CRUCE DE INFANCIAS
El cuidado del otro: Entrevista a Lorena Barutta -directora- y a Mabel Seguro -autora y actriz-, de la obra “Saltá, panchita, saltá”.
Entrevista y edición: Víctor Dupont
Año 1950. Sobre un escritorio atiborrado, una vieja cajita de música suena. Huérfana, una melodía simple se repite, a ritmo lento, varias veces. Las notas empiezan a dispersarse y parecen llamar a una mujer. La mujer está dormida, entre papeles, expedientes, lapicera, tintero y un té a medio tomar. En su sueño se ve a ella misma, de niña, con sus zapatitos y su vestido un poco sucios. Peina una muñeca de trapo y conversa con ella, improvisa rimas, la hace bailar. Le dice: “Te vas a llamar Evita, como a la primera mujer. Pero vos no saliste de las costillas de Adán, sino que fuiste hija de mis palabras.” La cajita musical termina por despertar a esa otra que sus sueños duplican en niña y muñeca. Esa Eva, ya apellidada Perón, oye a la música caerse en silencio. Se descubre los ojos, retoma los papeles en los que escribe, paciente y con dificultad. Al recordar, la niña de ese sueño, escribe: “Dije que me había resignado a ser víctima. Más aun: me había resignado a vivir una vida común, monótona, en apariencia estéril pero a la que consideraba inevitable. Y no veía ninguna esperanza de salir de ella. Por otra parte, aquella vida mía, agitada dentro de su monotonía, no me daba tiempo para nada. Pero, en el fondo de mi alma, no podía resignarme a que aquello fuese definitivo. Por fin llegó “mi día maravilloso”. Todos, o casi todos, tenemos en la vida un “día maravilloso”.
Año 2000. Una niña huérfana pulula de hogar en hogar. Se escapa. No soporta el encierro. Cada vez que lo hace, corre por las calles con una sensación de ahogo y de alivio a la vez. Lleva siempre una muñeca, la esconde donde puede. Ya en la calle, le habla y le dice: de grande, ella va a ser poeta. No importa cómo. Escribirá versos y la muñeca cobrará vida y los recitará. Una mañana, esa niña es ingresada a su último hogar, donde estará hasta sus 18 años. Cuando la directora la cita para conocerla, ella se distrae con una cajita de música en el mismo escritorio. La directora, ante su mirada, da cuerda y las notas empiezan a flotar. La niña sonríe. Y decide no escaparse más.
Año 2015 o 2016. Una empleada pública decide ser actriz. Juega en su escritorio como una niña. Vapuleados el aire y su silencio, las palabras de Cortázar vuelan, los bollos caen en un cesto y los papeles se hacen muñecos de papel. La trabajadora hace ruido. Salta. Exagera su dicción, agranda las vocales. También, a modo de juego, escribe un texto. Sueña con representarlo sobre un escenario y poder estar entre luces, escenografía, público. Pero, una tarde, la directora de su trabajo le hace un regalo de cumpleaños. La empleada rompe el paquete: es una hermosa caja de música. Da cuerda. Y las notas empiezan a flotar. Sin saberlo, la melodía atrapa, en su misterio de huellas, una constelación de nombres. De tiempos. De infancias. De escritorios. De tablas. Nadie sabe cómo, pero los nombres de Evita, de una niña anónima y de una empleada pública se escriben, se borran entre nota y nota, antes de que la cuerda de la cajita gire sobre sí misma.
“Pero decidme, hermanos míos, ¿qué puede hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? El niño es inocencia y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que gira por sí misma, un primer movimiento, un sí sagrado.” Nietzsche.
Panchita tiene la infancia puesta en el cuerpo…
Lorena Barutta (Directora): Hay un episodio que la marca. Cuando su mamá va a votar por primera vez, eso le deja una huella para su lucha de grande. Eso, ella lo traslada a su propia búsqueda.
La infancia huérfana, la lectura. La huella poderosa de haber leído “La razón de mi vida”. Y las palabras. Hay algo entre Panchita y las palabras. En un momento dice: “Había palabras prohibidas. Menor, no. Patronato, no. Judicialización, no.”
Mabel Seguro (Actriz y autora): Eso tiene que ver con el primer período de su inserción laboral, en el instituo Patinio. Estaba recién recibida de asistente social. Y las nenas vivían ahí. Había un paradigma muy diferente del “menor”. Después del 2005 y con las políticas públicas, ese paradigma se modificó: dejamos de considerar que el niño debe estar “tutelado” por el Estado, por decisión de un juez, y ahora es un sujeto pleno de derecho. Para Panchita, una militante de estos nuevos paradigmas y miradas sobre la infancia, es muy fuerte ese cambio. Ella se enamora de ese cambio. Lo vive con gran pasión. En esa transformación, los pibes son escuchados en su deseo.
¿Ella escucha la voz de los niños?
Mabel: La escucha, claro, desde su lugar más humano, no sólo profesional. Las voces de los niños están en ella. Todo el trabajo de investigación que hice hasta componer el texto se basó, en gran parte, en charlas con ella, con Francisca Salvatierra. Ella me contaba estas anécdotas. Y veía a esas nenitas en ella.
Panchita misma parece una niña. Juega, imita voces, manipula muñecas. ¿Cuánto hay de voluntario en eso?
Mabel: Yo hago teatro porque me gusta jugar y estoy grande (Risas.). Y Lore es una maestra en eso, en permitir el juego. Porque, si uno puede jugar el personaje va a estar vivo. Ahí se expresa lo lúdico y lo que me interesa como actriz. Fue un proceso donde se rescató siempre el juego.
MUÑECAS A LA CANCHA U ORFANDAD EN ESPEJO
“Como los niños, los poetas intuyen el vínculo exacto entre curiosidad y memoria, melancolía y resistencia, aventura y tolerancia. Y lo que buscan es nada menos que liberar las cosas de su destino utilitario y al lenguaje de sus taras más odiosas: quedarse en su propio coto de caza donde es posible seguir siendo un pequeño príncipe.” María Negroni.
Y ahí aparecen los objetos de la escena. ¿Cómo surgieron en el proceso? La pelota, la ropa del fútbol, las muñecas…
Lorena: También fue un gran trabajo. Descartamos muchas cosas. Primero trabajamos con muñecos muy chiquitos. Construíamos ese universo con los nenes llegados del taller. No nos cerraba, pero siempre estuvieron presentes los objetos, los juguetes y lo lúdico. Eso era fundamental para contar la historia y quitarle dramatismo. Siempre que se evoca el pasado, la niñez se corre el riesgo de la nostalgia. Y la nostalgia no sirve para el teatro porque te instala en un solo clima. No te permite descubrir. Entonces:¿ cómo contar este texto? Uno no quisiera que los niños vivan así, pero viven: nosotros quisimos contar la historia de Panchita y de estos niños desde un lugar más feliz.
Mabel: Me acuerdo que hicimos venir a un titiritero, Javier. Él nos sugirió que dejáramos de trabajar con miniaturas.
Lorena: Lo interesante que nos dijo es: debíamos definir cómo queríamos contar a través de los objetos. Vino a un ensayo. Principalmente, ver cómo vincularnos con Marilyn, una muñeca con una varilla. Como Mabel y yo no somos titiriteras, necesitábamos una mirada. Él nos hizo varias propuestas, nos ayudó en la manipulación de las muñecas. Al final, lo resolvimos: decidimos que Mabel pusiera el cuerpo… Cuando yo agarré el texto de Mabel y lo llevamos a la acción, no hubo un estudio previo. No trabajo con ideas previas. Trabajo a partir de lo que me imagino, con qué me pasa con la actriz y cómo juntas vamos con el cuerpo. Las ideas están, pero se bajan a la experiencia.
Mabel: Marilyn… Siempre ensayamos con esa muñeca y nunca nos desprendimos de ella.
La historia que cuentan a través de esa muñeca es la historia de una nena huérfana, como Panchita.
Mabel: Esa fue la historia más fuerte que me contó la Panchita verdadera. La lectura de “La razón de mi vida”, más la votación de su mamá, para Panchita, fueron de la mano. La orfandad propia y la ajena. Ella me decía que no se enganchaba con todos los chicos desde el mismo lugar. Entonces, esa experiencia con esta nena, la marcó: ella pone el cuerpo para salvar la vida de …
Esa muñeca, en particular, tiene una gran fuerza.
Mabel: Tiene unos ojitos, una mirada… Y está un poco rota, una pierna… Decidimos dejarla así. Lore me decía que la tenía que mirar, descubrirla a Marilyn. Y me costaba, al principio la muñeca no tenía varilla.
Lorena: Claro. Con la varilla lograbas más distancia que con la muñeca, podías manipularla mejor, te daba más juego… Cuento brevemente la historia de ese nombre. Hace muchos años, con compañeros de La Boero, teníamos un espacio de investigación donde dábamos clase y montamos una obra. La llevamos a hogares de niños. En uno de esos hogares conocí a Marilyn, una nena de 12 años. Su mamá había muerto cuando era chiquita, el padre y la abuela no estaban presentes. Anduvo pululando desde los 5 por muchos de esos lugares y, aquella tarde en que fuimos, pegó mucha onda conmigo y con Fabiana Mosota, actriz y psicóloga también. Le pasamos nuestros teléfonos. Y Marilyn, bastante rebelde, siempre se escapaba de todos los hogares. Cada vez que pasaba eso y estaba un tiempo en la calle, nos llamaba a mí y a Fabiana. Nosotras llamábamos a la asistente social, la ubicábamos en otro lugar y se escapaba. Así sucedía. Una vez la mandaron a una clínica psiquiátrica. La fuimos a ver y estaba completamente dopada. Le pedimos que no se escapara y lo volvió a hacer. Después de estar en la calle otro tiempo, fue a parar al hogar de Warnes, ¡donde trabaja Mabel ahora! Ahí ya estaba mucho mejor.
Impresionante cruce.
Lorena: En uno de los hogares donde estaba Marilyn, con Fabiana, dimos unas clases de teatro. Las chicas estaban muy mal cuidadas. Dimos dos clases. Y bueno… Una chica de ahí se suicidó y decidieron cerrar la actividad teatral.
¡Cómo si tuviera algo que ver!
Lorena: Bueno, pero Marilyn pasó por ahí. Ya después se quedó en el hogar de Warnes. Cumplió su mayoría de edad. Ahora tiene tres nenes. Hablo de vez en cuando con ella y está bien. Lo más loco es que yo la acompañé al juzgado y estuve cuando abrió su expediente y vio la foto de la madre. No conocía su cara… ¡Jamás habíamos hablado de esto con Mabel en nuestra vida!
“La poesía es la continuación de la infancia por otros medios”.
María Negroni.
Después está la otra muñeca, esa muñeca doble.
Mabel: La elegimos porque con ella podíamos hacer ese cambio y usar la pollera de chifón. Cuando la directora le dice a Panchita que hay que ir a comprar las cosas, Panchita lleva a la nena de esta historia y eso no solía hacerse nunca. La lista la elabora la directora de su trabajo, quien no tiene por qué llevar a esa nena. Panchita se enganchaba con todas esas cosas…
Cómo se transmutan sus infancias a través de Panchita, ¿no?
Mabel: Hice esta obra porque sé que estos chicos, con estas infancias, tienen los mismos potenciales que cualquier pibe. Sólo hay que captarlo. Tiene que haber un adulto que no lo estratifique con criterios estancos. En general, en el sistema anterior y el actual, está muy estigmatizado ese niño. El estereotipo del “pibe chorro”. Yo quise mostrar la potencialidad de ese niño, pero no a través de algo reivindicativo, sino de un modo más creativo.
¿Y la otra muñeca, entonces?
Mabel: Bueno, su nombre es Milagros.
Y está la foto de Milagro Sala. Aparece como una mirada silenciosa porque no se habla de ella, pero está.
Mabel: Está el hashtag “Liberen a Milagro”. Mirá, en cada cosita, hay mucho símbolo y es importante, porque se están metiendo mucho con los símbolos… Cuando le llevé este material, Lorena me dijo: sería bueno que todo el mundo pueda ver a una mujer, argentina y laburante. A una mujer anónima. Y Milagro también es eso. Es una mujer muy especial en nuestro país.
Una de las cualidades mayores de la obra es que no es un homenaje post mortem. Panchita real sigue viva y la obra lo menciona.
Lorena: Claro, en general suelen hacerse homenajes después de la vida. Y Mabel quería un homenaje en vida. La obra se cierra con lo que continúa haciendo esta mujer.
¿Cómo encararon el proceso desde cero?
Lorena: Mabel me trajo el texto y fuimos construyendo este mundo sobre eso: primero, el de la oficina, que Mabel conoce muy bien porque es su entorno cotidiano. El mundo de una empleada, una trabajadora pública. Después, montamos los tres momentos de los tres niños: Marilyn, Alejandro y Milagros. Probamos mucho y también descartamos. Fueron dos meses de ensayo. Hicimos una muestra a fin de año. Un working progress.
“Nadie puede dudar de que las cosas recaen, / un señor se enferma y de golpe un miércoles recae / un lápiz en la mesa recae seguido / las mujeres, cómo recaen/ teóricamente a nada o a nadie se le ocurriría recaer / pero lo mismo está sujeto / sobre todo porque recae sin conciencia / recae como si nunca antes / un jazmín para dar un ejemplo perfumado / a esa blancura / ¿de dónde le viene su penosa amistad con el amarillo?” (…)
Julio Cortázar.
Panchita arranca con un recitado de un poema de Cortázar acerca de las recaídas. Después, ella está con Alejandro, el niño que quería ser escritor…
Mabel: Ella tuvo una búsqueda por ahí. Termina de estudiar para asistente social y se mete en la facultad de sociología. Y lo de escuchar con la voz de los pibes tiene que ver con la búsqueda interna de Panchita. Eso le permite, después, podés plasmarlo en un texto, en una música. El despliegue de escuchar y de analizar los dichos, las palabras.
Es algo poético eso.
Mabel: Ella es muy poeta…
¿O muy poética?
Mabel: ¡Claro! Disfruta de verdad imaginar lo que Cortázar pone en el texto, lo descubre. Descubre al lápiz que recae, a las mujeres, al hombre que se enferma. ¿Viste que al final dice “Será tan hermoso, tía, decir nos tomamos un helado”? Al morir su mamá, Panchita tuvo mucho apoyo de su tía Victoria. Ella hizo el rol más materno. Ahí escondieron el ejemplar de “La razón de mi vida”, hasta que vino una prima de la tía y le dijo “basta, hay que quemarlo”. Tuvo que quemar el original. Esa tía que aparece en el texto de Cortázar es la idea de la tía como contención. Además, se llamaba Victoria. Las palabras en su historia tienen mucho peso. Y Juan, su compañero, se dedicaba a eso.
¿Hay una relación entre lo lúdico y lo poético?
Lorena: Sí… me dejaste pensando.
Mabel: Involucrarse con las infancias es jugar. Cantar. Tirarse al piso, hacer la vertical. Jugar. A mi hija le encanta juntarse con mi papá y le encanta oír sus dichos entrerrianos, y ella se los musicaliza, hace un rap. Establecen un código muy de ellos. Hay una relación, mirá… Panchita puede salvar la vida de un pibe, porque antes se involucró bailando con él, jugando con él.
Hay una cajita de música en el escritorio de Panchita.
Mabel: En los institutos, sobre todo, era muy usual que hubieran muchas cajitas musicales y ¡estaban en la dirección! ¿Qué sentido tiene? ¡La puta madre!
Lorena: Hay algo de eso. A nosotras, de chicas, nos regalaban unas muñecas de porcelana hermosas y había que ponerlas en un estante para que no se arruinaran. A las cajitas de música no le podías poner la bailarina. Y, en el escritorio de la obra, hay fotografías de nenes, dibujos de nenes… Una de las primeras frases de Panchita es “Me gusta recitar”. Pienso esto en conexión con lo poético.
“De cada edad guardo el recuerdo de una injusticia que me sublevó desgarrándome”.
Eva Perón
¿Cómo desarmar el sentido común del empleado público estigmatizado?
Mabel: Esta obra es como un acto de resistencia. Hay muchos campos para dar esta pelea, pero este, el teatro, es uno de los más atractivos para este momento. Panchita viene a reivindicar el rol del trabajador del Estado. Y Lorena también venía en su lucha por sus derechos como laburante, en términos de docente de teatro.
Lorena: Mi carrera de docente es sin título. Doy clases porque hago teatro hace mucho y tengo experiencia: trabajé en muchos colegios, siempre privados. Y siempre tuve las mismas dificultades. No tendré títulos, pero tengo formación y he desarrollado una mirada pedagógica. Años luchándola y viene uno y termina ganando más que vos.
Mabel: ¿Sabés cómo nació Panchita? Nació cuando a mi compañera de trabajo, la Panchita real, le monté una improvisación en la misma oficina donde trabajábamos. Y después lo hice, pero siempre improvisado. Después, al asumir este gobierno, sentí la necesidad de darle una forma mayor.
¿Así se lucha por los símbolos? ¿Qué papel tiene el teatro en esto?
Mabel: Hay que pelear en todos los frentes. Tomar las calles como los pregoneros del subte. Hay que dar la batalla en todos los frentes. Con este producto, por lo menos yo, estoy re contenta.
Lorena: Poder vivir de la actuación es difícil. Pero hacer teatro es posible. Mabel apostó a un texto y no pensó si el público tenía ganas de reírse, si era comercial o no. Llamó a una directora… Nosotras venimos del teatro independiente. Una directora amiga me dijo “tenemos que aprender de Mabel”, tuvo una idea y la hizo. Nosotras a veces tenemos muchas dudas, y ella lo hizo. La produjo, esto hay que decirlo. Me convocó y yo le dije: “mirá, yo necesito laburar”. Arreglamos y ella me pagó los ensayos. Y ella es una laburadora. El dinero de la producción salió de su trabajo. «Panchita», una mina trabajadora, que fue posible por otra mina trabajadora, Mabel.
Este número se llama “El cuidado del otro”. ¿A qué les resuena?
Lorena: Por lo general, cuando dirijo, lo que busco es tener la libertad de elegir a quién dirigir. Busco que el grupo humano sea bueno. Que haya buena gente. Así, se puede laburar, se puede estar de acuerdo. Sin ese cuidado, es imposible construir. Los actores trabajamos con algo muy sensible, muy frágil. En este proyecto dedicábamos 15 minutos al “¿cómo estás?”. Teníamos un objetivo claro, pero siempre estaba el cuidado, más allá de lo profesional, el cuidado humano.
Mabel: La construcción de este trabajo fue una necesidad. Y ahí me cuido y cuido a muchos compañeros anónimos, de los que Panchita toma la voz. Y, después, hay una cantidad de cosas en común con Lorena: la historia de Marilyn, la infancia, estos cruces… Eso te da un nivel de sensibilidad compartida. Y, también la pelea por los derechos. Por los derechos de la actriz, del laburante, del niño. Para mí, Panchita hoy es una necesidad.*
*»Saltá, Panchita, saltá» se presenta los domingos 30 de abril, 7, 14, 21 y 28 de mayo. Y los domingos 4 y 11 de junio. Siempre a las 17 horas, en el Korinthio Teatro. Mario Bravo 437. Teléfono 011 2027-8803.