El devenir: entrevista a Dady Brieva.

Entrevista: Estela Colángelo, Gabriela Stoppelman, Nicolás Sada, Esteban Massa
Edición: Gabriela Stoppelman
Fotografía: Ana Blayer

 

 “¿Qué resurrección de la luz/sostiene/al desasido? / ¿Y nosotros, expulsados de todo amanecer, /qué haremos con el ojo calcinado/igual que un faro/que mueve su bastón ciego?”
De “Baniano, India”, Leopoldo Castilla

 

Ponele que apostamos a lo otro. Que el sueño se infinita en el deseo y esquiva, a manguerazo limpio, la saña de los entristecedores.
Ponele que apostamos con otro, que arriesgamos voz, tiempo y espíritu para que la escena tenga altura, pero nunca se jacte del poder de su manguera.
Imaginate si nos atreviésemos a invertir el orden del fuego, y la brasa quedase de cara al cielo -invitante- y nuestra llama, al ras del suelo, en busca de ser raíz.
¿Y qué tal si le soltásemos las cadenas a ciertos mitos, si aflojásemos con Lázaro redivivo y las resurrecciones repetidas?, ¿qué tal si nos permitiésemos cortar los ciclos, desanudarnos de los falsos destinos, y anunciar otro modo de arder?
Por no hablar de esa forma de vadear el curso que marca la palabra cuando batalla, esa curva contra la asfixia, que tan bien conoce un buen bombero: corretea el lenguaje entre ensaladeras voladoras y, cuando están a punto de estrellarse contra el piso, no van y extienden la mano para sacar del rincón a una mala palabra. Persevera la letra y le sacude a la recién liberada el hollín de las morales, el humo de viejos dolores, y la azuza a encenderse de cara al sol.
Y vamos a decirlo todo. Son duras las madrugadas a punto de despertares. Pero la luz viene con astillas del sueño adheridas a la piel del casco, disueltas en la audacia del agua. Y, aunque la bronca vieja y el barrio difuminado fantesmeen delante de los ojos, cuando la ciudad despereza sus fogatas y sus furias, cuando la ambición sube la llama y salta el alambrado, el bombero esta dispuesto. Entonces, otea la línea de fuego, se calza botas, guantes, controla su pulso extintor. Después, sella alianzas cisterna, mide fuerzas con el megáfono y encara el día a fondo.
A fondo, como quien va por la semilla del fuego y no solo por la arboleda.
Quién te dice. A fondo, aunque no haya fondo, aunque los entristecedores multipliquen el odio hasta el infinito.
Quién sabe si “la charla que le hace bien al cuerpito” no empieza a abrir la puerta del sueño de un buena vez. ¿No, Dady?

Steve Spazuk

 

FRACONTIROTEAR MOMENTOS

“En la fotografía que tus ojos vuelven dulce /hay tu rostro de perfil, tu boca, tus cabellos, /pero cuando vibrábamos de amor/bajo el oleaje de la noche y el clamor de la ciudad/tu rostro es una tierra siempre desconocida/y esta fotografía el olvido, otra cosa.”
                        “La foto”, Juan Gelman

Vimos varias de las películas donde vos actuás, de diferentes épocas, ya que el tema de este número Anartista es el devenir. Entendemos que tus viejos se oponían a qué fueras actor, ¿cómo fuiste abriéndote camino con ese deseo de ser actor?

Me acuerdo cuando Mirtha Legrand me preguntó por qué soy peronista. No te comparo con ella, pero sí con la situación de tener que explicar algo que me surge de las tripas y no puedo intelectualizar. Una vez me hicieron una entrevista muy linda en el diario “El País”, de Uruguay. Esa fue la primera vez que conté esta anécdota: mi papá, que era policía, se sentaba en la punta de la mesa con mi tío Enrique y mi tío Gordo, el tío loco. En la otra punta de los poderes, mi abuela Josefa, que se sentaba al lado de la cocina, que en realidad no se sentaba, siempre estaba parada. Después, en orden de aparición en la mesa, veníamos el resto. El abuelo Clemente ya había muerto. Mi abuela era la que mataba gallinas, la asesina con cara de abuelita de Heidi. Los 24 de diciembre a la noche, yo me sentaba al lado de mi tío Gordo y mi tía Negri, que era la esposa. En un momento, empezaban a poner las ensaladas y los vinos. Como habían empezado a asar el lechón a las dos de la tarde, para el momento de poner las ensaladas, mis tíos ya estaban chupados. En eso mi tía Negri decidía ponerle vinagre a la ensalada y mi tío Gordo le decía “Yegua, te dije que con vinagre no” y ahí nomás la ensaladera explotaba contra una pared y se caía. Inmediatamente, se hacía un silencio en la mesa, mi abuela juntaba los pedazos de vidrio y se iba a la cocina. Contábamos hasta diez. Después, todo continuaba como si nada. Esto se repetía, como un paso de comedia todos los 24 a la noche. De verdad, yo no sé si la tía Negri le ponía o no vinagre a la ensalada, sí sé que la escena se repetía año tras año. Cuando yo tenía quince años esta, y otras tantas escenas cotidianas me hacían pensar que yo no podía ser otra cosa que artista. ¿Por qué? Primero, me respondía eso al preguntarme cómo iba a sobrevivir. Segundo, yo me decía ¡cómo me iba a perder de contar todas estas historias tan jugosas! Ahora ustedes me están escuchando y esta escena toma vida, y así también sucede cada vez que cuento las cosas. Debe haber algo, no sé si llamarlo talento, pero la gente lo percibe. Hago un esfuerzo para que el público sienta lo mismo que yo, un esfuerzo empático que funciona.

Solés hablar de rescatar pasados que no estuvieron documentados, dar un registro de esas historias con tu vos. Como los recuerdos del barrio, que incorporás en tu espectáculo “El mago del tiempo”…

Sabino Guisu

Tenemos una fotógrafa aquí, en este encuentro por zoom, cuyo oficio es gatillar, ser francotiradora de un momento histórico. Cada quien elige cuándo hacer el disparo dentro de toda una secuencia. Me suelen comentar que la gente ve las cosas que yo cuento. Ahí hay un doble esfuerzo: más allá de mi capacidad o de mi esfuerzo para contar, está el que la gente le pone huevos y ovarios para ver. “El mago del tiempo” se vincula con que la magia y el tiempo aportan lo femenino y masculino. Por muchos siglos, la magia era propiedad de lo femenino, la aportaron las mujeres desde que empezó la historia. Era un asunto de mamá, de la abuela, la tía, la hermana, la prima, la novia, la mujer… El hombre era el tiempo: “¿Cuándo te vas a recibir, pelotudo?, ¿hasta cuándo vas a vivir acá?” “Nena, ¿cuándo vas a quedar embarazada, que yo me voy a morir?”

Entonces, decidiste invertir los tantos…

Claro, yo me pregunté por qué el hombre no puede tener magia, por qué no le está permitido tener algún vínculo con alguna forma de religión, con el afecto, con la rosa, todas cuestiones que, durante mucho, mostraban que un hombre se apartaba de un supuesto lugar de seguridad y virilidad. El hombre sentía que se desvirilizaba, si creía en esas cosas. A partir de este punto, en el espectáculo, hago una disquisición de cómo era el comportamiento varonil a lo largo de cierto periodo de la historia, a lo que sumo ciertas monigotadas y humor, por supuesto: Por ejemplo, “Papá, se murió el abuelo Clemente”. “Claro, boludo, los hombres se mueren”. O esta otra, “Cuando papá se va, usted es el soldado, el hombrecito de la casa. No llore, no sea puto”. Y una más: “Papá, me clavé una espina”, “Y claro, desgárrese la carne, mierda, hágase hombre, no sea puto”. Y así fuimos creciendo y pagamos fortunas en psicoanálisis. De tanto cerrar el orto para no ser putos, nos explotó todo adentro.

Francsico Toledo

 

WALHALLA DE PUTOS

                        “No hay liturgia ni fuego ni exorcismo para detener el fracaso risible de los idiomas que conocemos. /La verdad es que me ahogo sin pena, por lo menos he resistido al engaño: no participé de la fiesta suave, ni del aire cómplice, ni de la noche a medias. /Muerdo todavía y aunque poco se puede ya, sonrisa guarda un amor que asustaría a dios.”
                                   Susana Thenon

Me hacés acodar a “Más que un hombre”, la película basada en un cuento tuyo, que se llamaba “Putos eran los de antes”.  Y ya que el tema de nuestro número es el devenir, sabemos que ese film cambió muchas veces de nombre ¿por qué fue eso?

Dady Brieva con El Anartista, entrevista virtual. Fotografía, Ana Blayer.

Sí, muchas veces… Me sentí muy discriminado. Si hubiera existido el Inadi en esa época, hubiese hecho una denuncia. Es que una cosa es que un Midachi diga “putos eran los de antes” y otra, que lo diga Fernando Peña, que por eso hubiera ganado algo más que un reconocimiento. Hay un preconcepto con el cual nos hemos manejado todos, nosotros y ellos: unitarios y federales, capital y provincia. Mirá, hace poco murió Enrique Pinti y yo posteé en Instagram una foto mía con Juanito Belmonte, que fue el Juan de Garay de los putos, y le escribí “Hey, Juanito, hoy van a brindar los dos como en el Walhalla”. Yo tuve la posibilidad de conocer a esos putos a quienes los cagaron a palos, putos con esa impronta que a mí me daba tanto regocijo, porque eran tan ocurrentes. Y hablo de todos los putos, eh. Del puto de barrio, que era más sufrido, del puto de las provincias, del puto de los ’60. Y yo decía, ante el advenimiento de todas estas luchas y de las conquistas que ha tenido la comunidad y el colectivo, falta esa reivindicación, la palabra puto. La palabra puto designa algo más fuerte que lo que designa la palabra montonero, o miembro del ERP, es una palabra de guerra ¿cómo la van a sacar? Pero no me dejaron poner ese título, salió con un título lábil, pasteurizado, una mierda. También siento que, en su momento, la comunidad no me reconoció. Una vez se lo dije a Jáuregui. Claro, yo venía de un lugar hetero, que sería lo de menos, pero también venía de la comicidad popular que ha denostado tanto estos comportamientos. En ese sentido, creo que es un doble mérito.

Es interesante, en esto del devenir, cómo la palabra puto fue desde la censura al título de la película, hasta un hoy, que tenemos un libro sobre las expresiones tribuneras llamado “Canten, putos”. Vos tendrías que ser reivindicado.

Sabino Guisu

Ya no me quedo en esa lucha, a determinada edad, eso atumora. Ya pasó. Pero insisto en que la palabra puto tiene una musicalidad de guerra. Inclusive en el amor, es como una bayoneta que va adelante. Y tiene algo que ver con lo que decía Fontanarrosa en el Congreso de la Palabra, con la pe de pelotudo. Mi hija de ocho años, por ejemplo, tiene una sensibilidad para la mala palabra que no la tiene cualquiera. Eso me alienta. En este sentido, me acuerdo cuando ninguneaban tanto a Jorge Corona… La mala palabra viene con la censura incluida, no es fácil, es un doble esfuerzo sacarle esa tachadura y volver a redefinirla en su acentuación y en el momento justo. ¿Cuándo es el momento justo? Cuando no cabe otra palabra. Lo que pasa es que, ahora la literalidad ha matado los sentimientos. Una vez, jugando a la pelota en Barcelona, un tipo me dijo “Me cago en la sangre de tus muertos” y se hizo un silencio, ¡uhhhh…! Bueno, a mí no me pareció tan terrible, peor hubiera sido que me mandara a la concha de mi madre. Era mucha poesía para ofenderme.

Bueno, en Alemania un gran insulto es “Vaca tonta”.

Y eso, en un país que en un tiempo ha hecho universidad con el tormento y las torturas

Sabino Guisu

Dicen que, en la actuación, el espíritu, el tiempo y la voz llegan a un mismo tiempo, y que eso es actuar.

TRES PARA UN SUEÑO

“Esta voz, que gotea y se filtra/en mi interior más tenebroso, /me invade como un verso cadencioso/y me refocila como un bebedizo. /Ella adormece los dolores más crueles/y contiene todos los éxtasis;/para decir las frases más largas/no necesita palabras.”
            “El gato”, Charles Baudelaire

Pensaba en cómo circulan las morales del lenguaje: por un lado, censuran aquello que es una expresión poderosa y batalladora, porque es considerada mala palabra. Por otro lado, habilitan justamente ciertas palabras porque están vaciadas, porque se repiten sin intervención del pensamiento, son slogans sin contenido. Pasa muchas veces en las militancias, se repiten discursos no pensados.

Dady Brieva con El Anartista, entrevista virtual. Fotografía, Ana Blayer.

Totalmente. Dicen que, en la actuación, el espíritu, el tiempo y la voz llegan a un mismo tiempo, y que eso es actuar. Acá es lo mismo con expresiones que se repiten sin pensar, ¿qué es un gobierno nacional y popular? ¿Un Estado presente? ¿Qué son las empresas nacionales?

Son casi tonadas que se dicen con una monotonía de rezo, donde el pensamiento queda siempre afuera ¿Por qué será que tenemos tantas dificultades para la renovación?

Todo tiene que ver con este vaciamiento de sentido. El otro día fui a Uruguay a hacer prensa porque, dentro de muy poco, iré con mi espectáculo a varias ciudades uruguayas. Del otro lado del charco, pareciera que se hubieran salpicado con muchas tradiciones nuestras. Por ejemplo, un conductor me preguntó mi opinión sobre temas de mi país. A un uruguayo que va a comprar la entrada a mi espectáculo, ¿qué le pueden interesar mis manifestaciones sobre temas de Argentina? En busca de una respuesta, pensé en la inversa: Jaime Ross viene a hacer un Luna Park y Jorge Rial le pregunta sobre las manifestaciones que tuvo Jaime respecto a la partidización del último carnaval en Montevideo. ¿Qué le interesa eso a un argentino que va a escuchar “Amor profundo”? Todo se mezcla. Cosas tan literales que no van en paralelo con el pensamiento, con la acción, con el compromiso y la energía, quedan como cuestiones de marketing.

Has dicho que, en tus espectáculos, te ocupás de que el lenguaje no sea ni panfletario ni explícito, ¿cuál sería el límite entre lo simple, que no pretende hacer ostentación estética, como quien dice, “mirá las palabras que domino”, y por otro lado esa especie de subestimación del público, como si la gente no pudiera entender una metáfora?

En los años ’70 nos enseñaban que el discurso no debía ser evidente cuando juntábamos gente, en las clases de adoctrinamiento. El otro día Víctor Hugo me hizo un reportaje, y me dijo: “Gratamente fui a ver tu espectáculo y vi que no hablás de política”. Le respondí: “Es un espectáculo peronista, Víctor Hugo. Todo lo que digo es peronista”. “Tenés razón, yo trataba de salvarte”. A ver, cuando yo cuento que nací en Villa María Selva, en una casa hecha por el Plan Eva Perón, por la que -por mes- se pagaba lo que valía un atado de cigarrillos Particulares; cuando digo que, por la Asociación Mutual de Empleados Públicos, mi papá pudo comprarse un televisor en ochocientas cuotas, hablo de peronismo puro. No tengo que nombrar a Perón, no hace falta, todos sabemos de qué estamos hablando. 

Aldair Indra

Porque al mundo le siguen doliendo muchas cosas. Sin embargo, justo en ese momento, a vos no te duele, pero vos sos el que escribe. En esas condiciones, ¿cómo hacer para seguir siendo empático con ese dolor desde lugares tan populares? Es todo un trabajo, tenés que sostener la empatía con la gente aunque vivas en Puerto Madero, como yo.

LA ÁSPERA TELA DEL DOLOR

Dada vuelta y sobre una pila de ladrillos/la carretilla descansa llena de lo que es/No como el hombre que ahora ha dejado el cigarrillo/para volver a su casa/y está hecho de todo lo que le falta.”
                                   “La carretilla”, Darío Villalba

En varias películas en las que participás como actor, aparece una figura recurrente, que se discute mucho dentro y fuera del peronismo: la venganza.

¿En cuáles?

“El ciudadano ilustre”, “Cuatro por cuatro”, “Siempre es difícil volver a casa”.

Aykut Aydogdu

Mi relación con la venganza es la de una violencia contenida. Cuando Carlos Monzón peleó en París, todos los negros estaban en París. O cuando Colón salió campeón, o cuando el Mono Gatica peleaba… Cuando alguien del pueblo sube al podio, todos subimos un poquito. Como no estamos acostumbrados a hacer goles, a subir a los podios o a derrumbarlos, cada vez que podemos, todos nos agarramos a esa altura, como si estuviera yendo el helicóptero de rescate, nos agarramos uno de las piernas del otro, para zafar. Con el paso del tiempo, con tantos muertos y desaparecidos, te va quedando esa cosa de “Te espero a la vuelta”. Es medio inevitable.

Alguna vez dijiste que el dolor no tiene lógica.

Sí, por las Madres.

Ellas fueron capaces de dar vuelta el dolor.

Es inexplicable para mí, aunque suene políticamente incorrecto. Lo he hablado mano a mano con Hebe, con Taty, con Estela. A mí me cuesta mucho manejar el sentimiento de venganza. Por eso la admiración hacia ellas y por eso dije que el dolor no tiene lógica. Las únicas que se la encontraron fueron las Madres, la lógica del contrarreste, de la contracción.

Pero, en el fondo, cualquiera que escriba poesía o haga algo vinculado al arte, ¿no anda en busca de dar dando vuelta el ruedo del dolor para otro lado? Si no, ¿con qué trabajamos?

Aykut Aydogdu

Sí. Deberíamos ver cómo puede escribir un poeta si no le duele. En ese sentido, es más fácil escribir, en general, no solo poesía, cuando uno recién empieza, porque da la sensación como que tiene más hambre. Después medio que te aburguesás. Y, entonces, ¿cómo seguís? Porque al mundo le siguen doliendo muchas cosas. Sin embargo, justo en ese momento, a vos no te duele, pero vos sos el que escribe. En esas condiciones, ¿cómo hacer para seguir siendo empático con ese dolor desde lugares tan populares? Es todo un trabajo, tenés que sostener la empatía con la gente aunque vivas en Puerto Madero, como yo.

 

LA CUNA DEL SILENCIO

“Pero dónde pero dónde /adónde se va a retumbar la tormenta/Pero dónde pero dónde adónde/se va a aullar el viento/viento revocador tumbador de estrellas/Había una vez una Ciudad/Había una vez un País /Cuando la boca como luna soñadora/esconde la cara bajo las palabras/Cuando la vida en ropas de Príncipe/voltea la espalda a la ventana/hasta el sol /hasta el sol está desnudo/Había una vez un País/Había una vez una Ciudad/Pero dónde pero dónde /Pero dónde/Mi memoria tiene tanto dolor /de garganta.”
            De “también el sol está desnudo”, Anthony Phelps

Hay una imagen hermosa, en la que se te ve sentado en el borde de la cama y con las manos en la cabeza. Juega Colón, el partido está por terminar. Para quien te observa, es como si vos no estuvieras ahí, da la sensación de que te trasladaste al pasado, tal vez estés pensando en tu viejo tatengue. Pero en eso se escucha a tu hijo: “¡Colón campeón, papá, gritá!” Y vos, cuando termina el partido, llorás como un nene. Esa escena me recordó a “la humanidad que ya no existe”, a la que te referís en otra nota, en relación a Ítalo Pedro Giménez, uno de los dirigentes más importantes de la historia de Colón.

¡Qué linda charla esta, qué bien le hace al cuerpito! Y sí, hablo de un tipo de humanidad que había antes, un sentido común y una inteligencia emocional que iba más allá de Harvard. Antes alguna gente era ignorante, por ejemplo, los amigos de mi viejo. Ellos tomaban Amargo Obrero en el bar y, durante el encuentro, se hacían unos silencios que no incomodaban ni avergonzaban, porque lo vergonzante era hablar sin saber. Era algo que se contrapone tanto con esto de escuchar a mi tía Elvira hablar de Ucrania y de Rusia, como si supiera. Hoy la gente habla del PBI y no tiene idea qué mierda es un PBI. La otra vez, en C5N, me preguntaban si yo estaba de acuerdo en acordar con el FMI…

Dady Brieva con El Anartista, entrevista virtual. Fotografía, Ana Blayer.

Yo no sé nada de eso, loco, no sé qué número identifica al PBI ni qué valoración le dan. No me siento orgulloso de eso, cuando no sé no hablo. Si a mi viejo le hubiesen preguntado “Emilio, ¿Astrazéneca o Sputnik?” hubiera dicho: “Por mí poneme una jeringa de soda, los médicos son ustedes”. Hace dos años, mi tía Porota hablaba de la revista Lancet, como si fuera la Para Ti, que ella lee en el baño. Por eso, dado como venimos, yo insisto en que, en la humanidad de aquellos tiempos -esa que ya no existe-, había un respeto y una cierta mesura para tratar de entender al otro. Uno se ofrecía para levantar la mesa, en una casa donde te invitaban a comer. Entre estos comportamientos, hay uno, en especial, que yo extraño y tengo bien aprendido: no pegarle al que está en suelo, no meterse con ciertas cosas.

 

OTRA VEZ, JUANCITO NOS CAMINÓ

 “Cuadros familiares que vienen a comer a mi mano/deslizándose en la noche por mi columna/descorriendo la cortina/para acechar el paisaje de mi miedo.”
Cuadros”, Raúl Santana

El cuidado del otro…

El cuidado del otro sería lo contrario al escrache. ¡Mirá si al General Perón le iban a hacer un escrache a Gaspar Campos!, ¡duraban dos minutos! Hoy, a Cristina, le dicen de todo en la calle Juncal. Cosas que antes no se hacían, ahora están habilitadas, porque se han roto los códigos. Por ejemplo, cuando en el fútbol tenés que marcar a un tipo que es más o menos habilidoso, podés pegarle, putearlo, no sé. Pero lo que nunca podés hacer es saltar el alambrado y pegarle a la madre del tipo, que está en la platea. Estos tipos han saltado el alambrado.

En alguna entrevista vos decías: “el peronismo siempre viene a apagar incendios”. En relación a lo que comentabas recién, me pregunto si, de este lado, no alimentamos un poco esas conductas, al ocuparnos tanto de apagar el incendio, de atacar lo urgente, y postergar siempre para el futuro atacar las causas del fuego.

Fuego, aire, tierra, agua, Ruth Riera

Es nuestra naturaleza. Yo soy bueno en lo que hago. Pero, la verdad, siempre soñé con hacer un gol. Nunca en mi vida lo hice, porque juego de 4 y, cuando llego al arco, no sé ni para qué llego, si no estoy preparado. Entonces, aborto el gol, tiro la pelota a la tribuna porque no me siento cómodo en ese lugar. Creo que el peronismo ha sido siempre eso, ha cumplido la tarea de darle de comer a la gente, de alentar el consumo interno, lograr que vos puedas vender revistas, o choripanes, o que el otro venda el pan o pueda ir a ver a Midachi.

Pero después ¿no se nos vuelve en contra? Porque ese mismo tipo al que le apagaste el incendio te vota a la derecha porque no hiciste más que proveerle, que no es menor, pero no es suficiente. Así las cosas, todas las cuestiones de las que hablábamos antes -la sensibilidad, la empatía- vuelven a ser mercancías…

En mi barrio había un personaje, Juancito. Él era como nosotros, pero distinto, ¿viste esos negros que son nuestros y, cuando tiene que votar, vota al otro? Una cosa es querer tener más plata o querer ir a Miami, y otra es dinamitar el pasado. Yo les decía a los muchachos “Guarda, que nosotros, con una camisa celeste, somos colectiveros. ¡A ver si nos creemos que, por ponernos una camisa celeste, somos del PRO!”. Con esto de terminar con la historia, “Ay, basta con los setenta”, te van haciendo olvidar del 16 de junio, del 22 de agosto, del 17 de octubre, de fechas que hacen a la historia de un pueblo. Atacan de todos lados.

Y a esa amnesia se suma esa insatisfacción de no poder consumir como los ricos.

Sí. Igual, yo no meto tanto los cañones ahí, porque creo que la diferencia es que nosotros queremos que todos vayan a Miami y ellos quieren ir solos. No está mal ser aspiracional, desde lo económico…

No, estaría bueno tener nuestros propios deseos. Si coinciden con los de ellos, será una de las opciones, pero ellos no se constituirán en modelos.

Por eso mismo yo profundizaría más lo cultural. Por ejemplo, la matanza de trescientas personas, el 16 de junio del ’55, fue el bautismo de fuego de la aviación naval. Nunca se habla de ese tema, no se lo recuerda. En ese sentido, nosotros tampoco hacemos mucho para que ese hecho quede en la memoria. La gente dice: “Bueno, lo querían matar a Perón”. No, no querían matarlo a Perón, tenían mil maneras para hacerlo. Querían disciplinar a un pueblo.

Xul Solar

 

TODOS SOMOS KOBISTYJ

Lo importante no es la casa donde vivimos. Sino dónde, en nosotros, vive la casa.”
“Un río llamado tiempo, una casa llamada tierra”, Mia Couto

Otra figura que aparece siempre en tus relatos es el barrio. Una vez contaste que, con los Midachi, no solo recorrieron todo el país, sino que hasta fundaron pueblos…

Dady Brieva con El Anartista, entrevista virtual. Fotografía, Ana Blayer.

Es que eran pueblos muy poco conocidos. Hace como cuarenta años fuimos a Humboldt. Una noche de sábado llenamos la sala. Pero, al show siguiente, no fue nadie. “Lo que pasa es que hay un casamiento”, nos dijeron. Claro, el pueblo tenía dos mil habitantes y al casamiento habían ido seiscientos. También recuerdo que, en Córdoba, íbamos a Cabrera Deheza, un pueblo que hoy es un centro aceitero importante, pero en aquel entonces no había ni hotel, teníamos que ir a dormir a otro pueblo. Anduvimos por muchos lugares muy chicos, sin asfalto… No es literal que hayamos fundado esos pueblos, pero uno siente como si lo hubiera hecho.

Muchas de las historias de barrio y pueblo aparecen en tus cuentos. ¿Cómo es para vos la experiencia de escribir un cuento? Me refiero a escribir algo que no se produce para ser después un espectáculo.

Es que yo no escribo. Yo voy contando, me va saliendo. Y, volviendo al tema del barrio, el que yo más nombro no existe más, está en mi cabeza. Ya no está el kiosco “El Mundialito”. Hoy hay “Polirubros, hay “take away”. A ese barrio, mi barrio, ya le han puesto un supermercado grande también. A veces me preguntan qué es lo más lindo que tiene Santa Fe y respondo “cuando me voy”. Se enojan todos, pero es cierto, ya no es el mismo Santa Fe. Y tampoco quedaron muchos registros de aquello. Por suerte, tengo la memoria, en eso baso mis espectáculos.

Paul Klee, fuente de fuego

Hablás mucho del pasado, pero también participás mucho del presente, ¿cómo llevás es equilibrio entre la melancolía y el deseo?

Es que, para mí, nostalgia y melancolía no tienen que ver con la tristeza. La mayoría de los que tenemos sesenta años la sobrevivimos, no hay tanta nostalgia. Yo fui muy feliz de chico, y no vas a encontrar muchos tipos de mi edad, que no hayan tenido una infancia feliz, aun con todas las cosas malas que podía haber. En cuanto a las mujeres de mi edad, de jóvenes, la pasaron mal en un montón de aspectos de la sexualidad. Por ejemplo, si quedaban embarazadas solteras, lo mataban de un disgusto al padre. Pero, no obstante toda esa mierda, las chicas de mi generación recuerdan gratamente esos momentos de adolescencia, la pasadita, esas cosas. Entonces había mucho deseo. Deseo incumplido, que es ilusión peronista.

El deseo ahora está complicado con la urgencia, con la velocidad.

Si el bombero no es reconocido, por lo menos, que lleve bien puesto el orgullo de serlo. A nosotros nos han quitado el orgullo de ser bomberos. Y somos el 4 que llega al arco.

Bueno, hubo un 4 que llegó al arco e hizo el gol.

¡Sí! ¡Kobistyj! Para mí es el héroe. Se gambeteó como a cinco jugadores de ellos. Ese gol es como la pelea de Bonavena contra Clay.

Dady Brieva con El Anartista, entrevista virtual. Fotografía, Ana Blayer.

 

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