La potencia: asociaciones libres sobre el barrio de San Cristóbal, sus gentes y Rodolfo Walsh.
Por Estela Colángelo

 

CARTA ANARTISTA A LOS LECTORES

Quiero contarles:

Hace más de treinta años vivo y transito el lugar donde cayó asesinado el genial escritor y periodista Rodolfo Walsh. Tal vez el buzón que acaricio cotidianamente al cruzar la calle recibió la “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar”, el 25 de marzo de 1977. Ese texto denunciaba la censura, las políticas económicas y el terrorismo de Estado. El reloj, cuyas agujas se equivocan desde que lo sacaron y devolvieron al lugar durante la gestión Macri, ese día marcó con exactitud las 14, hora de su nacimiento y muerte. Como lo hacía desde el obsequio de Suiza para el Primer Centenario Patrio. Hoy, una simpática pareja vende allí dulzuras caseras. Quizás, al igual que los jóvenes oferentes de quesos y fiambres cordobeses, invoquen al santo barrial de los viajeros para multiplicar ventas entre transeúntes y gentes que hacen cola frente a cajeros automáticos y al Banco Nación.

Barrio castigado, San Cristóbal: lo muestran las veredas, inundadas de nombres que corrieron igual suerte que el escritor. Además, el 7 de enero de 1919, los trabajadores de los talleres metalúrgicos Vasena fueron baleados en masa por la policía, uno de los episodios inaugurales de las luchas obreras en la Argentina. Tal vez aquellos trabajadores hayan llegado a la misma reflexión que Walsh, cuando dijo “Con ‘Operación Masacre’ comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior”. El predio de los talleres Vasena hoy está ocupado por la Plaza Martín Fierro, el casi exclusivo espacio verde.

 

CASAS TOMADAS

Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.”
Rodolfo Walsh

Hasta bien entrada la adultez, me acompañó la idea de que la filosofía de vida y el pensamiento de los grandes filósofos eran líneas paralelas, veredas enfrentadas, que se miran de lejos y excepcionalmente se rozan en un amor platónico, que inunda el alma, invade la mente y, luego, en solitaria ilusión, se pierde en la bruma del recordar. En otras ocasiones y, esporádicamente, los maestros hacen puente con temas bien prácticos.

Escucho la conversación de dos vecinas, hermanas:

– Mi casa es grande, tiene jardín, está impecable. Me gusta admirarla como el cuadro mejor logrado, una verdadera obra de arte.

– Mi casa es pequeña, se ve el esfuerzo y la dedicación en cada bocado. Me gusta recibir a cuanta persona quiero. Tiene muchas imperfecciones, pero está la puerta abierta y huele a comida.

 

POEMAS DE LA MIRADA

“Mi padre era mayordomo de estancia, tuvo tercer grado. Hablaba con los caballos. Uno lo mató, en el año 1945, y otro nos dejó como única herencia.”
Rodolfo Walsh

Tuve el privilegio de compartir gran parte de mi vida con niños, como maestra y en roles distintos. En una escuela del barrio de Montserrat, el mismo de la Plaza de Mayo, solía aparecer un lagarto. Cuando el animal se apropiaba del espacio verde, jugábamos a estar congelados y solo lo mirábamos. A veces le poníamos a disposición huevos y observábamos cómo, magistralmente, dejaba la cáscara. Una vez, Bianca, una niña de siete años, había recitado el poema “el lagarto está llorando”, de Federico García Lorca. Nos encontrábamos, solas cuando apareció el sigiloso animal. Se me ocurrió solicitarle a la niña que recitara el poema. Fue una experiencia increíble. Se miraban a los ojos. Cuando llegó a la estrofa “el sol capitán redondo”, repetía permanentemente lo mismo.

A la interrogación, ¿qué pasa que no continuas?, Bianca contestó:

– Es que nos miramos muy fuerte, no puedo hablar.

 

MATERIAS DEL CORAZÓN

“Mi madre vivió en medio de cosas que no amaba: el campo, la pobreza.”
Rodolfo Walsh

Sé del dolor de ser pobre. Entre mis vecinos, están los que me causan una tristeza mayor: viven en la calle. Si bien en los alrededores hay tres edificios de acción social, parecen invisibles a las camionetas con el 108 grabado. Los esquivan, siguen raudas el camino de la propaganda política, insensibles. En algunos días fríos, vienen autos cuyos ocupantes tienen chalecos con la inscripción “amigos del camino” y les entregan viandas calentitas. Los vecinos también aportamos lo que podemos. En las escalinatas del Banco Nación, cuando comienza a oscurecer, se ven largas filas. Unas chicas muy jóvenes llenan papeles. Los cajeros se colman de indigentes cansados de esperar.

Los vecinos observamos atónitos, ¿es esa humillación la única posibilidad que ofrece la ciudad más rica del país?

En el prólogo para la primera edición de “Operación Masacre”, escribe Walsh: “No puedo, ni quiero, ni debo renunciar a un sentimiento básico: la indignación, la cobardía y el asesinato.” También sabemos que su lugar de nacimiento, Choele Choel, quiere decir “corazón de palo”. ¡Corazón de hielo hay que tener para ser indiferente a tanta desprotección e intemperie!

 

BARRIO, QUE TENÉS EL ALMA INQUIETA…

Aquel 25 de marzo, Rodolfo Walsh vino al barrio a encontrarse con un amigo. Una esquina lo inmortalizó. Es símbolo de la memoria de los peores momentos políticos de la Argentina. En 1969, después del Cordobazo, él había escrito: “Cuando cuarenta mil hombres y mujeres salen a la calle, como en Córdoba, un héroe es cualquiera.” Y, si de héroes hablamos, su compañera enfatiza: “No quería ser un héroe sino un hombre que se anima.” De eso trata la potencia: lucha, solidaridad, coraje, esfuerzo conmoción, denuncia, reclamo, en un barrio que no tiene límites precisos, es uno de los cuarenta y ocho, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Una ciudad que trata de tapar con macetas y jardines verticales los sufrimientos del pueblo.

 

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