La potencia: entrevista a Martín Rechimuzzi.

Entrevista: Claudia Quinteros, Isabel D´Amico, Estela Colángelo, Esteban Massa, Gabriela Stoppleman
Edición: Gabriela Stoppelman
Fotografía: Ana Blayer
Ilustraciones: Ana Luz Chieffo

 

“cómo/cómo cómo decir/viendo todo esto/todo esto esto/todo esto esto aquí/locura para ver cómo/entrever/parecer entrever/necesidad de parecer entrever/desvaído a lo lejos/lejos allá cómo/una locura para necesitar parecer/entrever/desvaído allá lejos lejos allá cómo/cómo /cómo decirlo /cómo decirlo”
“Cómo decirlo”, Samuel Beckett

 

Cachurra monta la burra le dicen a un juego que salta por encima del lomo de la infancia, pero esto se trata de otra cosa, esto viene de plumas, pavos reales y  pelucas, sirenas estruendosas o un helado de plástico, una letra masticada entre los dientes, un caldo para adobar el alma, una puerta en el asfalto, un bucle en el tiempo que desquicie un instante, un pasado dale chorrear la clave, la clave sin sol a la cachurra cachara, otro instante atascado en un signo del horizonte o un sueño mal dormido de tanto porvenir, esto se trata, por fin, de palabrear la hora, desajustar relojes, aliarse de una vez a un tiempo sin deidades, dejar de recitar el karma de los principios, en el principio fue un loro, fue un soplo, una aguja, en el principio el cansancio, en el principio el colchón, hay que cachurrear hasta que aclare, que no impere el silencio, curvarse en la parodia y que prescriban los avaros, dejar vacante el trono y enchastrarlo a pura fruta, manosearlo a palma sudada, probarle, por qué no, la risa pulsada en las yemas, a la cachurra o a la cacharra, pero que caiga la reina, salvo la reina batata agotada en su trono de lata, que entonces cachurrea, cachurrea hasta lograr ser derrocada, y ya civil, tan ciudadana y habitable, se patalea un puré a la cachurra cacharra a las palabras, palabrear y blablabear porque, en una de esas, el ritmo y el sonido se apapachan y algo conmueve el pecho, algo desacopla los cimientos y su herrumbre.
Entonces, se abre el telón, justo cuando a una Catita se le llena el rostro de abuela, justo cuando Niní, que no es otra que Marshall, patea el barrio entre esquinas.
Y vos seguís, a la cachurra cacharra, a la cachurra cacharra, para no morir de tristeza, para que cachurra desmonte a la burra y la infancia sea el cuerpo desatado del encierro. Y juegue y juegue, a puro cachurrear. A ese juego lo llamamos a Martín Rechimuzzi.

Serie Regalos, técnica mixta, Ana Luz Chieffo

 

CACHURREAR EN CASA AJENA

“El que afloja de mirar es diente suelto.”
“Pioja”, Ricardo Zelarrayán

¿Qué diferencia hay entre jugar de chico y jugar de grande?

Qué buena pregunta para empezar. Yo trabajo con la improvisación, con lo primero que se me ocurre. La diferencia radica en la responsabilidad. De niñe, ese límite no existe. Y, de grande, todo tiene más repercusión, hay consecuencias sobre ese juego.

¿Qué particularidad tiene el juego en pandemia? No debe ser fácil hacer humor, con la muerte y la enfermedad picando tan cerca…

Herbario, collage analógico, Ana Luz Chieffo

La pandemia cae justo cuando yo ya tenía una idea de repensarme, de poner un freno. Necesitaba tiempo para entender algunas cosas, salir de la producción de temas coyunturales e indagar otras formas de expresión. Así que, en mi caso, puedo decir que me agarró tranquilo, ya en otra sintonía. Pero, claro, la envergadura que tiene el movimiento general de la pandemia es algo a atender. Priman la enfermedad, el discurso médico, los cuidados. Pero, a través de mi mayor canal expresivo, que es internet, pude mirar qué sucedía y aún sucede hacia el interior de las casas, ahí el juego aparece de manera capciosa. Eso era evidente en el ‘Challenge’, por Instagram. Disfruto mucho de ver las estéticas de las casas. Aparte, te encontrás con gente de distintos lugares del país, con culturas y con estratos económicos diferentes. El ‘Challenge’ es una excusa para jugar con lo doméstico, en esa transversalidad.

¿Un voyeur?

Totalmente.

Es notable cómo te ocupas de la escenografía. En tu “Game of Thrones” se ve una cortina azul de fondo, un florero con plumas de pavo real, a veces un helado de plástico. Y, desde atrás, se ve una mano rígida, que entabla como un diálogo con tus manos, incansablemente móviles…

No tengo un esquema predeterminado, esto viene de la improvisación, trabajo sobre la construcción desde el presente, como el peronismo. Encuentro un par de porquerías y armo algo. Lo mismo con los personajes, pueden aparecer luego de jugar con una peluca, con unas plumas. No hay un lineamiento, el sentido viene a posteriori, después de jugar.

 

MASTICAR EL ENCIERRO

La jaula se ha vuelto pájaro/y se ha volado/y mi corazón está loco/porque aúlla a la muerte/y sonríe detrás del viento/a mis delirios/Qué haré con el miedo/Qué haré con el miedo”
“El despertar”, Alejandra Pizarnik

En relación a  “¿Qué pasa hoy acá?”, el happening teatral que haces con Érica Rivas en el Konex, leímos que  trabajaron la idea del encierro antes de la pandemia. Nos interesó que señalabas un trabajo con tres tipos de encierro: el del tiempo, el cuerpo y el de las palabras…

En un jardín de gigantes, collage analógico, Ana Luz Chieffo

Antes de la cuarentena, con Érica Rivas nos convocaba la figura de Urdapilleta. El encierro era algo muy presente en las escenas entre Urdapilleta y Tortonese, en “El palacio de la risa”. Por allá por los años 91, 92, de una u otra manera, esos personajes estaban deseosos de una libertad idealizada o soñada. Cuando empezamos a trabajar con Érica, esto no lo teníamos tan claro, no lo habíamos puesto en palabras. Pero sí manejábamos la idea de laburar con dos personas encerradas y un afuera muy hostil, con sirenas, bombazos, estruendos. Íbamos a estrenar en febrero, pero en marzo vinieron la pandemia y la cuarentena. Suspendimos el estreno, aunque seguimos pensando la idea. Y, cuando digo pensar, no me refiero a sentarse a reflexionar. Miramos videos, nos reímos, jugamos.

Y, en esas búsquedas, ¿el cuerpo también piensa?

Por supuesto, el cuerpo tiene una lógica de pensamiento. Más en este caso, donde habitamos una figura tan fuerte como la de Urdapilleta. El modo en que piensa el cuerpo se da en esa masticación de las palabras, tan típica de él, y en cómo esa masticación te indica qué término usar para que sea más efectivo. Cuando utilizás esas palabras, advertís que aparece una ideología e, inductivamente, surge un personaje. Es decir, un ruido de una letra termina en un alma vivificada. Bueno, en ese punto, teníamos tres sketchs, y una gran amiga, Soledad Guarnaccia, nos señaló que estábamos planteando tres encierros distintos: el del tiempo, el del cuerpo y el de las palabras.

¿Cómo es eso del encierro en el tiempo?

No lo quiero spoilear, ya que es el sketch que más llama la atención, pero ahí hacemos referencia a esas existencias que quedan loopeadas en un momento, en una foto, en una experiencia, en un vínculo feliz o traumático. La vida sigue, la progresión lineal de lo que te toca vivir continúa, pero tu alma quedó encerrada en ese tiempo.

¿Ese loop es siempre con el pasado o puede darse con el futuro?

No está establecido así, pero es interesante pensarlo en términos de una neurosis de futuro, en lo que puede pasar con este mundo y con su nueva normalidad, en cómo saldremos cuando la pandemia termine, si saldremos mejores o no. En realidad, habría que pensar: mejores, ¿respecto a qué?

Aguada, collage analógico, Ana Luz Chieffo

 

CON EL AVARO VENCIDO

 “O tal vez no sea para tanto, /pero es que no sé cómo referirme a lo que hace con nosotros el tiempo.”
“Restos”, Jorge Leónidas Escudero

Nos interesaba hablar de cómo la experiencia de tu falso notero, Randall López, pone en evidencia el rol de los medios al colonizar el sentido.

Martín Rechimuzzi con El Anartista. Entrevista virutal. Fotografía, Ana Blayer.

La experiencia de Randall fue muy interesante e intensa. Es un personaje que me demandaba muchísimo, porque las entregas eran al principio cada quince días y, luego, semanales. Pero había una carga de energía que sostener, estar muy atento y sentirse muy seguro de hacia dónde iban los chistes. Incluso, me ofrecieron hacer un Randall en pandemia, pero lo deseché, yo no me puedo poner a desquiciar el sentido, frente a alguien que sale a dar una vuelta porque no soporta el encierro. Más simple era hacerlo con la hegemonía del discurso que primó durante el macrismo. De todas maneras, yo había decidido usar a Randall como una herramienta partidaria, pero el experimento fue más allá de lo partidario, la palabra tenía mucha potencia y me demandaba mucha energía vital sostener todo el dispositivo. Randall tenía mucho rebote: puteadas y, sobre todo, abrazos. Y mucha interacción digital, incluidas amenazas. Con el triunfo en 2019, me pareció que seguir reproduciendo el mismo dispositivo no obedecía al nuevo tiempo histórico.

En referencia a esto, ¿hay tipos de humor que caducan?

Es difícil, el humor que caduca es el que se escinde de lo que le toca vivir al grueso de la gente, ya sea de elite o popular. Si el humor se separa del fenómeno que pretende desquiciar, caduca. Por ejemplo, Olmedo hoy no causa gracia, en su momento, sí. Cambió la plataforma de sentido. Y, para que se produzca la comicidad, tiene que haber alguna clase de diálogo, una complicidad. Si ese vínculo se rompe, la risa no aparece.

En el humor, parece no haber clásicos universales como en la tragedia o en ciertas comedias, como las de Shakespeare.

Habría que pensar también si la tragedia se plantea como algo atemporal. Hoy, ver ‘El Avaro’, de Moliere puede no causar risa porque no empatizamos con un tipo que destrata a su trabajadora del hogar a la que, en ese momento, se denominaba “mucama”. Hasta el lenguaje marca cómo ese texto se aparta de nuestro presente.

Me refería más a algunas tragedias, que no por pretenderse intemporales, si no vaya saber por qué cosa, siguen interpelando, no caducan.

Avistaje, collage analógico, Ana Luz Chieffo

Quizás, en algún punto, la tragedia podría interpelar este presente, pero no sé si esas tragedias donde los dioses son testigos, deciden quién cae y quién no, esas tragedias donde el hombre -porque la tragedia es absolutamente masculina-, siempre está contra su destino. El otro día escuche a Lucrecia Martel decir cómo ya caducó cierto discurso religioso que, en otro momento, hubiese sacado procesiones a la calle para pedirle a los dioses que nos salvasen de esto. Hoy hay un desplazamiento de la interpelación al cielo, a la interpelación al hermano, al otro.

 

EN EL PRINCIPIO FUE EL COLCHÓN

“Separado de su impotencia, privado de la experiencia de lo que puede hacer, el hombre de hoy se cree capaz de todo y repite su jovial “no hay problema” y su irresponsable “puede hacerse”, precisamente cuando, por el contrario, debería darse cuenta de que está entregado de manera inaudita a fuerzas y procesos sobre los que ha perdido todo control. Se ha vuelto ciego respecto no de sus capacidades sino de sus incapacidades, no de lo que puede hacer sino de lo que no puede o puede no hacer”.
“Sobre lo que podemos no hacer”, Giorgio Agamben

Quiero volver a Randall, un personaje que une generaciones: yo lo puedo ver con mi hija adolescente y conozco muchos padres que lo veían con sus hijos. Hay algo en esa experiencia, donde se manifiesta la falta de escucha, la falta de atención por parte de los interpelados. Aparece ahí esa palabra que se dice, pero no se da. Es como palabra lanzada al viento, no conversa, se larga.

Esa es la clave del dispositivo, por eso hablaba de la desideologización en la producción de ese personaje. La zona geográfica era clave para nosotros a la hora de ir a buscar ciertas respuestas. De hecho, las mejores respuestas las obtuve en la esquina de Alto Palermo. Después, iba probando, en Recoleta había más fans de los milicos, en Belgrano, todo resultaba más vetusto. Lo que siempre predominaba era la compulsión a dar una respuesta ante una pregunta.

También, en esta “cachurra cacharra” de palabras, está ‘la palabra palangana’, la palabra que se larga sin pensar en qué puede producir en el otro, como si el que está enfrente fuera una especie de escupidera. Esta palabra palangana, que no cuida al interlocutor, se puso muy de moda, sobre todo, en los medios…

Sin título, collage analógico, Ana Luz Chieffo

Sí. En el caso de Randall, la pregunta casi siempre contenía la respuesta. Nuestro trabajo tenía que ver con identificar los significantes que flotaban y rearticularlos en algo sin sentido, pero que resonara en el interlocutor. De hecho, una anécdota que siempre cuento es que, durante una misma mañana, yo preguntaba sobre cosas distintas en distintos lugares y recibía respuestas similares. Por ejemplo, una vez, todos comenzaban su respuesta con un: “Supongamos que se te quema la casa, lo primero que te tenés que comprar es el colchón” Cambiaba de barrio, y otra vez, “Supongamos que se te quema la casa, lo primero que te tenés que comprar es el colchón” ¿De dónde había salido eso? Bueno, salía de una editorial de Lanata del día anterior, donde él mencionaba ese tema específico. Yo preguntaba sobre corrupción, sobre Milagro Sala, y la frase del colchón era la forma de quienes respondían de anexarse al discurso hegemónico.

 

JAQUE A LA REINA

“Y llena de perfumes la cama vencida se abría entre las sombras”
“En el balcón”, Paul Verlaine

Vayamos al ‘Game of Throne’ argentino, con Mirtha Legrand, ‘esa familia real’ local y sus conflictos. Hay allí un trabajo sobre el lenguaje, donde parodiás al discurso solemne de poder. De hecho, la carta que escribís, en este caso a la reina de Inglaterra, encabeza “Mi inmensa…”

Eso es algo que estoy haciendo en YouTube, un medio con un formato muy específico y puntual. Me cuesta bastante, me quedan más cómodos los vivos o producciones como las de Randall. En este caso, lo que yo hice es mirar “The Crown”, investigar un poco sobre la familia real inglesa, ver producciones que me causen gracia y, a partir de todo ese delirio, darle algún sentido al material. En eso me surge la pregunta de cómo en este presente permanecen esas existencias cuya legitimidad deviene de dios. Yo soy politólogo y, al estudiar las estructuras de poder, contrariamente a la idea de que esas figuras ya no tienen mucha incidencia, uno ve que tienen efectiva implicancia en los sistemas políticos de esos países. Son animales políticos. Por eso juego con las falsas buenas, como Lady Di o Meghan que, de repente, se desayunan con que en las monarquías las personas no son buenas. ¡Obvio! Bueno, dentro de estos delirios, voy viendo en qué poner énfasis, a dónde abrazarme. En esas estructuras monárquicas hay una configuración de poder en donde la legitimidad está en una cabeza distinta a la del ocupante de la gestión. Esas situaciones de gestiones compartidas nos pueden orientar un poco en que no es atípica esta coalición gobernante argentina. Hoy, en nuestro país, hay una cabeza de legitimidad en la figura de Cristina y la gestión la lleva Alberto. Desde su legitimidad, Cristina se plantea seguir dando una batalla en términos históricos, obviamente, con implicancias en el presente y en la coyuntura. Pero sus intervenciones, por lo general, estiran el límite. En una de las últimas, planteó qué lugar debería ocupar la cuestión de la salud.

Hablando de Alberto y, justamente en relación a esto de la disputa por las palabras, falta fuerza en la gestión de comunicación, en la TV pública, en las redes. Por otro lado, hay una cierta extorsión al pensamiento crítico, con eso de “guarda con que no te consideren un traidor, un gorila”, si señalás alguna cuestión a ajustar en la gestión.

Martín Rechimuzzi con El Anartista. Entrevista virtual. Fotografía, Ana Blayer.

Observo algo similar en relación a un tema que tenemos por delante, sobre cuál es el lugar que ocupa el plano simbólico. Porque, en última instancia, si hacemos referencia a esta estupidez que dijo Alberto sobre los mexicanos que vienen de los indios, mientras los argentinos venimos de los barcos, bueno, está claro que eso no nos representa, pero es síntoma de un problema mayor, que es ¿qué pasa con las políticas de base? Porque si estás discutiendo la propiedad de la tierra en la Argentina y decís eso, la frase pasa a un segundo plano. Si largas esa frase y estás ocupándote de liberar a Milagro Sala, también eso pasa a un segundo plano. Si tenés política de base donde efectivamente estás trastocando los poderes enquistados, bueno, el palabrerío es palabrerío.

¿Y qué pasa con la política de base?

Es una pregunta compleja. Recuperando esto, conversaba con compañeros sobre la necesidad de no dejarnos correr por esas expresiones poco felices. Recordemos también que Alberto fue el único que le ofreció asilo político a Evo, cuando la supremacía blanca lo corría e intentaba matarlo.

Sí, pero iba a otra cosa: esa estupidez viene a colmar el vaso de una política de comunicación inentendible, de una TV pública neutra. Si le preguntás a la gente por un nombre de quienes participan en el noticiero, nadie sabe. Con ese complejo de “no somos 678”, las redes se manejan mal y, como si esto fuera poco, ellos tienen casi todos los medios. Visto así, no se trata de una frase aislada.

Máquina de bordar paisajes, collage analógico, Ana Luz Chieffo

Estoy de acuerdo. Y, además, hay un plano de confusión, porque eso mismo lo observo bastante en la militancia. Cuando uno trata de correr el límite, de marcar cosas, como lo estamos haciendo por suerte en esta charla, en la militancia- que no es un todo coherente, pero igual me permito la licencia-, aparece aquello de “Eh, no, no hay que venderse”. Y, en realidad, se trata de lo contrario de venderse, se trata de construir.

 

UN TRABAJO SENTIDO

Él venía de una semana de trabajo en el campo/en casa de un hijo de puta y era diciembre o enero, /no lo recuerdo, pero hacía frío y al llegar a Barcelona la nieve/comenzó a caer y él tomó el metro y llegó hasta la esquina/de la casa de su amiga y la llamó por teléfono para que/bajara y viera la nieve. Una noche hermosa, sin duda, /y su amiga lo invitó a tomar café y luego hicieron el amor/y conversaron y mucho después él se quedó dormido y soñó/que llegaba a una casa en el campo y caía la nieve/detrás de la casa, detrás de las montañas, caía la nieve/y él se encontraba atrapado en el valle y llamaba por teléfono/a su amiga y la voz fría (¡fría pero amable!) le decía/que de ese hoyo inmaculado no salía ni el más valiente/a menos que tuviera mucha suerte.”
“Suerte”, Roberto Bolaño

Hay una palabra que repetís mucho en tus entrevistas: teleológico. ¿Cuál es, para vos, el peligro de los destinos fijos, de lo que hay que decir o hacer para ser un buen peronista, un buen argentino o un buen compañero?

Y fue ninfa, collage analógico, Ana Luz Chieffo

El peligro está siempre en asumir una verdad devenida e inmutable cuando, en realidad, el ejercicio histórico nos va posicionando en distintos lugres. El feminismo, por ejemplo, nos ha dado una gran lección respecto de eso. Tomó fuerza y vigor en el último tiempo, pero conteniendo, obviamente, a todas las luchas históricas. Yo me peleo mucho con esa intención “teleológica”. De hecho, me precio de kirchnerista por sobre peronista, no me quiero hacer cargo de todos los lastres de otros tiempos históricos. No es que combata contra ellos, porque tampoco voy a ser tan ingrato de escindirme de aquello que no me gusta. Como toda fuerza política, el peronismo tiene partes incómodas, incluso en el presente. Pero si uno piensa que el campo popular es el representante de los trabajadores, ¿quiénes son hoy los trabajadores y las trabajadoras?, ¿se precian de trabajadores o de trabajadoras? No. Entonces, ¿vamos a seguir sosteniendo estructuras, que existen, pero no son las que priman? Y ahí aparece el problema del trabajo. Preferiría toda la vida que haya políticas de trabajo formal y de creación de empleo, a tener que estar discutiendo el sentido. Son cosas distintas, pero dado que las cosas son como son y que la política es gestión del presente y del conflicto, ¿dónde están esas categorías a representar?

¿Es un problema del término trabajo o de la conciencia social del trabajador?

De las dos cosas. Te diría, de la estructura productiva, también. ¿Se están creando puestos de trabajo en el mundo, tal como se crearon durante el siglo XX?, ¿cuál va a ser la función ordenadora social, si ya no es el trabajo? Porque, en España o en algunas megacorporaciones, se discuten políticas para ir a una jornada laboral de cuatro días ¿Eso es expresión de un movimiento del patrón de acumulación, en el que ya es mucho más rentable la especulación financiera que la producción? Lo fue siempre, claro, pero ahora eso se ve mucho más enardecido. Hoy los procesos están simplificados más que nunca. Obviamente, desde que hubo capitalismo industrial, la máquina estuvo subsanando parte del trabajo humano, y tampoco la pretensión es volver a moler trigo para hacer pan, no se trata de eso. Pero parecería que, con los niveles de perfección y de automatismo que hay en todas las capas del trabajo, no aparecen nuevos puestos. O los que hay son absolutamente precarizados o muy especializados. Y, al mismo tiempo, el sistema necesita cada vez más consumidores.

Pensaba en lo que dijiste recién: qué bueno sería si, en vez de hablar el sentido, nos ocupáramos del trabajo. Cómo prevalece aún esa escisión cuerpo-mente.  Sería bueno que los trabajadores empezaran a tomar el trabajo como una cuestión a reflexionar. Es algo que Marx quería y nunca le salió, ¿no? Eso lo seguimos teniendo escindido, la gente busca trabajo, no busca pensar el trabajo. Y después el trabajo es una mierda, pero te da de comer. Y nunca hay tiempo para pensar por qué es una mierda. Es un círculo diabólico de estupidización.

Martín Rechimuzzi con El Anartista. Entrevista virtual. Fotografía, Ana Blayer.

Sí, hay que repensar. Por ejemplo, esto de que el trabajo dignifica, como todas estas ideas tan repetidas, ¿es así?, ¿es indigno el que no tiene trabajo?, ¿qué pasa con las nuevas órdenes de trabajo? El trabajo sexual, por ejemplo. Hay toda una grieta de producción y un montón de categorías a repensar, y no en términos de volcarlas a un papel y que queden ahí, sino desde el ejercicio político, de ponerlas a danzar, lucharlas, militarlas, ponerlas en tensión. Y lejos de escandalizarnos, eso debería ser un fenómeno de ebullición desde donde se construyan las identidades de representación del campo popular. Y hay que aclarar de qué hablamos cuando hablamos de trabajo. Yo soy muy consciente del privilegio de poder hacer el trabajo de la payasada. Entonces, cuando veo una persona que tiene que pasar muchas horas en una tarea de mierda, sin ninguna clase de placer para sí, hablo de una situación muy distinta a la mía. Si esa persona me dice “el trabajo es una mierda, no dignifica nada” le creo, qué querés que te diga.

 

ARROJAD LA PALABRA

“(…) he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso (…)”
“Altazor”, Vicente Huidobro

¿Qué es lo poético para vos?, ¿cómo se da en el humor?

La trastienda, collage analógico, Ana Luz Chieffo

Lo poético lo encuentro como una consecuencia del juego, de la diversión. La poesía siempre me quedó lejos. Pero, en esta última etapa, en la performance que hacemos con Érica Rivas, “¿Qué pasa hoy acá?”, se me presentó lo poético de otra manera. Urdapilleta tiene mucho que ver con esto. Gente que laburó con él,  que lo dirigió, lo conocía y lo amaba, frecuentemente me resaltaba: “Tené en cuenta que él siempre tenía una excusa para meter un poema en el medio. Entonces, no abandones eso.” A mí no me llega el poema anquilosado. Pero, al jugar, en las llamadas a las líneas de encuentro y en otras cosas que hago, me aparece esa necesidad repentina de empezar con un palabrerío que, mientras lo voy diciendo, no tiene ningún sentido. Sin embargo, después, al escucharlo, veo que un algo se transmitió. Se da solamente a partir de palabras arrojadas, solo por el placer mero de ser dichas.

Bueno, un poema podría devenir, ocasionalmente, de ese modo.  Hablando de jugar con palabras, ¿de dónde sale tu frase “hablar a la cachurra cacharra”?

No tengo ni idea.

Me suena como el centro de lo que vos hacés, trabajar con el alpedismo que en un momento se pone serio y, después, sin solución de continuidad, regresa al delirio. ¿Eso es improvisación o es la parte que estudiaste con Fernández?

Eso es el barrio, mis abuelas. Tanto en la improvisación como en lo que estudié con Fernández hay mucha disciplina. A mí me interesa tratar de emular las charlas. El formato charla es una de las cosas más preciadas que tenemos: hablás de una boludez, te colgás, después recordás algo, tenés alguna intención de transmitir cierto asunto, pero te lo olvidás y pasa a un segundo plano, no te animaste una cosa, después la decís mal, te enojás por eso. En fin, se trata de los tiempos de una conversación cotidiana que, después, se traducen en el formato de propuesta artística, ya sea digital, obra teatro, o radio incluso. Uno no tiene que ocupar el lugar de la forma: “Hola, ¿qué tal?, ¿cómo estás? Estamos acá, siendo las 15:00 hs”. En realidad, la gente está acostumbrada a otro tipo de comunicación. Allí hay un terreno fértil al evocar cómo se da de verdad una conversación entre personas.

Juego estelar, collage analógico, Ana Luz Chieffo

 

EL SILENCIO NO ES SALUD

Y aunque no había niños jugando, ni palomas, ni tejados azules, sentí que el pueblo vivía. Y que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de ruidos y de voces.”
“Pedro Páramo”, Juan Rulfo

¿Cómo te llevás con la escritura?

Martín Rechimuzzi con El Anartista. Entrevista virtual. Fotografía, Ana Blayer.

Ahora, por suerte, le estoy perdiendo un poco más de respeto. Siempre que me ofrecieron escribir libros dije que no, porque no tengo una idea tan sustancial como para que quede plasmada y fija. Pero ahora, con pedro Rosemblat, tenemos un streaming, los domingos a la noche. Nos financiamos con la gente, tratamos de que no haya pauta. Bueno, ahí escribimos una newsletter todas las semanas. Yo intento una escritura muy oral, busco deformar las palabras, logar una continuidad con lo que se ve en el video. Me está quedando mucho más cómoda esta forma.

Usás muchos recursos de la poesía: metáforas, juegos de palabras. Por ejemplo, cuando decís que “Mirtha no es grupo de riesgo, sino que es el riesgo vuelto población”, ¿viene de tus lecturas o de tu experiencia hablada?

Creo que es más experiencia del habla. A la cachurra cacharra.

En el Tinder de voz que hacés en youtube, ¿también usas el formato charla?

El origen de esa experiencia viene de cuando, hace seis o siete años, con mi amiga Noelia, hacíamos un programa de doce de la noche a dos de la mañana en Splendid. Obviamente, no lo escuchaba nadie. Teníamos dos horas para llenar. Desde el juego, empezamos a probar llamar a las líneas de encuentro y hallamos algo que nos apasionaba: la charla anónima, pero con un nivel de intimidad en la conversación que no lográs en ningún otro sitio. Ahí aparecen todas las fantasías puestas en danza. Después, hay momentos en que me pongo un poco más baja línea y pedagógico, pero la virtud de eso es recuperar la experiencia de estar hablando sin tapujos, por más que te digan bestialidades. Bueno, ese experimento es bastante primo de Randall.

¿Cómo te llevás con el silencio?

Pésimo, evidentemente. Pero en mi casa estoy bastante en silencio, aunque siempre hay una música. No, los silencios no son lo mío.

Este número de nuestra revista trata sobre la potencia, ¿qué te potencia de trabajar en colectivo y qué, de estar solo?

Encantamiento, collage analógico, Ana Luz Chieffo

La potencia del trabajo colectivo te lleva a un territorio de complementariedad y a una concepción, donde la otredad es tanto o más importante que la idea de base. Al mismo tiempo, la cultura en que estamos insertos, no es justamente la experiencia del otro, sino la del individualismo. Yo soy un hijo de los 90, donde la primacía era la del individuo, la del ‘sálvese quien pueda’ y de la meritocracia. Lo colectivo lo fui aprendiendo, es algo que yo trabajo y con lo cual me voy trabajando también. Respecto de la soledad, a mí me cuesta bastante estar solo, siempre lo tengo muy anexado a la angustia. Como todo payaso, mi personaje es contrafóbico. Entonces, hay un territorio que combato a diario, que es el no salir de la cama, situación que está siempre disponible. Hay que hacer mucho ruido para evitar caer en eso.

 

EN EL NOMBRE DE LA NONA

Mi abuela contaba la historia de un caimán que salió del río, durante la época colonial, para pagar sus impuestos. También contaba otras historias sobre personas que por la noche se transformaban en animales feroces. Me acuerdo de una historia que a mí me asustaba mucho. Un hechicero cuya lengua se soltaba de la boca e iba arrastrándose, a través de la oscuridad, para estrangular a sus enemigos. ¿Usted cree que todo eso son leyendas?”
“Barroco tropical”, José Eduardo Agualusa

Fuimos a ver ‘El proyecto Bisman’ y registramos que, entre el público, circulaban diferentes emociones, que iban de la risa loca al llanto, ¿qué sentían ustedes del otro lado?

Estábamos maravillados. Antes de la pandemia, nos preguntábamos cómo volver a tener una obra que se ocupara de la política. Era imposible el proyecto Bisman sin el macrismo, porque el contexto había cambiado.

Pero una Patricia puede seguir….

Pero fijate que no es la misma Patricia… para representar es mucho más linda la anterior: pero me quedo con esta “Tricy”, antes que con la otra.

Igual estaría bueno que pensaran algo para este contexto histórico. Con “Proyecto Bisman”, al final y después de reírnos mucho, terminamos todos muy conmovidos.

Eso que relatás me trae a la memoria el origen del proyecto Bisman. Fue en un momento de desolación absoluta, allá por el 2015-2016, cuando Cristina era mala palabra. El espectáculo terminaba con un mostrador donde yo hacía Handel, una parodia de Macri, y sacábamos de abajo del escritorio un cuadro de Cristina y lo poníamos enfrente de todo el mundo. Nos trataban de locos. Los productores se nos han bajado porque no querían ese riesgo, pero nuestra filiación era mucho más fuerte que todo lo que pasara en lo coyuntural. El volumen y la potencia que adquirió el proyecto Bisman fue acompañando a la identidad kirchnerista, durante todo ese interregno macrista. Esa gente que se ponía a llorar manifestaba que “no estaba sola en esto”. Fue una experiencia muy fuerte. Ya antes de que saliéramos al escenario, estaban todos cantando, no se sabía si era una Unidad Básica, un recital o qué mierda era.

Qué interesante la función de tu trabajo para consolar y acompañar a otros. En ese sentido, ¿cuál es tu top five del humor?

Telaraña, collage analógico, Ana Luz Chieffo

No te las podría ordenar del uno al cinco. Pero tengo que ser franco con las influencias: soy de los 90, crecí con VideoMatch y me reí muchísimo con eso, aunque hoy no lo mire. Obviamente, tengo que nombrar a Urdapilleta y a Tortonese, esa experiencia del “Palacio de la risa” que recuperamos con Érica Rivas en “¿Qué pasa hoy acá?” y que vamos a hacer en streaming el 2 y 3 de julio en el Konex. Cómo dejar afuera a “Todo por 2 pesos”, que también fue una experiencia de aprender mucho y disfrutar. Y, en esta especie de ejercicio psicoanalítico, me viene a la cabeza una Niní Marshall presentada por mi abuela, que actuaba todo el tiempo una Catita. Yo, en esa época, no sabía quiénes eran Catita y Niní Marshall. Las conocí mucho después. Y, para terminar, también me hacen reír mucho los dispositivos donde se trabaja el límite difuso entre realidad y ficción, pese a lo cruento que puede llegar a ser, como en el caso de la cámara oculta.

Martín Rechimuzzi con El Anartista. Entrevista virtual. Fotografía, Ana Blayer.

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