Entrevista a: Luciana Jury
Entrevista: Isabel D’Amico y Mariano Botto
Edición: Mariano Botto
El día de la entrevista, a Luciana Jury, el abuso le cayó del cielo. Desde la noche anterior no había parado de llover y, en la Provincia de Buenos Aires, algunos ríos desbordaron. Al llegar a su casa, en Tortuguitas, el diluvio cedió, aunque algunas calles continuaban algo inundadas. Otras profundizaron huellones en un barrial inaccesible. Muy celeste, el cielo abrazó las casas bajas del conurbano. El esplendor solar del mediodía sacudió el gris y avivó pinceladas de ciudad sobre el lienzo pueblerino.
Antes de anunciarnos con palmas, ella apareció por un costado de la casa, mientras cerraba el paso a los cuatro o cinco perros, que se limitaron a observarnos, sin dar ni un pequeño rezongo o ladrido.
Una vez adentro, las pinceladas del barrio se volvieron universales, en una celebración de colores y sentidos: Ssbre cada pared, los cuadros de Zuhair Jury brillaban como una llama viva.
LOS NUDOS DE LA RED
En tu modo de cantar está el desborde, natural y latente. Un grito que sobresale entre el murmullo. ¿Qué significa para vos ese grito?
De manera definitiva, es la necesidad de romper con algo asfixiante. Con la asfixia de quienes no tienen la posibilidad de pegar ese grito y decir qué les pasa. Por la necesidad de libertad de ellos y por la mía. Si bien, a lo largo de la historia, ha habido un sinfín de cuestiones que han otorgado a los hombres más derechos, no necesariamente significa que el hombre sea más libre. Creo que mi canto tiene que ver con eso. Además, mi construcción de ser ha sido desmesurada hasta en el amor. Soy hija única -aunque tengo una hermana de parte de padre que prácticamente no conozco y nos llevamos muchos años- y considero que en la construcción de mi familia hay mucho del amor pasado de rosca y eso lo agradezco. Crecí bajo la dictadura y con mis padres en la lista negra. Hasta los siete años, viví bajo ese miedo que, de alguna forma, me trasmitieron. Y tal vez padecí estar con tanto cuidado y terror. Pienso que mi forma de cantar también se vincula con eso.
Tu forma de cantar se derrama, se desborda. Y ese desborde- en algunos casos- pareciera, que pifia…
Si, que jode. Cuando viajo en el auto y quiero pensar cosas profundas, escucho mi último disco y me emociono mucho. Cuando quiero distenderme, escucho otras músicas. Mi música no es para provocar relajación espiritual, mental o para descansar del problema, es para entrar en el conflicto y desatarlo, desanudarlo.
Es una definición del arte; no viene a entretener, viene a romper…
Para entretener, jamás. Sean las músicas que sean. Hoy estaba pensando la frase de José Pablo Feinmann “entretener hasta matarnos”. Hay que tener cuidado: uno se puede entretener con un montón de cosas mucho más interesantes que un espectáculo o una propuesta artística. El arte está en función de la expansión de las conciencias.
¿Tomarías el escenario como un ring?
Como un ring, no. Toda la parafernalia, de lo que es la cultura o el espectáculo, se parece a la preparación de un ring. A veces siento que voy a salir a pelear pero, en realidad, salgo a encontrarme con la gente. Siento la tensión de que se sientan bien y se entreguen para poder entregarme. Quienes interpretamos tenemos una parte del ser que se queda sentado en una silla; nosotros prestamos el cuerpo y el alma para canalizar las voces de los tiempos.
Las voces que nos hablan
Claro, es fantástico. Es una manera de salirse de uno pero estar, más que nunca, con uno mismo. Cada vez que subo al escenario, desnudo el alma; desaparece la conciencia, el estar en el detalle y las pequeñeces. Se quedan en otro lado. Siento que puedo tener alitas, es preciosa la sensación. Entonces, no lo veo como un ring.
Lo que voy diciendo en algunas canciones es denso y pesado. Hay que sostenerlo con la actitud. Pero, como soy muy geminiana, también lo disfruto mucho. En el último recital estuve con una banda y pude soltar el cuerpo y moverme. No estar tan reconcentrada en lo que canto y toco, eso es de una exigencia muy fuerte. Entonces, me divertí. Voy a lo profundo y también me gusta estar livianita.
BIEN DE FAMILIA
“No hay duda que bajo por su raíz y subo por su cuerda”
Roberto Santoro
Fruto de toda tu historia familiar, confluís con las raíces de un padre poeta, pintor, de tu abuela poeta, de tu tío cineasta y cantante…
Yo pienso que soy un cachito de cada uno de ellos, eso me construyó. No quiere decir que no sea yo misma; soy también lo que he construido. Mi familia, específicamente en lo artístico, ha sido una usina generadora de una imaginería, de ideas y advertencias, de un mundo que no lo aprendí en otro lado tan fuerte como de mi padre, madre y abuela. De mi tío, ni hablar. Esa es mi escuela, la tuve al alcance de la mano. Luego, de adolescente y adulta, la elegí. Porque no siempre uno pude elegir, entre legados tan fuertes. A veces es imposible sacártelos. Pero, de grande, mirando el mundo y viendo cuáles eran las otras opciones las otras fuentes, me di cuenta de que la mirada del mundo que más me interesaba era la mirada de mi viejo. Las conversaciones más profundas que puedo tener en la vida son con mis padres.
Una escuela de compromiso
Sí, claro. Por eso me costó mucho. Si bien mis sueños de chiquita eran cantar y mover el cuerpo en un escenario, concretar ese sueño me llevó mucho tiempo. Por la misma responsabilidad que implicaba meterse en ese palo, al venir de esos padres. Y tomo a Leonardo (Favio) como un padre artístico. El fracaso, de haber sucedido, hubiese sido más contundente.
Todo eso son los fantasmas que el mundo del espectáculo te propone y te exige. Yo me di cuenta: tengo que cantar con la misma necesidad con la que canto en el patio de mi casa; como me enseñaron mis padres. Mi tío es la imagen pública, mi padre es el constructor de esa imagen que vive tras las sombras, oculto y de una manera muy natural y tranquila. Amando y haciendo un arte del vivir cotidiano. Entonces, tengo esa preciosa escuela que me dio ánimo para forjarme en lo que a mí me pasaba con el canto, más allá del espectáculo. Y así no perder la esencia de por qué canto como lo hago.
LA SAGA DEL MILAGRO
Tus discos solistas “Canciones brotadas de mi raíz” (2011), “En desmesura” (2013) y el reciente “Madrugada” (2015) parecen trazar una historia: partir desde la raíz para salir con toda la fuerza del brote y volver a la calma de un inicio.
Absolutamente. Es una misma cosa. Una saga. Tiene una coherencia desde el principio al fin…y me emociona pensar en eso…
(No sólo lo dice: sus ojos brillan y la voz tropieza con dulzura. Los gorriones, cantores durante toda la entrevista, hicieron silencio. El murmullo de la calle también se detuvo y la tarde, suspendida a centímetros del suelo, hizo una pausa.)
…y me emociona sorprenderme al ir contando exactamente mi forma de pasar por este plano terrenal con coherencia, actitud y veracidad. Me van pasando cosas que me sorprenden a mí misma. Los discos, por lo general, son la consecuencia de pensar previamente y armar un concepto de hacia dónde ir. Yo lo hago al revés. Voy viviendo la vida y mi necesidad fundamental de cantar es poder fluir los amores y desamores, las dichas y alegrías que provocan las relaciones amorosas. No solo las relaciones de pareja sino, en mi caso, mi familia, mi padre, mi madre que me han querido, cuidado y hasta asfixiado con tanto amor. Agradezco todo lo bueno y malo que pudo haber sucedido porque es la celebración de tres seres que bajaron al mundo para ser y transcurrir, agradecidos y advertidos, de que este mundo es un milagro. Más allá de los hombres, las sociedades, la historia y los tremendos errores que pudimos haber cometido, este mundo es un paraíso. Es un milagro ver cómo crecen los árboles, cómo en invierno se caen las hojas, cómo las hormigas tienen su organización social infinitamente mejor que la nuestra. Eso es en definitiva lo que canto.
(Y nos viene a la memoria “Me abrazo al hombre y soy el hombre, el otro, el abrazado” de Zuhair Jury)
Estuve en la plaza cuando cantaste. Una mujer a mi lado dijo, “Esta mujer que ufff…”
Así dice la gente cuando termino de cantar. Es un zamarreo lo que hago con mi voz: ¡Escuchá! Y si necesitás que te lo grite: lo grito. Esto es un milagro, cambiemos ya nuestra forma de vivir. Aprendimos todo al revés. En el fondo, las personas nos amamos profundamente. Pienso que un artista debe tener- en mi caso es una necesidad- la idea hasta inocente de que todo puede cambiar, que se puede construir un paraíso aquí. Sólo necesitamos-como decía Charly García y algunos otros más- ponernos de acuerdo, ese es el problema.
Lo que decís es como un zamarreo profundo, excede la palabra, excede el canto. Es algo profundo que querés comunicar y buscás que llegue también a un lugar profundo….
Fundamentalmente, eso: que entremos en la conciencia de estar viviendo algo maravilloso, milagroso, perfecto. Es sólo un ratito nomás y debemos dejar algo bueno.
LOS DÍAS DE LA NOCHE
“Una luz, una lámpara,
la lejanía de la noche.
La lejanía de la lejanía
nace de mí, nace con música.”Alejandra Pizarnik
¿Las letras que cantas modifican tu comportamiento cotidiano?
Es al revés. Voy viviendo y la canción baja. Por lo general, esa información está guardada. Tengo mucho dato musical en la memoria desde que yo soy chica, porque mi padre y mi madre tocan la guitarra y cantan. Entonces, la música me fue transmitida no desde los discos. Teníamos cassettes. Pero para grabarnos y grabar las guitarreadas con amigos de mis padres que venían en los años 70. Tengo mucha información de todo ese tiempo. Cuando mi cabeza está dentro de un problema, aparecen-por un juego inconsciente de la cabeza- ciertas canciones que reflejan el estado en que estoy. Así se me da el proceso. En general, son los conflictos los que afloran la creatividad para alivianarse del problema.
AMANECE EN TORTUGUITAS
A lo largo de un año y medio o un poco más, a Goyo (Grasso, pareja de Luciana Jury) que me viene escuchando y también es músico (cantante y guitarrista del grupo “Cenizas del Alba”) y comparto la música con él, le dije:-Quiero hacer un disco con todo lo que vengo cantando. –Bueno, dijo él, venís cantando esto, esto y esto. Todo tiene una relación con el desvelo, con el transcurrir la noche. Yo agregué: estos años me he quedado mucho tiempo despierta en la noche. Y él: ¿Por qué no le pones » La madrugada»? Y así nació el disco. No hay mucho más misterio.
Es el misterio de la vida.
Exacto, por lo menos yo laburo así. Hay gente a la que una experiencia de vida le despierta una incógnita, un interrogante; trabaja sobre eso y lo despliega, incluso hasta compone. Lo mío es como sobre-componer o sobre-versionar. En general, mis canciones son de otro. En mis discos hay una o dos composiciones o letras mías. Ya siento algo que me lleva a la escritura, a componer canciones propias y animarme a ver qué pasa. Lo voy a hacer con mucha paciencia.
En una nota contaste que muchos temas de tu repertorio los cantabas con tus padres cuando eras chica ¿Haces una especie de puente con tu historia?
Lo que estoy haciendo tiene que ver con el conflicto tan humano de tratar la relación de los padres. Y pasa cuando tenemos padres tan pasionales, con tanto para decir, transmitir y no hay lucha entre hermanos. Noto que, por lo general, en una familia de dos o tres hermanos, hay uno que se queda con la responsabilidad de la protección y el cuidado de sus padres al final del camino. En el caso mío, no tengo opción. Me doy cuenta ahora: Lo que hago es homenajearlos permanentemente, también a mí, a mis seres queridos y a la vida. Que no me quede ni un gramo de algo que quiera decirles. Es como para que, al final del camino, cuando esté sola, sin mis padres, «tan presentes», yo pueda hacer un camino feliz, despojada, liviana. Y no quede nada pendiente en este amor que nos tenemos.
La creación, según vos, es un camino hacia la calma. ¿Crees que la búsqueda de calmas conforma una vida de sabiduría? ¿Se trata de encontrar esa paz y decir: Di todo?
Después de dar todo, encuentro la calma, después de vaciarme. Si es necesario llorar, volver a cartas viejas o mirar fotos, lo hago. Y si es necesario pensar en por qué me metí en los quilombos que me metí y no poder conciliar el sueño, también lo hago. Por qué amo como amo, por qué me aman como me aman, todo eso se vuelve sonoridad y canción en este último disco. Hice un paralelo entre las canciones con el transcurrir de la noche. Después, venía el sol y luego la calma y el sueño. Durante un año y medio estuve todas las noches despierta y, cuando se escuchaba el primer canto del gallo, al despuntar el sol, llegaba la calma. Ya no se escucha tanto el canto del gallo, porque la cosa está más urbana. El símbolo del gallo es un ícono muy juryfaviano (Zuhair Jury-Leonardo Favio) porque a ellos también les ha quedado como un sonido que los convocaba a cosas poéticas y misteriosas. Han hablado mucho del gallo.
En mi imaginería, recuerdo que Juan Moreira- de Favio- moría con un sol enorme, que es una forma de descansar. Mi tío se fue con un sol pleno de mediodía y no podía ser de otra forma. Quizás, encuentro en el sol su protección.
¿Ahora esto cambió?, ¿la madrugada dejó de ser tu día?
Sí, ahora trato de dormir. La madrugada me sirvió muchísimo para encontrar un espacio de soledad. Yo soy muy celosa de mi tiempo y de mi individualidad pero, cuando se tiene un hijo, no se dispone de ese tiempo. Con los desvelos me sentía muy bien, muy a gusto, boludeaba con la computadora, tenía mucho tiempo para hacer nada.
Suena mucho más que nada.
Me imaginé que ese sol redondo del que hablás es el disco «la madrugada» en que amaneciste con calma.
Voy por ese camino. Busco eso eternamente.
FOLCLORE DEL CONURBANO
En una nota, hablaste de que tu presente estético es el conurbano. ¿Sentís en tus interpretaciones la estética musical del conurbano?
Siento que mi música, además de todo lo que hablamos, es del conurbano. Una persona es lo que construyeron en uno, lo familiar, el contexto social, regional y zonal. Esto también te condiciona y te hace un personaje. Yo nací en Capital, pero soy de Tortuguitas y vi crecer el conurbano a su forma. Siento que los conurbanenses, como no somos ni de campo ni de ciudad, somos un problema a definir; somos la condensación de un montón de gente expulsada, salida del interior, hijos y nietos añoradores de sus pueblos, que van directo al folclore para recordar su lugar. El folclore está muy presente: De Cuyo, de Corrientes, ni hablar de la cuestión regional, que hace lo propio. Paraguay, Bolivia, Perú. Vas a un supermercado chino y escuchas música paraguaya o peruana, que parece tener similitudes con la música China. Hay algo extraño y que funciona bien. Cuando era Pangea, pertenecíamos todo una misma masa, algo debe haber pasado entre Asia y América que nos conecta.
Por otro lado, tenemos el tango. Estamos cerca de la ciudad, tenemos el arrabal, lo olemos en las orillas del primer cordón del conurbano. También, el rock, las músicas transoceánicas que nos llegan. Tenemos todas las posibilidades. Yo siento que puedo cantar tanto una cumbia, como un yaraví o valsecitos peruanos. Es un legado familiar y estoy muy feliz de darme cuenta de eso. Me aburro fácilmente con una sola cosa; no podría cantar sólo folclore, sólo tango o rock. Soy, sí, la combinación de todo eso.
En esa combinación nos divirtió mucho escuchar “Lola”, de Rafaela Carrá
En esa canción pongo todo, mi infancia y la infancia de Mora (su hija). La evoco y le dejo un mensaje; si va a ser hija única, quiero que sepa que no va a estar sola si está al lado de la creación, de la música, del arte, de la danza. Nunca se va a sentir sola.
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Discogra-vida:
2008 “Maldita Huella”, a dúo con Carlos Moscardini.
2011 “Canciones brotadas de mi raíz”
2013 “En desmesura”
2014 “El veneno de los milagros”, junto a Gabo Ferro
2015 “La Madrugada”
En desmesura – Luciana Jury