El apego: Entrevista a Diego Capusotto y Daniel Berbedés
Entrevista: Estela Colángelo, Lourdes Landeira, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman
Fotografía: Ana Blayer
“Algo mío se fue / como un motín en un cuerpo que lo persiga”
Diego Capusotto
“Silencio con la sorda alegría. Ahora duerme al fin. Clarín
entre los naranjos”.
“Arreglo con frutas e instrumentos de viento”
Miguel Ángel Bustos
Por la larga avenida de los fantasmas, habitan las formas del vacío. A un lado, la cuneta del verbo. Al otro, el cordón de la imagen atrapada por la luz. Se miran, se otean, se oliveriogirondan, hasta que un verso pega el salto. Entreverado en las piruetas por no caer, el verso se expande, se contorsiona, otea todas las direcciones para volverse dibujo, poema. Cuando está a punto de alcanzar la otra orilla, el pecho de la memoria se le engancha en una ausencia, justo en el territorio de una sombra apenas iluminada. La noche, vitalicia en orfandades, viene a su rescate. Más rápida que un bombero, amotina un costado del barrio y lo azuza a convocar trazos de infancia. No importa que la ciudad esté sitiada por un filo invisible. Desde su margen, un claroscuro enmarca el tiempo del reencuentro, enfoca en la huella y apunta hacia el futuro. El disparo extiende los bracitos de la luz hasta tocarle las yemas de los dedos al poema. Ahí, suspendidos entre puertos, ellos traman un enroque de lenguas maternas y recursos. ‘Vos dame la cadencia del verso, que yo te hago canturrear un contorno.’ ‘Y vos dame la línea y el volumen, así apuntalo la palabra’. De ese modo, en la instantánea de un salto, el motín es una urgencia de nieblas y fragmentos o un escenario súbito sobre la avenida de los fantasmas. La alianza es tan de azares y amores, que la rabia de lo invisible, por fin cansada, se pierde en dirección al callejón de la distancia. Hay fiesta silenciosa en los pasajes del tiempo. Hay brindis de reojo en los zanjones. Hay un complot de palabras y fotos desempolvándose el miedo. En el boulevar de “Lo que teme la noche”, Daniel Berbedés y Diego Capusotto sellan su fraternidad amotinada.
UNA MONEDA EN CAÍDA LIBRE
“Una lágrima se desnudará ansiosa y lentamente caerá en mis manos (…)” (**)
“No concibo la escritura como una actividad preclara, sino furtiva. Busco las monedas justas para huir del clima agobiante de siempre”.
“El idioma materno”, Fabio Morábito
Durante la pandemia, muchos actores decidieron hacer espectáculos por streaming. “Lo que teme la noche” parece otra alternativa de escenario para dos actores empandemiados, ¿hay algo de eso?
Diego: En mi caso, la continuidad de la emisión del programa en la TV pública fue una entrada de guita para todos los que participamos en “Peter Capusotto y sus videos”. Por eso, tuve la oportunidad de concentrarme en hacer este libro con Dany. Por otra parte, este trabajo con poemas era un deseo desde hacía tiempo. Un deseo, no una fantasía, mis fantasías son mejores que el libro. Un libro, finalmente, no es más que una convención. Yo nunca me dediqué a pleno a la poesía, ni como lector ni como hacedor. Las cosas que escribí, generalmente, tenían que ver con lo humorístico, ya fueran cuentos o textos para determinados personajes o situaciones. “Lo que teme la noche” se dio a partir de un descuido casi, como una moneda que, de pronto, cae. Supongo que, tomado por el tiempo de la pandemia y a modo de saludo, yo le mandé un mail a mi amiga, Romina Zárate, con una frase que luego quedó en el libro: “Remontaremos cuando el aire se rebele/ abyecto de respirar a medias”. Ese fue el puntapié inicial. Era una buena imagen.
Daniel: Y a esa frase Diego la compartió conmigo y con un grupo de amigos, con quienes nos conocemos desde chicos. Al leerla, yo le dije “Che, qué buen estandarte pandémico”. Era como un micropoema que, sin nombrar barbijos ni muertes, aludía muy bien a la situación que estábamos viviendo. Unos días después, encontré una foto del patio de mi casa, una de las pocas que no saco con cámara. Y le coloqué el texto encima, como si se hubiera tratado de una pequeña postal. En ese formato, se la mandé a Diego, y a él le encantó. Al tiempo, él me mandó otro texto y yo le agregué otra foto. Y así se fue dando ese proceso.
Justo la foto que acompaña el poema donde está incluida la frase que Diego le envió a su amigo presenta algunas características que recurren en otras fotografías tuyas, Daniel: el juego entre volúmenes, líneas y vacíos.
Daniel: Está bueno que lo menciones, pero se trata de una composición involuntaria, tal vez emparentada con el modo en que me resonó el poema. La poesía no admite explicaciones y ese fue mi modo de responderle. Sobre otro tipo de fotos, es posible decir algo, es el caso de una foto durante una marcha, por ejemplo, porque se trata de situaciones más narrativas.
TOBOGANES PARA FANTASMAS
“Acurrucado en plena batalla / las tropas fantasmas desfilan el aire” (**)
“Soñé que nos hundíamos y que después nadábamos hacia la costa lentamente y que de nuestras sombras de color verde claro huían los tiburones”.
“Pabellón Rosetto”, Héctor Viel Temperley
En “Lo que teme la noche” las fotos y los versos conversan de maneras muy diferentes. A veces se presentan en espejo, a veces se objetan, otras se relacionan entre sí apenas por un matiz. Pero siempre, tanto en la imagen como en el texto, aparecen los vacíos, ¿cómo te llevás con eso?
Diego: Es un corte que gusta (risas). Supongo que el vacío es un buen espacio para hurgar, porque allí nadie tiene control, siempre existe en él cierta inquietud. El vacío es algo que no se puede asir, nos sobrepasa o nos dimensiona para abajo, nos hace más chiquitos. Por ahí, esa insistencia con el vacío me viene de tanto ver en mi infancia “El túnel del tiempo”, donde los tipos caían en un vacío y no sabían en qué época iban a aparecer. Creo que era mi serie favorita, nada más que por esa imagen. Relaciono la idea del vacío con la caída dentro de él y, también, con mirar lo que hay hacia abajo, que es siempre un misterio. Eso debe vincularse con la idea de la muerte, la finitud. A los sesenta años, es lógico pensar en esos asuntos.
En esa imagen que relataste recién, hay algo de la pérdida de control, la incerteza y, por supuesto, la superposición de los tiempos.
Diego: Sí. Y también hay algo de un ahogo que viene de afuera, podemos llamarlo el poder. En el libro aparecen muchos fantasmas míos y -me parece- de todos. Y también hay huellas de otros autores que me han visitado, de otras lecturas. Sucede con la poesía como suele pasar en la música o en la actuación: confluyen un montón de fantasmas y algo de la resistencia frente eso que pretende venir a decirnos cómo deben ser las cosas. Y, por supuesto, en los poemas está presente esa sensación de empequeñecerse frente a ese gran abismo que es el sentido de la vida, la angustia, la finitud una vez más.
Daniel: Y eso se da sobre todo en tu caso, Diego, que no te pusiste a escribir precisamente sobre amores desencontrados y otros lugares comunes de la poesía.
Diego: Claro. Mi problema no es justamente ese, tengo un amor encontradísimo. “Lo que teme la noche” es un libro vinculado con mis fantasmas. Además, mientras escribía el libro, murieron tres personas muy queridas.
LA OREJITA MOJADA DE LA NOCHE
“La noche dice que sí / que mate / lo que la mañana se guardó para sí” (**)
“A la cadena atada entre oro y olvido: la noche”.
“Argumento y silencio”, Paul Celan
En tu libro también leímos un intento por exorcizar el temor, de ponerlo afuera, en lo que la noche teme.
Diego: Sí. Tal vez eso se vincula con la idea de que la noche es algo amenazante. En la niñez, cuando uno se cree inmortal, es cuando más se le teme a la noche. Y la pregunta sería, ¿a qué le teme eso que a nosotros nos da miedo? Es como un modo de mojarle la oreja. En definitiva, regreso siempre a la angustia por la muerte. Como yo no creo en la reencarnación, después de la muerte, probablemente solo quede la “nada Nisman” o persistir en el recuerdo del otro. Puesto a elegir, prefiero la idea del encuentro post mortem con un dios -que es una idea infantil- a la idea de la reencarnación, que implica empezar todo de nuevo, como un eterno retorno, ¿no?
El eterno retorno de lo diferente, podés reencarnar en un gato o en quién sabe qué…
Diego: Bueno, no me interesa la idea (risas).
Pero la trascendencia es un tema que sí te preocupa…
Diego: Sí, lo que queda es lo que uno ha hecho, es la prueba de que uno vino a hacer algo y, efectivamente, lo hizo.
Igual, regreso al tema de la noche: en este libro no sentimos a la noche como algo muy terrible…
Diego: Bueno, a mí me encanta la noche, no es terrible.
Daniel: De hecho, te sentás a escribir a la noche con un vasito de vino….
Diego: Claro, como te decía antes, en este texto la noche reúne a mis fantasmas.
UN BRINDIS CON EL VACÍO
“El vacío siempre nos atajará / como una madre”(**)
“(yo escribo palabras al borde del anda)”
“Los dos zapatos en el aire”, Jorge Spíndola
Quería volver un poco al vacío, porque más allá de las elucubraciones, hay vacíos gráficos concretos, blancos entretejidos con los versos. Y, así, los poemas comienzan a mostrar un modo de significación plástico…
Daniel: Bueno, cuando Diego te envió un poema, vos aconsejaste dibujar los poemas….
Y me sentí muy feliz cuando vi el resultado. Dany, fijate que, justamente después de un par de poemas hechos a dos columnas, donde el texto salta efectivamente por sobre un vacío gráfico, hay una foto muy hermosa de un puente solo, donde no se ven personas. Pero, aun así, la vista ve un peligro de caída en ese vacío.
Daniel: Esa es la tapa para una novela, es la autopista en Parque Chacabuco. Me gusta el corte de la foto y el cielo dramático, pero lo que más me gusta es el cartel de espaldas. Como el libro se hizo en pandemia, yo no podía salir a sacar fotos, Así que todas las fotografías del libro -salvo dos o tres, como la del cuchillo, que la hice en el baño de mi casa- son fotos de mi archivo, al que tuve que ordenar por completo para poder buscar una imagen para cada poema.
Diego: Y, en esa sensación de buscar la foto para cada texto, está también la sensación del vacío. Yo confiaba. Me pasaba casi lo mismo que con la edición del programa: confío tanto en la edición de Pedro Saborido, que no estoy en ese proceso, que es el que le da la fuerza al concepto. En el caso de “Lo que teme la noche” yo sabía que Daniel iba a encontrar la foto indicada para el poema enviado.
Daniel: En algún momento, yo le mandé tres o cuatro opciones y Diego elegía. No nos podíamos ver por el aislamiento. Recién nos vimos en el final del proceso del libro, para hacer la tapa. La que finalmente quedó es la que yo había soñado.
¿Y la contratapa?
Daniel: La contratapa fue idea de Diego, yo quería hacer otra cosa. Quedó muy buena, con el vaso y el espacio vacío.
RABIA, RABIA, CONTRA LA AGONÍA DE LA LUZ (*)
“Este funeral no ha nacido” (**)
“Los hombres salvajes, que atraparon y cantaron al sol en vuelo, / Y aprendieron, muy tarde, que sufrieron el camino. / No entran dócilmente en esa buena noche”.
“No entres dócilmente en esa noche quieta”, Dylan Thomas
En los poemas se mencionan muchos ojos y hay muchas referencias a los ciegos. Y, en las fotos, también vemos varios ojos vacíos, sobre todo, en las máscaras teatrales.
Daniel: Son fotos de una obra que vi en Curitiba, invitado por un amigo actor, que era el protagonista. Las saqué desde la primera fila. Y menos mal, porque todos los actores tenían lentes de contacto. Ahí los ojos no están fotoshopeados, la poca edición que tiene solo busca resaltar los contrastes. En ese sentido, “Lo que teme la noche” es un libro que me empujó a los contrastes en blanco y negro. Me di cuenta de que mi repertorio fotográfico tenía una hermandad con el contenido del libro, en cuanto a que mis fotos pueden ser oscuras en el mejor de los sentidos, es decir, no depresivo ni pesimista. Igual que la poesía de Diego, que es tan apocalíptica como épica. Eso se ve claramente en el último poema, no es de un optimismo chabacano, hay ahí una épica.
Hay una rebelión.
Diego: Eso tiene que ver con el momento político, sumado a que siempre tuve un espíritu de rebeldía frente a algunas cuestiones.
En varios poemas se rebela la mirada que fue mirada por otros: “Lo que nos observa será atrapado /y el mirar será nuestro”. Liberar la mirada conquistada… Pensaba en los ciegos: una mirada tomada por los medios hegemónicos es una mirada eclipsada
Diego: Claramente hay algo de eso. La situación de lo humano frente a lo que lo desborda, la idea del desborde mismo, personal y colectivo. La sensación de que no hay nada que suceda más allá de lo que uno está pensando…
“MIRAR HASTA DESINTEGRARSE” (**)
“Rotos de ser mirados / mutilados en el reparto / despellejados para la cena” (**)
«Una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo,
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos».
“Árbol de Diana”, Alejandra Pizarnik
Vuelvo a la rebeldía. La palabra ´motín´ aparece mucho en el poemario: “Y el ángel cae / se escapa de un motín que empieza”.
Diego: Bueno, motín es una palabra que me encanta, está tomada en mí desde hace muchos años.
Daniel: ¡Desde que sos un chico, siempre fuiste un amotinado!
Diego: Es que, finalmente, son los encarcelados los que se amotinan.
Y en la pandemia estuvimos todos adentro…
Diego: Claro. Aparte, la palabra me convoca. Hasta te diría que mucho de lo que se lee en “Lo que teme la noche” aparece también en el personaje de Violencia Rivas, escrito por Pedro Saborido. Pero la parte final de cada sketch, cuando el personaje va hacia la cámara y sentencia, la escribo yo. Por ejemplo: “Los niños serán los asesinos del futuro”. En esa parte, no invito a que se rían, la idea es incomodar.
Incomodar: algo común al humor y a la poesía
Diego: A veces me preguntan cómo el humorista que soy puede encontrarse con el hacer de la poesía. Yo creo que una cosa me lleva a la otra, el humor es un punto de fuga de esta incomodidad. En mi trabajo humorístico, todos los mundos son posibles de otra manera: no hay ética, no hay moral, podés matar a cualquiera y no pasa nada. Es un mundo construido casi como lo hacen los niños. Allí todo puede explotar y la idea es que explote todo y nos riamos de nuestras propias convicciones. El verdadero lugar de lo anárquico está en el lenguaje humorístico. Por eso no necesito escribir un libro de humor, en lo actoral, eso está cumplido. Sí me convoca un libro de poemas. Las dos cosas están completamente conectadas.
Apolo y Dionisio…
Daniel: Entiendo que quien te conoce como capo cómico, se sorprenda al encontrarse con estos poemas que remiten a ‘les enfants terribles’. Hay una anécdota que cuenta Diego, que me encanta. Él estaba en la puerta del Cervantes con los actores, a la salida de un estreno, y pasó un camión de los muchachos recolectores, desde donde le gritaron: ¡Ehhh… Capusotto!” y Diego agregó “este es mi público”.
Diego: ¡Yo quise hacer humor nada más que para llegar a eso! Ahí es cuando llamás a tu mamá y le decís, “Llegué, mamá”. Fuera de broma, a mí me gustan mucho esas manifestaciones de la gente.
EL TIEMPO ENSORTIJADO
“Con la paciencia de una herida / el tiempo / es despertar impiadoso / inventará un futuro / con los minutos contados / aquí y ahora”. (**)
“A mis espaldas silbó un gato negro. / Era el ojo lunar de mi primer aullido frente al dolor”.
“Poema”, Miyó Vestrini
Daniel, me quedé con lo que decías antes acerca de la hermandad de tus fotos con los poemas de Diego. “Lo que teme la noche” hace la hermandad, el libro no es de poemas ni de fotos, es un mestizo, un tercer género formado por el cruce entre dos tipos de imágenes.
Diego: ¿Cómo no va a haber hermandad si nos conocemos de chicos?
Daniel: Además, hay una cierta melancolía, una épica, un pesimismo, un humor ácido, cosas que compartimos, por eso somos amigos.
Y una mirada poética que también comparten…
Diego: Es que nos criamos juntos. Nos dejamos de ver por un tiempo y nos volvimos a reencontrar después de muchos años. Él era amigo de mi hermano. A mis quince, Daniel tenía veinte y entonces las distancias y los intereses eran otros. Pero el paso de los años acerca esas diferencias. Ahora ya estamos todos en el club de los sesenta. Por otro lado, tenemos una banda de amigos con Daniel y otros cuatro energúmenos…
Daniel: Es una banda de Villa Luro, nuestro lugar de pertenencia, aunque actualmente solo uno de los cinco vive en el barrio.
Diego: Cuando yo tenía 12 o 13 años, mientras me iba con mis viejos a Mar del Plata, mi hermano venía a casa con todos sus amigos de 18 y 19. Ahora nos reencontramos con Daniel y, en parte, gracias a ese pasado en común, hay un montón de cosas que no hace falta explicar. Para mí es entrañable hacer mi primer libro con un amigo de mi hermano mayor. Y es mi primer libro.
Daniel: Y también es el primer libro que firmo, ¡encima en coautoría con este monstruo…!
Es muy bueno escucharlos hablar de su amistad, porque los poemas y las fotos conversan como amigos también. Los poemas funcionan por momentos como imágenes y las fotos como poemas.
Daniel: Es muy lindo eso que decís, y refleja un poco la idea que teníamos: Salvador hablaba todo el tiempo de un libro hecho a cuatro manos…
Diego: A Salvador, el editor de Ediciones Lamás Médula, quien se encargó de “Lo que teme la noche” lo conozco del año ’78, cuando íbamos al Comercial 30. Ese fue el último colegio al que me mandaron a ver si podía terminar algo. Pero nunca me interesó. Sin ser un hijo difícil, en la escuela, siempre atorranteaba, me juntaba con los más quilomberos, no me gustaba estudiar, salvo historia o castellano. Así que me fui a laburar. Si algo tenía claro es que no debía estar de vago en mi casa. Inclusive, me sentía más cómodo laburando que en el colegio, aunque en el colegio había hecho grandes amigos. Después me tocó la conscripción y luego seguí laburando en otros lugares, incluso con mi viejo, con quien tenía la mejor relación. Y, más tarde, apareció el tema de poder vivir de la actuación a partir de la televisión. Casi todos los actores y actrices empezamos laburando donde se puede. En boliches, eventos, lo que sea para ejercer.
SUDAR LA GOTA POÉTICA
“Qué siesta / despertarán mis ojos / una lluvia que llora por nada.” (**)
“El arco / es quietud que sueña”
Darío Villalba
Hay algo de juego serio en la construcción del libro…
Diego: Y de azar. Por un lado, hacía mucho que yo no lo veía a Salvador. Por otro, no es que yo le mandé una foto a Daniel para ver qué podíamos hacer. Se fue dando así.
Daniel: En relación a lo que decías del juego, sí, hay algo de eso. Igual nosotros somos atorrantes con aspiraciones, pero el trabajo con el libro fue muy profesional. Cuando dijimos “vamos a hacer un libro” nos pusimos a laburar, fuimos organizados y la pasamos bien.
Diego: Cuando hacíamos el programa para la televisión, pasaba exactamente lo mismo. En el imaginario está el actor de humor como un tipo medio hippón. Pero no es así.
En ese sentido del trabajo, Diego, veo mucha continuidad con tu humor. La poesía, muy pocas veces adviene como rayo, necesita laburo vital y sobre las palabras. En ese punto, tanto en tu humor, como en el trabajo como director teatral de Daniel, vemos la presencia de lo poético.
Diego: Algunas personas sí entienden que debe haber una organización para hacer un programa, para tener un concepto y sostenerlo, que no es llegar y decir “Bueno, a ver qué me dicen las musas…”. Fellini, cuando laburaba, tenía que hablar con productores, directores, y hasta mentirles, llegado el caso. Había toda una serie de asuntos trabajosos y de organización, que después se manifestaban en una maravilla para el espectador, cuando la película ya estaba editada. Pero para llegar a ese final hay una serie de convenciones por las que se debe atravesar, como ocurre en la política. Si vos sos muy puro, hacé la Del Caño, no te metas nunca en la política real, porque en la política real te vas a tener que sentar con Rocca de Techint, con el jefe de la Seguridad de la Provincia y con los sindicatos peronistas. Pero, volviendo a tu comentario, como vos decías, para mí la convivencia del humorista con el poeta es una obviedad, también en el sentido de que hay que ponerle laburo.
LA PROPINA DEL LENGUAJE
“Se aturdirá el silencio de lo ya dicho”. (**)
“un segundo antes del estallido / alguien inicia un gesto, una palabra / y en ese instante / el mundo salta en pedazos”.
“Un dios”, Leopoldo Castilla
Nuestra revista siempre tiene un tema. En este número es el apego.
Diego: Poné que los dos a la vez respondimos: ¡Con este libro la apegamos!
Daniel: Al apego lo asocio con esa modalidad de ‘soltar’, tan de ‘la nueva era’. Ahora parece que hay que soltar todo, está de moda el desapego, ¿no? Yo prefiero el apego ¡y no suelto nada!
Entiendo que te referís a esta cuestión de época, muy presente en los adolescentes, de no sentir mucho para no sufrir, de no engancharse demasiado por el miedo a lo que te puede pasar.
Daniel: Ese asunto también tiene que ver con el lenguaje. Yo doy clases de oratoria. La mayoría de los alumnos habla con apoyaturas del tipo “es como que…” “está bueno…” “Ay, qué paja”. Yo digo, hablemos de retórica un poco, porque esto empobrece el lenguaje.
Diego: Y empobrece a la paja, además.
Daniel: ¡Claro! El término significaba era otra cosa y ahora alude a todo aquello que te da pereza. A su vez, el uso de la palabra se extiende a cuando te enojás, a cuando no te gustó algo. Bueno, es un término con tanta amplitud que ya ni siquiera tiene una significación. Y ese empobrecimiento del lenguaje me desespera, me parece bastante triste.
Diego: En ese sentido también es tremendo cuando, en los medios públicos, un comunicador habla como si fuera un vecino que está enojado. Evidentemente, se trata de una estrategia, donde ese comunicador se convierte en un personaje. También ocurre en el noticiero, donde los periodistas tienen que hacer un paso de comedia para, supuestamente, enganchar a la audiencia. Es espantosa esa necesidad de tomarle la energía al otro para hacerlo entrar en una multiplicidad de sentimientos. El mismo tipo que te da las noticias, se indigna, hace un editorial, juega claramente para un sector y remata con un paso de comedia, todo en la misma bolsa.
Y, de paso cañazo, funda subjetividades que perciben el hablar como ese comunicador es algo efectivo y simpático, un modelo a seguir. Por eso celebramos este libro, porque la poesía es siempre una rebelión de lenguaje.
Diego: Exacto. Es un salir del lenguaje del día a día, del lenguaje negociador.
El lenguaje del día a día es como dinero.
Daniel: Así es. Y, como tal, está devaluado.
TARTAMUDEAR LO OTRO
“Quizás muera por un rato / Para atravesar los destinos inciertos/ para llenar de aire los ataúdes / hermanos”. (**)
“Felices aquellos cuyos ojos se posan / en los rincones de su cuarto,
los que miran la carne de la urbe sin ser vistos, / los que sus distancias miden en sonoras ondas, / los que por propia voluntad desgarran sus ventanas / pues ellos heredarán toda la plenitud de lo oscuro / y lo que allí se oculta”.
“Vago(VII)”, Luis Sebastián Masetto
¿Qué es lo poético para ustedes?
Daniel: A mí la poesía me vuela la cabeza o me irrita. Soy un lector de cuentos, novelas, ensayos, aunque no tanto de poemas. Eso sí, encuentro lo poético en la fotografía.
Diego: Es difícil definir lo poético, precisamente, porque es algo indecible. Remite a todo lo que se salga de un cierto control, todo lo que fuga. Aunque, a la vez, lo poético es una multiplicidad de sensaciones.
En tu libro aparece mucho lo no dicho: “El lenguaje tartamudea lo que aún no se ha dicho” …
Diego: Claro, aparece lo que ocultamos o está oculto. La poética consiste en desenterrar eso oculto. Al escribir, no hay una mirada alrededor, ni siquiera una mirada imaginaria. Es una reconcentración sobre vos y sobre el texto. Supongo que lo mismo debe suceder al sacar fotos, el mundo se detiene y solo existe esa búsqueda alrededor de eso que husmeas.
En el caso de las fotos de Daniel, siempre muestran una presencia y una ausencia. Como decíamos antes, claroscuros.
Daniel: En este libro, sí, la mayoría de las fotos tienen esa línea. En mi archivo hay de todo.
Hablando de claroscuros, la poesía en sí tiene un modo de difusión muy particular, a veces en la luz, a veces en la sombra. Frecuentemente, los poemas circulan como botellas al mar, van de oído en oído, casi secretamente.
Diego: Sí, lo sabemos. Nunca tuvimos la pretensión de entrar en el laberinto de la circulación. Así como yo no me siento capacitado -por ejemplo- para escribir una novela, por mi propia conexión con el leer, sí comprendo que hay palabras del otro y palabras de uno que se unen y, entonces, el texto ya no tiene autoría. Circula.
(*) Verso del poema “No entre dócilmente en esa pálida noche”, Dylan Thomas.
(**) Versos extraídos de “Lo que teme la noche”.