que hablaba, básicamente, de literatura. Yo sigo jugando, por esto mismo que vos decís: la necesidad de gritar de este lado del tapial. Es muy importante hacerlo desde adentro. Sin imponer. Sigo siendo jugador. Con Temprley estuvimos 4 años peleando el descenso y sostuvimos el programa, para nosotros era un gesto. Vinculado a este tema de pelear desde adentro, también me gustaría poder terminar mi novela, precisamente, en la cancha, mientras soy jugador.

¿Qué te hace ruido adentro? ¿Qué te habilita el silencio y cómo se da esa transición? 

Creo que busco el silencio, aunque la cabeza me funciona a mil por hora. En ese sentido, leer es encontrar una soledad habitable. Que suspenda, como en el juego, la muerte. Cuando en el juego, mi cabeza deja de pensar en la exigencia de ganar y solamente disfruto, ahí se suspenden el tiempo y la muerte. 

¿Se alcanza ese estado?

Sí, se alcanza. El cuerpo alcanza ese estado cuando tiene la capacidad de borrar lo racional. Por más que exista toda esa mecánica del cuerpo y del contexto, hay un momento en que fluis. Me pasa también con la escritura y la pintura: te metiste ahí adentro y se suspendió todo, se suspendió el ruido.

En relación a esta suspensión, una frase de tu texto dice: “en la distorsión del tiempo se me abrió una grieta exacta”.  ¿Cómo es la vivencia de la escritura cuando lográs suspender la muerte, y cómo se da en el fútbol? ¿Cómo entendes esa potencia del cuerpo que piensa? 

En el fútbol, la potencia aparece, justamente, cuando el cuerpo deja de pensar. Lo mismo pasa en la escritura, cuando uno deja de pensar y solo larga. Después, están el entrenamiento, la corrección. Pero, en relación a la grieta exacta, en la frase que vos citabas, me sucedió que en ese texto pude conjugar muchas partes de mi vida. En “Jugador de fútbol” pude entretejer varias formas del tiempo.

 

LIBERAR AMARRAS 

“Las palabras son legiones de demonios expulsados”
José Eduardo Agualusa

El protagonista  de tu texto, cuando se mete en el río, pierde su identidad de sujeto. Pero el río gana esa condición y comienza a tener voluntad sobre él, se lo devora. Los edificios se vuelven sujetos, la noche se vuelve sujeto. Y el personaje es casi objeto, abandona el yo. Esa experiencia, ¿es liberadora o aterradora?

Fue liberadora. El texto da a entender que esa noche, que ese río también te pueden tragar. Cuando me puse a escribir, no pensé en todas las interpretaciones posibles. Pero sí sentía una necesidad de que el personaje se  tirarse, se sumergiese. Y, sobre todo, que llegara al borde. Creo que la escritura funciona así. Si yo no hubiese tocado el barco que aparece en el texto, el texto no hubiese existido. 

Eso puede ser un problema o una ventaja. Porque si uno llega, ¿cómo seguir escribiendo? ¿Cómo lo ves?

No lo tengo bien claro, el arte en general me parece que funciona así. Lo que te salva también te puede hundir. Hay que llegar hasta ahí, no pasarse de los dos márgenes. Ahí empiezan los problemas.

En tu cuento ‘El llanto’, hay un pantano, un temor que surge, que flota en el aire. Hay llanto, ruidos molestos, incomodidad. Pero se vence el miedo. En el caso de “Jugador de fútbol”, la experiencia en el río opera como un acto de liberación.

Ignacio Bogino con El Anartista. Fotografía, Ana Blayer.

“El llanto” fue mi primer cuento, no me había tirado aún. Al río lo miraba de lejos. No me había sincerado, no estaba expuesto. Luego me abrí y mostré todo lo que tengo para dar. Así como asusta tirarse al río, hay temor de escribir, de descubrirse, de pensar hasta dónde voy a llegar. Escribir tiene un costo, te aleja, lo sentís en el cuerpo.

En tu arte hay dolor. ¿Qué relación encontrás con el dolor en el fútbol?

Mi carrera me alejó de la crianza de mi hija y eso duele, frustra. Pero, con el tiempo, entendí que se puede estar de otras maneras. Hay algo personal en esto de escribir, como también en el hecho de tener que ganar todos los fines de semana. Yo mordí ese anzuelo. La vida, claramente, pasa por otro lado.

 

EL MIEDO HECHO BOLSA

“Escribir el miedo es escribir”
Olvido García Valdés

En este número de la revista, el tema es el miedo. La escritora argentina Ana Basualdo distingue el miedo de la cobardía. ¿Qué te parece?

Miedo tenemos todos, lo importante es cómo se lo atraviesa. La cobardía es no tener el valor que se necesita para atravesarlo. Te aleja de vos mismo. Hay que amigarse con el miedo, porque la cobardía es lejana a la verdad. Es cobarde no hacerle caso a las cosas que nos gustan. Ir hacia lo que vibra adentro es ir hacia lo verdadero.

¿Te quedan miedos a la hora de escribir?

Tengo, como todos, muchos miedos. Y uno es el miedo a no ser capaz de hacer todas las cosas que quiero. En la escritura recién arranco y el temor es no tener tiempo.

¿No le temes a esa urgencia?

Sí, y trabajo sobre eso. Hay que saber tomar distancia, cuesta.

¿Te llevás bien con la lentitud?

De a poco, me voy amigando. Me generaba ansiedad jugar al fútbol y pensar en querer escribir. Me apuraba. Y eso es fracasar. Hay textos que necesitan madurar y hay que darles esa oportunidad. Al fin y al cabo, el tiempo nunca me va a alcanzar, es como una batalla idiota.

Ignacio Bogino con el Anartista. Fotografía, Ana Blayer.

¿Cómo manejas los ritmos? El ritmo lento de la escritura, con el vértigo del deporte…

Eso implica cierta sabiduría. Por no manejar los tiempos, te pueden golear. Esa ansiedad es la de querer ganar antes que empatar cuando vas perdiendo.

¿Se necesita sabiduría o experiencia?

Los años no te aseguran experiencia. No es acumulación de cosas. Es un camino hacia la verdad. Uno no puede controlar todo ni manipular todo. Ni siquiera los textos de uno son manipulables, son un devenir, caen de una manera. No apurarse es ser un poco más verdadero y más sabio.

 

RETAZOS DE PELOTA 

 “Un escritor verdadero es simultáneamente un descubrimiento y un desencuentro”
Eduardo Lalo

«Flaco» Spinetta – Ignacio Bogino

Hablaste de postergaciones, de deudas con la familia y con otros placeres o inquietudes  ¿En cuánto incidieron tu familia y los mandatos, para que te dedicaras al fútbol?

Un ciento por ciento, y me doy cuenta ahora. Mi búsqueda fue siempre con la expresión artística y, sin embargo, perseguí algo que querían los demás. Yo no tengo claro haber querido ser futbolista. Uno cree que decidió, pero hay fuerzas que operan para que uno haga tal o cual cosa. No obstante, no niego que siempre me gustó la idea de tener un trabajo que me produjera placer. En mi casa, el arte no se consideraba un trabajo. A mí, el arte siempre me conmovió. Tengo cierto enojo con mi carrera, hay una exigencia que siempre sufrí.

La diferencia entre jugar a la pelota y ser futbolista…

Exactamente, cuando firmas el contrato, dejás de jugar a la pelota y pasás a ser futbolista profesional. En inferiores, ya sos una especie de profesional sin sueldo. Dejás de juntarte con amigos, de salir de noche. A su vez, debo decir que el fútbol me dio un montón de cosas. Me encontré jugando a la pelota pero mi potencia esta en otro lado, en lo artístico.

Qué interesante tu mención del deseo de los otros al impregnar tu propio deseo. En relación a eso, hay un texto de Luciana Peker- “Sexteame”, donde dice: En la cama, también los privilegiados éramos nosotros, porque en la sexualidad que teníamos, y que ahora estamos tratando de desmenuzar, siempre había algo de dominio y de abuso, porque lo que se hacía era para que el hombre termine, goce y la mujer se dejaba en segundo plano”…

Hacer el amor tiene que ver con cómo uno se relaciona con los demás. Cuanto más cerca estás de lo que querés, más difícil es estar enojado o de mal humor. La violencia es estar lejos. En la sexualidad, también hay mandatos. He ido a cabarets con compañeros y no me encontraba a gusto. Lo hacía por pertenecer, pero me pude sincerar y dejar de hacerlo. Hay que ser valiente. Mi separación también fue por el fracaso de perseguir una forma de amar que me inculcaron. Era una repetición. Los mandatos operan y, en este mundo capitalista y patriarcal, hay cosas invisibles a las que debemos responder, también en la cama. Es la bolsa de basura que nos pasa por todos lados y une todos los campos.

 

GRAMÁTICA DE LO IMPOSIBLE

“La poesía me ayuda a llorar”
Yolan de Mukagasana 

Una pregunta clásica de El Anartista es ¿qué es lo poético para vos? Y, ahora agregamos, ¿cómo apelar a la poesía contra los mandatos?

La poesía es anti mandato en su esencia, sostiene al mundo, nos aleja de lo cotidiano, de la rutina. Una canción, una película, un amanecer tienen valores que no son funcionales al capitalismo. Para ser artista, te tenés que cagar de hambre. Si vas a una librería, te chocás con libros de autoayuda, los de poesía los vas a buscar al último rincón. Si decís que trabajás de pintor, se te ríen. Sin embargo, esos mismos se conmueven con lo artístico. El tema es no engañarse y quedar enroscado en ese discurso.

¿En el fútbol encontrás algo poético?

Por supuesto, el gol de Maradona a los ingleses es un acto poético. Una persona que sale de la villa le gana a los que nos destrozaron en Malvinas. Existe una lectura poética cuando algo que sucede en la cancha nos conmueve. Pero, revolear la pelota a la tribuna ya es una mierda, ahí aparece el mercado. Se puede buscar lo poético al hacer deporte, claro. Se trata, en definitiva, de la búsqueda de la verdad.

¿Considerás poética la búsqueda que hacen en el colectivo “Pelota de papel?

Sí, pero ‘Pelota de papel’ tuvo más que ver con una construcción política. La poesía y la política -no la partidaria- van de la mano. El gol de ‘Diego’ es un hecho político. Imposible verlo solo como un jugador que hace un gran gol en un partido determinado, existe todo un contexto. Nada se construye en soledad, ni siquiera en la escritura: necesitas del otro. Me gusta el epígrafe de ‘Nueve cuentos’ de Salinger: “Conocemos el sonido de la palmada de dos manos, pero, ¿cuál es el sonido de la palmada de una sola mano?” Si no hay otra mano, esta queda en el aire.

Ignacio Bogino con El Anartista. Fotografía, Ana Blayer.

 

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