Juan Carlos Suárez

El encuentro: sobre la escuela agroecológica, “La Margarita”, en el barrio de Constitución.
Por Lourdes Landeira

 

COMO LOS DINOSAURIOS

 “La colaboración significa trabajar más allá de las diferencias y eso produce contaminación. Sin colaboración todos moriríamos. Nuestra historia está contaminada de encuentros. Tenemos que escuchar la cacofonía de nuestras historias para darnos cuenta cuán mezclados estamos.”
Anna Tsing

“La escuela, así como la conocemos, va a desaparecer”, dijo Adrián Paenza en la entrañable entrevista que deleita este número anartista. La frase impacta y tiene la incomparable potencia de ponernos a pensar. En general, sabemos que la tecnología empolva la vigencia de la tiza y el pizarrón. Sin embargo, intuyo mucho más que una simple dicotomía en la expresión del matemático. Entonces, intento imaginar el nuevo formato. ¿Habrá un día en que alguien corte una cinta y dé por inaugurada la nueva escuela? Sin duda, no. Eso sería más de lo mismo. ¿Habrá gente encerrada en despachos oficiales –o no- a cargo de diseñar nuevos planes de estudios? Otra vez, más de lo mismo. Si algo es seguro, es que no es ese el camino. Con todo, la profecía anunciada es para mí una certeza, junto a la incerteza de cómo se dará.

Georgia O Keeffe
Georgia O Keeffe

De los “no” que surgieron en el párrafo anterior, se desprende que un protagonismo pensante y/o cortacinta egocéntrico no va a conformar la partida que empiezo a imaginar. Por tanto, el proceso tendrá que ser colectivo. Y ese tránsito va a ser un momento a atravesar para llegar a algún o ningún sitio. El transcurso será un lugar donde habitar.

Al intentar pensar en los haceres presentes, de inmediato, apareció el accionar del “Colectivo Reciclador” y la gente de “Acción Huerta Urbana”. En este caso, con foco en la escuela La Margarita que, desde este año -sí, en plena pandemia- funciona y se hace en el barrio de Constitución.

 

CALDO DE CULTIVO

“Ver es ir rellenando el espacio ciego, blanco activo donde completamos el vacío que se forma en ese desajuste entre el campo visual de cada ojo.”
“Hacer mundos con gestos”, Marie Bardet

El predio, debajo de la autopista 25 de Mayo, era utilizado por “Les verdes de Monserrat”. Durante la pandemia, la murga organizó una olla popular de frecuencia semanal. Una comida cada siete días, ante las cuatro diarias que se necesitan, puede parecer muy poco. Puede ser mucho. Más de trescientas personas llegaron a hacer fila para acceder al alimento que se compartía. Les organizadores se encontraron, primero, con la desesperanza. Sin embargo, lejos de sumirse en la impotencia, echaron mano a sus saberes ancestrales y les cayó la ficha en relación a los desechos. Los residuos orgánicos resultantes de cada olla no eran basura, podían ser reconvertidos. Así, intentaron un primer compost que falló. Una vez más, no se rindieron y, en la búsqueda, se produjo un nuevo encuentro. En este caso, con el colectivo reciclador.

Juntos, a fuerza de pala, se pusieron a la tarea de remover cascote por cascote. Llegaron las cubiertas, la tierra, los plantines y las 1800 botellas de plástico con que construyeron la aislación perimetral. Centímetro a centímetro, murgueres y recicladores trabajaron hasta transformar los 300 metros cuadrados de juntadero de cacharros, en una huerta que hace escuela por todos sus desbordes.

 

NO HAY OTRA IGUAL

“Desde sus ramas, / apenas extendidos, / reinventan el mundo / como un dedo índice / infantil, cuando señala / allá el sol, acá la nube / aquí la tierra abonada / o el agua que crece, / este, el lugar. / Recién rellenado el terreno / hace su invierno en octubre. / Se asienta el limo fresco / y cualquiera vería / nada más que barro, / un espacio vacío. / Pero saltos de savia marcan su aquí y ahora: / la vida con hambre.”
Alicia Genovese

Durante el primer cuatrimestre de 2021, cada sábado, se trasmitió una clase virtual. Se habló de sustratos, semillas, compostaje, contenedores, ciclos, plagas, germinación, calendarios de siembra, producción de plantines y, claro, cosecha.

El abordaje es  accesible, para todos los gustos y bolsillos. La propuesta base es reciclar. Si tomamos como ejemplo el armado de una compostera, las opciones son muchas. Con solo poner la palabra en cualquier buscador de la red, se multiplican las ofertas de tamaños, colores, modelos. Y precios, por supuesto. Sin embargo, en La Margarita, es posible aprender el paso a paso de cómo convertir un tacho de pintura de 20 litros en lo que han dado en llamar: la mejor compostera del mundo. Gratis, basta ir con atención por las calles para encontrar el codiciado recipiente frente a alguna casa que haya tenido la fortuna de ver sus paredes pintadas.

Piet Mondrain

En el mismo recorrido puede une encontrar contendores llenos de tierra. En la escuela se enseña a distinguir la tierra apta para la huerta, según su color y su textura. La resaca de río se recomienda ampliamente. Con el avance de las jornadas, se conocerá que los cajones plásticos desechados en las pescaderías son preciosos espacios donde cobijar un gran número de plantines de lechuga. Ni hablar de las bondades de las rejillas de viejos ventiladores, como aireadores de sustratos. Y de las bolsas de alimentos de mascotas para juntar la tierra compostada antes de ser reutilizada.

Llegarán luego recomendaciones tan sabias como caseras en relación a plagas y algún que otro secreto bien desperdigado. Entre otras cosas, se podrá saber para qué usar las piedritas de gatos con pis, aunque sin caca. En setiembre, inician un nuevo cuatrimestre con la expectativa de continuar con el contagio.

 

PANZA LLENA, CORAZÓN CONTENTO

 “dios agarra un día de este mundo / y lo estruja como si fuera un papel / el día desflorado / destila semen / agua de cloaca / y marea roja // después amanece /
salimos de la hoja / con el alma arrugada / y nos secamos al sol
// como flores imposibles”
“dios agarra un día”, Liliana Ancalao

La escuela está situada en la calle Solís 1286. Pero no es esa su única dirección. Las huertas urbanas se multiplican en patios, balcones y terrazas de la ciudad.

Carlos Briganti, el reciclador urbano, es el portador de la iniciativa y de una gran experiencia como huertero. Sin embargo, el grupo de gente que lo acompaña asume a la par de él los distintos roles para esparcir la experiencia.

El día del cierre, invitaron a un director a compartir el encuentro final del primer cuatrimestre. Eduardo Cerdá, es ingeniero agrónomo y está cargo de la Dirección Nacional de Agroecología. Fue a La Margarita y habló. Dijo que hay otras formas de llenar la panza, de comer mejor. Contó la agroecología como a un proceso y enfatizó que este es el momento de cambio de paradigma. Según él, se despide el modelo antiguo basado en contar calorías y se abre paso un modelo que viene a preservar la salud de los suelos, los productores y los consumidores. Por supuesto, explicó la ruta siniestra de los agrotóxicos:

“Al horticultor lo corren las malezas. Cuando llega un técnico y le ofrece un herbicida, él cree que eso lo va a ayudar. Pero es como el cigarrillo, con la primera pitada, empieza el círculo vicioso. El producto, además de las malezas, mató la fertilidad del suelo, los hongos y las bacterias. Entonces, su salvador le ofreció otro químico. Dame más y más y más.”

La energía es para Cerdá lo que se viene; la acumulación, lo viejo a despedir. “Miren dónde están ustedes”, dijo mientras recorría el predio con la mirada. “No hace mucho esto fue una intención, pero se contagiaron, empatizaron y acá estamos”, agregó.

Eduardo Cerdá en «La Margarita»

En el país, hay experiencias, mínimas, locales que, a través del encuentro de pares, construyen alternativas comunes para problemas que no se podían resolver sin la articulación de saberes colectivos. Cerdá es portador de muchas anécdotas y vivencias trascendidas por relato y entusiasmo fuera de sus fronteras.

“Para mí, la clave está en el arranque desde lo individual, en entender que con el alimento se construye. Nuestra tranquilidad, el buen descanso, la coherencia y las ideas superadoras nacen desde la alimentación. Luego, hay que saber que somos parte de un proceso donde cada quien hace a su tiempo. A mí me toca estar hoy en un ministerio. Cuando ingresé, tuve que dar una charla de agroecología. Esa fue la primera vez que me vio mi secretario y me dijo: ‘para mí todas las agriculturas son iguales, decí lo tuyo, pero te pido que no le tires mierda a las otras’. Yo le propuse transitar el camino y ahora él me pide que le cuente más, está interesado, porque nuestro planteo es muy lógico. De esa manera, también se va construyendo empatía. Yo soy jubilado y de eso vivo, por lo tanto, el trabajo en la Dirección lo hago ad honorem. Primero resolví cómo comer, cómo vivir. Empecé a viajar por todo el país y me di cuenta de que, como nómade, no gastaba nada. Primero nos resolvemos, después nos encontramos, evitamos confrontar y siempre damos lugar a los otros para entendernos en el hacer. Ese es el camino. Hay mucha gente que no lo entiende, que está en otro proceso. Yo no puedo caerles con una pistola para exigir. No tenemos que remar en dulce de leche, vayamos con los que quieren y hoy tienen esta apertura. Básicamente, la estrategia es el contagio.”

 

A RODAR SE HA DICHO

“Decirlo así, como si fuera imposible / quitarse de esas letras: amar, arma, rama / Se abre, florece, crece, madura / se seca, cae, quizás reverdece / Un árbol, como el amor, es un instante / a veces quieto, a veces milenario”
Carlos Skliar

Además del predio, Les Verdes de Monserrat y La Margarita comparten la fecha de nacimiento. Con varios años de diferencia, se inauguraron –no casualmente- un 24 de marzo. Transitan el cambio de paradigma del que habló Eduardo Cerdá, con la memoria activa. Desde cada hoy, intentan una respuesta sostenible a los problemas de alimentación y consumo. Apuntan a que la alimentación saludable y las buenas prácticas no queden reservadas al sector de gente que tiene resuelta su supervivencia, por el contrario, pretenden llegar a las clases más marginadas. Encuentran ahí su hacer colectivo.

Sybilla Merian
Sybilla Merian

Por mi parte, comienzo a ensayar algunas ideas sobre la nueva escuela. Y como es importante preguntarnos con qué ideas pensamos las ideas que pensamos, termino con una de las anécdotas de Cerdá que, creo, puede abrir imaginaciones.

“Les voy a contar parte de la película de Marisa. Ella vive en Rosario. Y muchos de sus amigos se fueron a un pueblito, Lucio V. López, a construir casitas y vivir bien, a 20 km de la ciudad. Resulta que había una calle de 12 metros por la que el productor vecino pasaba fumigando. La gente se agarraba la cabeza, se querían matar. Un día, yo volvía de un viaje y me pidieron ir a hablar con ese productor. Se hizo el encuentro, yo conversaba con el hombre y Marisa filmaba. En eso, ella hizo un comentario de Monsanto y el tipo reaccionó: que no le hablaran mal de Monsanto, que estaba todo bien, que su hijo era ingeniero agrónomo y trabajaba para ellos. Yo le hice señas a Marisa para que no hablase de eso en ese momento y seguí mi charla con el productor. Caminábamos cuando, de pronto, bajamos en un lote y vimos un trigo que era una porquería. Le pregunté qué iba a hacer y me contó que el ingeniero le había recomendado algunas cosas para tratarlo. Cuando le cuestioné el gastar plata en ese trigo y le mostré lo destrozado que estaba el suelo, me comentó que todavía no había terminado de pagar los insumos del año anterior. Aparte, al hijo lo habían echado de Monsanto. En el recorrido, llegamos a un bebedero todo roto. Según él, el maquinista lo había chocado. Quise saber para qué fumigar tan cerca del molino, qué cambiaba por dos metros más o menos. Él hablaba de la desprolijidad de los tipos que hacían el trabajo y yo empecé a criticarle su camioneta, era un desastre cómo la tenía. Me contó que vivía solo, su esposa había fallecido de cáncer. Yo pregunté si transportaba los agroquímicos en la camioneta, si la camioneta la guardaba cargada en el garaje y la respuesta a todo fue que sí. Entonces, le conté que muchas mujeres habían muerto en situaciones y por causas muy similares. Así supe que el tipo estaba muy solo, ni su hijo lo visitaba. Sucedió que las chicas, las amigas de Marisa lo empezaron a invitar a los asados, porque andaba medio deprimido. El tipo preguntó qué tenía que hacer para cambiar y le propusieron un plan de siembra, que él decidió poner en marcha y así acabó el conflicto en el pueblo de 400 personas. Pero eso no es nada. Resulta que la amiga de Marisa había comprado un pequeño campito y empezó a hacer huerta y a invitar a todo el pueblo a acercarse. El delegado compró herramientas, Marisa llevaba la fruta que no podía vender o que mal vendía por falta de reconocimiento. Con otra chica del municipio, docente en una huerta de Rosario, empezaron a pensar en una sociedad y armaron un grupo que se llama ‘Suelo Común’. Alquilaron un localcito, donde la gente comenzó a comprar, cada vez pedía más. Entonces, no llevaban agroecológicos solo de Formosa, sino también de Buenos Aires. A partir de esa movida, el municipio les ofreció un lugar en el Mercado del Patio, ellas lo aceptaron y lo hicieron hermoso. La gente que se acercaba, además de comprar, comentaba la preocupación por lo que comían. Entonces, empezaron a dar clases. Ahora, llegan personas de pueblos vecinos y los productores del cinturón verde llevan sus productos con un pequeño agregado para el flete. Todo, a partir de tres chicas que se juntaron.”

 

Colectivo Reciclador
Contacto: 15 6289-0082
@elrecicladorurbano @coletivoreciclador @lesverdesdemontserrat

 

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