El apego: sobre la Escuela Agraria Nº 1 de Glew.
Por Estela Colángelo

 

A la memoria de “El Pájaro”

 

¿Qué es esa cosa llamada apego?

Apego. Fuerzo el lenguaje acaso para nombrarte por primera vez. En ese feliz encuentro con la escuela, descubro el paisaje que la circunda: viviendas precarias, desbordante aleteo de patos desde una zanja, el “buenos días” cordial expresado por un loro, arte zen en la vegetación en los alrededores del edificio, estudiantes ensimismados en aprender a bailar “la chacarera del rancho” de los Hermanos Ábalos, viveros, animales sueltos, en corrales y en todo lugar. Debo confesar que ahí sentí una inclinación, un apego visceral, diría. Fui la “Alicia’’ de Lewis Carroll en muchos momentos. Va mi reconocimiento a la oportunidad de pensar brindado por El Anartista en, tal vez, la última nota que escriba para la revista, que pasa a otro ciclo.

 

DAR VUELTA JAPÓN

El profesor Andrés Zalazar, con orgullo y responsabilidad, como director de la escuela, relata la historia: “El edificio antes fue un hogar de ancianos japoneses. El dinero para sustentarlo provenía del país de origen. Por lo general eran floricultores, y aún lo son, de ahí la cultura zen que muestra el predio. Estuvo abandonado y saqueado por cuarenta años y, actualmente Julio Sasaki lo cuida, la municipalidad lo mejora y la provincia paga los sueldos del personal. La escuela comenzó en el año 2018 con una matrícula de sesenta alumnos, con dos cursos de primer año. En 2021 son 376. El alumnado, con la conclusión del 7mo año, se recibe de Técnico en Producción Agropecuaria, orientado a agroalimentos. Hay 95 escuelas agrarias en la Provincia de Bs. As. Cada una elige su especialidad. Los logros son méritos de la excelencia profesional y la capacidad de transmitir de los profesores. Es un proyecto enorme. El crecimiento en todos los órdenes fue espectacular. Aspiramos a que sea la más grande y la mejor de la provincia. Toda la producción de la escuela es agroecológica: huevos, hortalizas, miel –tenemos siete colmenas-, plantines florales, arbustivas, aromáticas, hortalizas y gazapos. Quedan madres y padres, se venden la totalidad de las crías. Todos los profesores, durante todo el año, se turnan para alimentar y cuidar a animales y plantas”. Andrés nos sugiere que conversemos con el Secretario de Educación de Almirante Brown, Sergio Pianciola.

 

OBSESIONES QUE HACEN BIEN

Mariano Cascallares, actual intendente, no pertenecía aún a la gestión, trabajábamos juntos en la Provincia’’, dice enfático Sergio Pianciola, Secretario de Educación del Municipio de Almirante Brown. “Por entonces ya rondaba la idea de crear una escuela agraria en el partido. Es un distrito con amplio espacio rural, son casi 3000 hectáreas. Ahí es cuando intervino F.A.N.A., Federación de Asociaciones Nikkei en la Argentina. Así que se firmó un comodato a siete años. Desde el Municipio lo pusimos en valor: agua, gas e instalaciones. Nuestra decisión era instaurar un círculo virtuoso que respondiera a las necesidades comunitarias. La Escuela Agraria se conformó con dos instituciones, constituyéndose así la primera unidad integrada agraria de la Provincia de Bs. As. Estas instituciones son: el Instituto Superior Técnico 232, destinado a los egresados de las escuelas agrarias y que, con tres años más de estudio brinda una tecnicatura. Cumple 3 años de vida. Y el centro de Educación Agraria, que funciona hace tres meses y está destinado a capacitar a los que ejercen o aprenden oficios, por ejemplo, apicultores y criadores de cerdos. Allí se les brinda una certificación oficial.  

 

FIEL REPRESENTANTE DE LAS MAYORÍAS

Los vecinos comentan: “por tal calle existe una vivienda fuera de lo común: cisnes, patos, una yegua actualmente preñada, peces de colores’’.

La suerte estuvo de nuestro lado. Conocimos a los dueños de la particular quinta, madre y padre de Bianca, alumna de 2do año, 3era. división de la escuela media cuya labor nos interesa difundir. Les pedimos autorización para entrevistarla. Bianca recuerda con mirada tierna: “Papá traía huevos, tenemos incubadora, vi cómo nacieron y criamos a dos cisnes, yo era chiquita… De más grande comprobé cómo se manifestaban a la vida teros, ñandúes, los cuidé y me cuidaron. En la primaria pedí y me compraron un estetoscopio con el cual escuchaba las sintonías del corazón’’. Su mamá acota: “Antes en salita de tres, ponía correas a las compañeras y jugaban a que eran animalitos que los sacaban a pasear. En el barrio ya circulaba el rumor de la apertura de una escuela agraria, esperábamos ansiosos y por suerte se dio. La profe Cyntia nos hizo de guía turística”. Cuánta alegría, manifiestan al unísono madre e hija.

¿Qué te aporta la escuela?: “Mirá, antes ayudaba a mi papá con la huerta. Ahora la puedo hacer yo. Sé qué es un ciclo corto, un ciclo largo, los cuidados en cada caso. Aprendí a manejar a los vegetales y a los animales, a investigar las razas. Tengo gallinas sedosas del Japón, que pusieron seis huevos. Y también tengo nueve huevos de pavo. Siempre hago donaciones a la escuela. Las gallinas coloradas que le compré al colegio son muy ponedoras. Vendo los huevos porque no hay gallos iguales a ellas. En otras escuelas vas, estudiás y listo. Acá hay aire y experiencias propias. Ahora, de las materias del campo, me gusta producción animal. Y del aula, geografía y físico-química. Quiero ser veterinaria y me interesan los talleres con especialización en genética, por ejemplo. No quiero fiesta de quince, nada. ¡Quiero un campo! Dicen que soy muy chica y no me lo quieren comprar. Por otra parte, ahora hay votación de delegados por curso, y yo soy delegada. No veo la hora de la post pandemia porque vamos a poder ir nosotros a hacer la guardia de los animales: atenderlos, cambiarlos de potrero, limpiar el lugar, alimentarlos. Ahora lo hacen los profes’’.

¿Qué decir? Bianca no cumplió quince años. Su vocación de servicio nos da señales de que encontró en su escuela su lugar en el mundo. El esfuerzo mancomunado de políticos, comunidad japonesa, autoridades educativas, docentes y vecinos logró, para los hijos del pueblo, la esperanza de una vida feliz.

 

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