El Lado B: Sobre Luján.
Por Luisa Luchetta

 

YO VENGO A TRAER MI CORAZÓN

Ni un árbol distraído se interpone entre la mirada del peregrino y el horizonte que aloja la imponente basílica de Luján. Nada ampara al turista en el enorme playón cementicio. Solo la casa de dios y, a imagelos costados, las parrillas donde los mozos ahuyentan las moscas con servilletas, a la espera de clientes. Los puesteros de los alrededores ofrecen rosarios de plástico, estampitas, cuadros con un Jesús rubio de ojos claros y el corazón expuesto.
Las inclemencias del tiempo se abaten sobre los cuerpos de los creyentes, quienes dejan paso a paso hilachas de pecado y amor celestial. Cargan pedidos a la virgen, esperanzas, deseos y agradecimiento, ignorantes de la avidez de los mercaderes alrededor del templo.

 

EL PORTUGUÉS SANTIAGUEÑO 

Cuenta la historia, que allá por el 1630, Antonio Farías Sá – un portugués que vivía en Sumampa, Santiago del Estero- pidió a un conocido en el Brasil que le enviara una imagen de la Concepción de María. Aquel, también nacido en Portugal, le envió dos imágenes, para que eligiera la que más le gustase. Las dos cajas debían viajar desde Buenos Aires, una para cada virgen. Al llegar a orillas del río Luján -hoy, Villa Rosa, partido de Pilar-, los bueyes no pudieron avanzar. Para alivianar el peso bajaron una de las cajas y, milagrosamente, los animales avanzaron. Al abrirla, sin respetar la privacidad de la correspondencia, encontraron la efigie de 38 centímetros de arcilla, conocida como la Inmaculada Concepción.

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AVERNO

La hospitalidad y camaradería provistas por la fe, en este caso católica, es inversamente proporcional a la del pueblo de Luján. No me parece bien generalizar. Admito que algunos pueden ser buenas personas.
Antes de huir de aquel infierno en el que viví unos meses, gracias a dios, noté el desprecio hacia los peregrinos de algunos comerciantes, vendedores de chucherías, gastronómicos, hoteleros y de vecinos en general. Despreciaban ciertas peregrinaciones, como la de los gauchos. «Estos no dejan plata y ensucian todo» era un comentario bastante común.
En el Luján de todos los días, la condición de clase pesa mucho. Las vueltas de los «hijos de» en autos de alta gama por el pueblo y a alta velocidad muestran quiénes tienen el papá con más billetes verdes y más impunidad. Esto alterna con un tipo de hipocresía, donde todos son «hermanos» lujaneros. Saludos, besos, falsedad y sometimiento de clase que trasluce en temor y reverencia.
En los tiempos en que viví en Luján conocí el mal, tal como lo explica el sociólogo Zygmund Bauman » (…) las obras del diablo suelen ser ambiguas o ambivalentes: un acto de intercambio, una rentabilidad, un quid pro quo, esto por aquello, ganas algo a la vez que pierdes otra cosa… El poder del diablo reside en su maestría en el arte de la falsificación.» Inexorablemente se pierde parte de la calidad humana, el mal te habita porque es contagioso. Sin embargo, el templo se ha resguardado del mar maléfico de sus alrededores: las gárgolas de piedra en el exterior del edificio lo defienden o lo denuncian. Detalle interesante, debido al origen mítico de estas figuras góticas. Quizás los templos se erigen donde el mal pugna por hacerse de parte del mercado.

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LA DAMA ADINERADA Y EL ESCLAVO

La imagen morena, pequeña y milagrosa fue trasladada al paraje más cercano, a la casa de la familia Rosendo. La voz acerca de una virgen milagrosa se expandió y muchos peregrinaron hasta el lugar. Por eso se construyó allí una ermita junto al río “Guardia Vieja”, en el partido de Pilar, a unas 6 leguas de Luján.
Las autoridades nombraron a Manuel, esclavo sin apellido aparente, al que llamaban «el negro», para que se encargase de cuidar a la imagen, cosa que hizo hasta su muerte. Años después, Ana de Matos, viuda y propietaria de una estancia, preocupada por la «soledad» de la virgen, compró la imagen al administrador de la estancia de Rosendo y se la llevó a su casa.
Al otro día, la imagen desapareció. La encontraron en la ermita de Pilar. La historia cuenta que el episodio ocurrió varias veces y el principal sospechoso no podía ser otro que Manuel, por negro y esclavo, así que lo estaquearon. La virgen empecinada continuó su procesión nocturna hacia su antiguo hogar. Pero hubo que ponerle fin a este capricho. Pequeña, oscura, y arcillosa, ella no podía permitirse semejante conducta. Al fin y al cabo, la imagen había sido vendida, como cualquier (oscuro) esclavo. image
Por esos tiempos, se organizó una procesión hacia Luján, donde fue depositada la virgen junto al «negro» Manuel.
A él, aun hoy, se le adjudican diversos milagros. Pero la historia lo ha relegado.

 

VA DE RETRO

Pocos son bienvenidos al pueblo. El nuevo residente debe responder a ciertas preguntas: nombre y apellido, dónde vivís y quién te trajo. Ahí te encasillan. Difícil la integración. Sobre todo, si un distraído capitalino, deseoso de un poco de verde, se instala en un supuesto barrio con pretensiones de country. Los ciudadanos del pueblo te reciben con sonrisas y te desprecian a la vez. Quizás la brecha social sea mucho más marcada que en Buenos Aires. Mis pequeños gastos de clase media eran aun menores allá, pero me miraban con profundo recelo, como si yo hubiera sido Amalita Fortabat. En el bucólico lugar, un señor -a modo de presentación y sin pudor- dijo: «No me doy con los vecinos, no hablo ni quiero relacionarme con nadie.» Otro, que detentaba un falso título de arquitecto y patotero real, se hacía cerrar el único bar en kilómetros, para charlar con funcionarios locales, al modo de El Padrino. Un jugador de fútbol se pavoneaba con su camioneta a alta velocidad. Un escribano autenticaba firmas sin la rúbrica…
En aquel tiempo, el pueblo de Luján rechazaba fuertemente dos cosas: los supermercados chinos (y a los chinos) y el asentamiento de personas relocalizadas: gente considerada extranjera, sucia, criminal y ajena a las costumbres patricias del lugar. Así es este lugar donde el amor al prójimo y el odio al otro compran en el mismo almacén. Compasión y desprecio, dolor y gozo al ver sufrir, punición y sadomasoquismo.
A su vez, junto a la iglesia católica, conviven las iglesias evangélicas que avanzan ahí donde el catolicismo abandona: en los barrios pobres, en la acción social, en la ayuda esmerada y directa de los problemas de la gente, en la búsqueda del perdido. Otros cultos también se establecieron: la Escuela Científica San Basilio, el Centro Sri Sathya Sai Baba y un culto de raíces yorubas. No parecen ser parte del pueblo templos judíos ni mulsulmanes. ¡Qué lindo lugar!

 

QUIERO ACÁ 

El traslado de la imagen, el motivo por el cual no cargaron de nuevo la caja al solucionar el problema del vado y llevaron la encomienda como estaba previsto, el abrir el paquete porque sí- o quizás para apropiarse del contenido-, la venta de la imagen por encima del «deseo» de la Virgen, las peregrinaciones al lugar originario por el simple creyente -mujeres y hombres del pueblo obligados por las circunstancias caprichosas del poder a desplazarse seis leguas más allá- son preguntas que quedan. Que dios nos ayude a responder.

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