El encuentro: sobre las muestras fotográficas de Vivian Maier y Romina Ressia

Por Viviana García Arribas

DIAGNÓSTICO FAVORABLE

Tal vez lo peor ya pasó. Quizá solo falte un trecho para que la vida vuelva a perder el miedo. Pero todavía no llega ese momento. Hay atisbos, ensayos de vida cuasi normal, almuerzos o cenas a puertas abiertas -con el tapado y la bufanda puestos-, cafés en la vereda bebidos a alta velocidad así no se enfrían, festejos en los parques a pura torta y sandwichitos, temprano, antes de la huida del sol.

Volver poco a poco a hacer las cosas que hacíamos, sin pensar siquiera en la presencia de gérmenes o eventuales contagios. Por ejemplo, ir al teatro, al cine o a ver una muestra de fotografía. Un viernes del mes de julio, después de almorzar, decidí dar una vuelta por FOLA (Fototeca Latinoamericana), previa reserva de turno. Había dos exhibiciones interesantes: Vivian Maier y Romina Ressia. Ambas, fotógrafas. Una norteamericana, fallecida hace algunos años. La otra, argentina, contemporánea. Dos épocas, dos estilos, dos miradas.

Un encuentro posible.

Vivian Maier, Mayo de 1958
Romina Ressia, Red Balon

 

 

 

 

 

 

 

TERRENO AMIGO

El lugar estaba muy tranquilo: por un lado, dos mujeres, por el otro, una pareja joven, miraban y comentaban en voz baja. El panorama parecía seguro.

Vivian Maier, sin fecha Autorretrato

Ingresar a la primera sala fue reencontrarme con una vieja conocida: Vivian Maier, la mujer que conmovió al mundo de la fotografía cuando se conoció su historia, un tiempo atrás. Niñera de ocupación, complementaba las salidas de sus pupilos con excursiones para sacar fotografías de Chicago, ciudad en la que habitó buena parte de su vida. O, tal vez, fuera a la inversa: cumplir con su rol de niñera le servía como excusa para sacar montones de fotos. Sin embargo, al momento de su muerte, se encontraron cien mil negativos fotográficos y cerca de dos mil setecientos rollos de fotografías sin revelar.

A lo largo de su vida fotografió miles de escenas de la ciudad. Y, así como otros se centran en retratar las calles y los edificios en ciudades que parecen desiertas, Vivian Maier se dedicaba a la gente. Instantes, gestos, miradas, cuerpos cercanos y manos que se rozan, enmarcados por vidrieras, puertas y ventanas o la cuadrícula interminable de los frentes. La calle y lo que en ella sucede. En 2017 vi la muestra que se presentó en Buenos Aires y escribí sobre ella para nuestra revista (https://elanartista.com.ar/2017/06/29/donde-no-llega-sol), conmovida no solo por la potencia de su historia sino también, y fundamentalmente, por el impacto de sus imágenes. Me llevaban directo al pasado, a un mundo lejano en tiempo y espacio: las décadas de los ‘50, ‘60 y ‘70 en algunas ciudades norteamericanas.

En aquel momento, la muestra giraba sobre su producción en blanco y negro. Los contrastes de luces y sombras complementaban a los que se producían entre los diferentes personajes: mujeres elegantes y vagabundos, jóvenes artistas y empleados de saco y corbata, niños y ancianos.

Vivian Maier, Agosto de 1975

La exhibición actual, “Vivian Maier: The Color Work”, reúne sus trabajos en color. Sobre el marco gris de calles y edificación, destella una nota cromática: globos multicolores, un ramo de flores vibrantes, unos zapatos rosas. Se destacan especialmente el rojo y el amarillo. El primero en tapados, calzado, expendedoras de diarios, automóviles. El segundo en revistas, ropa y flores. El color como recurso de atracción de la mirada, pero también como una forma de comentario. El breve instante de la captura logra perfilar una historia: la mujer blanca del sombrero de flores moradas y estola de piel mira impertinente a cámara mientras, unos pasos más atrás, otra mujer de piel oscura y pañuelo blanco en la cabeza pasa apurada hacia su trabajo -adivinamos- e ignora la presencia de la fotógrafa. Un hombre sin cabeza -recortada por el encuadre- sostiene una revista con bordes amarillos, desde cuyo centro nos observa un rostro masculino. El niño vestido de rojo sonríe, el de amarillo llora desconsolado mientras lo observa su madre; en segundo plano, pasa una mujer anciana en sentido contrario: tres generaciones en una misma escena y el juego de miradas que permite la multiplicación de sentidos.

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

En las dos salas contiguas me esperaban las obras de Romina Ressia. Nacida en 1981, en Azul, provincia de Buenos Aires, se recibió de Licenciada en Administración y Contadora Pública en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Pronto, su rumbo se desvió hacia la fotografía de moda y luego, artística.

Romina Ressia, Palomitas de maíz

Cómo habría sido” es una de las series que se exhiben en la fototeca. En ella el foco apunta hacia el Renacimiento y el arte holandés del siglo XVII, especialmente, Rembrandt. Compone sus obras a partir de una emulación de los retratos de esa época, sobre todo, en cuanto al vestuario, el color y la iluminación. También, en cuanto a la actitud física de sus modelos. Pero un detalle anacrónico quiebra el equilibrio en la mirada de quien las contempla: una mujer joven mira, seria, hacia la cámara. Viste un ropaje negro, con cuello de encaje blanco. El cabello recogido firmemente refuerza la imagen austera, mientras el fondo de la imagen apenas se distingue de la silueta central. En la parte baja del retrato, casi en competencia con el rostro que mira, serio, desde más arriba, se destaca una bolsa con la leyenda “popcorn”. Camino hacia la boca y luego de explorar el contenido de la bolsa, la mano derecha deja caer algunos pochoclos. Se trata de “Palomitas de maíz”, una de sus obras más reconocidas que recibió varios premios internacionales.

Romina Ressia, Serie Venus

Sus fotografías desconciertan y, a la vez, conectan con los espectadores al generar un sentimiento de complicidad. Remiten también a la estética del barroco protestante, pero la armonía aparente se rompe con un detalle actual. Una suerte de oxímoron pictórico -porque sus fotos se ven como pinturas- invita a una reflexión sobre los modelos y las categorías artísticas constituidas históricamente.

Del mismo modo, su serie “Venus” cuestiona el ideal de la belleza femenina consagrado en “El nacimiento de Venus”, de Sandro Boticcelli, al que alude directamente. Varios retratos de mujeres desnudas cuelgan de manera tal que es posible observar los cuerpos de frente y de espaldas. Imitan la postura de la diosa del cuadro pero, en este caso, se trata de mujeres de todas las edades y tipos físicos. Otra vez se produce el choque, el extrañamiento y la imposibilidad de eludir la clara referencia al cuadro renacentista interpelada por los cuerpos “reales” de las modelos elegidas.

MEETING POINT

En su estudio, Romina Ressia trabaja habitualmente con modelos profesionales y no profesionales. Supervisa cada una de las tomas y pone especial énfasis en el detalle y en la composición de sus obras. Vivian Maier lo hacía en la calle, a la caza del instante propicio para capturar a cada uno de los transeúntes. Todo parece separar a estas dos fotógrafas: la época, la elección de sus escenarios y temas, la forma de producir sus imágenes. Sin embargo, lo cuidadosamente planificado y lo espontáneo, en este caso, se complementan.

Vivian Maier, 1977
Romina Ressia, Plastic cup

 

 

 

 

 

 

 

Busquemos, entonces, qué las acerca: la obra de ambas nos sorprende con un dejo de humor, un guiño cómplice que involucra fuertemente a quien quiera mirar. También las conecta el uso del color. Vivian Maier capturaba objetos de tonos vibrantes para atraer la vista hacia sus personajes, los hacía protagonistas y, a la vez, destacaba sus actitudes. Los objetos anacrónicos de Romina Ressia destellan, generalmente en el centro de la imagen, e interpelan al espectador. Un globo rojo, una patineta azul, un vaso verde neón colocan a sus personajes antiguos y lejanos en una violenta y reconocible modernidad.

SIN CAPRICHOS

Vivian Maier y Romina Ressia no fueron contemporáneas, ni vivieron en el mismo país. Tampoco su trabajo parecía tener elementos en común pero, de algún modo, se buscaban. Juntas, sus fotografías produjeron nuevos sentidos. Dos maneras diferentes de mirar el mundo, en dos épocas distintas y con recursos artísticos dispares lograron encontrarse un invierno en una fotogalería de Buenos Aires. Dicen que los opuestos se atraen. En este caso, además, construyen algo novedoso. Como dice Carlos Gamerro en su libro “La jaula de los onas”: “Es extraño, uno hace una elección, a veces sin pensarlo demasiado, casi como un capricho, y después se da cuenta de que ese capricho era su destino.”

Vacunación mediante, volvemos a salir con más confianza. Ojalá en ese desplazamiento dejemos de mirar al otro como un peligro potencial y podamos darle abrigo, nuevamente, cuerpo a cuerpo. Como las obras de Maier y Ressia, tal vez podamos rescatar aquello que nos une para hacer realidad el encuentro.

Romina Ressia, Skater
Vivian Maier, Autorretrato

 

 

 

 

 

 

 

Para ver las obras:

Vivian Maier: http://www.vivianmaier.com/

FoLa Fototeca Latinoamericana: hasta el 12 de septiembre https://fola.com.ar/portfolio-item/vivian-maier-color-work/

Romina Ressia: https://www.rominaressiaph.com/

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