El encuentro:  sobre Antoine de Saint-Exupèry y Osvaldo “El pájaro”, de Florencio Varela.

Por Estela Colángelo

 

SOMOS MUCHO MÁS QUE DOS

Rob Goncalves

Si de encuentros se trata, resulta difícil relatar en singular. Por ello se me ocurrió comparar dos vidas unidas por la pasión de volar. Una, la del mundialmente conocido Antoine Saint-Exupèry, cuyo trabajo entre nosotros fue encontrar rutas aéreas a través de América del Sur y negociar tratados comerciales. De vez en cuando, formaba parte de misiones de rescate para encontrar pilotos caídos. La otra vida es la de Osvaldo “El pájaro”, de Florencio Varela, quien se dedica a realizar propangadas aéreas.

Esta nota fue posible gracias a la colaboración incondicional de vecinos, personas que no necesitan presentaciones para compartir lo cotidiano y, en la mayoría de los casos, ejercen incondicional solidaridad.

VOGEL, CORRESPONDENCIAS: HONOR A LAS MADRES

Hace cuarenta y cinco años que “El Pájaro” Osvaldo está en esto. Su padre era maestro mayor de obras. Ahora mismo, cuando diseña la ampliación de su hangar, recuerda sus enseñanzas.

Además, Osvaldo es piloto de avión comercial. También, fue taxi aéreo: llevaba a los compradores de hacienda a los remates del interior, quienes después la vendían en el Mercado de Liniers. Luego adquirió un avión chico, en Pedro Luro, un pueblito cercano a Bahía Blanca. Lo armó y comenzó a hacer propagandas. Pero, ¿cuándo comenzó esta vocación? Fue en 1955, alrededor de los veinte años, en la conscripción. Durante el gobierno de Perón, llegaban rezagos de guerra de los Estados Unidos: motores de coches y de aviones. Así apareció el deseo de volar.

Como si lo anterior hubiera sido poco, Osvaldo fue campeón argentino de motocross, piloto oficial de Gilera y transmitió Turismo Carretera desde el aire.

Antoine Jean Baptise Marie Roger de Saint-Exupéry quedó huérfano de padre a los 4 años y se crio en el entorno de una familia aristocrática de la ciudad de Lyon, donde su madre trabajaba de enfermera. Fue rechazado en la escuela naval y se hizo piloto mientras cumplía el servicio militar. A su vez, egresó de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes. El arte y el vuelo se encontraron en su escritura porque sus experiencias como piloto fueron fuentes de inspiración de sus obras: “Vuelo nocturno” (1931), “Tierra de hombres” (1939), “Piloto de guerra” (1942) y “El principito” (1943).

Su vínculo con nuestra tierra es conocido: estuvo en Buenos Aires entre octubre de 1929 y febrero de 1931. Aparte de haber sido nombrado director de Aeroposta Argentina, contribuyó de manera decisiva en el desarrollo de la aviación civil. Su tiempo aquí fue intenso: piloto, escritor, amante. No gustaba de las ciudades, sí de los paisajes que veía de lejos, como el desierto, el mar o la cordillera. Íntimamente se consideraba un ser ajeno al planeta, un paseante de otro astro. El Laté 24, sin cabina, era casi una motocicleta con alas. Mientras estuvo aquí, lo mantuvo unido a su familia una ininterrumpida correspondencia.

Por su parte, Osvaldo exhibe con orgullo su apellido materno, Vogel, que en alemán, quiere decir pájaro.

 

DE AMORES Y OTRAS COINCIDENCIAS

Consuelo & Antoine

El 12 de octubre de 1929 Le Corbusier, -arquitecto renovador y alguna vez huésped célebre de Victoria Ocampo- y Antoine Exupéry durmieron en Buenos Aires, en el “Majestic”, el lujoso hotel que estaba en Avda. de Mayo 1302.

Si del autor de “El principito” hablamos, Antoine vivió en la galería Güemes de la calle Florida. En la misma cuadra, en la Galería Van Riel, conoció a la mujer de su vida, Consuelo Suncín, artista plástica salvadoreña, amiga de Hipólito Irigoyen. El romance despegó en el aeropuerto de Pacheco, donde la invitó a volar en su Laté 24. Luego de casarse, les sucedió lo que a muchos: cuando estaban juntos se peleaban; separados, se añoraban. Ambos tuvieron otras parejas, pero una y otra vez volvían a reunirse. El final también resultó compartido: murieron en el accidente aéreo el 31 de julio de 1944, en el Mar Mediterráneo. Si algún lector quiere buscar a Consuelo, puede hacerlo en la rosa de “El principito”, claro.

Osvaldo “El pájaro” de Florencio Varela solía ir a ver el avión Aeroposta Argentina que piloteó Exupery, en la base militar de Quilmes. De ahí nació Aerolíneas Argentinas. En cuanto a su vida personal, “El pájaro” se casó y tuvo seis hijos. Hoy el más chico, con 27 años, está a cargo de la empresa, que tiene cinco aviones y una clientela muy bien cuidada por el heredero.

Pero no todo es andar por el aire: la seguridad del vuelo está en el suelo: antes de despegar, hay que hacer un chequeo general. Si tiene algún problema el avión, arriba no hay banquina. Cuenta Pájaro que su compañera falleció de un ataque al corazón: “peldaños que se rompen de una escalera”, “ahora tengo el carro con una rueda sola. “Ella se ocupaba de la propaganda y yo del avión. Mi hija mayor es profesora de historia universal y geografía en los Estados Unidos. Otra, Noelia Soledad Guerrero, es la primera mujer de la República Argentina Jefa de Aeródromo y controladora aérea en Ezeiza. Se recibió a los 18 años con diez de promedio.” Pájaro toma aire y continúa: “Yo tuve el proyecto de abrir una escuela de vuelo. Hoy, cuando nos encontramos, Estela, vos conociste a un chico que es instructor del centro universitario de aviación. Hay que escuchar a los jóvenes.”

La escuela no se dio, pero Osvaldo sí dio cursos de meteorología. Así que Pájaro no se privó de casi nada. Ni de las palabras. Hay un conmovedor encuentro cuando él afirma: “el hombre puede reptar, saltar, nadar, rodar, pero no puede volar por sí solo, debe tener una máquina.”

 

PILOTOS DE LAS PALABRAS

El principito

Saint-Exupery eligió ser un piloto que escribe:

“El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va.”
“Cuando uno está verdaderamente triste, le gusta ver las puestas de sol.”
“Lo hermoso del desierto es que en cualquier parte se esconde un pozo.”
“Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos.”
“Cuando todo parece estar en tu contra, recuerda que un avión despega contra el viento, no con él.”
“Tendré que soportar dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas.”

 

“El pájaro” Osvaldo lanza palabras desde el aire. Los pájaros de verdad parecen acompañar las voces. Se jacta de ser el primero en Latinoamérica que exhibe frases luminosas en el cielo nocturno.

 

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