La decisión: Entrevista al actor, dramaturgo, músico y militante, Sergio Lobo.

Entrevista: Adriana Valletta, Estela Colángelo, Pablo Soprano, Gabriela Stoppelman.
Edición: Gabriela Stoppelman.
Fotografía: Diego Grispo.

 

Giraba en falso o se trababa. Cierta soberbia en el hueco pretendía hacer de la cerradura un lugar para privilegiados. Era increíble que un simple contorno lleno de ausencia rigiera los destinos de la puerta. Así y todo, los omitidos, los privados, los escasos, los perimidos del tiempo se asomaban al claro desde el lado del deseo, alentaban desde afuera la persistencia de la palabra. Sí o sí, profundamente decidida, ella perfilaba sus vocales hacia un futuro simple en conjugaciones, pero compuesto en orígenes. Cuidaba las advertencias: debía estar atenta a las obscenas fanfarronadas del dueño de la madera. El tipo solía llegar, al ritmo amenazante de su llavero infinito, porque resultaba indispensable que lo supiéramos: si de entradas se trataba, él las podía todas, las doblegaba a todas, las subyugaba sin apelación. Otro asunto espinoso eran las traiciones de los pestillos, la reiterada propensión a buchonear de las bisagras, ese chirrido agudo, directo a los sensores de los vigilantes. Claro, que siempre hay zonas liberadas. Porque nunca han podido con el ojo de las mirillas, con su modo de tunelear hasta romper los cercos de las distancias. Ni hablar de la grieta de luz, eterna laboriosa en el bajo puerta, que ya ni

Chiraru Shiota.
Chiraru Shiota.

cuenta llevamos de los torpísimos denuedos en los burletes. Y, por supuesto, quedan las huellas de los que faltan, la biografía del tacto adherida a los picaportes, la sana opacidad que desbarata la obsesión, las franelas, a puro metal brillo. Y resta, también y todavía, una parte blanda del tiempo, una pequeña alianza con el doblez de una paleta, un guiño en la espesura del bronce, una contracción del vacío amoldándose, amable, a la forma de la llave. Un abrazo de las formas que, por un instante, aciertan el encaje, giran otra vuelta, otra vuelta más. Y, descubren, sorprendidas, que la puerta estaba abierta, que entre dintel y umbral nada es vano, sino nutricia intemperie, espacio de escritura. Ahí nos encontramos con el entrañable Sergio Lobo.

 

 CERRADURAS HUÉRFANAS

 

                                               Lo último que supe fue lo de las amenazas por teléfono y lo de tu hermano. Nada más. Alguien comentó que habías podido zafar y que estabas en Francia, pero, con certeza, no sé nada. Tres meses. Y vos sabés bien que yo no puedo salir a preguntar. Sabés que después de lo de Juan estoy prácticamente escondida. No prácticamente, estoy concretamente escondida. ¿Cómo puede ser que no sepa nada de vos? ¡Que no sepa nada de ninguno de ustedes!”
“Sí o sí”, Sergio Lobo

 

En el Prólogo de “Tres episodios vergonzosos”, decís: “Hoy, toda ideología está bajo sospecha. Se puso en crisis toda certeza.”

Mirá, eso lo escribí en los 90, la obra está basada en tres cuentos de Chejov y tiene que ver con aquel contexto, pero me hiciste acordar de algo  que tiene y no tiene que ver con tu observación, pero que quiero contarte, en una especie de mea culpa. Una vez me pasó algo muy feo, de lo que me encanta poder arrepentirme. Yo conté una anécdota, para una nota de Página 12. Creía que la había escuchado o leído de Tato Pavlovsky o de algún profesor en el IUNA o de algún seminario, no sé, pero nunca más pude chequearlo. La cuestión es que me llamó un montón de gente para preguntarme de dónde había sacado ese relato, porque cayó como una bomba. La cuestión era así: Discépolo viajaba a Italia muy seguido. Cuenta la leyenda que Luigi Pirandello quería conocerlo y lo invitó a ver una obra de un dramaturgo “en pleno ascenso “. Cuando fueron, resulta que la obra era “Mustafá”,  del propio Discépolo. “Esta obra es mía”, dijo Armando. Así las cosas, hablaron con el supuesto autor, quien confesó que él “había escuchado esa historia…” es decir, se la había afanado. La historia remata con que Pirandello se compromete a pedir que bajaran la obra y, así quedaría todo resuelto, sin escándalo. Yo conté esto y no la encontré nunca jamás en ningún lado, mirá que lo busqué…

Pensar que hoy la realidad se inventa y se asume como cierta… Igual, la pregunta era qué trampas traen las certezas y qué trampas trae el evitar tener certezas sólo porque es el aire de la época.

Claro, es importante este dato: eso que escribí fue antes de Néstor. Era en el contexto de los 90 o poco después, con la onda del fin de las ideologías, cuando las certezas tenían mala prensa. La muerte de las ideologías implicaba que, si uno adhería fervorosamente a algo, era demodé. En los 90 yo estudié dramaturgia en la ENAD, que después fue el IUNA y hoy es la UNA y recuerdo lo difícil que fue sostener la militancia. Primero, la militancia estaba desperdigada y absolutamente acomplejada. Incluso, en el seno de la familia, parecías un pelotudo, un tipo de otra época. Era difícil sostener una conversación si opinabas apasionadamente sobre política. A eso me refería en ese prólogo. En esa época sosteníamos esa cosa militantosa y, poco menos, se nos reían en la cara, nos acusaban de viejos, de no entender el momento.

Encima, el descrédito venía desde un gobierno peronista…

Eso fue un golpe durísimo. Yo hice campaña para Menem en Rosario en el 89. Me acuerdo que, a las dos o tres semanas de asumir, Menem nombró a Jorge Born ministro de economía. Sin embargo, nuestro jefe político decía que era una maniobra genial, que iban a patear el tablero… a los pocos meses ya uno veía que se había consumado una traición brutal.

 

PONELE VW 40

 

                                               “¿Quién es quién en esta historia? ¿Quién el verdugo, quién el cadáver? ¿Quién va a arrancarme de mi memoria? Yo necesito de tu jarabe… ¿Quién va a operarme de tu desidia? ¿Quién va a vendarme con sus caricias?”
“Profundamente”, Sergio Lobo

 

¿Y las certezas ahora? , ¿cuáles nos hunden?, ¿cuánto las revisamos? Venimos con una pregunta que trasladamos a varias entrevistas. La cuestión es, si construís solo un sujeto consumidor- bajo la idea provocativa de que no hay bienes que no puedan ser distribuidos en todas las clases- muchos de esos mismos después te votan a la derecha.  Algo no alcanzó, algo importante falta distribuir aparte del consumo. Sin embargo, muchos defienden con certeza que no hubo ningún error…

Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.
Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.

Pienso que hubo errores, pero creo que hay un reconocimiento de eso. Incluso, en esta nueva unidad política, hay gente que uno nunca hubiera pensado que se iba a sumar a este proyecto. Particularmente, soy de los que piensa que sí hubo errores. Creo que hay que volver mejores, y esto es mucho más que un slogan.

Hace poco, en unas declaraciones de Horacio González, él marcaba la necesidad de dar recursos culturales, a la par de las urgencias vinculadas al trabajo y a la comida. A la par, y no después.

No lo leí, pero creo que era una especie de reclamo al kirchnerismo, ¿no? Si tuvo ese sentido, no coincido. Creo que la última experiencia del peronismo, el kirchnerismo, fue el mejor peronismo. Obviamente, no viví el primer gobierno de Perón, que parece ser intocable, que no se puede cuestionar ni indagar demasiado ahí porque hay una memoria colectiva muy poderosa que dice que eso estuvo muy cerca de ser el ideal. Pero te quiero decir esto: me parece que el kirchnerismo, como buen peronismo lo hizo paralelamente, la apuesta cultural fue muy fuerte.

 Creo que la intención era marcar la necesidad de que se den de manera simultánea lo cultural y lo económico, también había en ese texto una reivindicación de al lucha de los 70. Era un reclamo a  Alberto, me parece. De todas maneras, lo hecho en términos de cultura, ¿alcanzó?

Verschueren.
Verschueren.

No, pero no es que no alcanzó porque se haya especulado con eso o porque en algún momento se haya cerrado. Creo que nunca alcanza porque el peronismo no es la mayoría consolidada y absoluta que se pretende. Sin embargo creo que, como decía David Ramos- un peronista de la época de Taco Ralo, de las FAP- el peronismo es un fenómeno cultural que, a veces, se expresa políticamente. Creo que así es y que, dentro de ese fenómeno cultural, también tiene un grado de argentinidad, un modo de expresar el ser nacional, el ser argentino, muy importante. Eso está en una dinámica permanente. Es muy difícil saber por dónde encauzar y manejarlo políticamente.

 

DESCERRAJAR EL TIEMPO

 

                                   La conmoción se evidencia gradualmente en todo su cuerpo (…) Verifica nuevas marcas y signos del espacio que alimentan su sensación de haber estado antes en ese sitio.”
“Buenos Aires en estos días”, Sergio Lobo

 

Aparte del primer gobierno de Perón, ¿hay alguna otra cosa más que, para vos, que sea fundante del peronismo, que no amerite discusión?

La cuestión nacional, entendida desde la mirada del revisionismo histórico. La necesidad de anclar en una cosmovisión nacional, una mirada nacional del mundo. Eso no se discute. A partir de ahí, en todo lo demás podemos tener diferencias. Es un movimiento. Mirá, la Argentina es un país rebelde, muchas veces se ha enfrentado al poder de verdad, no a este que ostenta Macri. Es claro que el cipayismo entendido nunca fue tan claro como en este gobierno, es un cipayismo confeso: “querido Rey”, la dependencia explícita de la embajada norteamericana y la confesión sin pudores de que es así. Me acuerdo cuando Macri dijo que nombró a Fino Palacio, jefe de policía, porque se lo había recomendado la embajada estadounidense. Ellos se legitiman y legitiman sus actos desde un lugar de servicio a la Corona. Por eso, creo que mucho de lo que el kirchnerismo no pudo, no lo pudo porque no sé si se puede. Se intenta, se logran un montón de cosas y, en algún momento, te esperan. Un poco pasó eso, en un punto nos la creímos, creímos que había un sustrato cultural lo suficientemente importante como para poder tolerar cualquier embestida del poder real. No pudimos. Tampoco es que se perdió por goleada, con algunas sospechas de que hubo fraude, la diferencia fue de un uno y medio por ciento.

lobo30Y ese punto y medio hizo que de diez pasos que se dieron para delante, nos tiraran catorce mil para atrás. La cuenta que te pasa esa soberbia de la que hablabas es terrible. Eso también lo sabíamos.

Sin embargo, esto del 11 de agosto, el triunfo apabullante en las PASO, no estaba previsto en ningún lado. Y se lo debemos no sólo a esa estructura de asistencia social que teníamos, sino también a que lo que ocurrió en aquellos doce años. Eso hace que el pueblo diga “paren acá”, porque podría no haber sucedido.

También pasaron estos cuatro años, nos preguntamos por qué aguantamos hasta acá habiendo recursos desde la misma Constitución para revocar un gobierno que no cumple. Nos aguantamos más sometida que rebeldemente. Y, mientras tanto, quedaron muchas personas demolidas por generaciones.

Está muy bien tu observación. ES inquietante. Pienso en Ecuador ahora. Ahí es evidente la rebeldía, sobre todo, en el marco de regionalización del neoliberalismo. Con lo de la Argentina rebelde me refiero a… no lo sé. Tal vez es más una expresión de deseos, nacida este 11 de agosto.

 

EL DELICADO EQUILIBRIO DE UN PASADOR

 

                                                “Lo nacional es lo universal visto desde acá”. ¡!!!¿Estamos en contra de la formación académica? Por supuesto que no. Por algo estamos o estuvimos en el conservatorio. Esa es una falsa dicotomía que se instala desde el poder. Lo que digo es: No podemos desperdiciar… (SE CORRIGE) Saquemos la palabra “desperdiciar”… no podemos dedicar la mitad del ensayo a este tipo de debate porque para cuando la obra esté terminada lo que tenemos para aportar como grupo de teatro revolucionario no va a tener ningún sentido porque la realidad ya va a ser otra”
“Sí o sí”, Sergio Lobo

 

Quería volver a esto de lo nacional, que marcabas como un punto que no se discute en el peronismo. Siempre me hace pregunta esto en relación al arte. Por ejemplo, un tipo que toca jazz. El jazz es algo constitutivo de su formación, aunque sea una música nacida afuera del país. Él lo siente como propio, lo incluye en su ser de acá. ¿Esa impronta no es lo nuestro también -que aparte está en constante devenir- o lo nacional es exclusivamente lo nacido acá?

Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.
Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.

Bueno, si lo nacional es, en forma excluyente, lo nacido acá, no queda nada. Una quena, un sicu, quizás. El tango, lo más nuestro, lo tocamos con todos instrumentos europeos.

Vengo de una familia en que mi viejo, alemán, escuchaba música clásica y después ponía folklore. Yo soy todo eso, si no, sería un chauvinismo tremendo. Hay que ver dónde empezaron esos ritmos que consideramos originarios.

Está probadísimo que empezaron en África. Definitivamente lo nacional, lo nuestro, es muy mixturado.

¿Y te parece que tendría que estar abierto a más mixtura todavía?

Yo no sé si eso es evitable.

Puede ser no evitable, el asunto es propiciarlo o asfixiarlo.

Es una buena pregunta y muy difícil de responder. Si me hablás de una política de Estado, desde una visión peronista, debiera equilibrar lo nuevo -que, de por sí, tiene garantizada su difusión, porque viene de lugares de emisión simbólica muy poderosa- con lo que hace acá. No podés evitarlo.Y, de hecho, las políticas culturales del peronismo lo hicieron.

Lo nuevo, lo raro, comienza siempre siendo minoría. Las minorías no tienen garantizada su difusión.

En lo artístico, me parece que hay una clara invasión en dos sentidos: cuantitativamente, pero también como expresión política de dominación simbólica. Creo que  es indiscutible por la importancia y la trascendencia que los países poderosos le dan a eso. Un Estado con una mirada importante sobre la cuestión nacional debe equilibrar y favorecer con sus políticas públicas a la difusión de los que menos la tienen y a las expresiones que releven lo que pasó y lo que pasa acá, lo cual tiene que ver con la construcción de nacionalidad. Además, todo arte es emergencia social, aquello que releva una pieza artística es también una especie de arqueología de un momento histórico que es importante conocer. Somos un país joven, no podemos danos el lujo de descuidar nuestro acervo cultural. No somos ni Europa, ni Estados Unidos que, aunque es también un país joven, es poderosísimo y su herencia anglosajona lo ubica culturalmente en un lugar de dominación.

Fuera de lo exclusivamente artístico, como irrupción de lo nuevo, está el feminismo.

En cuanto al feminismo, creo que el peronismo es un movimiento que ha incorporado permanentemente lo nuevo. Es su mayor virtud y el mayor orgullo de quienes militamos y sentimos esa pertenencia. A la vez es una gran dificultad, porque hay peronistas que a uno lo avergüenzan. No me refiero a Menem, que ni siquiera los enemigos nos lo facturan, por suerte…

No te lo facturan porque a ellos los benefició muchísimo.

Muy acertado. Fue uno de ellos. Una especie de infiltrado Pero la idea de otorgar derechos a las minorías es peronismo puro, para no hablar del peronismo femenino, de Evita. Pero eso es el pasado. Hoy es hoy y nosotros tuvimos inconvenientes con cuestiones como con el aborto con Cristina. Yo creo profundamente en Cristina y creo que esa reconversión no es especulativa. Como buena peronista es capaz de repensar algunas cosas, sobre todo, cuando se trata de derechos de minorías.

 

VACÍO CON FORMA DE CERRADURA

 

                                   “La prudencia del que camina sobre el delgado cristal de un lago congelado”
“Tres episodios vergonzosos”, Sergio Lobo


¿Qué te entusiasma y qué te inquieta de toda la movida feminista?

Ya no me inquieta. Lo hizo en algún momento por algunos excesos, algunos desbordes.

En una entrevista con Tatián, un filósofo cordobés, conversábamos acerca de que todos los movimientos emancipatorios están sujetos a desbordes.

Entender eso me tranquilizó. Es imposible que no desborde. Es una explosión, un vómito ¿cómo le vas a exigir prolijidad? Además, como dice mi psicóloga, la vida es desprolija. Cuando apenas empezó esto hubo episodios muy dolorosos para la gente de teatro, como el de Omar Pacheco. Ahí tuve una experiencia que me inquietó. Un primo de quien en ese momento era mi pareja, -un militante de Patria Grande, un deconstruido total, un tipo bárbaro-  estaba de novio con una militante feminista de Mala Junta, que es el feminismo en Patria Grande. Pero fijate esto: cuando Pacheco se suicida, yo dije “Qué lástima no haberlo escuchado” este muchacho me dijo “No. No hay que escucharlo. Si las pibas dicen que era así, era así.”

Aun si era así, había que escucharlo.

Entonces yo, caliente, dije, “esa era la lógica  de la dictadura cívico-militar para con nuestros compañeros” . Se enojó. Yo me retiré rápido. Pero hay un miedo al exceso, como decir “Ojo, ¿en qué nos convertimos por este camino?”. Mirá, en cuanto al feminismo, a mí me sirvió mucho la lectura de Rita Segato, su mirada. Algunas cosas que nos molestan son propias de un movimiento que estalló y no se le puede exigir orden. Creo que el camino de la deconstrucción es muy largo y difícil para el hombre, ni te digo para los de nuestra edad. Tengo la enorme suerte de tener una policía feminista de once años. Estoy separado y vivo con mis dos hijos varones: Julián y Martín, de dieciocho y quince, y Cata, de once años. Hay momentos en que tenemos que decirle “Cata, dejanos cenar, pará. Dejanos pasar una. Una. Nos estamos deconstruyendo, pará.”

Vos sos un feminista de antes del feminismo en tus obras. Todos tus personajes femeninos toman decisiones muy audaces, aunque pagan por eso un altísimo costo. En cambio, tus personajes masculinos no siempre pueden hacerlo. “En sí o sí”.

Sí. La releí a partir de tus comentarios. Es raro… esa obra tiene diez o doce años, por lo menos. No me acordaba de eso que me marcaste, Gaby, y te lo agradezco.

En esta obra un grupo de actores debate acerca de arte y política, acerca del reconocimiento de la autoridad de la directora. Pero, cuando advertimos que los personajes ya no están ahí más que como fantasmas, que fueron chupados por la dictadura, todos esos temas de debate caen, ante la ausencia y la muerte. No es que no sean debates importantes pero, de algún modo, cuando toman la palabra en masa, tapan el vacío de los que faltan, de los ausentes. En otro texto tuyo hablás de que el vacío se puso de moda. Nosotros a veces pensamos que el vacío es el gran tema de la filosofía, que no se trata de vaciar sino de que haya obras que lo pongan de manifiesto. Fácil taparlo. ¿Qué sentís en relación a este tema en la producción actual?

Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.
Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.

Buena pregunta, de difícil respuesta. La exposición del vacío en el teatro tiene para mí mala prensa. Yo sufrí del abuso de esa exposición del vacío. En un momento todo era experimental, rupturista, a veces se ponía en crisis lo instituido por instituido, sin analizarlo. Y, por ahí, algo de lo instituido sirve, por ahí conforma eso que sos. Entonces, en el teatro hubo mucho de eso que los más malos llamarían tilinguería y esnobismo. A mí no me parece tanto, pero sí creo que a veces no había un soporte teórico o una poética genuina. A eso se le llamó, muchas veces, la exposición del vacío.

Hay algo en la actuación, cuando el cuerpo ese vuelve extremo, que señala que está buscando una instancia a la que no va a llegar, a eso nos referimos con el vacío ¿qué arte puede haber sin eso o tapándolo? Probablemente este arte experimental que vos decías, pura estética, tapa el vacío aunque pretenda hablar de él.

Hay mucho de eso, sí. Estamos hablando de dos vacíos diferentes.

 

PORTAL A LA INTEMPERIE

 

                                               “¡A la muerte no se le teme sino a la ausencia de vida, papá!”
Orégano”, Sergio Lobo

 

¿Y cómo te llevás con el trabajo para poner en escena o para escribir lo indecible?

No lo sé. Siempre viví el teatro desde un lugar social. Me dirás ¿y qué?, ¿no hay lo indecible en los social? Y tenés razón. La verdad es que nunca me detuve a pensar mi relación con lo indecible al escribir. Aunque “Orégano” da cuenta de eso y fue escrita en un momento de un gran vacío,  el “Que se vayan todos”. “Orégano” hereda mucho de esa gran confusión que fue, para mí, el asambleísmo. Viéndolo ahora, en varias obras escritas por mí donde hay un enorme vacío. Me encantaría poder leerlas ahora así. En varias, es el descubrimiento del vacío lo que pone a los personajes en crisis.

En “Heridas” es claro, cuando el personaje empieza a estar sospechado de haberse apropiado un hijo. Se encuentra frente a algo que no puede poner en palabras. La conversación trivial de pronto, deja en evidencia el ocultamiento. En “Profundamente”, también: “Es extraño lo que uno siente acá, los árboles se mueven pesados y profundos. Hasta la mirada de los perros pareciera que esconde antiguos secretos como si todo se viviera profundamente, profundamente.” Esto lo marcamos como un pariente del vacío, que sería el lenguaje poético, ¿qué es lo poético para vos?

Robert Thompson.
Robert Thompson.

Está emparentado con el vacío o con lo innombrable. “Lo innombrable se llama una tremenda novela de Beckett, que me viene a la mente a propósito de este tema. Lo poético está allá, donde no alcanza más nada. Expresa donde no hay otra herramienta para expresar. No hay forma de hacer teatro sin lo poético. Hay un momento donde la palabra, el razonamiento y hasta el método que se supone bueno para escribir o para actuar no alcanzan. Por ejemplo, no sabría decirte cómo escribí la parte de “Sí o sí”, cuando la directora dice “Ustedes no están”, cuando se rompe todo y se hace evidente que los compañeros cayeron en manos de los milicos y que ella habla con sus ausencias. Ahí está lo poético. Yo llegué a un punto de angustia muy grande con lo que estaba pasando ahí, y vino esa frase, vino lo poético a rescatarme.

Hay que habilitarse un poco la pérdida de control también.

Sí. Ese péndulo es vital en el actor y en el escritor. Un maestro mío de dramaturgia decía que escribir es una experiencia física. Y no sólo por esto de que, sobre todo en los escribimos teatro, a las tres de la mañana estás haciendo voces, sino porque se escribe con todo el cuerpo. Ahora no doy clases pero, cuando lo hacía, hinchaba mucho con esto del péndulo entre el control y el no control, se necesitan mutuamente, son simbióticos.

 

LA GANZÚA POÉTICA

 

                                               “En parte es miedo y en parte es otra cosa… algo más… poético… hay un plus de significación… un plus poético… baño que deja de ser baño sin dejar de serlo… o sea…baño que deviene otra forma (forma poética) que entonces ya no produce miedo concreto sino un efecto nuevo del que no podemos dar exacta cuenta todavía…»
“Orégano”, Sergio Lobo


Esto del control me recuerda a una cita de “Tres episodios vergonzosos”: “
Lo malo de los amantes no es la traición sino la cursilería… Beso mil veces tu minúsculo pie.” Me preguntaba si no tiene que ver con que existe cierto pudor, tanto con lo poético – por eso se lo tilda de rebuscado, de incomprensible y de cursi a veces- como con la expresión salvaje de los sentimientos, que no está mediada por la estética.

Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.
Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.

El del amor es un lenguaje que está castigado. Los peronistas tenemos una tangente permanente, que es “todo en su medida y armoniosamente”. Nada está mal, en su justa medida.

Pero uno asocia el peronismo al exceso, a la fiesta, al desborde, no a la salida aristotélica.

Bueno, una cosa es Perón y otra ser peronista.

Igual. Una imagina la multitud, el choripán y la risa. No imagina a Aristóteles.

Está bien. Y al otro día te levantás y vas a la Básica. Es equilibrio.

Yo lo vinculaba a esa cuestión del control. Decir que algo es cursi es lo mismo que decir que algo es muy rebuscado, ¿según qué parámetro?, ¿quién puede juzgar que algo es cursi, sobre todo, en la intimidad? Pienso que hay como una moral del lenguaje por exceso de arte o por aquello de que el amor debe ser expresado no sé de qué manera. Los hombres tienen mucho pudor con la expresión de los sentimientos, entonces a veces son más patéticos, lo expresan muy rebuscadamente, por no quedar cursis.

Me hiciste acordar de algo muy interesante. Una vez llevé a mi hijo a la psicopedagoga porque, en sexto grado, las maestras me llamaban cada diez días, se portaba muy mal. Bueno, ellas me recomendaron que consultara con una psicopedagoga, lo hice y a él le hizo bárbaro. El punto es que una de las psicopedagogas me decía: “Mirá, él se queja de que no tiene opinión y de que, cuando vos te juntás con tus amigos y su mamá, él se tiene que ir”. Ahí apareció una gran confrontación de miradas. Yo le dije “Y está bien”. Ella: “No, no está bien. Me parece que te quedaste en el tiempo”. Yo: “Mirá, te voy a explicar una cosa. Yo nací en San Gregorio, provincia de Santa Fe, un pueblito de cinco mil habitantes. Cuando los grandes hablaban, los chicos nos teníamos que ir a otro lado. Hay cosas que no son psicologizables, son cultura”. Hay cosas que hay que negociar, pero todos podemos acompañar al otro hasta un punto. Mas allá, ponés en crisis algo muy constitutivo mío y dejo de ser yo. Los porteños tienen una cosa diferente a los que venimos de afuera. Mirá otro caso: mi hermano había venido a trabajar y a estudiar abogacía a Buenos Aires. Yo me quedé en el pueblo. Cuando lo vine a visitar, nos subimos a un colectivo y él me relataba sus hazañas amorosas a todo volumen. Yo estaba rojo de vergüenza y le decía “Pará, pará”. Y él: “¿Pero no ves que nadie escucha?”. El tipo disfrutaba de la impunidad de ese anonimato. Habría que legislar sobre esto de hablar con el manos-libres en el subte…

Además, no es cierto que nadie escucha.

Chiharu Shiota..
Chiharu Shiota..

Claro. Y es verdad que lo que puede ser leído como algo obturado o pudor, en algunos, es lenguaje, modos. Eso también se podría revisar. Pero, sin ninguna duda, hay una policía de la palabra. Por ejemplo, en “Orégano” todos los discursos de los personajes puestos en escena son ajenos.  Yo estrené esa obra convencido de que me echaban del trabajo. Yo daba clases de teatro en la Municipalidad de Vicente López. Y toda la cúpula fue a ver la obra.

¿Pensaste que te echaban por el contenido?

No. Porque pensaba que la obra iba a ser un fracaso rotundo. Yo me divertía mucho, pero entendía que era un experimento dramatúrgico. Hay una verdad evidente y es que, en esa obra, el padre no es el padre, quien se llama “padre” y quien se llama “hijo” tienen la misma edad.  Aun así, algunos me han me han preguntado: “No es el padre, ¿no?” 

Eso también opera como lo poético, hace verosímil lo imposible. En un momento da la sensación de que podría ser el padre, sin importar lo que la lógica indique.

Tal cual.

 

 PIONERISMO TRUCHERIL

 

                                   “Por más lentas que sean las tardes… por más que las ramas de los árboles ondulen pesadas como en un sueño… el tiempo pasa en Sunchales… Y algunas cosas cambian”
“Profundamente”, Sergio Lobo

 

¿Y por qué  los personajes de “Orégano” construyen en una radio comunitaria?

Me parecía que era lo que más graficaba el tema puesto en juego, el de la comunicación, porque no hay antena. Tal vez el contexto tuvo que ver. A propósito, ¿sabés que yo fundé una de las primeras FM truchas de Rosario?

Vanguardista en feminismo y en FM truchas.

Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.
Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.

La radio se llamaba “Cruz del Sur”. En ese momento yo militaba en el Frente de Izquierda Popular, del colorado Ramos. A los quince años, yo me afilié a la Federación Juvenil Comunista, como corresponde a un rebelde de una familia peronista. Mi viejo era un peronista insoportable, difícil, de estos para los que el kirchnerismo no es bien peronista. Yo siempre recuerdo un par de historias interesantes de cuando Ramos iba a Rosario, decía “Nunca vamos a hacer la revolución, compañero. Llega un diario de Londres a Argentina en dos días y el diario del FIP tarda quince días en llegar a Rosario”. Tenía un humor tremendo el colorado. Lo de mi afiliación al PC fue en Firmat, un pueblito de Santa Fe, y el PC de allá era recontra gorila. Por su parte, el FIP de Ramos era el dispositivo por el cual eras peronista, pero podías leer marxismo y formarte. Después, los del FIP de Rosario éramos unos tramposos bárbaros. Íbamos a los barrios y decíamos que éramos del “Frente de Izquierda Peronista”. Allí articulábamos mucho con Línea, que es hoy el peronismo militante. Entonces, con la gente de Línea, pusimos la primera “FM Cruz del Sur” en la parte de atrás de una vinería que habían puesto mis viejos, de esa que vendían vino en damajuanas. Por ideología, pasábamos música nacional joven, rock nacional. ¡Fuimos “la Mega” de allá! Era un éxito. Al tiempo alquilamos un estudio en el centro, con todo, entrevistábamos gente, la usábamos para hacer política. A esa radio la termina comprando el grupo de Canal 2, del diario “La Capital”, a raíz de una súper traición de un compañero, de quien me reservo el nombre. Yo ya estaba en Buenos Aires en aquel entonces, a donde había venido luego de un año de estar en el estudio del centro del pueblo. La cuestión es que aquella, fundada como primera FM trucha, hoy es una radio recontra escuchada.

 

LLAVE DE PASO

 

“Nosotros perdiendo el tiempo en pavadas en vez de aprovechar el silencio.”
“El sordo”, Sergio Lobo

¿No creés que falta un real debate en el peronismo con cierta parte de la izquierda?

Ale Mirasol.
Ale Mirasol.

Pero volvemos a qué peronismo porque, ¿cuál es el peronismo que te endilga el mote de “trosko” si hacés algún cuestionamiento?  Claro que falta muchísimo debate. Mirá,  hace poco escuché a De Vido hablando desde la cárcel, lo entrevistaba Tognetti. De Vido decía que era un desastre lo de Pichetto, pero que él nunca iba a olvidar que Pichetto fue el primero en ir a verlo a la cárcel. Los peronistas tenemos ese sentimentalismo que es tremendamente peligroso. Y eso es también argentinidad pura. El peronismo expresa, como ningún otro fenómeno cultural, la argentinidad.

Hay un pensamiento que viene del general Perón: “Quedate tranquilo que ese compañero, tarde o temprano, nos va a servir. Para algo va a servir.

Lenin decía lo mismo, o parecido: “Hasta el último idiota tiene lugar en la Revolución”

¿Falta poética en la política o en algún lugar se practica?

En términos de vuelo, claro que falta. Entrar en ese terreno es difícil y hasta doloroso, porque uno tiene que hacer un ejercicio de tolerancia enorme y entender cuáles son los lenguajes y las necesidades del momento. En ese sentido se extraña Chávez, por ejemplo, con toda esa carga poética que tenía.

Incluso a Alfonsín, en algún momento.

Claro que sí.

 

POTESTAD INVERTIDA

 

                                                ¿Alguna vez tuviste la sospecha de que Mariano no fuera hijo tuyo? Te lo pregunto porque es otra de las cosas muy comunes en este tipo de heridas. Mirá, suele ocurrir en los padres adoptivos que lo viven con angustia, por ejemplo, reproducen las heridas de sus hijos como una forma simbólica de fusionarse físicamente, ¿entendés?”
“Heridas”, Sergio Lobo

 

Vos dirigís, actuás y escribís, ¿qué tiene de singular cada una de esas actividades?

Yo escribo por necesidad, no espiritual, sino práctica. No me gusta escribir teatro, sufro haciéndolo. No fluyo como cuando actúo, canto o escribo canciones.

¿Escribís cuentos?

Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.
Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.

En 5° grado de la primaria gané un concurso de cuentos, con uno que se llamaba “La llave” que, visto desde hoy, es de una ingenuidad enternecedora. Ahora bien, lo primero que escribí para teatro fue un infantil, para trabajar. Yo estudié dramaturgia en la vieja Escuela Nacional de Arte Dramático, con la idea de poder producir mis propias obras. Ahora estoy pensando que también lo hice casi por timidez, por mis problemas para relacionarme con el medio. Pero, si miro para atrás, ya había escrito algunas cosas para elencos de compañeros en Rosario. A mí me gusta dirigir y actuar. No sé decirte cuál de las dos cosas me gusta más, a lo mejor actuar, pero dirigir también me encanta, indagar.

¿Qué te da la dirección que no encuentres en la actuación?

Experimento más en la dirección que en la actuación. Me siento más libre. Me pierdo dentro del material. Lo primero que hago es confesarme ante los actores: “No tengo la más puta idea para dónde vamos, el que quiere quedarse se queda y el que no se puede ir en este momento”. Me encanta revisitar el material y verlo desde otro lugar. El trabajo con los actores es lo más rico del mundo. Borges decía que editaba para dejar de corregir. Yo estreno para dejar de corregir y de indagar, esa experiencia es maravillosa.

Bartís decía que, si por él fuera, solo ensayaría.

Totalmente de acuerdo. O, por lo menos, estrenar y decirle a la gente que el sábado siguiente la obra puede ser otra. De hecho, yo sigo corrigiendo siempre

Decías que pocas veces dirigiste obras de otros…

He dirigido poco de otros autores, dirijo lo que escribo yo. Dirigí “Potestad”, y de eso tengo una linda anécdota que habla de la grandeza de Tato. Nosotros éramos pibes y lo llamamos a Tato Pavlovsky para decirle que queríamos poner “Potestad”. Él: “Ni loco, esa obra ya fue”. Nosotros: “Pero, ¿por qué?” Él: “Porque no la quiero hacer más, esa obra pertenece a otro momento. Este es un momento de democracia. Además, la tengo comprometida en Francia, la va a hacer Phillipe Leotard”. Ahora, decime, ¿cómo sobrevive a eso un pibe que lo llamó por teléfono a Pavlovsky? Yo lo hice, hasta el día de hoy no sé cómo, pero seguí. Dije: “Uy, qué macana, Tato, porque la estamos ensayando”. Él: “¿Pero son pelotudos ustedes?, ¿cómo la van a ensayar sin tener los derechos? Lamento mucho pero te tengo que decir que no.” Sin embargo, Tato siguió preguntando: “¿Y quién actúa?”. Nosotros: “Bueno, actúa Víctor Labra”. Víctor era un compañero, desconocido para él. Insistió Tato: “No, no, no,  ¿quién hace la mujer?”. Nosotros: “Mirá, Tato, el tema es que no está el personaje de la mujer”. Él:

Chiharu Shiota.
Chiharu Shiota.

“¿Cómo?”. Bueno, y ahí le expliqué que era como una especie de teatro dentro del teatro. Yo era el director, pero estaba en escena mientras hacía la puesta y torturaba al personaje con luces. El personaje se frenaba, no quería hablar y yo lo obligaba con una luz para que volviera a actuar. Él: “Ah, pero eso me gusta. Eso es otra lectura. Ahí me cagás. Ahora me recontra interesa. Contame más”. Estuve una hora y media hablando con él. Le conté todos los detalles. Finalmente, aceptó y yo me animé: “Bueno, ¿y no vendrías al ensayo?”. Él: “Ni en pedo. Yo no voy a ver cómo me hacen mierda una obra. Los voy a ir a ver cuando esté la función”.

Hay varias obras tuyas que hacen la inversión que hace Potestad. Personajes que parecen una cosa y después dan vuelta y son otra.

“Ese” es mi tema.

 

LLAVEARSE TODO

 

                                   Es más bien una manía que tenemos los escritores. Una especie de obsesión por registrarlo todo: la emoción más virulenta y el detalle más insignificante ¡y todo con el mismo empeño! ¡Con idéntica minuciosidad!”
“Tres episodios vergonzosos”, Sergio Lobo

 

En la experiencia de actuar y dirigir, ¿cómo es eso de autodirigirte?

Autodirigirme me resulta como andar en bicicleta. Lo disfruto, sobre todo, si hay otros actores. Es sumamente placentero, aun la dificultad.

No me imagino cómo es en la práctica autodirigirte.

Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.
Sergio Lobo. Fotografía: Diego Grispo.

Yo creo en los métodos, y también sé que lo mejor es cuando un actor apela a un montón de sistemas. Digamos, entonces que no hay un método universal. Pero sí hay caminos que se han recorrido y funcionan. Y esos caminos se pueden mezclar. Igual, por sobre todas las cosas, creo en el estado del actor: las escenas proponen un estado psicofísico determinado y, si eso no está, todo lo demás no alcanza. Hay un método que dice que el actor debe saber qué quiere en la escena, qué se propone, el método de las acciones psicofísicas. El actor, entonces, debe ver qué hace para lograr su propósito. Y ese sería el secreto de una escena en el teatro convencional, digamos, “aristotélico”. Ahora, el abordaje del estado psicofísico que el actor tiene que lograr en una escena, para ser verosímil, para que haya esa verdad que tanto apasiona al actor, implica un dejar de ser o un vacío, un vaciarse de algo para poder lograr otra cosa. La función del director es la de organizador de lo que ocurre en escena, pero no mucho más. Autodirigirse sería abordar un material siendo actor y tener la capacidad de, cuando terminó el proceso de ensayo, en el momento de abordaje actoral de la obra, poder correrte y decir esto sí y esto no. Perderte y poder organizar.

Es un poco como leerse a uno mismo.

Claro. Seguramente vas a tener que podar.

¿Cómo se siente ese vaciarse?

Es intransferible, único. Vittorio Gassman estuvo en Argentina y, en una entrevista que dio a Clarín, dijo “Soy actor, no tengo alma”. Lo pusieron de título. Dentro de la nota, él hablaba  del despojarse para poder llenarse con lo que te propone la obra. Hay mucha libertad en la formación del actor. De hecho, un largo tiempo se dedica a la desinhibición, a romper con el miedo al ridículo. En la Escuela Municipal de Arte Dramático había un ejercicio bastante polémico. Sobre el piso se vaciaban unos tachos de aceite comestible. Cien litros. Los alumnos debían hacer la escena en esas condiciones. Todo el trabajo consistía en mantenerse parado. Nadie lo lograba, por supuesto. 

 

 A PUERTAS RODANTES

 

“Lo demás: Llanto abierto, llanto pleno. Como un río.”
“Buenos Aires en nuestros días”, Sergio Lobo

                                              

Nuestro tema en este número es la decisión, ¿en qué ámbito de tu vida sentís que decidís?

Chiharu Shiota.
Chiharu Shiota.

Qué preguntita… definitivamente, en el teatro. Cuando tenía veinte años, decidí elegir el teatro porque los actores estamos condenados a trabajar en la televisión, al menos en ese momento, era la única posibilidad de vivir de esto. El teatro te la hace muy difícil, muy difícil. Acá hay una mezcla interesante: esto de escribir mi primer infantil me convirtió en actor. Allí sentí la autonomía, la posibilidad de decidir que yo podía trabajar de esto y ocuparme de todo el proceso. Para “Las aventuras de Martín Rueda”  me encargué la escenografía, la escribí, compuse las canciones. Aún hoy no puedo dejar de hacer esa obra. Tengo muchas versiones, porque hace veinte años que la hago. Y, de paso, vuelvo a lo que hablábamos hace un rato, de la apuesta cultural en el kirchnerismo. Yo estuve en “Chocolate Cultura”, estuve en “Cultura de Num” y recorrí todo el país con “Martín Rueda”. Cobraba una función y hacía cinco gratis. Había que sostenerla y se sostenía. Obviamente, también sufrimos las seiscientas lucas que le pagaron a Fito Páez mientras nosotros cobrábamos seiscientos pesos con cuatro meses de atraso. Así y todo, fuimos a un montón de lugares donde la obra de teatro era la primera experiencia cultural del barrio. En Tucumán, o en Santiago del Estero, ya no recuerdo, fuimos a un barrio donde nunca había habido ningún acontecimiento cultural hasta nosotros.

No hablaste de la música, ¿es solo una herramienta más, a la hora de actuar?

Hace muchos años elegí el teatro, no podía con las dos cosas. Y en el teatro me siento más pleno. Aparte, la autogestión en el teatro es mucho más productiva que en la música. Mirá, agarrás un gauchito clown, como hago yo con Martín Rueda, y te vas a una plaza a pasar la gorra. En un rato, tenés veinte personas. Vos vas a la plaza y cantás diez canciones tuyas y no se queda nadie, porque son tus canciones. Si cantás canciones conocidas, por ahí ganás algo. Esta diferencia es sustancial. Para imponer tus canciones necesitás entrar en ese circuito de difusión al que es muy difícil acceder, con el teatro no. Contar una historia siempre paga. No sé si es universal, es mi experiencia. Yo ahí decidí que no iba a depender ni de la tele ni de ningún productor, podía hacerlo yo.

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