El Lecturista: Sobre “Del deporte y los hombres”, de Roland Barthes.
Por Víctor Dupont
ABRIMOS EL LIBRO “DEL DEPORTE Y LOS HOMBRES”…
Y nos encontramos, en la edición de “El arco de Ulises”, con una cita de Quevedo en la solapa: “Hay libros cortos que, para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga”. Muy poquitas páginas. Tamaño chico, fácil para llevar y traer en bolsos, carteras y, sobre todo, en bolsillos amplios de camperas o sacos. Esto recuerda a los libros que llevaba Sartre por los cafés del Barrio Latino de París: chiquitos y poderosos.
Pero, al comenzar a leerlo, quizá de manera involuntaria tenemos que atravesar un desafío. Se trata de un guion escrito por Ronald Barthes (en 1961), para una película del realizador Hubert Aquin. Estos textos no están incluidos en las obras completas del semiólogo, ni en la primera edición ni en la edición aumentada del año 2002. Con lo cual, a pesar de su poco ruidoso arribo, resultan de mucho interés.
“Del deporte y los hombres” es un conjunto de reflexiones sobre cinco deportes: corridas de toro, carreras de auto, carreras de ciclismo, hockey y fútbol. Pero dijimos que había un desafío. En las páginas pares, la edición ofrece imágenes de archivo sobre los deportes. Y, en las impares, la escritura barthesiana. Lo curioso -según se nos advierte casi al final del libro- es que las imágenes elegidas no pertenecen a la película, ya que, en palabras del editor, “rastrear su procedencia exacta es una tarea casi imposible, sobre todo porque algunas de estas agencias o han cambiado de propietario o sencillamente han desaparecido”. Y, en el párrafo de abajo, este personaje misterioso aclara: “Hemos seleccionado fotografías de noticiarios y archivos de la misma época que a nuestro entender respetan el espíritu de las imágenes que figuran en Del deporte y los hombres”.
Entonces, tenemos: en página izquierda, fotos (que no son de la peli); a derecha, la prosa de Barthes (que se dijo en off en el film). El lector tiene que imaginar, así, un montaje. Podría apuntarse el asunto como una película mental, página a página. Por ejemplo: en las páginas 38 y 39 tenemos, a izquierda, una foto de Fangio en su choche; a derecha, tres párrafos. En uno de ellos leemos: “He aquí lo que significa una gran carrera de automóviles: que la fuerza más rápida sólo es la suma de paciencias, medidas, sutilezas y acciones precisas e infinitamente exigentes”.
VOS TE LO CREÁS
Así, leer este libro resulta un experimente involuntario. Sin embargo, si seguimos esta pista, podemos tener una decepción: las imágenes no hacen más que “ilustrar” los textos, con lo cual hay redundancia. La deseada disyunción entre hablar y ver, entre sonido y fotograma -regla básica del arte del montaje- no es tenida en cuenta. Entonces, una linda propuesta sería descartar las páginas pares y dibujar lo que el texto de Barthes nos sugiere, claro que sin ser enfáticos o redundantes. Si no nos sale, dejemos el lápiz y busquemos pinturas o fotos y tenemos otro libro. Quizá, hasta podamos tener un proyecto de película. Claro: quedaría el tema de los derechos respecto del guion.
ALGUNAS REFLEXIONES
Para dejar de lado el experimento, digamos que estos textos de Barthes pueden considerarse una extensión de sus “Mitologías”. Él, antes de colaborar en este proyecto, había escrito sobre catch y ciclismo. Ahora, el ámbito de estudio crece. Las reflexiones son nutridas e interesantes. Ahí van, resumidas:
LA CORRIDA DE TOROS (ESPAÑA)
La superioridad del hombre en este deporte es su ciencia. El toro ignora al hombre, pero el hombre sabe del toro y puede anticipar sus movimientos, llevarlo hasta límites impensados y confundirlo. Barthes anota dos aspectos más: el peligro inherente a este deporte (la embestida puede resultar fatal). También está el estilo: convertir un acto difícil en algo lleno de gracia. Darle ritmo a la fatalidad.
CARRERA DE COCHES
La multitud celebra en el ganador una particular victoria. La victoria contra el sutil enemigo del Tiempo. En esto, la velocidad juega su papel y Barthes la asocia con un mecanismo de extremas lentitudes: hay en los autos hasta dos mil quinientos cambios de marcha por hora. Hay una necesidad de ser riguroso en la posesión del lugar de prueba: se necesita el control de la pista, las curvas y los niveles. El hombre y la máquina, en una carrera entre la velocidad extrema y la lentitud adamantina, se enfrentan al Tiempo. Detrás de esta alegoría, late una de las ideas centrales de Barthes sobre estos deportes: en el fondo, se trata de una lucha contra la inercia de las cosas. En este deporte, la posibilidad de la muerte está más latente que casi en ningún otro. Por eso, también, es el más generoso en su triunfo.
CICLISMO (FRANCIA)
Barthes se centra en el Tour de Francia. Para él, esta competencia revela la Francia profunda. Allí, cada francés revive sus casas, sus monumentos, su presente provinciano, su pasado antiguo. Este Tour recuerda a una caballería ligera, cuya escenografía semeja una gran guerra. La distribución también rememora un desafío bélico: cada día va con su batalla y cada tarde con sus provisiones de agua, de flores, de besos del público. Aquí también el verdadero enemigo es el Tiempo, aunque un nuevo monstruo aparece en el horizonte: la gravedad. Cuando el corredor debe atravesar una montaña, el sentido de su lucha se revela con toda fuerza. Ahí se compendia toda aventura humana: la resistencia de las cosas se vence con la acción, con el dominio, con la temeridad y con la astucia.
HOCKEY (CANADÁ)
El comentario arranca con una definición de deporte: “El deporte es ese poder de transformar las cosas en su contrario”.
En Canadá, el hockey invierte la determinación de su geografía: en el frío extremo de su clima, el invierno queda inmóvil en una tierra dura. Los hombres transforman un contexto y la competición es alegre, vigorosa, apasionada (como se supone un clima estival). Es un deporte tan rápido, que el pensamiento debe ser un reflejo. Y el reflejo se aprende, así como se aprende a hacer un gol. El hockey, según Barthes, manifiesta muy bien los valores de todos los deportes: resistencia, temeridad, coraje.
FÚTBOL Y DEPORTE
Pocas palabras hay para el fútbol, porque parecen la excusa para hacer una reflexión sobre el deporte. La primera comparación de Barthes es con la gran función social del teatro. El teatro reunía a la ciudad en una experiencia común: el conocimiento de sus pasiones. La propuesta barthesiana es que esta función hoy la cumple el deporte. Así, se trata de una institución moderna metida en el marco ancestral del espectáculo. Acá tenemos la tesis central y el enfoque particular y la elección de estos deportes.
Barthes se pregunta, entonces: ¿hay que amar al deporte?
La diferencia con otros espectáculos radica en que, mientras en el teatro el público es espectador, en el deporte es actor. Y el hombre no se enfrenta con el hombre, sino con las cosas: con una pelota, con una máquina, con una montaña.
En el deporte el hombre vive el combate fatal de la vida.
A la pregunta qué es esto (lo deportivo), el juego le responde con otra pregunta: ¿quién es el mejor?
Heredero de los antiguos duelos, el deporte da un sentido nuevo a este interrogante y muestra, en su ilusión espectacular, qué hombre es mejor para resistir a las cosas, quién entiende mejor la velocidad, quién vence a la gravedad, quién inmoviliza la naturaleza. Si queremos hacerle decir otras cosas a los deportes (como pretendieron los regímenes fascistas), la pifiamos fiero.