El Lado B: sobre Jacques Prévert
Por Cecilia Miano
DESPUÉS DEL DESAYUNO
La mañana se despierta. Creo que ha llegado el día en que las palabras se alinean de acuerdo a exactos órdenes imaginados entre nubosidades de letras. Las tengo, pienso con cierta incertidumbre. Pero lo justo es decir que nunca las alcanzo por completo, las letras se cuelan como agua entre la malla del género abierto y me queda la nada… otra vez. ¿O cierto residuo permanece?
Pienso en Jacques Prévert.
Desayuno
Echó el café
En la taza
Echó leche
En la taza de café
Echó azúcar
En el café con leche
Con la cucharilla
Lo removió
Bebió el café con leche
Dejó la taza
Sin hablarme
Encendió
Un cigarrillo
Hizo aros
Con el humo
Echó la ceniza
En el cenicero
Sin hablarme
Sin mirarme
Se levantó
Se puso
El sombrero
Se puso
La capa de lluvia
Porque llovía
Y se fue
Bajo la lluvia
Sin una palabra
Sin mirarme
Y yo tomé
Mi rostro entre las manos
Y lloré
Primera edición de ‘Paroles’,
Editions du Point du Jour,
«Le Calligraph», Paris 1945
Jacques Prévert
Así, sin vueltas, comienzan algunos días, con café, leche y tempranos desencuentros. Porque las palabras desesperan por una gramática para religar con los otros, con otras palabras, con los objetos. Así combaten, para no caer desvanecidas, ya desde el alba, sin poder producir sentido. Del lado A, las palabras son puentes. Pero, del lado B, por su misma búsqueda de otras, nos muestran la última soledad en que ellas y nosotros nos encontramos. Así, solitas, no se rinden, buscan ser sujeto, aliarse a un predicado, ampliarse, expandirse. Se suben a un colectivo y toman la gramática del colectivo. Bajan y se alían con la gramática de la vereda. Llegada la noche, se ovillan con la cadencia de la almohada y esperan que el nuevo día proponga nueva alianzas. Pero, atención. Las palabras también se encierran y sólo dicen en leves goteos, en puntadas cortas que rompen la mañana de sol y enredan hilos que no alcanzan nunca el ojo de la aguja.
DESPUÉS DEL DESAYUNO COMIENZA TODO
Sentada frente al papel, despierta, sin sombras, vuelo por lo bajo, sospecho resultados y comienzo. De repente, la pantalla se sorprende. El arte del que no dispongo es tan sutil que esas enmarañadas letras se ensiluetan en armonías imperceptibles, al igual que en una costura. Los hilos se enlazan de manera tal que, finalmente, ellos dicen la forma de la pieza única e irrepetible que creemos de nuestra autoría.
La trampa de este arte se esconde en los pliegues. Un vestido se gana la aprobación, cuando el cuerpo que acompaña lo luce entre pasiones, cuando el género logra caer con gracia, acompasar movimientos imprevistos y ondear con elegancia entre otros. En la escritura, aparece el lector que pone el cuerpo para llevar la textualidad adelante. Ese lector, en ánimo y sensibilidad, galantea y modela cada una de las unidades de sentido y anda la escritura en diferentes modos de leer y ocasiones. Como quien hace de un texto un vestido de gala que, del ruedo, sea capaz de volverse un jogging de fajina. Puede ocurrir que la profundidad no exista, que las hilachas en contraste cuelguen de la prenda y ésta se torne pesada e inentendible; incluso que se abra en inconclusas inspiraciones de deseos. Aun así, la costura intenta suturar. Es domingo, todo puede ser o dejar de serlo. Para otro cuerpo, esta misma prenda calzará como hecha a medida.
DOMINGO
Entre las filas de árboles de la avenida de Los Gobelinos
Una estatua de mármol me conduce de la mano
Hoy es domingo los cines están repletos
Los pájaros desde las ramas contemplan a las criaturas humanas
Y la estatua me besa pero nadie nos ve
Salvo un niño ciego que nos señala con el dedo.
Jacques Prévert
¿Qué une a ese rostro que se toma a sí mismo entre las manos, como sustituto del otro que no está con ese hombre que besa a una estatua como si se tratara del punto más alto de un encuentro?
Esto de poseer el don de crear se acompaña con colores y texturas en un mundo exquisito de sueños entre alfileres, de hilvanes largos imaginados para sostener el todo, en primeros impactos que buscan saborear de a poco entre láminas de inspiración y géneros de sutiles pesos.
LA CREACIÓN
Un regalo de Prévert, una maravillosa invitación a la creación. Donde el camino es lento, meticuloso y nunca garantizado.
PARA HACER EL RETRATO DE UN PÁJARO
Pintar primero una jaula
con la puerta abierta
pintar después algo bonito
algo simple, algo bello,
algo útil para el pájaro.
Apoyar después la tela contra un árbol
En un jardín en un soto
o en un bosque esconderse tras el árbol
Sin decir nada, sin moverse
A veces el pájaro llega enseguida
Pero puede tardar años
antes de decidirse.
No hay que desanimarse
Hay que esperar
Esperar si es necesario durante años
La celeridad o la tardanza
En la llegada del pájaro
No tiene nada que ver
Con la calidad del cuadro.
Cuando el pájaro llega, si llega
observar el más profundo silencio
esperar que el pájaro entre en la jaula
y una vez que haya entrado
cerrar suavemente la puerta con el pincel.
Después borrar uno a uno todos los barrotes
cuidando de no tocar ninguna pluma del pájaro.
Hacer acto seguido, el retrato del árbol,
escogiendo la rama más bella para el pájaro,
Pintar también el verde follaje
Y la frescura del viento,
El polvillo del sol
y el ruido de los bichos de la hierba en el calor estival
y después esperar
que el pájaro se decida a cantar.
Si el pájaro no canta, mala señal,
Señal de que el cuadro es malo,
Pero si canta es buena señal,
Señal de que podéis firmar.
Entonces arrancadle delicadamente
una pluma al pájaro.
Y escribid vuestro nombre
En un ángulo del cuadro.
LO PROPIO
La historia de Jacques Prévert irrumpe para romper y en busca de prendas diferentes que se ajustarán a quien se atreva a usarlas, a disfrutarlas en la medida de su talle.
Su libro más importante es “Paroles”, un mapa poético que se abre paso en Francia contra todos los pronósticos. Frente a los estilos impuestos en la época, salta al vacío y vuelca la gracia en lo inesperado, en lo cotidiano, donde la forma se llena de poesía, sin más.
“PAROLES” significa palabras en francés, no es difícil descubrir su significado, ya que el sonido es musical y con timbre universal. Pero, cuando pretendemos disponer de las “paroles”, los sonidos se retuercen en laberintos y es ahí donde cada escritor y cada lector se traza los contornos del significado singular que cada signo adquiere a cada momento para cada quien. Entre el código y la biografía, las “paroles” se alquimizan.
El lado B siempre viste el misterio.
CALMA
El viento
De pie
Se sienta
En las tejas del techo.