El encuentro: entrevista a Juan Ignacio «Pepe» Sánchez.
Entrevista: Gabriela Stoppelman, Esteban Massa, Nicolás Sada
Edición: Nicolás Sada, Esteban Massa, Gabriela Stoppelman
Fotografía: Ana Blayer
“(…) una canción de baile y de burla contra el espíritu de la pesadez”
“Así hablaba Zaratustra”, Federico Nietzsche
Una curva entra en escena y hace girar el cuerpo. La pirueta es una burla que desafina los relojes. El tiempo, entonces, también pide jugar. Hay un exilio inmediato de miradas hacia las formas que danzan. Una migración tan súbita e imparable, que el tanteador se come los segundos, por falta de público. Así, migrantes y entre bordes invisibles, esas miradas se encuentran en una sutil geometría de silencios. Sin pedir permiso, se prueban ritmos nuevos, incitan al cuerpo a saltar sobre su impotencia y murmuran sus próximos destinos. Afirmativas, cableadas hacia adelante, ellas van. No importa si, de tanto en tanto, la prepotencia de la razón atenta contra la intrépida fluidez del juego. A destiempo, la curva pulsa el aliento y deja mudas a las palabras. A contramano va un pase discreto y, en sus líneas, sucumben todas las simulaciones de salvación. De pronto, el área es invadida por una infancia que regresa y se cuelga a más de dos metros de altura. Así, trepada, le imprime al día un cambio de perspectiva. Hay entonces un remolino de sentidos muy cerca del aro.
Vení, vení dice el brazo, mientras la pierna sostiene la tensión del llamado y la cabeza convoca a una imprevista reunión de cómplices. Súbitamente, la pelota una vez es astro y otra, planeta. Una vez alud y otra prodigio. El aire torna de una materia idéntica a las manos, idéntica a la luz. Hay un lazo, una extraña coreografía que lanza, salta, captura y anota.
El cuerpo es tan colectivo que nos cuesta identificar cuál de todos es Pepe Sánchez en la trama. No importa, dice una voz, importan los vínculos. Por eso, a pique, rebote y curva, bailamos con él esta charla.
COREOGRAFÍA DE LA MEMORIA
“La literatura hace pensar en deportes como el basketball o el fútbol (…), en donde el arte combinatorio y la creación de estrategias son elementales. Sin eso no habría juego”
Julo Cortázar.
Federico Fernández, primer bailarín del Colón, nos dijo que el cuerpo tiene memoria. En una entrevista, vos también decías que conservabas memorias corporales. Nos interesa conversar sobre esa memoria, sobre cómo leerla en los cuerpos de otros y, en general, sobre cómo leer cuerpos.
Comienzo con un ejemplo. En los juegos olímpicos, cuando miraba cómo las deportistas, en levantamiento de pesas femenino, iban hacia la pesa, pensaba qué podía pasar, cuál tenía chance, cuál no. Hay un lenguaje corporal que dice cosas. Yo lo he experimentado en carne propia durante tanto tiempo en el básquet. En el deporte, me la pasó leyendo cuerpos: su gestualidad: la mirada, la respiración. Si quisiéramos describir esta situación, podríamos hacerlo como en una sucesión de fotos: instante por instante podríamos decir: mirá, tiene los hombros para adelante, la mirada baja. Pero, por supuesto, esto es mucho más lindo poder leerlo instintivamente que traducirlo. Por otra parte, está la propia memoria corporal, donde está claro cómo hicimos de nuestros cuerpos un arte. Yo lo siento así, creo que no todos los deportistas lo sienten de esa manera. Muchos lo piensan desde la cuestión física, desde el desborde corporal. Otros lo vivimos más desde la danza, desde la coordinación y la musicalidad que puede tener el cuerpo al moverse. Hace poco, volví a jugar al básquet, después de ocho años de no hacerlo, y me tuve que poner en forma, agarrar ritmo, hasta que pude ejercitar los movimientos que se han incorporado en esta época. Hoy el juego cambió muchísimo, los movimientos son mucho más ágiles. Yo tengo problemas de espalda, hernias de disco. Pero, cuando, me metí a jugar, dejé de sentir esos problemas. Básicamente, cuando entreno, bailo. De hecho, me pongo música y me muevo al ritmo de la música con la pelota. Es algo muy hermoso y muy lejano a la competencia, es el juego por el juego en sí mismo. Cuando el cuerpo se mueve armónicamente, destraba todo.
Muy bella esa sensación de unidad y libertad corporal de la que hablás. Ahora, cuando una mira un partido de básquet profesional, se pregunta: ¿la están pasando bien? ¿Hay placer en todo esto? ¿Se puede bailar en libertad y jugar en la NBA? Porque da la sensación que la presión es lo contrario de la libertad…
A nivel de lo que se llama alta competencia, en la elite del deporte, se da el fino equilibro entre los dos conceptos que mencionas. Entre la flexibilidad mental para reaccionar bajo un nivel de presión máximo, para poder adaptarte a cada situación cuando el juego ondula- porque nunca es lineal, en ese sentido, es como la vida-y, por otro lado, está la danza, el juego. En cuanto a la presión de la que recién hablaba, se la crea el mismo jugador, entre la presencia del público, del tanteador, el deseo de ganar, el miedo de perder. Porque en realidad los problemas son otros, las presiones son otras. Y, al final, lo que te hace ganar es la expresión artística, estar al máximo de tu propio nivel artístico e ir repitiéndolo. Quienes tienen la capacidad para hacer eso todo el tiempo son los excepcionales.
¿Es innata o se construye esa capacidad?
Creo que, a nivel de la súper, mega élite, viene todo de fábrica y lo han podido desarrollar y explotar. Se han dado unas cuantas condiciones y cualidades para que eso suceda y por eso mismo esos jugadores son el arte en su máxima expresión.
DEVENIR MÚLTIPLE
“Para alcanzar la revelación es necesario reemplazar el menudo campo de las letras habladas por los grandes campos de la imagen en movimiento. Para andar en las estrellas primero los campos en movimiento de exploración, luego los grandes satélites de palabras tripulados”
Miguel Ángel Bustos.
¿Qué es para vos eso artístico? Martín Vasallo Argüello nos hablaba de una sensación momentánea de unidad, entre la pelotita, la cancha y su cuerpo de tenista…
Como les dije antes, a lo artístico lo relaciono con esa especie de danza. El ejemplo que me dan de Vasallo Argüello, de cómo una pelota puede ser una extensión del cuerpo, es un ejemplo brutal. También hay una dimensión que aborda la toma de decisiones en muy poco tiempo, y no por eso lo que ves deja de ser una expresión artística. Alguien acciona en milisegundos y despierta esa espontánea admiración de estar ante algo increíble. Obviamente, cuando hablo de arte, no me refiero solo a la intelectualidad. En básquet, por ejemplo, existe la capacidad de disociar partes de tu cuerpo para generar situaciones que, a priori, son inimaginables.
Pero no dejás de ser una unidad.
Creo que no dejás de ser una unidad. Pero es como si el cuerpo, de repente, tuviera varios cerebros. Los brazos van para un lado, las piernas para otro, giras la cabeza en otra dirección. Todo dispuesto de diferente forma, pero en dirección del mismo sentido.
¿Cuánto hay de conciencia y cuánto de mecánica inconsciente, en ese pensamiento del cuerpo?
Cuando dejas de lado la competencia, podés observar esa destreza que hace al deporte esa maravilla. Allí y en un momento, se mezclan la mecánica, el entrenamiento, la repetición pura y el inconsciente que ejecuta de forma intuitiva. Y, entonces, aparece una acción nueva. Y esa es la magia de lo que hacemos. Pero sucede en un instante, no hay tiempo para pensar. Cuando pensás, no podés ejecutar. Tenés que fluir. Los mejores partidos que jugué fueron cuando flui. Los peores, cuando pensé.
BIOGRAFÍA DE UN INSTANTE
“Sólo en su movimiento revela un cuerpo lo que es”
Engels
¿Y cómo es la experiencia del tiempo durante el juego?
La experiencia temporal tiene su propio encuadre. Tenés 24 segundos por posesión, se para el tiempo cada vez que hay una falta o se va la pelota afuera, hay cuartos, hay entretiempo. Entonces, tenés la infancia, la adolescencia, la crisis de los 40 en el entretiempo y la tercera edad. Y vos vas pasando por todos esos estados de ánimo. Es alucinante. Es un juego dinámico respecto al tiempo, con su vida y su biografía propias, que se maneja fuera de los cánones temporales habituales.
Y en esa temporalidad, ¿tenés tiempo para esa danza?
Sí, creo que el proceso se da por capas, por etapas. Primero hay que adquirir la técnica, si no tenés la técnica para bailar, aparece la frustración. Por eso, en el inicio de la formación, nosotros trabajamos mucho en la idea de entender el juego concebido desde el tiempo y el espacio. Casi todo se entrena en base al juego, con la pelota en las manos, pero el tiempo que tenés la pelota en las manos durante el partido es bajísimo. Hay estadísticas que dicen que, como mucho, el mejor jugador del mundo tiene la pelota un 8% del tiempo del juego. El resto de los jugadores, un 2% aproximadamente. Con lo cual el básquet no es un juego con pelota, es un juego en base a la pelota. Por eso es importante incluir en el entrenamiento lo que va a pasar durante el 92% del tiempo del partido, instancia en la que se pueden generar tiempos en espacios. A su vez, hay otro tiempo a utilizar, que es cuando la pelota está en el aire. Cuanto más sube el nivel del jugador, más allá de lo físico o de las propias habilidades, más aumentan las exigencias. En ese punto, todo se trata de reducir el tiempo al rival.
Esto del tiempo es muy poético. ¿Qué es para vos lo poético?
Podría ser la experiencia inusual del tiempo. También lo asocio con el entender. No desde lo racional, sino entender la pauta que conecta. Entender los espacios, los espacios entre. Eso realmente me conmueve. Últimamente pienso mucho en la percepción y en las perspectivas. Por ejemplo, pensaba en el concepto de libertad. La definición de diccionario no me parece para nada poética. Lo que me parece interesante son las perspectivas del concepto. Para mí la poesía está ahí. En entender el dinamismo de las cuestiones más sutiles.
En relación a entender y a vincularse con lo sutil, pensaba en una jugada del básquet, el «Alley oop», donde tiras la pelota cerca del aro al tiempo que un compañero salta y en el aire la emboca.
Está buenísimo el ejemplo. Lo que me parece poético de una acción así es justamente aquello que conecta a los dos jugadores. La conexión no está en el pase, ni en la volcada, está en las miradas. Otro ejemplo, más reciente, de los juegos olímpicos: dos atletas saltan y se miran. En ese instante sutil, se les vienen las horas, los años de entrenamientos, las cosas por las que pasaron y las que van a pasar. En esa íntima sutileza radica toda la conmoción poética. Luego, el resultado del salto ya poco importa.
A CONTRA MIEDO
“y tú saltaste al solo corazón que cuenta/sin girar sin vacilar
sin confusión/inmóvil/en medio de la sangre de la luz.”
Valentine Penrose
Contanos un poco más sobre cómo se dan los encuentros con tus compañeros a través de las miradas…
Me pasó en muchos equipos. Pero voy a referirme a mi paso por la selección argentina, una experiencia única. Hasta hoy, seguimos siendo amigos con mis compañeros de ese entonces. Esa conexión fue tan profunda, que va más allá de las palabras. Logramos comunicarnos de una manera visual, con niveles muy sutiles, increíbles e imperceptibles. Me emociona el solo hecho de contarlo. Estas son las pequeñas cosas que hacen al deporte. Ganar está buenísimo y es parte del juego y de su construcción, pero la conexión real está en esos momentos de comunión, que solo nosotros vivenciamos. Es algo muy físico, muy corporal.
El tema de este número es, precisamente, el encuentro, y vos estás hablando de uno grande y profundo. Lo vinculamos con lo que hablamos antes de la percepción. La percepción del otro a veces permite un encuentro. Otras, resulta en un desencuentro. ¿Cuáles fueron las dificultades que tuviste para encontrarte con el cuerpo de los otros, con las miradas de los otros?
Lo primero que me viene a la cabeza es el miedo. Todo empieza con ese miedo que todos llevamos dentro. El miedo o cualquier rasgo de vulnerabilidad en el deporte está visto como aspecto negativo. Por suerte, eso está cambiando y se comenzó a hablar de cómo el miedo está siempre presente y hay que trabajarlo.
En los deportes colectivos es casi imposible poder trascender de forma individual o en equipo si no surgen esos encuentros. El éxito de un equipo se basa en que existan esos encuentros, si no los hay, difícilmente se construya nada. Incluso tienen que estar a tiempo y no a destiempo. Para que haya construcción colectiva, los encuentros encadenados deben ser muchos y no siempre los mismos. Cuando eso se da, no sé si vas a salir campeón, pero sí vas a competir.
Es parecido al amor. A la versión no romántica del amor. Ese encuentro instantáneo no importa con quién.
Sí. En la conexión, se deja de lado el miedo, se lo lleva a otro plano Entonces, aparece la danza. Por el contrario, el miedo te parte al medio, ahí aparece la desconfianza. Y ese alley oop que hablábamos es imposible de realizar.
EL FUTURO DE UNA CICATRIZ
“Esto es la nostalgia: vivir en el oleaje / y no tener patria en el tiempo / y estos son los deseos: horas cotidianas / de calmos diálogos con la eternidad”
Susana Thénon,“Poesías tempranas”
¿Alguna vez pudiste extrapolar esa intensidad por fuera de lo deportivo?
Es difícil. Me sucede mucho de emocionarme con expresiones artísticas de otros, como espectador. Pero el encuentro donde mi cuerpo esté involucrado y presente, como me sucedió con la selección argentina, ese nivel de intensidad que manejamos es casi imposible de reeditar. De alguna manera, uno convive con ese duelo todo el tiempo. Cuando veo algún video de aquellos tiempos, se me vienen encima todas esas emociones. Está la percepción común de que todo consiste en ganar o perder, y nada más alejado que eso. Lo que vivimos con la Selección Argentina fue increíble.
¿Y aquellos partidos de la Universidad?
Sí, algunos momentos de esa etapa también fueron muy intensos. No quiero quitarle mérito a otras experiencias, pero lo vivido con la selección fue de otro orden. Y es pasado. No está más.
¿Y cómo hacés para luchar contra la melancolía, si lo mejor estuvo en el pasado? Según el Flaco Spinetta «mañana es mejor»…
Tengo la suerte de estar cableado hacia adelante. Sólo me pega fuerte la melancolía cuando me voy al túnel del tiempo a revivir ese pasado. Pero conozco muchos ex compañeros que habitan todo el tiempo esa melancolía. Uno acumula cicatrices, a veces hermosas, pero cargas con ellas. Cuando le ganas una semi final olímpica a los americanos, explotás. En un segundo, te pasan por la cabeza toda tu infancia, la adolescencia, tus amigos. A mí no me pesa. Yo tuve la suerte de estudiar mientras jugaba. En la Universidad pude entender que existen otras cosas, fuera del básquet, que están buenísimas. Por otra parte, los deportistas nos retiramos jóvenes y, a partir de ahí, muchos nos consideran un objeto de descarte. Encima, cada vez que te hacen preguntas, refieren a tu pasado, a cosas que sucedieron hace 20 años. Cuando ganamos el oro olímpico, esa misma noche entendí que, a partir de ese momento, dejaba de ser simplemente yo. Éramos yo y la medalla de oro.
Antes hablabas de la percepción, de cómo ella habilita una intensidad del instante, única, incomparable. Por otro lado, está “la vara alta”, que es pura comparación. A partir de ahí, todo tiende a permanecer por debajo. Si sacamos la comparación, tal vez la vara caería. ¿Qué opinas?
Habría que pensarlo de esta manera, creo que es simple. ¿Qué pasa con alguien a quien a los 25 años le dan el Pulitzer o el Nobel de literatura, por ejemplo? Ya sos otro, el que eras más tu logro a cuestas. El resto de tu vida es trastocado y no por tu decisión. Y hasta en lo más cotidiano, como puede ser un asado con amigos, donde vos y lo que hiciste en el pasado son el tema. Si uno se queda en eso, la sensación de vacío es muy grande y el pasado tiene mucho peso.
GIRAR LA PALABRA
“Usar algunas palabras que todavía no tengan idioma.”
Manoel de Barros
¿Qué tenés en el cableado hacia adelante?, ¿algún proyecto?
Mi objetivo es el entendimiento, entender cada día un poco más. Tengo una obsesión por ir obteniendo la sensación de tranquilidad que te da comprender.
¿Es algo que quedó en pausa de tu época de estudiante de filosofía?
Nunca cesó el interés, yo estudié historia y filosofía. Pero luego continúe con la lectura de manera intensa sobre temas diversos: neurociencia, antropología. Siempre en busca de respuestas que, claramente, no encontré. Luego deje de leer por completo hasta que, en una charla, me plantearon que debía experimentar otras cosas y salir del pequeño mundo del básquet. A partir de esto, comencé a acercarme a mis vínculos. Antes lo social me parecía una pérdida de tiempo. Después entendí que es de lo más valioso que tenemos los seres humanos.
Las palabras parecen tener en vos una influencia poderosa…
Sí, las palabras se vinculan a mi deseo por entender. Porque, cuando hablas, seleccionas un tipo de palabras, de entonación, hay un para qué de ese decir. Por mi anterior manera de utilizar las palabras, yo cometí horrores en relación con compañeros y con entrenadores. Pero entender te hace mejor. Luego nació mi hijo y el foco comenzó a estar puesto en esa relación, donde aprendí y aprendo a entender qué percepción tiene el otro de las cosas. Discutimos cosas concretas y no lo que percibimos de ellas. Hay que afinar la búsqueda y enfocarse en los motivos por los que el otro ve las cosas de determinada manera.
¿Qué rol tiene la palabra en la etapa de formación de un deportista?
Como te decía, fui muy descuidado. El entorno salvaje donde me tuve que desenvolver, a los codazos, me llevó a eso. En esa lógica de supervivencia de un pibe que cae en Filadelfia a los dieciséis años y sin saber el idioma, las formas no tenían lugar. No pensaba cómo, en qué momento, de qué manera decir algo. Me importaba el qué y no el cómo, y cometí muchos errores. Pude entender esto y en esa evolución, la palabra es clave. Me costó mucho. Formado en el “matar o morir”, había que hacer, las formas no importaban.
¿Podes transmitirles esto a los y las jóvenes?
Sí, claro. El aprendizaje tiene que ver con el tránsito, de qué manera desarrollamos la idea y cómo lo transmitimos. Me pasa incluso con mi hijo, con mi mujer, con mis afectos en general. Una palabra de más, o una de menos, no es un detalle menor.
RETAZOS DE PIEL
“Un cambio echa la luna dentro del sol, /tira de las ajadas cortinas de la piel;/y el corazón entrega a sus muertos.”
“Un cambio en el clima del corazón”, Dylan Thomas
Hay un momento de tu carrera en que sentiste que tu profesión no tenía sentido, que la rutina era todo, ¿cómo fue el trabajo interno para salir de ese lugar?
Esa experiencia sí ocurrió pero ya no me reconozco en ella, muté muchas veces de piel desde entonces. Lo que hice fue ver todo en perspectiva. El tiempo y la distancia de los hechos son armas maravillosas. Dejé de jugar joven, cuando sentí que ya lo hacía por inercia, la plata no me interesaba y quería experimentar otras cosas. Me preguntaba cómo sería levantarme y no tener que ir a entrenar, o pasar la navidad en mi casa. En ese entonces, me la agarré contra el juego, llegué a odiar al básquet, lo llevé a un lugar nihilista absoluto y la pasé mal. Me volví a Bahía, hice terapia y, con la combinación de tiempo y perspectiva, pude ver al juego desde lo artístico y verme a mí como a un artista. El básquet se convirtió en excusa para hacer arte. Así pude jugar en Bahía unos años más, con la misma sensación que tenía cuando lo hacía de chico. El sistema me había sacado el placer por el juego. Y ahora intento que las nuevas camadas de jugadores comprendan que no deben perder el placer. Los mejores juegan como cuando eran chicos.
¿”BahíaBásket” es un producto de esta nueva visión?
Sí, el proyecto tuvo muchas etapas. Me siento muy identificado con los últimos años y los logros. El foco está en transmitirle a los jóvenes que el juego hoy tiene una dimensión diferente. Cuando yo comencé, esta visión no existía. No me quejo, me fue bárbaro con mi formación, logré cosas que ni soñaba. Pero hay una construcción orientada al triunfo, a la fama y al dinero que no suma. Al final del camino, tenés muchos años por vivir y no queda nada interesante. Más allá del proyecto en mi ciudad, a mí me interesan las personas, los vínculos que se generan a partir del deporte. Los jóvenes talentos tienen que aprender a ser grandes deportistas, a generar hábitos de descanso, de alimentación, de salud mental, a lidiar con la presión del juego. Hay cosas que no van más, que atentan contra el desarrollo. Y en eso trabajamos con ellos, en el cambio de paradigma. Y me animo a decir que, a nivel mundial, estamos a la vanguardia de la puesta en práctica del juego para ser disfrutado. Incluso, han venido interesados de la NBA a ver nuestro el trabajo. Tiene que haber algo al final del día y ese es el cambio que se propone.
¿Una forma de romper con el concepto de hacer deporte para salvarse?
Claro. ¿De qué te salvas? ¿Qué te da el dinero? Es perverso todo lo que rodea a ese pensamiento. Es terrible, hay que deconstruir a los pibes porque vienen con ese chip.
TRIPLE CON TODOS
“Te abriré una puerta, una ventana,
una bajamar de aldea.”
“Instantes de un castillo de arena”, Arnaldo Calveyra
¿Qué acceso tienen al básquet los pibes de las clases sociales más vulnerables?
Tenemos una escuelita social, en un barrio donde no había clubes. Reciclamos unos galpones municipales y hace siete años que la escuela funciona con unos ciento cincuenta chicos y chicas. Seguimos la idea de usar al deporte como un vehículo para la inclusión. La pelota, como excusa. También trabajamos en dos colegios en los que se enseñan oficios, donde damos talleres de básquet. Es nuestro aporte a la inclusión, que debería complementarse en otros ámbitos y generalmente no ocurre.
¿Hay aporte de políticas públicas? ¿Cuál es el rol del Estado?
Nosotros no recibimos aporte estatal para el proyecto. El deporte es un gran vehículo para las políticas públicas, para generar cambios profundos, ya que impacta luego en la salud, en la seguridad, en la educación. Ese vehículo no está utilizado en la dimensión correcta. No alcanza con el esfuerzo de los clubes, es muy valioso, pero son esfuerzos individuales. Son pequeños estímulos que deberían estar coordinados por políticas públicas para poder transformar la realidad del deporte de manera contundente. El deporte no está entendido como una herramienta para el cambio, se lo sigue viendo como algo lúdico y nada más.
¿Qué opinas sobre el vínculo entre el deporte y las cuestiones de género?
Todo lo que encaramos incluye a las cuestiones de género como algo clave. El deporte no escapa a la deuda histórica que la sociedad tiene con este tema. Estamos fomentando el desarrollo del básquet femenino en la ciudad, algo a lo que se le dio la espalda siempre. Es un deporte culturalmente dominado por los hombres. Si eras mujer, no tenías lugar, estaba mal visto que una piba jugara al básquet y eso está cambiando. Es un orgullo poder aportar a cambiar esto definitivamente. Hay muchas causas justas, deudas pendientes, pero esta es la principal a saldar en la agenda a futuro. De hecho, nuestra entrenadora es una mujer y eso ya rompe los cánones. Las cosas hay que hacerlas, hay que accionar, no alcanza el discurso. Pongamos la carne al asador, acción real.