El lecturista: sobre “Apretar las quijadas”, de Miguel Mirra, Editorial Leviatán.
Por Viviana García Arribas
EXPLORAR LA MEMORIA
Miguel Mirra es un experimentado documentalista. Con una larga lista de más de veinticinco películas como director, en los últimos años, ha decidido transitar el camino de la escritura. Esto no quiere decir que antes no lo hubiera hecho, sino que se ha reafirmado en su intención literaria. Sus publicaciones anteriores versaron mayormente sobre el tema documental, sus herramientas y procedimientos en forma de ensayo. Hasta que llegó su novela “Barrio adentro” que, si bien tiene origen en una película, intenta contar una nueva historia.
Nos llega ahora su libro “Apretar las quijadas, cuentos para resistir”. La materia que trabaja Mirra, esa masamadre que da origen a creaciones nuevas, siempre proviene del documental: la memoria y la consecuente construcción de la trama a partir de recuerdos, testimonios, documentos. En este caso, recurre a hechos que habían sido bocetados como películas y algunos guiones no realizados. Proyectos en ciernes, sin concretar. Y es en ese arcón infinito donde se zambulle para darnos a ver las vidas de personajes desconocidos -o no tan conocidos-.
Para traerlos al presente.
VENÍ QUE TE CUENTO
Nos contamos historias desde el tiempo en que los miembros de una comunidad, reunidos alrededor del fuego -gran descubrimiento que brindó calor, pero no solo eso-, relataban al resto cómo había sido su jornada de caza. Los relatos transmitidos de boca en boca alimentaron las leyendas y los mitos, que luego se transfirieron a la lengua escrita y pasaron a formar parte de la literatura. Un poco de esa oralidad se trasluce en los relatos reunidos en este libro: la misteriosa desaparición de un estanciero de la provincia de Córdoba, una historia de fantasmas entre los quilmes o la relación de galeses y tehuelches en la zona de Puerto Madryn nos llegan con un estilo directo, fruto de la recolección de narraciones y de la escucha atenta del documentalista.
En consecuencia, no hay un narrador omnisciente en los relatos de este libro. Nadie mira desde la altura para contarnos el devenir de los personajes ni se mete en sus pensamientos para adelantarnos cuál será su proceder. Por el contrario, los relatos se tejen a partir de los testimonios -directos o no- de quienes, por diferentes circunstancias, conocen los hechos. Así, algunas historias brindan distintos puntos de vista y destierran la mirada unívoca, como sucede por ejemplo con “Paradero desconocido” donde, incluso, desgrana diferentes hipótesis hasta dejarnos la incertidumbre de un final abierto.
JODIDO EL MONTE
Decía en la primera parte que mucho de lo que cuenta Miguel Mirra tiene su origen en guiones cinematográficos. El autor no oculta este origen: la inmediatez, el relato siempre en tiempo presente y el ritmo acelerado de la acción así lo demuestran. En “Libres o muertos”, por ejemplo, la huida de tres hermanos que recorrieron a pie el monte entrerriano hasta la provincia de Corrientes nos instala en la butaca de un cine. Es la acción física la que define a estos personajes. Es el impulso, siempre hacia adelante, lo que los guía. Sin embargo, a la loca aceleración del escape, el autor contrapone algunos tiempos muertos: los de la espera en busca de la sombra, más propicia para ocultarse. Y los acompaña el río que “corre, manso, aguas abajo, sin prisa” y acompasa con su lentitud el miedo, el dolor, el hambre, la agonía.
DEJAME SOÑAR
Sin embargo, hay una dimensión onírica en alguno de los relatos. Como en “El tren del olvido”, donde tres actrices interpretan a Josefina Scarfó, Micaela Feldman y Alicia Eguren y, poco a poco, se apoderan de la piel de estos personajes. O el viejo tehuelche que observa los movimientos de los galeses durante el desembarco, en “De galeses y tehuelches”, desde un lugar más allá del tiempo presente. Aun así, el sueño no le quita lugar al relato realista, es solo un complemento que acompaña. Siempre prevalecen los hechos: los acontecimientos que marcaron la vida de las tres mujeres o la colaboración de naturales y recién llegados a la Patagonia. Las pequeñas o grandes historias le permiten al autor hacer visible lo olvidado.
Como fuerzas desde el pasado, los personajes viven a partir de la mirada del cineasta que ha decidido invocar las imágenes a través de la palabra. Y también -según él mismo ha dicho- convocar al lector y provocarlo para hacer algún movimiento que pueda cambiar esas situaciones. Con la potencia de un motor que emprende la marcha.