Deseantes: Sobre el cacique Inakayal
Por Luisa Luchetta
FRANCISCO, PARTE I
«Fruto de mis tareas ha sido la colección (…) para formar el Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires (…) Ese establecimiento contendrá algún día la historia de los pobladores de nuestro suelo, (…) asistida por sus mortales despojos.»
Francisco P. Moreno
En su libro » Viaje a la Patagonia Austral» Francisco P. Moreno ha comentado su interés por la ciencia. Desde niño se sintió atraído por coleccionar piedras, restos óseos de animales ya extinguidos, insectos disecados, etc.
A los veinte años de edad, viajó a Carmen de Patagones, donde recolectó cráneos y objetos de piedra de cementerios aborígenes. El profesor Paul Broca, conocido antropólogo francés, publicó el trabajo que el joven Francisco escribió, luego de este primer viaje. Impulsado por el éxito obtenido, Francisco decidió dedicarse al estudio de los pueblos patagónicos y su evolución.
INAKAYAL, PARTE I
Volaban abiertas, a favor del viento. Rompían el aire y finalmente se unían, luego de rodear las ligeras patas del avestruz. El joven Inakayal volvía con el alimento a su toldería. Era diestro en el manejo de las boleadoras. Sus dos mujeres e hijos lo esperaban con un reconfortante recipiente lleno de sangre de yegua recién degollada. Le gustaban los guisos de vísceras de yeguas o guanacos crudos mojados en sangre tibia, el aguardiente que regaba las celebraciones -días enteros de fiesta-, las charlas con otros paisanos, mientras las mujeres trabajaban. También, sentir el viento frío entrar en sus pulmones, dormir acunado por los sonidos de la noche.
SAYHUEQUE
Hijo del cacique Chocory quien, antes de morir, le había pedido que no combatiera al blanco, fue el señor del país de las Manzanas, tierras que recorrió a caballo en su juventud.
Se acercó a Buenos Aires, movido por la curiosidad y quizás por el enojo ante los atrevimientos de los cristianos, quienes se apropiaban de las tierras y encerraban al ganado cimarrón, dentro de las estancias apropiadas por los huincas. Se ha dicho que, a los veinticinco años, participó en la carnicería cometida en la estancia de San Antonio de Iraola, en 1855. Las crónicas fueron escritas por el único soldado que pudo escapar vivo y por el relato de Sayhueque a Francisco Moreno. Bebieron la sangre y comieron el corazón de los blancos, los enemigos que llegaron para apropiarse de sus tierras y de sus vidas.
FRANCISCO, PARTE II
El viajero, el espía inconfeso, el usurpador de tumbas, embriagado por el paisaje que descubre: la cordillera enmarca el cielo inundado de estrellas, el horizonte pedregoso, el frío y el hambre lo transforma en un ser vivo, como antes lo fueron los verdaderos propietarios de los huesos que carga en su equipaje. El viajero se horroriza de las costumbres de los pueblos que visita. El baile desenfrenado por el alcohol, las peleas entre hombres y mujeres de los toldos, el gemido de los animales sacrificados, aún vivos, el ladrido de los perros, el llanto de los niños llenan de asco el espíritu puro del cristiano Francisco, incapaz de reconocer en sí el morbo que lo alimenta bajo la etiqueta del cientificismo.
JULIO ARGENTINO
Julio Argentino Roca, de 34 años, asume como ministro de Guerra y Marina, luego de la muerte de su predecesor, Adolfo Alsina, en 1877. Alsina sostenía su política dialoguista con los mapuches, incluso logró que alguna de sus ideas fueran adoptadas como política de Estado (1). Pero Roca representó los ideales de un grupo que, a sabiendas de las riquezas escondidas en la zona del País de las Manzanas, no aceptaba reconocer territorios como propiedad de los pueblos originarios.
Roca encargó a Estanislao Zeballos un estudio geográfico y antropológico de la Patagonia. En una primera etapa, Roca decidió avanzar hasta los ríos Negro y Neuquén y, por consejo de Zeballos, establecer buenas relaciones con Sayhueque, mediante regalos de importancia, como carruajes y mobiliario. Pero el ministro tenía su objetivo claro: apropiarse de las tierras del País de las Manzanas.
Roca obtuvo recursos, sin tomar en cuenta las recomendaciones del Poder Legislativo.
En 1879 se inició el avance de las tropas. Poco a poco, los caciques capitularon o huyeron hacia las tolderías de Sayhueque. En 1883, junto a otros caciques como Inakayal y Foyel, decidieron no entregarse al blanco.
Luchar hasta la muerte.
Mientras, Roca aceptó reconocer como cacique amigo a Sayhueque y le ofreció la protección del Estado argentino, con el nombramiento de gobernador de las Manzanas. Pero nada fue tan sencillo. El General Uriburu, a cargo de las tropas, invadió la zona. Sayhueque no contestó al ofrecimiento de Roca. Había decidido enfrentar al enemigo.
El 1ro.de enero de 1885 el gran cacique se entregó en Junín de los Andes junto a Inakayal, Foyel, Huenchenecul, Prayel, Cumilao, entre otros.
REINA DEL PLATA
Inakayal vio por última vez las tierras patagónicas, cuando, junto a su esposa y otros familiares, los embarcaron hacia Buenos Aires. Al llegar al puerto de La Boca, hombres y mujeres fueron separados. Muchos terminaron como servidumbre de familias acomodadas.
Foyel, Inakayal y Raimal estuvieron detenidos en el Tigre. Desde allí, Inakayal, pidió ver a su amigo huinca, Francisco Moreno, quien lo visitó en 1885. Moreno, entonces, solicitó la entrega del contingente de quince personas para llevarlos a su museo, en construcción, de la localidad de La Plata.
ATAÚD DE VIDRIO
Huesos acomodados con exactitud en las vitrinas. Calaveras de distintos tamaños. Frascos con partes de encéfalos flotantes. Vestidos tehuelches. Puntas de flechas. Animales embalsamados. Insectos secos pinchados: «… averigüé el paraje en que había sido inhumado y en una noche de luna exhumé su cadáver, cuyo esqueleto se conserva en el Museo Antropológico de Buenos Aires; sacrilegio cometido en provecho del estudio osteológico de los tehuelches», confesó el señor Francisco Moreno en su libro «Viaje a la Patagonia Austral». Eso hizo con el cadáver de su «amigo», el tehuelche Sam Slick. No fue solo una vez. Por supuesto, finalmente, pudo armar toda una colección.
Según Moreno, las creencias acerca de la vida después de la muerte se resumen en un viaje a otro mundo que realiza el espíritu junto a sus cosas más preciadas, incluido al perro del difunto. En este recorrido, el individuo debe enfrentar a la noche y al llanto de las aves nocturnas, a enemigos o malos espíritus, hasta llegar a un lugar muy lejano, donde vivirá igual o mejor que antes.
INAKAYAL, PARTE II
No es muy difícil imaginar lo que sucedía, día tras día, cuando los caciques y lo que quedaba de sus familias observaban los restos de sus ancestros tan lejos de sus tumbas. ¿Qué les iría a suceder a ellos mismos? ¿También sus cuerpos serían expuestos? ¿Separarían la carne de los huesos? ¿Sus corazones flotarían en un frasco?
Sin duda, este bien podría haber sido el inicio del viaje, la noche oscura y amenazante. Quizás existiera ese otro lugar donde poder vivir en la propia tierra, entre las montañas y el llano, los avestruces, el viento y la libertad. Mientras así se preguntaban por su final, su vida transcurría entre carencias. Dormían encerrados en el sótano del museo, sin baños.
Mujeres, niños y hombres. Por la mañana, algunos trabajaban en la limpieza del museo, otros en la construcción de las partes que aún quedaban por levantar. De paso, fueron expuestos al público visitante. En el museo, Inakayal vio morir a varios de los suyos. Algunos dicen que se dio a la bebida, ya sin ganas de vivir. Según, el libro de Curruhuinca-Roux, «Las matanzas del Neuquén», el cacique solía decir, «blancos ladrones, robar mis caballos y la tierra…Ahora prisionero…desdichado».
Cuenta la historia que, un atardecer y fuera de sí, Inakayal se quitó la ropa del enemigo, dijo algunas palabras en su idioma y se lanzó por las escaleras. Otra versión sugiere un asesinato. Ambas coinciden en la fecha: 24 de septiembre de 1888. Moreno, quien quizás albergaba algún interés en la política, no quería verse rodeado de más escándalo que la muerte del cacique. Así que, sin dubitar, logró deshacerse de los indios que aún tenía prisioneros en La Plata. Consiguió que el gobierno les diera campos en la Patagonia: otros, no los mismos que antes habitaban. Así Foyel volvió a la Patagonia.
TODO POR LA CIENCIA
Francisco no dejó pasar la oportunidad y, como Jack el destripador, metió bisturí tripas adentro de su amigo huilliche, quien tan bien lo había tratado cuando visitó sus tolderías. Disecó su cuerpo y lo expuso como trofeo.
En 1994, ante el reclamo de los mapuches, se logra la devolución de los restos de Inakayal, que ahora descansan en el pueblo de Tecka. No obstante, en 2006, investigadores de la UNLP descubrieron, en el museo, el cerebro, una oreja y el cuero cabelludo del cacique. También partes del cuerpo de su esposa y de la hija de Foyel, Margarita, ambas fallecidas allí.
«EN EL NOMBRE DE LA ROSA ESTÁ LA ROSA”
Decía el Perito Moreno que los patagones tenían la costumbre de cambiar los nombres de las cosas, porque los nombres de las cosas mueren cuando muere quien las ha usado. Por tanto, para evitar la desgracia, era necesario olvidarlos. Debía ser parte del infierno perderlo todo.
La humillación, la traición son, en todos los tiempos, claramente indigestas. Permanecen en la piel, estremecen el pecho. Inakayal, el guerrero, el cacique leal con sus amigos, sostuvo su identidad, a pesar de las afrentas. Se atrevió a un último acto de amor a sus raíces, a una entrega desinteresada a sus amigos de cacería y desgracia, quienes pudieron estar más cerca de su amada tierra, de la cotidianeidad que había iluminado su juventud: el sueño de vivir y ver crecer a su gente. Hay un sentido asociado a su nombre que no cambia: el de cierta inocencia que solo guardan quienes viven entre amorosos latidos de su corazón.
(1) «Adolfo Alsina, benemérito, que no contradijo su amor a la patria por su humanitarismo, muere el 29 de diciembre de 1877… Se cierra un capítulo que honra la República y a los argentinos». «Las matanzas del Neuquén» Curruhuinca-Roux
Bibliografía:
«Las matanzas del Neuquén» Curruhuinca – Roux
«Sayhueque, el último cacique» Curruhuinca – Roux
«Viaje a la Patagonia Austral 1876-1877» Francisco P. Moreno
«Un caballero en las tierras del Sur» Pedro Orgambide
Diario Jornada 02/11/16
Diario Clarín 11/12/14|Corresponsalia La Plata
Diario Andino digital de Villa La Angostura y la Patagonia