Mujer y pájaros al amanecer - Joan Miró

La potencia: sobre la escritora Jamaica Kincaid.

Por Viviana García Arribas.

 

EL NOMBRE PROPIO

Mapa de Inglaterra (1612)

Cuando vi Inglaterra por primera vez era una niña sentada en un pupitre de la escuela” (1). La escuela se encontraba en la isla de Antigua y la niña en cuestión era Jamaica Kincaid quien, en ese tiempo, se llamaba Elaine Cynthia Potter Richardson. Años después, como si se hubiera despojado de un ropaje indeseable, la escritora cambió el nombre dado por sus padres porque, de no hacerlo, nunca hubiera podido escribir ni una palabra. Una manera de quitarse de encima el imperio, cuya influencia marcó los primeros años de su vida.

Antigua y Barbuda es un país ubicado en el mar Caribe y fue colonia del Reino de Inglaterra desde 1667 hasta 1967, cuando se transformó en un estado asociado a la corona británica. Desde la llegada de Cristóbal Colón hasta 1967 se sucedieron: el exterminio del pueblo caribe -los legítimos habitantes del territorio-, la ocupación de las islas por parte de españoles, franceses e ingleses, la esclavitud y el cultivo indiscriminado e intensivo de los productos nativos -en especial, de la caña de azúcar- entre muchas otras vejaciones. Los británicos ejercieron una política fuertemente colonial en desmedro de todo lo nativo: “(…) este asunto del desayuno estaba hecho en Inglaterra como casi todo lo que nos rodeaba, con la excepción del mar, del cielo, y del aire que respirábamos” (1). Derecho y revés de un paraíso soñado, por sus características de clima, fauna y vegetación, que la misma autora califica como falso.

Il sogno – Henri Rousseau

 

RETAZOS DE VIDA

Nació en el año 1949. Aprendió a leer a los tres años con los libros que su madre le daba para que la dejara tranquila. Incluso, la mamá mintió sobre la edad de la niña en la escuela para que la admitieran y así logró algunos momentos de paz y soledad. Jamaica era muy rebelde. Sin embargo, la escuela se convirtió en el punto central de todo un sistema de discriminación y menosprecio: “La educación que recibía nunca fue tan satisfactoria como me habían dicho; solo conseguía llenarme de preguntas que quedaban sin respuesta, solo conseguía llenarme de ira. No podía gustarme aquello a lo que me conducía: una humillación tan permanente que acabas sintiéndote con ella como en tu propia piel”(2).

Piedras en la cabeza

Vivió sola con su madre hasta los nueve años, cuando la mujer volvió a casarse. Esta situación se volvió insoportable para Jamaica y a esto se sumó la llegada de los hijos de la pareja. Ya no era la niña mimada y debía colaborar con los quehaceres de la casa. Como si no hubiera sido suficiente, a los quince años, debió dejar la escuela para hacerse cargo del cuidado de sus hermanos. Este hecho le produjo un rencor muy profundo y la figura de su madre se transformó, entonces, en fuente de inspiración de su obra como escritora. Finalmente, a los diecisiete años, fue enviada como niñera a Estados Unidos: “mi familia tuvo más hijos de los que podía tener”, declaró en la entrevista para el FILBA, en octubre de 2020. Siempre vivió este desplazamiento como un sacrificio que debió pagar en nombre de su madre. “(…) me llevó a la casa de un hombre al que conocía por negocios y me dejó al cuidado de ese hombre y de su esposa. Yo era su huésped, pero a mi manera pagaba. A cambio de la habitación y la comida, realizaba algunas tareas domésticas. No hice objeciones, no podía hacer objeciones, no quería hacer objeciones, entonces no sabía cómo hacer objeciones abiertamente” (2).

No obstante, este hecho le dio un marcado giro a su vida: el nuevo ambiente la hizo olvidar su posición en la sociedad caribeña y, según afirma, dejó de percibir el tema racial como un problema. Comenzó a estudiar fotografía y aprovechó la vasta biblioteca de sus empleadores para ampliar sus lecturas. “Era joven —tan joven—, y creía profundamente en mis propias convicciones; me sentía fuerte y pensaba que sería siempre así, me sentía llena de frescura y pensaba que también eso sería siempre así. Y en aquel momento la ropa que llevaba se me quedó pequeña; los pechos me crecieron, tirando pujantes de la blusa, el cabello me rozaba los hombros en una caricia que me hacía estremecer, mis piernas eran cálidas y entre ellas había una humedad pegajosa de la que emanaba un olor dulce y penetrante” (2). Su primer cuento, “Girl”, fue publicado por “The New Yorker”, en 1978, y hoy es material de estudio en talleres de escritura, por su estilo directo, sin pretensión de ternura alguna. Un estilo duro para hechos duros. Narrado en segunda persona, reproduce la voz de una madre que le da órdenes a su hija y, con su discurso, evoca -en uno de los posibles planos de lectura- las estructuras de dominación del imperio. “Así escribo yo”, le dijo a William Shawn -editor de la publicación neoyorquina- cuando le presentó su trabajo.

 

DEJAME QUE TE CUENTE

Les artistes récupérateurs

Jamaica Kincaid está dotada de una voz muy poco complaciente, que logra provocar el enojo de más de uno. “Cualquier cosa que una novela sea, no soy eso, y lo que sea que un cuento sea, tampoco lo soy. Si yo tuviese que seguir estas formas, no podría escribir. Me interesa mucho romper las formas” (3). Este afán de ruptura responde a una búsqueda constante, a una necesidad de experimentar nuevas formas de expresarse. También obedece a su propia formación: Antigua, tierra de mestizaje y opresión, sumado al lugar que Jamaica ocupó dentro de su familia, desencadenan un estilo donde la hibridez de géneros es fundamental.

Trabaja siempre sobre su historia de vida, si bien no escribe, necesariamente, autobiografías. Aun así, es acusada de autobiográfica. Ante esto responde que no ha escuchado ese reproche hacia los escritores varones, si bien todos y todas utilizan de algún modo su propia vida como fuente de sus historias. Mujer, caribeña y de piel oscura, lleva adelante una escritura de las minorías. Sin embargo, se resiste a colocarse en el lugar de la víctima: las reacciones de sus personajes no se ajustan a los cánones habituales, nunca actúan como se espera. Una gran rebeldía los alienta y, también, la capacidad de pensar por sí mismos y en sí mismos. A veces son egoístas y un poco malvados. Es decir, profundamente humanos. Reflexiona, en fin, sobre qué es ser una mujer negra, descendiente de esclavos, que habla la lengua de los invasores -el inglés- y se formó como lectora en la literatura inglesa.

Ante todo, expresa su necesidad de escribir la verdad. Pero, al fin de cuentas, ¿qué es la verdad? Para ella, se encuentra en las palabras, en su disposición dentro de una frase, en la cadencia de su prosa, en ocasiones, plena de giros poéticos: “Mi mundo entonces —silencioso, suave, tan vulnerable que parecía vegetal, sujeto a los caprichos impuestos por otras personas, diurno, que empezaba cada mañana con la pálida luz que se abría paso en el horizonte y finalizaba con la súbita caída de la noche cuando llegaba el ocaso— constituía para mí tanto un misterio como una fuente inagotable de placer (…)” (2) Aunque, a veces, golpea como un puño en el estómago: “(…) así se prepara un pimentero; así se hace un buen remedio para el resfrío; así se hace un buen remedio para tirar a la basura un niño antes de que siquiera sea un niño; así es como se atrapa un pez; así se tira de vuelta al mar un pez que no te gusta, para que no te caiga encima nada malo; así se maltrata a un hombre; así un hombre te maltrata;” (4).

Pinceles

TIERRA DE ABONO

En parte caribeña, afroamericana, inglesa, con educación británica, radicada en Estados Unidos desde los diecisiete años, en la escritura de Jamaica Kincaid se manifiestan cada una de las experiencias vividas. Escribe para comprender, para decir las cosas que no se sabía capaz de decir. “Nunca leo mi propia obra porque ya la escribí, ¿por qué la leería?” (5). Lo importante es el proceso, sostiene, allí está el aprendizaje. Al contemplar una fotografía de cuando tenía siete años, recuerda el momento y se pregunta dónde está aquella niña, “es como esas mamushkas, donde hay que sacar y sacar” (5). Esa exploración la lleva a componer sus textos en innumerables capas donde aparecen la educación represiva de las mujeres, la influencia y los abusos del imperio, la esclavitud, la discriminación y la historia de su lugar de origen. “Mi padre (…) tenía los ojos grises, tenía el cabello rojo, tenía la nariz larga y estrecha; su padre era un hombre escocés, su madre pertenecía al pueblo africano, y esta distinción entre hombre y pueblo era una distinción importante, pues uno de ellos desembarcó siendo parte de una horda, ya condenada, con la mente vacía de todo lo que no fuera sufrimiento humano, cada rostro idéntico al que tenía a su lado; el otro desembarcó por voluntad propia, ambicionando realizar un destino, llevando en la imaginación la visión de sí mismo con la que soñaba” (2). Construye, así, un universo donde, al excavar, afloran infinitas posibilidades de lectura.

 

SOMBRAS SUELE VESTIR

La Venus de los trapos – Michelangelo Pistoletto

En este bagaje de herramientas, la piel ocupa un lugar fundamental. Por su color y las diferencias que se fundan a partir de eso, no solamente entre pieles claras y oscuras, no solo entre conquistadores y conquistados: “Los niños también pertenecían todos al pueblo africano. Mi maestra y esos niños no dejaban de mirarme (…) Yo pertenecía al pueblo africano, pero no exclusivamente. Mi madre era caribeña, y eso era lo que veían cuando me miraban: el pueblo caribeño había sido vencido y luego exterminado, arrojado y esparcido como semillas en un jardín; el pueblo africano había sido derrotado pero había sobrevivido” (2). El color oscuro es manifestación de belleza y de fuerza. Por oposición, nos da su mirada sobre los ingleses: “Su piel era tan pálida que les daba un aspecto frágil, débil, feo. ¿Y si tuviera poder para hacerlos desaparecer de la tierra, si pudiera llenar con ellos barco tras barco y mandarlos en un viaje sin destino, obligarlos a vivir en un lugar donde la presencia del sol era constante?” (1). La piel muestra y oculta: en el caso del padre de Xuela, la protagonista de “Autobiografía de mi madre”, su claridad esconde su condición de mulato y, por su color, también delata : “cobre, oro, mineral”, su amor por el dinero y su condición de corrupto.

Post-Curtición – Lucy Argueta

Pero no solo la piel revela y cubre. La ropa, no solo viste el cuerpo. En ocasiones, opera como una función plausible de ser cedida: “Quiere hacer de mí un regalo para su marido; quiere entregarme a él, espera que no me importe. (…) Acepté el vestido que me ofrecía. No me lo puse, jamás lo llevaría puesto; me limité a cogerlo y guardarlo durante algún tiempo” (2). Y, en otras, como estandarte: “Y esa ropa, esa ropa de policía, acabó por definirle. Fue como si con el tiempo se convirtiera en parte de su cuerpo, en una segunda piel, pues incluso cuando ya hacia mucho tiempo que no la llevaba, cuando ya no necesitaba ponérsela, su aspecto no cambió, siempre pareció llevar sus ropas de policía. Su otra ropa sí era ropa de verdad; su ropa de policía se había convertido en su segunda piel” (2). Ropa y piel, en un mismo plano.

 

EL POLLITO AVENTURERO

Percy, el pollito” era un cuento que leía Jamaica cuando todavía era Elaine. A diferencia de sus hermanos, Percy tenía las plumas negras y desobedecía a su mamá en su intento constante de saltar la verja. Claro que siempre se daba de cabeza y se caía. Una vez, hasta se fracturó una pata. Hoy, la escritora piensa si su vida no habrá sido como la de ese pollito.

Jamaica Kincaid es una fuerza puesta en movimiento, imposible detenerla mientras dure el impulso que la sustenta. Hasta la fecha, publicó cerca de dieciocho libros, además de ensayos y notas periodísticas. Fue traducida a varios idiomas. En nuestro país se acaba de editar una traducción local de su “Autobiografía de mi madre” y se puede conseguir también “Hermano”. Su historia es la de una mujer que no se dejó vencer, por el simple hecho de no haber pensado nunca en los límites que se le impusieron más que para atravesarlos.

Pienso en el origen de Jamaica, en su historia familiar y en su país. Como un cliché, se me ocurre que lo posible, para ella, podría haber sido nada. En sus manos, entonces, se transformó en energía imparable, en palabras al borde del grito, en necesidad de búsqueda y desafíos de renovarse.

Y el impulso no para.

Secretamente, creo que Percy pudo, de una vez por todas, saltar la cerca.

 

(1) “Cuando vi Inglaterra por primera vez”, Jamaica Kincaid.

(2) “Autobiografía de mi madre”, Jamaica Kincaid

(3) Jamaica Kincaid, Entrevista con Key Bonetti para The Missouri Review

(4) Girl, Jamaica Kincaid https://www.newyorker.com/magazine/1978/06/26/girl

(5) Entrevista con Valeria Tentoni en el marco del FILBA 2020

 

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